La ambulancia demoró solo un minuto en aparecer frente al edificio, los paramédicos tomaron a Valentina de los brazos de Bruno, la recostaron en la camilla y le preguntaron a Bruno qué había pasado mientras la examinaban. Bruno les dijo lo que sabía y, luego de comprobar sus signos vitales, decidieron llevarla al hospital. La subieron en la ambulancia. Y Bruno, sin dudarlo dos veces, decidió acompañarla.
El chofer arrancó enseguida con las sirenas encendidas mientras los paramédicos seguían revisando a Valentina.—¿Cómo se llama? ¿de cuántas semanas está? —le preguntó el paramédico más joven.—No lo sé, no la conozco, solo coincidimos en el ascensor —respondió él sin tener la menor idea, era la primera vez que la veía.Justo en ese momento, Valentina volvió en sí y preguntó qué pasaba, estaba confundida y asustada.—No puedo ir al hospital, tendré un parto en casa, es lo que puedo pagar —mencionó cuando el paramédico le explicó la situación.—Yo correré con todos los gastos, no debe preocuparse —aseguró Bruno sin inmutarse.—No tendría como pagarle, debo ir a casa —insistió ella con los ojos perplejos.—No espero que me pague.—¿Por… por qué lo… haría? —balbuceó en medio de una nueva contracción. Ella podía ser joven, pero sabía muy bien que nadie hacía nada sin un motivo.—Porque puedo, le prometo que no tengo otra intención más que ayudarla —le aseguró él pareciendo sincero.A Valentina no le convenció de un todo su respuesta, pero nadie en sus cabales rechazaría una oferta como esa. Tener a su bebé en un hospital era mil veces mejor que hacerlo en casa con una partera.Para cuando llegaron al hospital, estaba casi dilatada y la llevaron directo a la sala de parto. Mientras tanto, Bruno aguardaba en la sala de espera por noticias de Valentina Collins. Supo su nombre cuando ella respondía las preguntas de los paramédicos. Escuchó que tenía veintitrés años y que su único familiar cercano era su abuela. Su situación era bastante difícil, una mujer tan joven, sola, sin seguro y sin dinero.¿Qué hacía Valentina esa tarde en su edificio? Se preguntó Bruno sin poder dejar de pensar en ella.Necesitaba saberlo. Llamó a Will, un investigador privado de su confianza, y, sin darle mayor explicación, le pidió que investigara todo lo que pudiera de Valentina Collins.En la sala de parto, Valentina estaba agotada, sentía que no podía más, por más que pujaba, su bebé no salía.—Vamos, tú puedes, una más —le animó la obstetra, pero Valentina no tenía fuerzas. Enfrentar aquel momento sola estaba siendo más difícil de lo que imaginaba.—Inténtalo de nuevo, linda. Tu bebé te necesita —le dijo la enfermera que sostenía su mano. Valentina asintió y sacó fuerzas de su interior para pujar una vez más, logrando al fin que su bebé alumbrara. La obstetra terminó de sacarlo y el bebé estalló en llanto, tenía pulmones fuertes y sanos. Lo asearon y se lo pusieron a su mamá en el pecho.—Hola, mi amor. Soy tu mamá —pronunció ella con lágrimas mojándole la cara. Su bebé era perfecto, hermoso ante sus ojos y el regalo más grande que había recibido en su vida. James, ese era el nombre que había escogido para él en honor a su padre, quien falleció en un accidente de auto junto a su madre cuando era solo una niña.Bruno se puso en pie cuando una enfermera se acercaba a él para informarle que el bebé de Valentina había nacido, era un varón de tres kilos seiscientos muy sano.—¿Y cómo está ella?—Bien, cansada, pero feliz. La trasladaremos pronto a la habitación, le avisaré cuando pueda pasar a verla.Bruno asintió, aunque no estaba en sus planes pasar a verla, se encargaría de pagar la factura y luego se iría.Acudió a la administración y se aseguró de cubrir todos los gastos por el parto y la estadía de Valentina en el hospital. Ella debía pasar al menos un día más ingresada antes de ser dada de alta.Como había llegado al hospital en la ambulancia, llamó a su chofer y le indicó donde debía buscarlo. Mientras esperaba, estuvo pensando en Valentina y en su bebé. ¿Tenía todo lo que necesitaba? Lo más seguro era que no y no estaría tranquilo si se iba sin estar seguro de que tuviera todo lo que le hiciera falta. Entró de nuevo al hospital y se acercó al stand de enfermería para preguntar si había algo que necesitara el bebé o Valentina. Pero no le dio tiempo ni de abrir la boca, cuando la enfermera que le dio la noticia del nacimiento del bebé lo vio, le dijo que lo estaba buscando, que Valentina había preguntado por él y quería verlo. Y Bruno no pudo negarse. Siguió a la enfermera y entró a la habitación, encontrando a Valentina con el bebé en los brazos. Un nudo se formó en su garganta con aquella escena, era imposible no pensar en su esposa y en su hijo, no había superado su pérdida.—Muchas gracias por todo lo que hizo por mí y por mi bebé —expresó Valentina con una sonrisa nerviosa. Para él, ella era una completa desconocida, pero Valentina tenía muy presente quién era él.