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Capítulo 3. Puedo explicarlo

Valentina no dejaba de sonreír mirando a su bebé, después de meses de miedo, preocupación y dudas, al fin lo tenía entre sus brazos. Su embarazo había sido una montaña rusa de emociones desde el inicio. El día que se enteró, fue el más feliz y el más triste de su vida hasta entonces. Esa mañana, se levantó temprano y fue a la farmacia por una prueba rápida, tenía varios días de retraso y sospechaba que estaba embarazada. Volvió a casa y se encerró en el baño para hacérsela; estaba nerviosa, ella y su novio apenas llevaban saliendo unos meses y nunca habían hablado de tener hijos. En unos minutos, los resultados se revelaron: positivo, estaba esperando un bebé. Valentina lloró de felicidad porque siempre había soñado con ser mamá. Y así emocionada como estaba, fue a darle la noticia a su novio. Usó la llave que él le había dado y entró a su apartamento temblando de nerviosos, no sabía cómo iba decírselo o cuál sería su reacción.

—¡Zack! —gritó con los ojos perplejos cuando vio a una mujer acostada en la cama con su novio, desnuda, al igual que él.

Zack se despertó de golpe y miró a Valentina con terror. ¡Lo había pillado siéndole infiel!

La mujer al lado de él sonrió con un gesto de victoria, ni se inmutó ante la presencia de Valentina, incluso, parecía alegrarle que la encontrara en la cama con Zack.

—Val, nena. Te juro que esto no significa nada, solo ha sido un desliz —aseguró poniéndose los pantalones.

—¿Un desliz? Llevamos acostándonos dos meses, Zack —señaló la pelirroja mirándolo con enojo.

—No puedo creerlo, pensé que me amabas. ¿Cómo pude ser tan estúpida? —musitó Valentina llorando y salió de la habitación sin poder soportar un minuto más ver aquella escena. Zack le había roto el corazón, era un imbécil que no la merecía.

—Si vas tras ella, lo nuestro termina. —le advirtió Sarah a Zack, pero él la ignoró y corrió detrás de Valentina.

—¡Val espera! Puedo explicarlo, nena —aseguró cuando ella estaba por llegar a la puerta. Pero Valentina no quería escucharlo, estaba demasiado dolida para hacerlo. Salió del apartamento y corrió hasta abandonar el edificio, detuvo el primer taxi que pasó por la calle y se marchó. Esa fue la última vez que vio a Zack. Él no la llamó ni la buscó después de ese día y Valentina decidió que no le diría nada del bebé, que lo tendría sola.

***

Cuando Bruno llegó a casa esa noche, su hija Brooke corrió a sus brazos y lo llenó de besos, era una niña muy cariñosa y estaba muy apegada a su papá.

—Ven para mostrarte lo que mi tía Kim compró para mi fiesta —le dijo emocionada, su cumpleaños sería en dos meses, pero Brooke la había comenzado a planear desde que inició el año. La pequeña llevó a su padre hasta su habitación y le enseñó todo lo que había llegado ese día para su fiesta, el tema sería Alicia en el País de las Maravillas. Él la complacía en todo, no había una cosa que le pidiera que Bruno le negara, ella era toda su vida, no había nadie a quien amara más que a su hija.

—Estaba por llamarte, Brooke no paraba de preguntar por ti —comentó Kim cuando la niña fue a lavarse las manos para cenar.

Kim era su cuñada, hermana de su esposa. Se mudó con ellos desde que Laila murió para ayudar a Bruno con Brooke.

—Lo siento, se presentó un imprevisto y olvidé avisarte que demoraría en llegar —respondió sin entrar en detalles.

Kim sintió curiosidad por cuál sería ese imprevisto que lo retrasó, pero sabía que a Bruno no le gustaba que lo interrogaran y se quedó con la duda.

