—No estás obligado a visitar la casa de Valerio. Ninguna de sus amenazas te puede afectar —se dijo mirándose al espejo mientras se arreglaba la corbata.
Pero él sabía que, si no asistía esa noche, Valerio no dejaría de acosarlo y hostigarlo, él no quería eso, no lo necesitaba. Sin embargo, dejaría claro de una buena vez las cosas con la familia Carranza.
Bajó de su habitación y salió de casa, tratando de mantenerse sereno, porque de lo contrario terminaría asesinando a Valerio y la bruja de su hija.
Mientras tanto Ofelia escuchaba los gritos que provenían del primer piso, sabía que sus padres estaban discutiendo de nuevo y esta vez era ella la principal razón; ella y el bebé que esperaba.
—¿Qué haces aquí? —escuchó la voz de su madre.
Ofelia nunca creyó que su madre se armara de valor y decidiera romper con su padre, temía que solo fuera un momento de valentía y al final de todo terminara cediendo. Los días que había pasado sin él en casa, había experimentado un poco de paz. «No te hagas ilusiones Ofelia, tu padre terminará imponiéndose de nuevo y estarás a su merced, es mejor casarte con Luciano, solo así estarás segura y tu bebé también. ¿Has pensado en lo que podría suceder si nace niña?», pensó mientras un escalofrío recorría su cuerpo y la hacía estremecer de miedo.
—Aún tenemos que arreglar la situación de Ofelia, te guste o no voy a hacer que Luciano Barrera se haga responsable por el hijo que ella está esperando —le escuchó decir y estaba de acuerdo, ella necesitaba salir de esa casa y olvidarse de todo lo que allí había vivido durante todos estos años.
—¡Estás loco Valerio! ¡Eres el único culpable de todo esto, tú provocaste esta situación! ¿Cómo esperas que Luciano responda por lo que tú deliberadamente planeaste? ¿No tienes vergüenza?, es mejor que te marches de mi casa, mi abogado se pondrá en contacto contigo, para que firmes los papeles del divorcio.
«¿Habla en serio? ¿De verdad piensa divorciarse de papá?» Una sensación de felicidad le embargo, pensando en si las palabras de su madre eran ciertas, ella por fin tendría paz en su vida, porque estaba segura de que su madre no la echaría a la calle.
Ofelia no tuvo tiempo de pensarlo más, al escuchar un auto estacionarse, dejó de prestar atención a la discusión que se llevaba a cabo en la sala y corrió hacia la ventana para ver a Luciano bajar del vehículo, su corazón latió al verlo y su pulso se aceleró al pensar que pronto sería su esposa.
Sin embargo, las cosas no eran como ella las pensaba y solo tuvo que esperar a que Tristán viniera por ella y darse cuenta de la terrible verdad que se extendía delante de ella.
—Me alegra que hayas reconsiderado tu postura Luciano, no podía esperar menos de ti —soltó Valerio con una sonrisa en los labios de quien se sabe ganador.
—Se equivoca señor Carranza, sus amenazas no me asustan. Sé que es usted el principal orquestador de todo este embrollo, espero que también sea bueno para buscar un buen abogado que lo defienda —señaló con frialdad Luciano, que evitó ver a Ofelia a toda costa. No sabía si sería capaz de verla y no decirle lo que pensaba de ella.
—Lamento mucho lo sucedido, Luciano, yo…
—Cállate, Imperio, deja que maneje este asunto a mi manera. Nuestra hija está embarazada de este hombre y podemos entablar una demanda en su contra; ella apenas ha cumplido la mayoría de edad.
—Ya lo ha dicho, es mayor de edad y, por lo tanto, muy capaz de asumir las consecuencias de sus actos, venir a embarazarse para atrapar un marido es el acto más bajo y ruin que una mujer puede hacerle a un hombre —le interrumpió viendo a Ofelia fijamente.
Aquella acusación fue como un balde de agua fría para Ofelia y las pocas esperanzas se estaban desvaneciendo con cada palabra que salía de los labios de Luciano.
—No estoy interesado en lo que piensas de mi hija, Luciano. Lo que quiero es que respondas por el pequeño que crece dentro de ella; o de lo contrario tendrás muchos problemas con la ley. Haré que tu nombre se vea envuelto en escándalos que podrían ser muy perjudiciales para tu reputación y para la reputación de tu empresa —amenazó el hombre con una sonrisa cínica en el rostro.
Una risa escapó de los labios de Luciano, era una risa sin humor, forzada.
—Espera mucho de mí, señor Carranza, pero usted y yo sabemos que no estoy obligado a responder por algo que sucedió sin mi consentimiento, fui drogado por Ofelia y tengo exámenes médicos que pueden corroborar mis palabras. Me pregunto ¿Qué es lo que pasará si llegamos a tribunales y ventilamos el caso? —preguntó afilando su mirada. —¿Cómo podrá Ofelia explicar la adquisición de un producto ilegal? Pero si aun así usted quiere demandarme, puede hacerlo; siéntase completamente libre de proceder según su consciencia. Tengo el dinero y el poder para enfrentarlo, por mi reputación usted no se preocupe. Tengo las pruebas necesarias para sajar el caso, antes que inicie —añadió con seguridad, sin vacilar.
