Valentina no dejaba de sonreír mirando a su bebé, después de meses de miedo, preocupación y dudas, al fin lo tenía entre sus brazos. Su embarazo había sido una montaña rusa de emociones desde el inicio. El día que se enteró, fue el más feliz y el más triste de su vida hasta entonces. Esa mañana, se levantó temprano y fue a la farmacia por una prueba rápida, tenía varios días de retraso y sospechaba que estaba embarazada. Volvió a casa y se encerró en el baño para hacérsela; estaba nerviosa, ella y su novio apenas llevaban saliendo unos meses y nunca habían hablado de tener hijos. En unos minutos, los resultados se revelaron: positivo, estaba esperando un bebé. Valentina lloró de felicidad porque siempre había soñado con ser mamá. Y así emocionada como estaba, fue a darle la noticia a su novio. Usó la llave que él le había dado y entró a su apartamento temblando de nerviosos, no sabía cómo iba decírselo o cuál sería su reacción.
—¡Zack! —gritó con los ojos perplejos cuando vio a una mujer acostada en la cama con su novio, desnuda, al igual que él.Zack se despertó de golpe y miró a Valentina con terror. ¡Lo había pillado siéndole infiel!La mujer al lado de él sonrió con un gesto de victoria, ni se inmutó ante la presencia de Valentina, incluso, parecía alegrarle que la encontrara en la cama con Zack.—Val, nena. Te juro que esto no significa nada, solo ha sido un desliz —aseguró poniéndose los pantalones.—¿Un desliz? Llevamos acostándonos dos meses, Zack —señaló la pelirroja mirándolo con enojo.—No puedo creerlo, pensé que me amabas. ¿Cómo pude ser tan estúpida? —musitó Valentina llorando y salió de la habitación sin poder soportar un minuto más ver aquella escena. Zack le había roto el corazón, era un imbécil que no la merecía.—Si vas tras ella, lo nuestro termina. —le advirtió Sarah a Zack, pero él la ignoró y corrió detrás de Valentina. —¡Val espera! Puedo explicarlo, nena —aseguró cuando ella estaba por llegar a la puerta. Pero Valentina no quería escucharlo, estaba demasiado dolida para hacerlo. Salió del apartamento y corrió hasta abandonar el edificio, detuvo el primer taxi que pasó por la calle y se marchó. Esa fue la última vez que vio a Zack. Él no la llamó ni la buscó después de ese día y Valentina decidió que no le diría nada del bebé, que lo tendría sola.***Cuando Bruno llegó a casa esa noche, su hija Brooke corrió a sus brazos y lo llenó de besos, era una niña muy cariñosa y estaba muy apegada a su papá. —Ven para mostrarte lo que mi tía Kim compró para mi fiesta —le dijo emocionada, su cumpleaños sería en dos meses, pero Brooke la había comenzado a planear desde que inició el año. La pequeña llevó a su padre hasta su habitación y le enseñó todo lo que había llegado ese día para su fiesta, el tema sería Alicia en el País de las Maravillas. Él la complacía en todo, no había una cosa que le pidiera que Bruno le negara, ella era toda su vida, no había nadie a quien amara más que a su hija.—Estaba por llamarte, Brooke no paraba de preguntar por ti —comentó Kim cuando la niña fue a lavarse las manos para cenar.Kim era su cuñada, hermana de su esposa. Se mudó con ellos desde que Laila murió para ayudar a Bruno con Brooke.—Lo siento, se presentó un imprevisto y olvidé avisarte que demoraría en llegar —respondió sin entrar en detalles.Kim sintió curiosidad por cuál sería ese imprevisto que lo retrasó, pero sabía que a Bruno no le gustaba que lo interrogaran y se quedó con la duda.Al día siguiente, en cuanto Bruno llegó a la oficina, mandó a llamar a su jefe de recursos humanos y le exigió una explicación sobre el caso de Valentina Collins. Quería saber cómo era posible que Valentina no tuviera seguro y porqué estaba trabajando estando en las últimas semanas del embarazo.En menos de una hora, Lorenzo volvió con su jefe para decirle que se trataba de un error, que el supervisor de los empleados de limpieza no había llenado los formularios requeridos para que la señorita Collins accediera al seguro. Sobre el embarazo, el supervisor aseguró que no tenía conocimiento, que ella nunca lo informó sobre su estado.