Al día siguiente, en cuanto Bruno llegó a la oficina, mandó a llamar a su jefe de recursos humanos y le exigió una explicación sobre el caso de Valentina Collins. Quería saber cómo era posible que Valentina no tuviera seguro y porqué estaba trabajando estando en las últimas semanas del embarazo.

En menos de una hora, Lorenzo volvió con su jefe para decirle que se trataba de un error, que el supervisor de los empleados de limpieza no había llenado los formularios requeridos para que la señorita Collins accediera al seguro. Sobre el embarazo, el supervisor aseguró que no tenía conocimiento, que ella nunca lo informó sobre su estado.

—Despídelo, es un incompetente —siseó Bruno, enojado—. ¿Quién entrevistó a la señorita Collins?

—Ana, buscaba un puesto en el departamento de diseño, y aunque tenía un portafolio interesante, solo había vacante en el departamento limpieza y ella lo tomó.

—¿Es diseñadora? —preguntó Bruno alzando las cejas.

—Sí, señor. Egresada de Berkeley —respondió Lorenzo, recordando lo había leído en su cirriculum cuando verificaba la información, sabía que su jefe era meticuloso y quería estar preparado.

Para Bruno fue una verdadera sorpresa saber que Valentina se había graduado en Berkeley, era una de las mejores universidades de California, y no era nada barata. Quizás había conseguido una beca de estudios o un préstamo estudiantil, en cualquier caso, lo importante era que contaba con un título profesional y podía conseguir un puesto mejor que el que tenía y con mejor paga.

—Algo como esto no puede ocurrir de nuevo, asegúrate de que todos los empleados cuenten con los mismos beneficios —le advirtió con voz de hierro.

—Sí, señor.

—Puedes retirarte.

Lorenzo salió de la oficina y Bruno lo hizo cinco minutos después anunciándole a su secretaria que se ausentaría el resto de la mañana.

***

En el hospital, Valentina se preparaba para irse a casa. Había llamado a su vecina la noche anterior para decirle que había tenido al bebé, que por favor estuviera pendiente de su abuela en lo que ella volvía.

—No te preocupes, yo la cuidaré. Le diré a Carlo que te lleve tu bolso y el del bebé.

—Muchas gracias, Lore, no tengo cómo pagarte todo lo que has hecho por mí —pronunció Valentina, conmovida. Lorena había sido de gran apoyo para ella y su abuela en los últimos meses, era la única persona con la que contaba y su única amiga.

—No seas tonta, sabes que te quiero y que lo hago con todo gusto.

—También te quiero.

Se despidieron y, un par de horas después, el esposo de Lorena le llevó los bolsos y la cantidad de dinero suficiente para pagar un taxi al día siguiente, parte de lo que tenía ahorrado para pagarle a la partera.

Val terminaba de vestir a James cuando tocaron la puerta de la habitación, pronunció “adelante” y siguió atendiendo a su hijo sin mirar quién estaba entrando, pensó que era una enfermera, pero cuando percibió el aroma de aquel perfume masculino, supo que se trataba de Bruno Lombardi.

Nerviosa, alzó la vista, comprobando que sí era él, y un enorme nudo se formó en su estómago.

¿Qué hace aquí? No esperaba que volviera.

Y como si Bruno le hubiera leído la mente, dijo:

—Debe estarse preguntando a qué he venido. —Valentina asintió y él prosiguió—. Sé que trabaja en mi empresa como aseadora desde hace unos meses. ¿Su supervisor sabía que estaba embarazada? —indagó, queriendo conocer su versión de la historia.

Y Valentina sintió que se le sonrojaron hasta las pestañas. ¡La había descubierto! Sabía que había cometido un error al ocultar su embarazo y que hacerlo era motivo de despido, pero estaba segura de que no le hubieran dado el puesto si lo decía.

¿Por eso regresó? ¿había ido a despedirla?

Sí, eso era lo más seguro.

Valentina había planeado reportarse enferma por un par de días y luego volver al trabajo, no podía perder el empleo porque no iba a conseguir otro tan pronto. ¿Qué se suponía que haría ahora?

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