Luciano deslizó el cierre del traje de novia del cuerpo de su esposa, dejando pequeñas caricias sobre la columna vertebral, haciéndola temblar.
—No debimos irnos de la fiesta así —murmuró Ofelia mientras el cosquilleo corría por su cuerpo hasta hacerle erizar la piel.
—No van a echarnos de menos, cariño, puedes jurarlo —Luciano se acercó por la espalda desnuda de Ofelia y pegó la piel de su pecho y abdomen contra la piel desnuda de su esposa. —Además, no quiero esperar para tenerte en mis brazos y escucharte gritar mi nombre. Veinticuatro horas han sido un verdadero infierno para mí —confesó Luciano.
Él bajó la cabeza para dejar un sendero de besos por el cuello y los hombros de Ofelia. Sus manos recorrieron el costado del cuerpo femenino hasta ahuecar los senos y los pezones de la mujer entre sus dedos.
Ofelia suspir&oacut
—¡No puedes hacerme esto, Marcelo! He hecho todo lo que me has pedido durante todos estos meses, me mantuve alejada de tus negocios, no salí de fiesta y ¡Te he sido más fiel que un perro! —gritó Laura mirando a su marido con resentimiento.—Y nada compensará lo que me has hecho. ¿Piensas que puedes borrar todo lo que has hecho a mis espaldas? —preguntó Marcelo con enojo.—Hice lo que me pediste. No voy a firmar el divorcio, no voy a renunciar a la vida que tengo contigo, puedo hacerte feliz —insistió la mujer, pero el hombre negó y se alejó dos pasos de ella.—¡Trataste de seducir a mi hijo! ¿Qué clase de mujer eres, Laura? No contenta con alejarlo de mi casa y de mi vida ¡Hiciste lo mismo con Luciano Barrera! Tu plan no te funcionó, Laura. Ahora tu castigo será quedarte en la calle, como la serpiente que er
Ofelia observó por enésima vez el reloj en la pared. Imperio y Tristán recién habían salido a la cita que maquiavélicamente había planificado para llevar a cabo sus planes. No, no eran sus planes; eran los planes de su padre. Él quería que se casara con un hombre rico, que le ayudara a progresar en su carrera y claramente no importaba el medio para lograrlo.Era más que claro que le tenía sin cuidado lo que ella pudiera desear o sentir.«No tengo la culpa de que no nacieras hombre Ofelia. Me hubiese gustado tener un macho y no una…»—Niña —susurró al recordar las palabras de su padre, el pan de cada día. No había día que él no le recordara el gran pecado de ser una mujer y no un niño cómo era su deseo.Suspiró y esperó un poco más, estaba nerviosa y cuando el timbre son&oac
Ofelia permaneció quieta sentada sobre su cama. La puerta había sido cerrada de manera brusca por Luciano. Él se había marchado dejándola con el cuerpo y el corazón dolorido. Ella solamente quería que se fijara en ella, pero escuchar aquellas duras palabras salir de sus labios después de lo que habían hecho, fue como un balde de agua fría sobre su joven cuerpo, cómo una bofetada sobre su rostro. ¡Ella no era como su padre! No lo era, ella solo quería tener un lugar en el corazón de ese hombre frío. Solo quería que la mirara con ojos de orgullo, aunque fuera solo por una vez. Por eso había aceptado aquel plan. «¿Y crees que eso puede justificar lo que le has hecho?», le recriminó su conciencia con dureza. «Le mentiste, lo engañaste para que viniera a ti, lo drogaste para que yaciera contigo, como si fueras una put4…»
