Valentina había llegado puntual al trabajo, trataba de hacerlo siempre porque no quería correr ningún riesgo de despido, dependía de lo que ganaba para mantenerse, y en su estado, no podía permitirse quedar sin empleo. Trabajaba limpiando las oficinas de una de las empresas textiles más importantes de San Francisco. Su deseo era conseguir un puesto como diseñadora, porque se había graduado en Berkeley en diseño de modas, pero no tenía ninguna experiencia más que como pasante y le ofrecieron la única vacante disponible: aseadora. No era lo que quería, pero llevaba semanas buscando empleo y no había encontrado nada mejor y le urgía el dinero. Estaba terminando de asear los baños del piso cinco cuando sintió una fuerte punzada en el vientre que la hizo jadear de dolor. Su embarazo estaba muy avanzando, le faltaba muy poco para dar a luz. Usaba ropa holgada para disimularlo porque, de otra manera, el gruñón de su supervisor ya habría conseguido que la echaran. Cuando el dolor pasó, sig
La ambulancia demoró solo un minuto en aparecer frente al edificio, los paramédicos tomaron a Valentina de los brazos de Bruno, la recostaron en la camilla y le preguntaron a Bruno qué había pasado mientras la examinaban. Bruno les dijo lo que sabía y, luego de comprobar sus signos vitales, decidieron llevarla al hospital. La subieron en la ambulancia. Y Bruno, sin dudarlo dos veces, decidió acompañarla. El chofer arrancó enseguida con las sirenas encendidas mientras los paramédicos seguían revisando a Valentina. —¿Cómo se llama? ¿de cuántas semanas está? —le preguntó el paramédico más joven.—No lo sé, no la conozco, solo coincidimos en el ascensor —respondió él sin tener la menor idea, era la primera vez que la veía.Justo en ese momento, Valentina volvió en sí y preguntó qué pasaba, estaba confundida y asustada.—No puedo ir al hospital, tendré un parto en casa, es lo que puedo pagar —mencionó cuando el paramédico le explicó la situación. —Yo correré con todos los gastos, no de
Valentina no dejaba de sonreír mirando a su bebé, después de meses de miedo, preocupación y dudas, al fin lo tenía entre sus brazos. Su embarazo había sido una montaña rusa de emociones desde el inicio. El día que se enteró, fue el más feliz y el más triste de su vida hasta entonces. Esa mañana, se levantó temprano y fue a la farmacia por una prueba rápida, tenía varios días de retraso y sospechaba que estaba embarazada. Volvió a casa y se encerró en el baño para hacérsela; estaba nerviosa, ella y su novio apenas llevaban saliendo unos meses y nunca habían hablado de tener hijos. En unos minutos, los resultados se revelaron: positivo, estaba esperando un bebé. Valentina lloró de felicidad porque siempre había soñado con ser mamá. Y así emocionada como estaba, fue a darle la noticia a su novio. Usó la llave que él le había dado y entró a su apartamento temblando de nerviosos, no sabía cómo iba decírselo o cuál sería su reacción. —¡Zack! —gritó con los ojos perplejos cuando vio a un
Valentina sintió mucha vergüenza cuando admitió que no había mencionado su embarazo por miedo a que no le dieran el empleo y que luego no lo informó porque no podía quedarse sin trabajo.—Entiendo porqué lo ocultó, muchas empresas manejan esos tipos de políticas de exclusión, pero la mía no. Todos mis empleados gozan de un plan de seguro médico además de licencias de maternidad remuneradas —detalló en tono formal—. Si le digo todo esto es porque espero que siga trabajando en mi empresa con todos los beneficios y en un puesto que esté acorde con su profesión. Mi jefe de recursos humanos me informó que usted estudió diseño de modas. —Sí, señor —contestó Valentina asintiendo dos veces, aún nerviosa y a la vez impactada por el ofrecimiento que le estaba haciendo Bruno. Ya había asumido que la despediría, en cambio, le estaba dando la oportunidad de seguir trabajando para él en un puesto mejor. —Iniciaría como practicante, con la posibilidad de escalar de puesto de acuerdo a su desempeñ