—Despídelo, es un incompetente —siseó Bruno, enojado—. ¿Quién entrevistó a la señorita Collins?—Ana, buscaba un puesto en el departamento de diseño, y aunque tenía un portafolio interesante, solo había vacante en el departamento limpieza y ella lo tomó.—¿Es diseñadora? —preguntó Bruno alzando las cejas.—Sí, señor. Egresada de Berkeley —respondió Lorenzo, recordando lo había leído en su cirriculum cuando verificaba la información, sabía que su jefe era meticuloso y quería estar preparado.Para Bruno fue una verdadera sorpresa saber que Valentina se había graduado en Berkeley, era una de las mejores universidades de California, y no era nada barata. Quizás había conseguido una beca de estudios o un préstamo estudiantil, en cualquier caso, lo importante era que contaba con un título profesional y podía conseguir un puesto mejor que el que tenía y con mejor paga.—Algo como esto no puede ocurrir de nuevo, asegúrate de que todos los empleados cuenten con los mismos beneficios —le advirtió con voz de hierro.—Sí, señor.—Puedes retirarte.Lorenzo salió de la oficina y Bruno lo hizo cinco minutos después anunciándole a su secretaria que se ausentaría el resto de la mañana.***En el hospital, Valentina se preparaba para irse a casa. Había llamado a su vecina la noche anterior para decirle que había tenido al bebé, que por favor estuviera pendiente de su abuela en lo que ella volvía.—No te preocupes, yo la cuidaré. Le diré a Carlo que te lleve tu bolso y el del bebé.—Muchas gracias, Lore, no tengo cómo pagarte todo lo que has hecho por mí —pronunció Valentina, conmovida. Lorena había sido de gran apoyo para ella y su abuela en los últimos meses, era la única persona con la que contaba y su única amiga.—No seas tonta, sabes que te quiero y que lo hago con todo gusto.—También te quiero.Se despidieron y, un par de horas después, el esposo de Lorena le llevó los bolsos y la cantidad de dinero suficiente para pagar un taxi al día siguiente, parte de lo que tenía ahorrado para pagarle a la partera.Val terminaba de vestir a James cuando tocaron la puerta de la habitación, pronunció “adelante” y siguió atendiendo a su hijo sin mirar quién estaba entrando, pensó que era una enfermera, pero cuando percibió el aroma de aquel perfume masculino, supo que se trataba de Bruno Lombardi.Nerviosa, alzó la vista, comprobando que sí era él, y un enorme nudo se formó en su estómago.¿Qué hace aquí? No esperaba que volviera.Y como si Bruno le hubiera leído la mente, dijo:—Debe estarse preguntando a qué he venido. —Valentina asintió y él prosiguió—. Sé que trabaja en mi empresa como aseadora desde hace unos meses. ¿Su supervisor sabía que estaba embarazada? —indagó, queriendo conocer su versión de la historia.Y Valentina sintió que se le sonrojaron hasta las pestañas. ¡La había descubierto! Sabía que había cometido un error al ocultar su embarazo y que hacerlo era motivo de despido, pero estaba segura de que no le hubieran dado el puesto si lo decía.¿Por eso regresó? ¿había ido a despedirla?Sí, eso era lo más seguro.Valentina había planeado reportarse enferma por un par de días y luego volver al trabajo, no podía perder el empleo porque no iba a conseguir otro tan pronto. ¿Qué se suponía que haría ahora?Valentina sintió mucha vergüenza cuando admitió que no había mencionado su embarazo por miedo a que no le dieran el empleo y que luego no lo informó porque no podía quedarse sin trabajo.