Luciano miró a Tristán con intensidad después de haberle revelado la verdad sobre lo que Ofelia le había hecho y lo que había ocurrido entre ellos.Había guardado el secreto de todo, porque pensó que no tenía ningún sentido hacerlo público, ¿Qué ganaría con exponerla? Él era un hombre hecho y derecho, ¿Quién creería que había caído en la trampa de una mujer que apenas empezaba a vivir? Esas dudas le habían hecho callar, pero había sido un error en toda la extensión de la palabra. Porque no había dejado de pensar en lo ocurrido hasta el punto de no poder conciliar el sueño.Las imágenes de dos cuerpos desnudos entrelazados lo perseguían y el sonido de los labios de Ofelia lo atormentaban que finalmente había sucumbido al deseo y la necesidad de expresarse, pensando que de esa manera p
Luciano observó el vaso de whisky sobre el escritorio, sentía unas inmensas ganas de emborracharse hasta ser capaz de olvidarse de su nombre y de todo lo que le atormentaba. Pero sabía que esa no era una buena decisión, no había probado licor desde hacía una semana, porque los recuerdos se volvían mucho más nítidos y más dolorosos. Los dos suaves toques a la puerta lo distrajeron de su deseo y agradeció a quien quiera que le interrumpió.—Adelante —dijo cambiando su semblante, por un momento se olvidó que sus padres estaban fuera.—Lamento interrumpirlo señor Barrera, pero afuera hay un hombre que pide hablar con usted —dijo la joven.—Te dijo su nombre —preguntó, porque él no recordaba haber citado a nadie a su casa.—No, pero dijo que era urgente y que era mejor que lo recibiera si no quería ser
—No estás obligado a visitar la casa de Valerio. Ninguna de sus amenazas te puede afectar —se dijo mirándose al espejo mientras se arreglaba la corbata.Pero él sabía que, si no asistía esa noche, Valerio no dejaría de acosarlo y hostigarlo, él no quería eso, no lo necesitaba. Sin embargo, dejaría claro de una buena vez las cosas con la familia Carranza.Bajó de su habitación y salió de casa, tratando de mantenerse sereno, porque de lo contrario terminaría asesinando a Valerio y la bruja de su hija.Mientras tanto Ofelia escuchaba los gritos que provenían del primer piso, sabía que sus padres estaban discutiendo de nuevo y esta vez era ella la principal razón; ella y el bebé que esperaba.—¿Qué haces aquí? —escuchó la voz de su madre.Ofelia nunca creyó que su madre se arma
—Lamento interrumpir su clase, seño Clarita, pero el señor Valerio pregunta por su hija. Ofelia, tu padre te espera en el salón de reuniones —dijo la directora.Ofelia se sorprendió al escuchar las palabras de la señora directora. Valerio no era un hombre que se molestara por presentarse al colegio, ni siquiera para la celebración del día del padre, ese lugar era para su abuelo Silvestre.—Date prisa, no quiero interrumpir al resto de tus compañeros —le apremió y ella sin remedio tomó su mochila y caminó detrás de la mujer.Ofelia respiró profundo antes de abrir la puerta para encontrar la mirada seria de su padre. Podía adivinar con facilidad que estaba furioso.—¿Q-qué ha-haces aquí? —tartamudeo sin atreverse a dar un solo paso más.—¿Qué hago aquí? Eres
Ofelia se recargó ligeramente contra la puerta, sentía que sus piernas iban a fallarle en cualquier momento. Escuchar las palabras de Luciano fue devastador, pero como se lo había prometido ya no tenía tiempo para llorar por lo que había hecho, era momento de resurgir y aunque el proceso fuera muy doloroso, estaba decidida a conseguirlo.Sé limpió las lágrimas y caminó hacia la recepción. Vio el auto de su padre estacionado en el parqueo y antes de poder pensarlo mejor y volver a ser la cobarde de siempre se dirigió hacia la chica detrás del escritorio y con una fingida sonrisa habló:—Hola.—Hola, ¿Hay algo más en qué puedo ayudarle? —preguntó la mujer con amabilidad.—Eeh… Sí, la verdad sí, quisiera saber si puedo salir por la puerta de emergencia —susurró con preocupación