—Lamento interrumpir su clase, seño Clarita, pero el señor Valerio pregunta por su hija. Ofelia, tu padre te espera en el salón de reuniones —dijo la directora.
Ofelia se sorprendió al escuchar las palabras de la señora directora. Valerio no era un hombre que se molestara por presentarse al colegio, ni siquiera para la celebración del día del padre, ese lugar era para su abuelo Silvestre.
—Date prisa, no quiero interrumpir al resto de tus compañeros —le apremió y ella sin remedio tomó su mochila y caminó detrás de la mujer.
Ofelia respiró profundo antes de abrir la puerta para encontrar la mirada seria de su padre. Podía adivinar con facilidad que estaba furioso.
—¿Q-qué ha-haces aquí? —tartamudeo sin atreverse a dar un solo paso más.
—¿Qué hago aquí? Eres mi hija y puedo venir las veces que quiera. No sé lo que harás o cómo lo harás, ¡pero convence a tu m*****a madre de entablar una demanda contra Luciano Barrera!
—¿No lo escuchaste papá? Luciano no quiere casarse conmigo, no vas a obligarlo de ninguna manera —alegó temblando.
—Hay muchas maneras de obligarlo, pero no seré yo quien lo haga sino tú. ¡Hazlo Ofelia o te juro que ese niño no nacerá!
—¿Qué dices?
—Lo que estás escuchando, si Luciano Barrera no se hace cargo de ese embarazo, no me sirve, así que si deseas que ese mocoso nazca harás exactamente lo que quiero. Ve a la oficina de Luciano y exige se case contigo o de lo contrario ese muchachito sufrirá las consecuencias, me conoces Ofelia y sabes perfectamente que no me temblará la mano para hacer que lo pierdas.
—¡No puedes hacer esto! ¡No voy a obligar a Luciano a algo que no quiere! Nada le hará cambiar de decisión, sé que nunca me has querido. Ahora comprendo que solo me has utilizado contra mi madre y manipulado para conseguir un puesto que no has podido lograr con tu esfuerzo. Pero te juro que no tocarás un solo cabello de mi hijo. Me has destrozado la vida desde que tengo memoria, pero no voy a dejar que hagas lo mismo con mi hijo. Tendrás que matarme ¡Y sí, sé que eres tan capaz de hacerlo! Pero te reto a que lo hagas con tus propias manos y no a través de otros, ¡sé hombre y acaba con mi vida aquí y ahora!
—¿Sé te ha pegado la valentía estúpida de tu madre? Ustedes sin mí no son nada, Ofelia, Imperio no es nada sin mí, y cuando las tenga de nuevo en mi poder se arrepentirán de haberme desafiado.
—¿Para qué la quieres a tu lado si nunca la has amado, jamás has sentido amor por ninguna de nosotras? —Ofelia sabía muy bien que su arranque de valentía le podía costar caro, pero no iba a permitir que su padre amenazara la vida de su hijo. No cuando ya estaba creciendo dentro de su cuerpo.
—No tengo por qué darte ninguna explicación, Imperio sin mí no es nadie y tú sin mí tampoco serás nadie.
—Mamá tiene un trabajo, te ha pedido el divorcio, ya no te necesita. ¡Tú solo eres un hombre con complejo de dios, pero no eres más que un ser humano vil y cruel, te mereces ir al infierno! —gritó con tanta desesperación que no fue capaz de evitar el golpe que su padre le dio.
—No eres más que una chiquilla estúpida, no te atrevas a hablarme así, si sabes lo que te conviene ve y busca a Luciano Barrera o atente a las consecuencias —gruñó tomándola del brazo.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó uno de los profesores.
—Nada profesor, me he alterado sin razón, ¿puedo llevarme a Ofelia, no se siente bien? —declaró fingiendo una sonrisa.
—Sí, sí es una emergencia no hay problema —respondió el hombre
El dolor sobre su brazo le impidió levantar la mirada. La mano de su padre se cerraba sobre su piel, como si fuera un grillete.
—Gracias —dijo el hombre arrastrando a Ofelia con él.
—¡¿Has visto lo fácil que es sacarte del colegio por el simple hecho de ser tu padre?! —preguntó.