Valentina respiró hondo antes de acercarse a la recepción del departamento de diseño dirigido por Ana Winter, una talentosa diseñadora de modas a la que admiraba mucho; le emocionaba poder conocerla en persona, deseaba aprender de ella todo cuando pudiera. Pero a Ana, la llegada de una nueva aprendiz lo menos que le producía era alegría, tenía el equipo que necesitaba, y así se lo hizo saber a Bruno cuando se enteró de su contratación, pero él fue muy tajante en su decisión y ella no pudo hacer más que aceptar lo que su jefe quería.—Buenos días, soy Valentina Collins, la nueva aprendiz de diseño —dijo estando delante de la secretaria de Ana, una joven que parecía tener su misma edad o tal vez un poco menos. —Llegas tarde. Tu cubículo es el último de la izquierda. En el escritorio, encontrarás dinero para café, ve por él antes de que Ana llegue —le informó la recepcionista sin mirarla. —¿Ir a dónde? —preguntó confundida. —Al café del frente, está al cruzar la calle, solo di que vas
La respuesta de Bruno no correspondía con sus acciones, no parecía solo un jefe preocupado por una de sus empleadas, pero Valentina no iba a contradecirlo. —Disculpe, no era mi intención molestarlo —pronunció ella cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, se sentía incómoda y adolorida por las quemaduras. Todo lo que quería era buscar a James y volver a su casa. —No, soy yo quien debe disculparse. Estoy molesto, pero no con usted —admitió lamentando el tono de voz que había usado con ella—. Vamos, debe ir a casa a descansar.—Primero debo buscar a James.—Sí, James, cierto —dijo pasándose la mano por el cabello, se había olvidado del bebé.Bruno fue por el auto y Valentina se quedó esperándolo en la entrada. Mientras llegaba, la persona que menos esperaba ver ese día caminó hacia ella: Zack, su ex novio. Y no estaba solo, la mujer con la que le había sido infiel venía a su lado. Seguía con ella y, por el anillo que vio en su dedo, se iban a casar.Valentina intentó no
Valentina se puso nerviosa y le cerró la puerta en la cara a Zack. —Val, ábreme, necesito que hablemos —dijo él mientras aporreaba la puerta. —No hay nada de lo que debamos hablar, vuelve con tu prometida y déjame en paz —respondió Valentina sin alzar mucho la voz, no quería despertar a James. —He dejado a Sarah, nunca la quise, Val. Te quiero a ti. —No te creo, Zack. Y ya no me importa. Vete o llamaré a la policía —le advirtió decidida, aunque esperaba no tener que llegar a ese extremo.—¿Es por ese imbécil que quieres que me vaya? ¿Quién es? ¿desde cuando estás con él? —le preguntó alzando la voz, escuchándose molesto. —No tengo que darte ninguna explicación, Zack. Vete ahora y no vuelvas otra vez. —¿Qué está pasando? —le preguntó su abuela saliendo de su habitación. —Es Zack, abuela. —No me iré. Abre la maldit@ puerta o la echaré abajo —gritó furioso, estaba cegado de celos, le disgustó verla con otro hombre y estaba furioso porque no le abría la puerta.—Llama a la policía
Bruno le dio la espalda a Kim y le dijo que le daría cinco minutos para que saliera de su habitación. Cruzó la puerta y bajó directo a su oficina en casa, donde tenía guardada una botella de whisky. Se sirvió un trago y lo bebió de un solo tirón. No podía creer que su cuñada se le ofreciera de esa manera. ¿Por qué lo hizo? Kim salió de la habitación de Bruno envuelta en una bata tipo albornoz y con un mar de lágrimas recorriéndole la cara, jamás se había sentido tan avergonzada en su vida. Aquello fue un error, pero su amiga Marian la convenció de que lo hiciera. ¡Qué tonta fue! ¿Ahora cómo miraría de nuevo a Bruno a la cara? En la mañana, Bruno se levantó muy temprano y salió a trotar por el vecindario, tenía muchas cosas en la mente y necesitaba despejarse. ¿Cómo sería su relación con Kim a partir de ahora? No podía fingir que nada había pasado. Luego de media hora, volvió a casa, se duchó y se vistió para ir al trabajo. Cuando bajó al comedor, su hija ya estaba preparada para ir