Luciano tenía aquella extraña sensación de que el corazón le iba a salir de su pecho. Había escuchado el corazón de su pequeño bebé y también descubierto que Ofelia realmente pensaba en él, cuando no estaba presente y eso jodidamente no era fingido. Ella no tenía manera de saber que estaba justo allí detrás de la cortina y había escuchado todo.
Cuando Ofelia se marchó, apartó la cortina, las piernas del hombre fuerte y seguro de sí, parecían de gelatina, se sentó en la silla más cercana.
—¿Todo bien? —le preguntó la doctora al verlo.
—No, nada está bien conmigo, pero le agradezco este gesto que ha tenido conmigo. Por favor, no le diga que estuve aquí y cualquier situación que se presente con el embarazo no dude en llamarme —pidió entregando su número pe
Ofelia ya ni recordaba cómo había terminado la discusión con su madre, se sentía vapuleada emocionalmente y prefirió retirarse de la sala. Estaba cansada de una manera que nadie podía comprender o quizás sí, únicamente alguien que había sufrido lo mismo que ella podía ser capaz de entender su dolor.Por un perturbador momento, tuvo el impulso de tomar su maleta y marcharse, pero un rayo de lucidez le hizo darse cuenta de dos cosas. Primero: no tenía un lugar a donde ir, no podía siquiera contar con Luciano, a ese hombre ya le había hecho mucho daño, para intentar pedirle ayuda y Dos: Necesitaba ayuda desesperadamente. Ella por su cuenta no lo había logrado, seguía siendo frágil ante las adversidades, sobre todo, porque seguía guardando todo lo ocurrido en lo más profundo de su corazón; era algo que la atormentaba y no le dejaba ver
—Hola —saludó Ofelia con cierto temor. Tenía la seguridad de que su madre le había contado a su abuelo toda la pataleta que había hecho al descubrir la relación que tenía con Tristán.—¿Tu madre? —preguntó Silvestre con seriedad.—En el trabajo, creo que hoy tenía que firmar con una empresa que se ha interesado en sus diseños —le comunicó sin moverse de su sitio ni un solo paso.—Me parece niña que tú y yo debemos tener una seria conversación —le dijo antes de señalar el sillón para que se sentara.Ofelia asintió, ella lo necesitaba tanto, pero primero escucharía lo que su abuelo tenía para decirle.—No voy a pedirte disculpas en nombre de tu madre por su comportamiento reciente. No puedes juzgarla porque eso es algo que no les corresponde a los hijos hacer.
A la mañana siguiente Ofelia acudió a la cita con la ginecóloga en compañía de su madre. Sabía que Luciano había llamado temprano pidiendo estar presente y ella no se había negado.—¿Estás segura de esto? —Ofelia sabía que la pregunta de su madre era lógica luego de lo ocurrido.—Sí, mamá, estoy segura de esto. Luciano es el padre de mi bebé y tiene los mismos derechos que yo sobre él y antes que lo preguntes no lo hago por un sentimiento de culpa, sino porque él ha demostrado interés en todo lo relacionado con el bebé —le recordó e Imperio asintió.»Como mujer no espero mucho de él, pero como madre espero todo de Luciano, sobre todo que acepte a mi bebé sin importar su sexo y su color —dijo con una serenidad que asustó a Imperio.Ofelia parecía ot
Ofelia respiró profundo varias veces para ser tolerable el dolor, pero era imposible. Era como si los huesos se le rompieran uno a uno y temía que esto solo fuera el principio.Se armó de valor y salió de la habitación sosteniendo su vientre y agarrándose de las paredes, tenía miedo de que algo malo le pasara a su bebé. Había esperado tanto por ella; perderla a esas alturas sería morir en vida.—¡Tristán ve por el auto! —Ofelia escuchó a su madre gritar y había tanto miedo en su voz que solo se asustó un poco más.—No lo soporto, mamá, duele, duele mucho. ¿Por qué me pasa esto? —preguntó con lágrimas en los ojos y el miedo echando raíces en su cuerpo.—Respira cariño, es posible que el parto se te adelantara. Es normal en las madres primerizas —respondió I
Ofelia abrió los ojos lentamente, podía escuchar un bajo murmullo en la habitación, pero no era capaz de reconocer aquella voz. Pero si la imagen del hombre sentado en el sillón con un pequeño bulto en el brazo, mientras la alimentaba.—Luciano —lo llamó en tono bajo. Lamentando tener que romper aquel precioso momento entre padre e hija.—Ofelia, ¿Cómo te sientes? —preguntó levantándose del sillón y acercándose a ella con la pequeña.—Me duele todo, pero si me dices que ella está bien, todo habrá valido la pena.Luciano sonrió ligeramente antes de poner a la pequeña en los brazos de su madre por primera vez.—Es hermosa, Ofelia, gracias —la muchacha elevó la mirada al escuchar aquellas palabras salir de los labios de Luciano.—Es realmente hermosa, se parece a ti —
Ofelia se sentó en la sala. Luciano no había llamado esa mañana, ni había aparecido durante el resto del día. Le preocupaba que le sucediera algo, aunque sinceramente no era su problema, pero era el padre de su hija y de alguna manera…Los gritos de su madre procedentes del jardín interrumpieron sus pensamientos, se aseguró que Luciana estuviera cómoda en su cuna y caminó a paso lento hacia la puerta. Los puntos de sutura de la operación apenas le habían sido retirados y ella temía que el vientre se le fuera abrir.—Sé que mi nieta ha nacido, quiero conocerla y también quiero ver a mi hija —la mano de Ofelia tembló sobre el pomo de la puerta al escuchar la voz de su padre e instintivamente giró su rostro para ver hacia la cuna de su hija. El miedo se anidó en su corazón y las lágrimas rodaron por sus mejillas.Su
Luciano no pudo olvidar el dolor en los ojos de Ofelia y estos lo persiguieron durante las semanas que le siguieron. Mientras él buscaba la manera de encontrar a Valerio Carranza, también se tomaba el tiempo para vigilar la casa de Ofelia para evitar que el tipo se les acercara y cuando ella salía al jardín con Luciana en sus brazos su corazón se encogía por no poder estar cerca de ellas.—No puedes continuar de esa manera, Luciano. Tristán ha renunciado a la constructora, debes ponerte al frente o todo el trabajo que hemos hecho terminará en nada —le dijo su padre aquella tarde tres meses después.—Hazte cargo de ella, pero no dejaré de buscar a Valerio Carranza. Su silencio me provoca desconfianza, temo que aparezca un día y se lleve a Luciana del lado de Ofelia. ¿Has vivido alguna vez con miedo, papá? —preguntó con los ojos llenos de tristeza.
«Tenemos que hablar…»«Tenemos que hablar…»«Tenemos que hablar…»Tres palabras que se repetían como un mantra en el cerebro de Ofelia, mientras la mano de Luciano sobre su brazo le quemaba como si fuera una brasa caliente destinada a dejar su huella a fuego sobre su piel. Ofelia cerró los ojos, la única vez que él la había tocado, había sido la noche que concibieron a Luciana.Los ojos negros de Luciano se posaron sobre los cafés de ella y la conexión fue inexplicable, pero tristemente fue tan efímera que no tuvieron tiempo de disfrutarlo porque inmediatamente Ofelia se liberó de su toque.—Lo siento, pero tú y yo no tenemos nada de que hablar, Luciano —Ofelia temblaba de miedo, pero no permitió que su voz la delatara, le contestó lo más serena que fue capaz.—Te equivoc