—Entiendo porqué lo ocultó, muchas empresas manejan esos tipos de políticas de exclusión, pero la mía no. Todos mis empleados gozan de un plan de seguro médico además de licencias de maternidad remuneradas —detalló en tono formal—. Si le digo todo esto es porque espero que siga trabajando en mi empresa con todos los beneficios y en un puesto que esté acorde con su profesión. Mi jefe de recursos humanos me informó que usted estudió diseño de modas. —Sí, señor —contestó Valentina asintiendo dos veces, aún nerviosa y a la vez impactada por el ofrecimiento que le estaba haciendo Bruno. Ya había asumido que la despediría, en cambio, le estaba dando la oportunidad de seguir trabajando para él en un puesto mejor. —Iniciaría como practicante, con la posibilidad de escalar de puesto de acuerdo a su desempeñ
Valentina respiró hondo antes de acercarse a la recepción del departamento de diseño dirigido por Ana Winter, una talentosa diseñadora de modas a la que admiraba mucho; le emocionaba poder conocerla en persona, deseaba aprender de ella todo cuando pudiera. Pero a Ana, la llegada de una nueva aprendiz lo menos que le producía era alegría, tenía el equipo que necesitaba, y así se lo hizo saber a Bruno cuando se enteró de su contratación, pero él fue muy tajante en su decisión y ella no pudo hacer más que aceptar lo que su jefe quería.—Buenos días, soy Valentina Collins, la nueva aprendiz de diseño —dijo estando delante de la secretaria de Ana, una joven que parecía tener su misma edad o tal vez un poco menos. —Llegas tarde. Tu cubículo es el último de la izquierda. En el escritorio, encontrarás dinero para café, ve por él antes de que Ana llegue —le informó la recepcionista sin mirarla. —¿Ir a dónde? —preguntó confundida. —Al café del frente, está al cruzar la calle, solo di que vas
La respuesta de Bruno no correspondía con sus acciones, no parecía solo un jefe preocupado por una de sus empleadas, pero Valentina no iba a contradecirlo. —Disculpe, no era mi intención molestarlo —pronunció ella cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, se sentía incómoda y adolorida por las quemaduras. Todo lo que quería era buscar a James y volver a su casa. —No, soy yo quien debe disculparse. Estoy molesto, pero no con usted —admitió lamentando el tono de voz que había usado con ella—. Vamos, debe ir a casa a descansar.—Primero debo buscar a James.—Sí, James, cierto —dijo pasándose la mano por el cabello, se había olvidado del bebé.Bruno fue por el auto y Valentina se quedó esperándolo en la entrada. Mientras llegaba, la persona que menos esperaba ver ese día caminó hacia ella: Zack, su ex novio. Y no estaba solo, la mujer con la que le había sido infiel venía a su lado. Seguía con ella y, por el anillo que vio en su dedo, se iban a casar.Valentina intentó no
Valentina se puso nerviosa y le cerró la puerta en la cara a Zack. —Val, ábreme, necesito que hablemos —dijo él mientras aporreaba la puerta. —No hay nada de lo que debamos hablar, vuelve con tu prometida y déjame en paz —respondió Valentina sin alzar mucho la voz, no quería despertar a James. —He dejado a Sarah, nunca la quise, Val. Te quiero a ti. —No te creo, Zack. Y ya no me importa. Vete o llamaré a la policía —le advirtió decidida, aunque esperaba no tener que llegar a ese extremo.—¿Es por ese imbécil que quieres que me vaya? ¿Quién es? ¿desde cuando estás con él? —le preguntó alzando la voz, escuchándose molesto. —No tengo que darte ninguna explicación, Zack. Vete ahora y no vuelvas otra vez. —¿Qué está pasando? —le preguntó su abuela saliendo de su habitación. —Es Zack, abuela. —No me iré. Abre la maldit@ puerta o la echaré abajo —gritó furioso, estaba cegado de celos, le disgustó verla con otro hombre y estaba furioso porque no le abría la puerta.—Llama a la policía