Ofelia no respondió, subió al auto porque no tenía manera de escapar del agarre de su padre, segura estaba que mañana tendría marcado los dedos en su piel.
—¿A-a dón-dónde me llevas? —el corazón de Ofelia le había subido a la garganta y temía desmayarse allí mismo y terminar en una clínica.
—Te llevaré a las oficinas de Luciano, pon esa cabeza a trabajar —le dijo antes de salir al edificio de la Constructora.
Ofelia detuvo la respiración cuando el rótulo grande apareció en su campo de visión, estaba perdida. Si no obedecía su padre era muy capaz de llevársela de una vez, pero si bajaba y le exigía a Luciano tomar la responsabilidad únicamente haría que el hombre la odiara mucho más que antes, pero no tenía opción.
—¡Baja ahora mismo! —gritó Valerio asustándola.
—No me hagas esto por favor, te lo suplico —susurró.
—No te estoy haciendo nada, Ofelia, todo lo que pase depende de ti, si algo malo le pasa a tu hijo, será porque tú has fallado, le habrás fallado como lo hiciste conmigo —soltó como siempre que la manipulaba.
Ofelia cerró los ojos. «Mi único crimen fue nacer mujer, he dejado que me manipule todos estos años buscando que me quisiera un poquito, pero es más que claro que mi padre no ama a nadie, ese hombre es un demonio», pensó.
—¡Baja! —gritó perdiendo la paciencia. —Te estaré esperando aquí, no hay manera que puedas huir de mí —le advirtió.
Ofelia tomó su mochila y la aferró a su cuerpo como si fuera un salvavidas, bajó en completo silencio. Estaba perdida, no había manera que Luciano siquiera la recibiera en su oficina y mucho menos que se casara con ella.
Caminó hasta la recepción del edificio, rogó por no cruzarse con Tristán, seguramente él no dudaría en llamar a su madre y las cosas podrían ponerse mucho más feas de lo que ya estaban.
—Buenas tardes, bienvenida a Constructora Barrera —saludó la recepcionista.
—Señorita, podría ver al señor Luciano, por favor —pidió tratando de controlar el llanto.
—¿Tiene cita con el señor Barrera? —preguntó con amabilidad la mujer.
—No, no tengo cita, pero es importante, por favor —suplicó.
—Permítame, me comunicaré con él, —la muchacha marcó un número. — ¿Cuál es su nombre? —preguntó antes que la voz de Luciano se escuchara al otro lado de la línea.
—Ofelia, Ofelia Carranza —dijo sintiendo como el aire empezaba a faltarle por los nervios que se instalaron en su cuerpo.
Mientras tanto, Luciano apretó los dientes al escuchar la voz de Ofelia a través del intercomunicador. ¿Cómo se atrevía a poner un pie en su oficina? Esa mujer estaba loca o su ambición por conseguirlo como marido era muy muy grande.
—Señor, que le digo —escuchó a su secretaria hablar.
—Dígale que… —«Qué se largue por dónde llegó, que no deseo verla nunca más en la vida», pensó, pero no fue capaz de decirlo.
—Deje que pase y por favor manténgase cerca, la puedo llegar a necesitar —ordenó, él iba a dejar las cosas muy claras a Ofelia de una m*****a vez.
Luciano se sentó en su silla aferrándose a los brazos para no salir disparado cuando Ofelia abrió la puerta y caminó hasta ponerse delante de su escritorio.
—Siéntate —se obligó a decir, no por ella sino por su hijo.
—Estoy bien así —murmuró sin mirarlo.
—¿Qué es lo que quieres aquí, no fui claro ayer? —preguntó
—Lo suficiente para comprender que me equivoqué. Que permití que mi padre me utilizara y es posible que siga intentándolo. Me ha amenazado con hacer que pierda a nuestro bebé si no te casas conmigo —Ofelia levantó la mirada. En sus ojos había dolor, desesperación, anhelo y una esperanza que sería roto en miles de pedazos.
—No te creo, nada de lo que ustedes digan o hagan me harán cambiar de opinión. Voy a responsabilizarme del bebé, pero no de ti, Ofelia. De ti solo me interesa mi hijo y nada más.