—Me alegra que usted y el bebé estén bien. Si hay algo más en lo que pueda ayudarla, me gustaría hacerlo —le ofreció con amabilidad. Sus intenciones parecían sinceras, pero por muchas cosas que le hicieran falta a Valentina, no se atrevería a pedirle nada, él había hecho mucho por ella.—No se preocupe, tengo todo lo necesario para mí y para él —respondió mirándome a su bebé—. Su nombre es James, como el de mi padre —le contó nostálgica.—Me gusta, es un buen nombre —comentó Bruno con una sonrisa. Pocas veces se mostraba amable con las personas, por lo general, era serio y reservado—. Debo irme, mis mejores deseos para usted y James.Valentina lo miró y, con una sonrisa que le iluminaba el rostro, le dio las gracias una vez más sin que fuera suficiente, lo que él había hecho por ella era invaluable.Brujo no supo que decir, solo asintió con una breve sonrisa y luego se fue. Cuando salió al pasillo, la enfermera lo abordó y le dijo que Valentina sería dada de alta al día siguiente con su bebé, entre las nueve y las diez de la mañana. Su intención era obvia, pero él no estaba seguro de si debía volver.Se despidió de la enfermera y salió una vez más del hospital. Su chofer ya había llegado, se subió al auto y se marchó.Camino a casa, lo llamó Will para informarle lo que había investigado sobre Valentina. Y lo menos que esperaba escuchar era que esa joven era empleada suya, que trabajaba como aseadora de su empresa desde hacía meses.¿Estaba trabajando a esas alturas del embarazo? ¿cómo era posible? Y si era empleada de su empresa, ¿por qué no contaba con un seguro de salud como todos?Solo había una persona que podía saberlo y si Bruno descubría que había perjudicado a Valentina de manera intencional, no tendría ninguna contemplación con él.Valentina no dejaba de sonreír mirando a su bebé, después de meses de miedo, preocupación y dudas, al fin lo tenía entre sus brazos. Su embarazo había sido una montaña rusa de emociones desde el inicio. El día que se enteró, fue el más feliz y el más triste de su vida hasta entonces. Esa mañana, se levantó temprano y fue a la farmacia por una prueba rápida, tenía varios días de retraso y sospechaba que estaba embarazada. Volvió a casa y se encerró en el baño para hacérsela; estaba nerviosa, ella y su novio apenas llevaban saliendo unos meses y nunca habían hablado de tener hijos. En unos minutos, los resultados se revelaron: positivo, estaba esperando un bebé. Valentina lloró de felicidad porque siempre había soñado con ser mamá. Y así emocionada como estaba, fue a darle la noticia a su novio. Usó la llave que él le había dado y entró a su apartamento temblando de nerviosos, no sabía cómo iba decírselo o cuál sería su reacción. —¡Zack! —gritó con los ojos perplejos cuando vio a un
Valentina sintió mucha vergüenza cuando admitió que no había mencionado su embarazo por miedo a que no le dieran el empleo y que luego no lo informó porque no podía quedarse sin trabajo.—Entiendo porqué lo ocultó, muchas empresas manejan esos tipos de políticas de exclusión, pero la mía no. Todos mis empleados gozan de un plan de seguro médico además de licencias de maternidad remuneradas —detalló en tono formal—. Si le digo todo esto es porque espero que siga trabajando en mi empresa con todos los beneficios y en un puesto que esté acorde con su profesión. Mi jefe de recursos humanos me informó que usted estudió diseño de modas. —Sí, señor —contestó Valentina asintiendo dos veces, aún nerviosa y a la vez impactada por el ofrecimiento que le estaba haciendo Bruno. Ya había asumido que la despediría, en cambio, le estaba dando la oportunidad de seguir trabajando para él en un puesto mejor. —Iniciaría como practicante, con la posibilidad de escalar de puesto de acuerdo a su desempeñ
Valentina respiró hondo antes de acercarse a la recepción del departamento de diseño dirigido por Ana Winter, una talentosa diseñadora de modas a la que admiraba mucho; le emocionaba poder conocerla en persona, deseaba aprender de ella todo cuando pudiera. Pero a Ana, la llegada de una nueva aprendiz lo menos que le producía era alegría, tenía el equipo que necesitaba, y así se lo hizo saber a Bruno cuando se enteró de su contratación, pero él fue muy tajante en su decisión y ella no pudo hacer más que aceptar lo que su jefe quería.—Buenos días, soy Valentina Collins, la nueva aprendiz de diseño —dijo estando delante de la secretaria de Ana, una joven que parecía tener su misma edad o tal vez un poco menos. —Llegas tarde. Tu cubículo es el último de la izquierda. En el escritorio, encontrarás dinero para café, ve por él antes de que Ana llegue —le informó la recepcionista sin mirarla. —¿Ir a dónde? —preguntó confundida. —Al café del frente, está al cruzar la calle, solo di que vas