Bruno le dio la espalda a Kim y le dijo que le daría cinco minutos para que saliera de su habitación. Cruzó la puerta y bajó directo a su oficina en casa, donde tenía guardada una botella de whisky. Se sirvió un trago y lo bebió de un solo tirón. No podía creer que su cuñada se le ofreciera de esa manera. ¿Por qué lo hizo? Kim salió de la habitación de Bruno envuelta en una bata tipo albornoz y con un mar de lágrimas recorriéndole la cara, jamás se había sentido tan avergonzada en su vida. Aquello fue un error, pero su amiga Marian la convenció de que lo hiciera. ¡Qué tonta fue! ¿Ahora cómo miraría de nuevo a Bruno a la cara? En la mañana, Bruno se levantó muy temprano y salió a trotar por el vecindario, tenía muchas cosas en la mente y necesitaba despejarse. ¿Cómo sería su relación con Kim a partir de ahora? No podía fingir que nada había pasado. Luego de media hora, volvió a casa, se duchó y se vistió para ir al trabajo. Cuando bajó al comedor, su hija ya estaba preparada para ir
Valentina se despertó sobresaltada cuando escuchó el llanto de James, había dormido por casi cuatro horas. Se levantó de la cama y salió de la habitación para ir por su bebé. Su abuela y Bruno estaban en la sala, ella en su mecedora y él haciéndole monadas a James para tratar de distraerlo, pero él niño tenía hambre y no había ningún truco que funcionara en ese caso. —Buenos días, bella durmiente —la saludó Bruno con una sonrisa. Y a Valentina se le aflojaron las piernas. Esa sonrisa acabaría con su cordura.Valentina sacudió la cabeza y tomó a su hijo de los brazos de Bruno. —¿Cómo se portó mi chiquito? —Muy bien, es un buen niño —respondió Bruno sonriendo de nuevo. ¿Podía ser más encantador? —Tiene hambre, mi niña. No había suficiente leche almacenada en el refrigerador. —Sí, lo olvidé por completo —comentó un poco avergonzada, no era un tema que quisiera hablar delante de su jefe—. Iré a darle de comer, puede demorar un poco, si tienes que irte…—No, yo espero, tengo
El miedo heló la sangre de Valentina desde el momento que supo que Zack se había llevado a su hijo, pero su instinto materno la hizo reaccionar y fue corriendo por su teléfono para llamar a la policía. Nerviosa, marcó el número de emergencia y, con voz temblorosa y lágrimas recorriéndole la cara, le dijo a la operadora que Zack Montgomery había secuestrado a su bebé.La mujer al otro lado de la línea le hizo una serie de preguntas antes de informarle que enviaría a una patrulla a su casa. La espera se le hizo eterna, no veía la hora de que iniciaran con la búsqueda de su bebé. Mientras los oficiales llegaban, llamó al número de Zack, pero no le contestaba, salía desconectado. Bruno tenía razón, su casa no era segura, pero ella jamás pensó que Zack se atrevería a tanto. James solo era un bebé, que lo alejara de su lado era una crueldad, él la necesitaba, nunca se había separado de ella.En menos de diez minutos, una patrulla del Departamento de la Policía de San Francisco se detuvo
Bruno ya había acostado a su hija en la cama y leído un cuento hasta que se quedó dormida cuando recibió la llamada de Dean. Eran casi las diez de la noche para entonces. Debía haber pasado algo importante para que lo estuviera llamando a esa hora. Esperaba que no fuera nada grave. —Zack secuestró a James —le informó Dean cuando Bruno contestó, no quiso perder tiempo con formalismos. ¡M@ldito pedazo de basura!—Voy para allá, dile a Valentina que lo encontraremos. Bruno corrió a su auto y condujo a casa de Valentina sin demora, quería estar a su lado, sabía lo mal que la debía estar pasando y lo desesperada que se sentiría. Si algo así le pasara con su hija, se volvería loco de angustia y desesperación. Zack llamó de nuevo a Valentina y le dijo que no podía calmar a James, que todo lo que hacía era llorar y estaba enloqueciéndolo. Su corazón se quebró al escucharlo, su pequeño estaba sufriendo, cuanto deseaba estar con él y consolarlo. —Dime dónde estás, por favor, te juro que n