Ofelia sintió su corazón romperse en miles de pedazos, su sangre por un momento se congeló en sus venas y no pudo evitar las lágrimas que rodaron por sus mejillas.
—Por favor, Luciano, por favor. No lo hagas por mí, hazlo por el bebé. Sálvalo de mi padre, no sabes de lo que es capaz y…
—¡Sé perfectamente de lo que es capaz de hacer tu padre y de lo que estás dispuesta a hacer con tal de salirte con la tuya! —explotó con la ira bullendo en su interior. —¡Pero nada de lo que tengas que decirme me interesa, no vas a chantajearme! —añadió levantándose bruscamente de su silla y caminando hacia la muchacha.
—Por favor, Luciano —insistió
—Tendrías que volver a nacer y ser otra mujer para que yo pueda aceptarte como mi esposa y madre de mi hijo. Pero eso es imposible, Ofelia. Vete, no quiero olvidar que soy un caballero. Ahórrate y ahórrame el disgusto de volver a tocarte —Ofelia retrocedió dos pasos, él no había dicho la palabra, pero en su rostro podía notar el asco que sentía hacia ella; era esa misma mirada de su padre, cuando le decía. «Tendrías que volver a nacer y ser hombre para que yo pueda aceptarte como mi hijo y poder sentirme orgulloso de ti.»
—Lo siento, no volveré a molestarte. Habla con mi madre para que te mantenga informado sobre el bebé —susurró limpiándose las lágrimas.
Ofelia se sentía roto de una y mil maneras distintas, pero por su bebé intentaría renacer y ser la mujer que le hubiera gustado ser en otras circunstancias. «Te juro mi pequeño arrocito, que tú no tendrás una vida como la mía, tú serás feliz, aunque eso me cueste la vida» juró, mientras salía de la oficina de Luciano Barrera. Decidida a convertirse en un ave fénix.
Ofelia se recargó ligeramente contra la puerta, sentía que sus piernas iban a fallarle en cualquier momento. Escuchar las palabras de Luciano fue devastador, pero como se lo había prometido ya no tenía tiempo para llorar por lo que había hecho, era momento de resurgir y aunque el proceso fuera muy doloroso, estaba decidida a conseguirlo.Sé limpió las lágrimas y caminó hacia la recepción. Vio el auto de su padre estacionado en el parqueo y antes de poder pensarlo mejor y volver a ser la cobarde de siempre se dirigió hacia la chica detrás del escritorio y con una fingida sonrisa habló:—Hola.—Hola, ¿Hay algo más en qué puedo ayudarle? —preguntó la mujer con amabilidad.—Eeh… Sí, la verdad sí, quisiera saber si puedo salir por la puerta de emergencia —susurró con preocupación
Luciano tenía aquella extraña sensación de que el corazón le iba a salir de su pecho. Había escuchado el corazón de su pequeño bebé y también descubierto que Ofelia realmente pensaba en él, cuando no estaba presente y eso jodidamente no era fingido. Ella no tenía manera de saber que estaba justo allí detrás de la cortina y había escuchado todo.Cuando Ofelia se marchó, apartó la cortina, las piernas del hombre fuerte y seguro de sí, parecían de gelatina, se sentó en la silla más cercana.—¿Todo bien? —le preguntó la doctora al verlo.—No, nada está bien conmigo, pero le agradezco este gesto que ha tenido conmigo. Por favor, no le diga que estuve aquí y cualquier situación que se presente con el embarazo no dude en llamarme —pidió entregando su número pe
Ofelia ya ni recordaba cómo había terminado la discusión con su madre, se sentía vapuleada emocionalmente y prefirió retirarse de la sala. Estaba cansada de una manera que nadie podía comprender o quizás sí, únicamente alguien que había sufrido lo mismo que ella podía ser capaz de entender su dolor.Por un perturbador momento, tuvo el impulso de tomar su maleta y marcharse, pero un rayo de lucidez le hizo darse cuenta de dos cosas. Primero: no tenía un lugar a donde ir, no podía siquiera contar con Luciano, a ese hombre ya le había hecho mucho daño, para intentar pedirle ayuda y Dos: Necesitaba ayuda desesperadamente. Ella por su cuenta no lo había logrado, seguía siendo frágil ante las adversidades, sobre todo, porque seguía guardando todo lo ocurrido en lo más profundo de su corazón; era algo que la atormentaba y no le dejaba ver
—Hola —saludó Ofelia con cierto temor. Tenía la seguridad de que su madre le había contado a su abuelo toda la pataleta que había hecho al descubrir la relación que tenía con Tristán.—¿Tu madre? —preguntó Silvestre con seriedad.—En el trabajo, creo que hoy tenía que firmar con una empresa que se ha interesado en sus diseños —le comunicó sin moverse de su sitio ni un solo paso.—Me parece niña que tú y yo debemos tener una seria conversación —le dijo antes de señalar el sillón para que se sentara.Ofelia asintió, ella lo necesitaba tanto, pero primero escucharía lo que su abuelo tenía para decirle.—No voy a pedirte disculpas en nombre de tu madre por su comportamiento reciente. No puedes juzgarla porque eso es algo que no les corresponde a los hijos hacer.
