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Capítulo 2. Porque puedo

La ambulancia demoró solo un minuto en aparecer frente al edificio, los paramédicos tomaron a Valentina de los brazos de Bruno, la recostaron en la camilla y le preguntaron a Bruno qué había pasado mientras la examinaban. Bruno les dijo lo que sabía y, luego de comprobar sus signos vitales, decidieron llevarla al hospital. La subieron en la ambulancia. Y Bruno, sin dudarlo dos veces, decidió acompañarla.

El chofer arrancó enseguida con las sirenas encendidas mientras los paramédicos seguían revisando a Valentina.

—¿Cómo se llama? ¿de cuántas semanas está?  —le preguntó el paramédico más joven.

—No lo sé, no la conozco, solo coincidimos en el ascensor —respondió él sin tener la menor idea, era la primera vez que la veía.

Justo en ese momento, Valentina volvió en sí y preguntó qué pasaba, estaba confundida y asustada.

—No puedo ir al hospital, tendré un parto en casa, es lo que puedo pagar —mencionó cuando el paramédico le explicó la situación.

—Yo correré con todos los gastos, no debe preocuparse —aseguró Bruno sin inmutarse.

—No tendría como pagarle, debo ir a casa —insistió ella con los ojos perplejos.

—No espero que me pague.

—¿Por… por qué lo… haría? —balbuceó en medio de una nueva contracción. Ella podía ser joven, pero sabía muy bien que nadie hacía nada sin un motivo.

—Porque puedo, le prometo que no tengo otra intención más que ayudarla —le aseguró él pareciendo sincero.

A Valentina no le convenció de un todo su respuesta, pero nadie en sus cabales rechazaría una oferta como esa. Tener a su bebé en un hospital era mil veces mejor que hacerlo en casa con una partera.

Para cuando llegaron al hospital, estaba casi dilatada y la llevaron directo a la sala de parto. Mientras tanto, Bruno aguardaba en la sala de espera por noticias de Valentina Collins. Supo su nombre cuando ella respondía las preguntas de los paramédicos. Escuchó que tenía veintitrés años y que su único familiar cercano era su abuela. Su situación era bastante difícil, una mujer tan joven, sola, sin seguro y sin dinero.

¿Qué hacía Valentina esa tarde en su edificio? Se preguntó Bruno sin poder dejar de pensar en ella.

Necesitaba saberlo. Llamó a Will, un investigador privado de su confianza, y, sin darle mayor explicación, le pidió que investigara todo lo que pudiera de Valentina Collins.

En la sala de parto, Valentina estaba agotada, sentía que no podía más, por más que pujaba, su bebé no salía.

—Vamos, tú puedes, una más —le animó la obstetra, pero Valentina no tenía fuerzas. Enfrentar aquel momento sola estaba siendo más difícil de lo que imaginaba.

—Inténtalo de nuevo, linda. Tu bebé te necesita —le dijo la enfermera que sostenía su mano. Valentina asintió y sacó fuerzas de su interior para pujar una vez más, logrando al fin que su bebé alumbrara. La obstetra terminó de sacarlo y el bebé estalló en llanto, tenía pulmones fuertes y sanos. Lo asearon y se lo pusieron a su mamá en el pecho.

—Hola, mi amor. Soy tu mamá —pronunció ella con lágrimas mojándole la cara. Su bebé era perfecto, hermoso ante sus ojos y el regalo más grande que había recibido en su vida. James, ese era el nombre que había escogido para él en honor a su padre, quien falleció en un accidente de auto junto a su madre cuando era solo una niña.

Bruno se puso en pie cuando una enfermera se acercaba a él para informarle que el bebé de Valentina había nacido, era un varón de tres kilos seiscientos muy sano.

—¿Y cómo está ella?

—Bien, cansada, pero feliz. La trasladaremos pronto a la habitación, le avisaré cuando pueda pasar a verla.

Bruno asintió, aunque no estaba en sus planes pasar a verla, se encargaría de pagar la factura y luego se iría.

Acudió a la administración y se aseguró de cubrir todos los gastos por el parto y la estadía de Valentina en el hospital. Ella debía pasar al menos un día más ingresada antes de ser dada de alta.

Como había llegado al hospital en la ambulancia, llamó a su chofer y le indicó donde debía buscarlo. Mientras esperaba, estuvo pensando en Valentina y en su bebé. ¿Tenía todo lo que necesitaba? Lo más seguro era que no y no estaría tranquilo si se iba sin estar seguro de que tuviera todo lo que le hiciera falta. Entró de nuevo al hospital y se acercó al stand de enfermería para preguntar si había algo que necesitara el bebé o Valentina. Pero no le dio tiempo ni de abrir la boca, cuando la enfermera que le dio la noticia del nacimiento del bebé lo vio, le dijo que lo estaba buscando, que Valentina había preguntado por él y quería verlo. Y Bruno no pudo negarse. Siguió a la enfermera y entró a la habitación, encontrando a Valentina con el bebé en los brazos. Un nudo se formó en su garganta con aquella escena, era imposible no pensar en su esposa y en su hijo, no había superado su pérdida.

—Muchas gracias por todo lo que hizo por mí y por mi bebé —expresó Valentina con una sonrisa nerviosa. Para él, ella era una completa desconocida, pero Valentina tenía muy presente quién era él.

—Me alegra que usted y el bebé estén bien. Si hay algo más en lo que pueda ayudarla, me gustaría hacerlo —le ofreció con amabilidad. Sus intenciones parecían sinceras, pero por muchas cosas que le hicieran falta a Valentina, no se atrevería a pedirle nada, él había hecho mucho por ella.

—No se preocupe, tengo todo lo necesario para mí y para él —respondió mirándome a su bebé—. Su nombre es James, como el de mi padre —le contó nostálgica.

—Me gusta, es un buen nombre —comentó Bruno con una sonrisa. Pocas veces se mostraba amable con las personas, por lo general, era serio y reservado—. Debo irme, mis mejores deseos para usted y James.

Valentina lo miró y, con una sonrisa que le iluminaba el rostro, le dio las gracias una vez más sin que fuera suficiente, lo que él había hecho por ella era invaluable.

Brujo no supo que decir, solo asintió con una breve sonrisa y luego se fue. Cuando salió al pasillo, la enfermera lo abordó y le dijo que Valentina sería dada de alta al día siguiente con su bebé, entre las nueve y las diez de la mañana. Su intención era obvia, pero él no estaba seguro de si debía volver.

Se despidió de la enfermera y salió una vez más del hospital. Su chofer ya había llegado, se subió al auto y se marchó.

Camino a casa, lo llamó Will para informarle lo que había investigado sobre Valentina. Y lo menos que esperaba escuchar era que esa joven era empleada suya, que trabajaba como aseadora de su empresa desde hacía meses.

¿Estaba trabajando a esas alturas del embarazo? ¿cómo era posible? Y si era empleada de su empresa, ¿por qué no contaba con un seguro de salud como todos?

Solo había una persona que podía saberlo y si Bruno descubría que había perjudicado a Valentina de manera intencional, no tendría ninguna contemplación con él.

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