El enojo corrió por el cuerpo de Valerio Carranza, tanto que su rostro se tornó rojo de la furia al escuchar las palabras del hombre.
—¡Convocaré una rueda de prensa, y voy a arruinarte! —gritó levantándose de su lugar, como si fuera un perro rabioso.
—¡No voy a casarme con ella! —exclamó en respuesta mientras sus ojos relampagueaban como lo hace un rayo en una noche de tormenta—. Voy a reconocer al pequeño y trataré de involucrarme en todo lo referente a él o ella; porque es tan inocente como yo en toda esta m****a que han organizado, no son más que dos seres ambiciosos y oportunistas. Lo siento por ti Imperio, pero no voy a casarme con tu hija —aseguró con firmeza.
El corazón de Ofelia se rompió en miles de pedazos. Hasta ese momento no había sido consciente del daño que le había hecho a Luciano, por complacer a su padre. Hasta ese día no había sido consciente que el amor, no se podía forzar, comprar o condicionar.
«He sido una tonta, solo he sido un instrumento para mi padre. Ni siquiera fui consciente de la verdad. Haga lo que haga él jamás va a amarme, porque eso debe ser natural. El amor que un padre debe sentir por sus hijos debe ser sin condiciones» pensó y por un momento la respiración le llegó a faltar. Se había equivocado y de la peor manera.
Sin embargo, no pudo evitar recriminarle a su madre el que aceptara la negativa de Luciano a casarse con ella; no estaba pensando en nada más que no fuera en su hijo y para lo que su madre debió ser una mirada de odio, en realidad era una mirada de súplica, de ruego porque no sabía de lo que su padre era capaz de hacer si Luciano no se hacía responsable.
Se sumergió tanto en sus pensamientos que no escuchó a Luciano marcharse, pero sí a sus padres discutir antes de que su padre saliera dando un portazo a la puerta.
—¿Cómo puedes hacerme esto mamá? Luciano tiene que casarse conmigo, él tiene que casarse conmigo ¡Estoy embarazada de él! —explotó y lo que para Imperio Acosta era un acto de osadía, para Ofelia era una manera de pedir auxilio, lamentablemente no sabía cómo hacerlo con las palabras correctas.
—No te estoy haciendo nada. Esto que estás viviendo lo has hecho tu misma. Lo que le has hecho a Luciano es un delito. Confórmate con lo que él puede darte, cualquier otro hombre se desentendería de ti y del bebé o en el peor de los casos te enviaría a prisión. Así que no te atrevas a apuntarme con el dedo, porque no soy la culpable y tampoco voy a obligar a Luciano a casarse contigo si no lo desea. Si tu padre insiste en obligarlo, la que terminará sufriendo las consecuencias serás únicamente tú. Porque un matrimonio sin amor termina convirtiéndose en un infierno tarde o temprano. Ahora sube a tu habitación y piensa en lo que has hecho y encuentra al culpable, pero no te atrevas a culparme por algo que tú sola hiciste —espetó con enojo.
Ofelia la miró con intensidad antes de girar sobre sus pies. «Eres la única culpable de todo, mamá. Si tu valentía de ahora la hubieras tenido en el pasado seguramente yo habría tenido una vida distinta y no estaría buscando un caballero de brillante armadura.» Ofelia no se atrevió a decir sus pensamientos en voz alta, o tenía sentido, para su madre ella era una mala hija nada más.
—Lamento interrumpir su clase, seño Clarita, pero el señor Valerio pregunta por su hija. Ofelia, tu padre te espera en el salón de reuniones —dijo la directora.Ofelia se sorprendió al escuchar las palabras de la señora directora. Valerio no era un hombre que se molestara por presentarse al colegio, ni siquiera para la celebración del día del padre, ese lugar era para su abuelo Silvestre.—Date prisa, no quiero interrumpir al resto de tus compañeros —le apremió y ella sin remedio tomó su mochila y caminó detrás de la mujer.Ofelia respiró profundo antes de abrir la puerta para encontrar la mirada seria de su padre. Podía adivinar con facilidad que estaba furioso.—¿Q-qué ha-haces aquí? —tartamudeo sin atreverse a dar un solo paso más.—¿Qué hago aquí? Eres
Ofelia se recargó ligeramente contra la puerta, sentía que sus piernas iban a fallarle en cualquier momento. Escuchar las palabras de Luciano fue devastador, pero como se lo había prometido ya no tenía tiempo para llorar por lo que había hecho, era momento de resurgir y aunque el proceso fuera muy doloroso, estaba decidida a conseguirlo.Sé limpió las lágrimas y caminó hacia la recepción. Vio el auto de su padre estacionado en el parqueo y antes de poder pensarlo mejor y volver a ser la cobarde de siempre se dirigió hacia la chica detrás del escritorio y con una fingida sonrisa habló:—Hola.—Hola, ¿Hay algo más en qué puedo ayudarle? —preguntó la mujer con amabilidad.—Eeh… Sí, la verdad sí, quisiera saber si puedo salir por la puerta de emergencia —susurró con preocupación