A la mañana siguiente Ofelia acudió a la cita con la ginecóloga en compañía de su madre. Sabía que Luciano había llamado temprano pidiendo estar presente y ella no se había negado.—¿Estás segura de esto? —Ofelia sabía que la pregunta de su madre era lógica luego de lo ocurrido.—Sí, mamá, estoy segura de esto. Luciano es el padre de mi bebé y tiene los mismos derechos que yo sobre él y antes que lo preguntes no lo hago por un sentimiento de culpa, sino porque él ha demostrado interés en todo lo relacionado con el bebé —le recordó e Imperio asintió.»Como mujer no espero mucho de él, pero como madre espero todo de Luciano, sobre todo que acepte a mi bebé sin importar su sexo y su color —dijo con una serenidad que asustó a Imperio.Ofelia parecía ot
Ofelia respiró profundo varias veces para ser tolerable el dolor, pero era imposible. Era como si los huesos se le rompieran uno a uno y temía que esto solo fuera el principio.Se armó de valor y salió de la habitación sosteniendo su vientre y agarrándose de las paredes, tenía miedo de que algo malo le pasara a su bebé. Había esperado tanto por ella; perderla a esas alturas sería morir en vida.—¡Tristán ve por el auto! —Ofelia escuchó a su madre gritar y había tanto miedo en su voz que solo se asustó un poco más.—No lo soporto, mamá, duele, duele mucho. ¿Por qué me pasa esto? —preguntó con lágrimas en los ojos y el miedo echando raíces en su cuerpo.—Respira cariño, es posible que el parto se te adelantara. Es normal en las madres primerizas —respondió I
Ofelia abrió los ojos lentamente, podía escuchar un bajo murmullo en la habitación, pero no era capaz de reconocer aquella voz. Pero si la imagen del hombre sentado en el sillón con un pequeño bulto en el brazo, mientras la alimentaba.—Luciano —lo llamó en tono bajo. Lamentando tener que romper aquel precioso momento entre padre e hija.—Ofelia, ¿Cómo te sientes? —preguntó levantándose del sillón y acercándose a ella con la pequeña.—Me duele todo, pero si me dices que ella está bien, todo habrá valido la pena.Luciano sonrió ligeramente antes de poner a la pequeña en los brazos de su madre por primera vez.—Es hermosa, Ofelia, gracias —la muchacha elevó la mirada al escuchar aquellas palabras salir de los labios de Luciano.—Es realmente hermosa, se parece a ti —
Ofelia se sentó en la sala. Luciano no había llamado esa mañana, ni había aparecido durante el resto del día. Le preocupaba que le sucediera algo, aunque sinceramente no era su problema, pero era el padre de su hija y de alguna manera…Los gritos de su madre procedentes del jardín interrumpieron sus pensamientos, se aseguró que Luciana estuviera cómoda en su cuna y caminó a paso lento hacia la puerta. Los puntos de sutura de la operación apenas le habían sido retirados y ella temía que el vientre se le fuera abrir.—Sé que mi nieta ha nacido, quiero conocerla y también quiero ver a mi hija —la mano de Ofelia tembló sobre el pomo de la puerta al escuchar la voz de su padre e instintivamente giró su rostro para ver hacia la cuna de su hija. El miedo se anidó en su corazón y las lágrimas rodaron por sus mejillas.Su