La respuesta de Bruno no correspondía con sus acciones, no parecía solo un jefe preocupado por una de sus empleadas, pero Valentina no iba a contradecirlo. —Disculpe, no era mi intención molestarlo —pronunció ella cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, se sentía incómoda y adolorida por las quemaduras. Todo lo que quería era buscar a James y volver a su casa. —No, soy yo quien debe disculparse. Estoy molesto, pero no con usted —admitió lamentando el tono de voz que había usado con ella—. Vamos, debe ir a casa a descansar.—Primero debo buscar a James.—Sí, James, cierto —dijo pasándose la mano por el cabello, se había olvidado del bebé.Bruno fue por el auto y Valentina se quedó esperándolo en la entrada. Mientras llegaba, la persona que menos esperaba ver ese día caminó hacia ella: Zack, su ex novio. Y no estaba solo, la mujer con la que le había sido infiel venía a su lado. Seguía con ella y, por el anillo que vio en su dedo, se iban a casar.Valentina intentó no
Valentina se puso nerviosa y le cerró la puerta en la cara a Zack. —Val, ábreme, necesito que hablemos —dijo él mientras aporreaba la puerta. —No hay nada de lo que debamos hablar, vuelve con tu prometida y déjame en paz —respondió Valentina sin alzar mucho la voz, no quería despertar a James. —He dejado a Sarah, nunca la quise, Val. Te quiero a ti. —No te creo, Zack. Y ya no me importa. Vete o llamaré a la policía —le advirtió decidida, aunque esperaba no tener que llegar a ese extremo.—¿Es por ese imbécil que quieres que me vaya? ¿Quién es? ¿desde cuando estás con él? —le preguntó alzando la voz, escuchándose molesto. —No tengo que darte ninguna explicación, Zack. Vete ahora y no vuelvas otra vez. —¿Qué está pasando? —le preguntó su abuela saliendo de su habitación. —Es Zack, abuela. —No me iré. Abre la maldit@ puerta o la echaré abajo —gritó furioso, estaba cegado de celos, le disgustó verla con otro hombre y estaba furioso porque no le abría la puerta.—Llama a la policía
Bruno le dio la espalda a Kim y le dijo que le daría cinco minutos para que saliera de su habitación. Cruzó la puerta y bajó directo a su oficina en casa, donde tenía guardada una botella de whisky. Se sirvió un trago y lo bebió de un solo tirón. No podía creer que su cuñada se le ofreciera de esa manera. ¿Por qué lo hizo? Kim salió de la habitación de Bruno envuelta en una bata tipo albornoz y con un mar de lágrimas recorriéndole la cara, jamás se había sentido tan avergonzada en su vida. Aquello fue un error, pero su amiga Marian la convenció de que lo hiciera. ¡Qué tonta fue! ¿Ahora cómo miraría de nuevo a Bruno a la cara? En la mañana, Bruno se levantó muy temprano y salió a trotar por el vecindario, tenía muchas cosas en la mente y necesitaba despejarse. ¿Cómo sería su relación con Kim a partir de ahora? No podía fingir que nada había pasado. Luego de media hora, volvió a casa, se duchó y se vistió para ir al trabajo. Cuando bajó al comedor, su hija ya estaba preparada para ir
Valentina se despertó sobresaltada cuando escuchó el llanto de James, había dormido por casi cuatro horas. Se levantó de la cama y salió de la habitación para ir por su bebé. Su abuela y Bruno estaban en la sala, ella en su mecedora y él haciéndole monadas a James para tratar de distraerlo, pero él niño tenía hambre y no había ningún truco que funcionara en ese caso. —Buenos días, bella durmiente —la saludó Bruno con una sonrisa. Y a Valentina se le aflojaron las piernas. Esa sonrisa acabaría con su cordura.Valentina sacudió la cabeza y tomó a su hijo de los brazos de Bruno. —¿Cómo se portó mi chiquito? —Muy bien, es un buen niño —respondió Bruno sonriendo de nuevo. ¿Podía ser más encantador? —Tiene hambre, mi niña. No había suficiente leche almacenada en el refrigerador. —Sí, lo olvidé por completo —comentó un poco avergonzada, no era un tema que quisiera hablar delante de su jefe—. Iré a darle de comer, puede demorar un poco, si tienes que irte…—No, yo espero, tengo
El miedo heló la sangre de Valentina desde el momento que supo que Zack se había llevado a su hijo, pero su instinto materno la hizo reaccionar y fue corriendo por su teléfono para llamar a la policía. Nerviosa, marcó el número de emergencia y, con voz temblorosa y lágrimas recorriéndole la cara, le dijo a la operadora que Zack Montgomery había secuestrado a su bebé.La mujer al otro lado de la línea le hizo una serie de preguntas antes de informarle que enviaría a una patrulla a su casa. La espera se le hizo eterna, no veía la hora de que iniciaran con la búsqueda de su bebé. Mientras los oficiales llegaban, llamó al número de Zack, pero no le contestaba, salía desconectado. Bruno tenía razón, su casa no era segura, pero ella jamás pensó que Zack se atrevería a tanto. James solo era un bebé, que lo alejara de su lado era una crueldad, él la necesitaba, nunca se había separado de ella.En menos de diez minutos, una patrulla del Departamento de la Policía de San Francisco se detuvo