Luciano tenía aquella extraña sensación de que el corazón le iba a salir de su pecho. Había escuchado el corazón de su pequeño bebé y también descubierto que Ofelia realmente pensaba en él, cuando no estaba presente y eso jodidamente no era fingido. Ella no tenía manera de saber que estaba justo allí detrás de la cortina y había escuchado todo.Cuando Ofelia se marchó, apartó la cortina, las piernas del hombre fuerte y seguro de sí, parecían de gelatina, se sentó en la silla más cercana.—¿Todo bien? —le preguntó la doctora al verlo.—No, nada está bien conmigo, pero le agradezco este gesto que ha tenido conmigo. Por favor, no le diga que estuve aquí y cualquier situación que se presente con el embarazo no dude en llamarme —pidió entregando su número pe
Ofelia ya ni recordaba cómo había terminado la discusión con su madre, se sentía vapuleada emocionalmente y prefirió retirarse de la sala. Estaba cansada de una manera que nadie podía comprender o quizás sí, únicamente alguien que había sufrido lo mismo que ella podía ser capaz de entender su dolor.Por un perturbador momento, tuvo el impulso de tomar su maleta y marcharse, pero un rayo de lucidez le hizo darse cuenta de dos cosas. Primero: no tenía un lugar a donde ir, no podía siquiera contar con Luciano, a ese hombre ya le había hecho mucho daño, para intentar pedirle ayuda y Dos: Necesitaba ayuda desesperadamente. Ella por su cuenta no lo había logrado, seguía siendo frágil ante las adversidades, sobre todo, porque seguía guardando todo lo ocurrido en lo más profundo de su corazón; era algo que la atormentaba y no le dejaba ver
—Hola —saludó Ofelia con cierto temor. Tenía la seguridad de que su madre le había contado a su abuelo toda la pataleta que había hecho al descubrir la relación que tenía con Tristán.—¿Tu madre? —preguntó Silvestre con seriedad.—En el trabajo, creo que hoy tenía que firmar con una empresa que se ha interesado en sus diseños —le comunicó sin moverse de su sitio ni un solo paso.—Me parece niña que tú y yo debemos tener una seria conversación —le dijo antes de señalar el sillón para que se sentara.Ofelia asintió, ella lo necesitaba tanto, pero primero escucharía lo que su abuelo tenía para decirle.—No voy a pedirte disculpas en nombre de tu madre por su comportamiento reciente. No puedes juzgarla porque eso es algo que no les corresponde a los hijos hacer.
A la mañana siguiente Ofelia acudió a la cita con la ginecóloga en compañía de su madre. Sabía que Luciano había llamado temprano pidiendo estar presente y ella no se había negado.—¿Estás segura de esto? —Ofelia sabía que la pregunta de su madre era lógica luego de lo ocurrido.—Sí, mamá, estoy segura de esto. Luciano es el padre de mi bebé y tiene los mismos derechos que yo sobre él y antes que lo preguntes no lo hago por un sentimiento de culpa, sino porque él ha demostrado interés en todo lo relacionado con el bebé —le recordó e Imperio asintió.»Como mujer no espero mucho de él, pero como madre espero todo de Luciano, sobre todo que acepte a mi bebé sin importar su sexo y su color —dijo con una serenidad que asustó a Imperio.Ofelia parecía ot
Ofelia respiró profundo varias veces para ser tolerable el dolor, pero era imposible. Era como si los huesos se le rompieran uno a uno y temía que esto solo fuera el principio.Se armó de valor y salió de la habitación sosteniendo su vientre y agarrándose de las paredes, tenía miedo de que algo malo le pasara a su bebé. Había esperado tanto por ella; perderla a esas alturas sería morir en vida.—¡Tristán ve por el auto! —Ofelia escuchó a su madre gritar y había tanto miedo en su voz que solo se asustó un poco más.—No lo soporto, mamá, duele, duele mucho. ¿Por qué me pasa esto? —preguntó con lágrimas en los ojos y el miedo echando raíces en su cuerpo.—Respira cariño, es posible que el parto se te adelantara. Es normal en las madres primerizas —respondió I
Ofelia abrió los ojos lentamente, podía escuchar un bajo murmullo en la habitación, pero no era capaz de reconocer aquella voz. Pero si la imagen del hombre sentado en el sillón con un pequeño bulto en el brazo, mientras la alimentaba.—Luciano —lo llamó en tono bajo. Lamentando tener que romper aquel precioso momento entre padre e hija.—Ofelia, ¿Cómo te sientes? —preguntó levantándose del sillón y acercándose a ella con la pequeña.—Me duele todo, pero si me dices que ella está bien, todo habrá valido la pena.Luciano sonrió ligeramente antes de poner a la pequeña en los brazos de su madre por primera vez.—Es hermosa, Ofelia, gracias —la muchacha elevó la mirada al escuchar aquellas palabras salir de los labios de Luciano.—Es realmente hermosa, se parece a ti —