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Capítulo 4. Como usted diga, señor.

Valentina sintió mucha vergüenza cuando admitió que no había mencionado su embarazo por miedo a que no le dieran el empleo y que luego no lo informó porque no podía quedarse sin trabajo.

—Entiendo porqué lo ocultó, muchas empresas manejan esos tipos de políticas de exclusión, pero la mía no. Todos mis empleados gozan de un plan de seguro médico además de licencias de maternidad remuneradas  —detalló en tono formal—. Si le digo todo esto es porque espero que siga trabajando en mi empresa con todos los beneficios y en un puesto que esté acorde con su profesión. Mi jefe de recursos humanos me informó que usted estudió diseño de modas.

—Sí, señor —contestó Valentina asintiendo dos veces, aún nerviosa y a la vez impactada por el ofrecimiento que le estaba haciendo Bruno. Ya había asumido que la despediría, en cambio, le estaba dando la oportunidad de seguir trabajando para él en un puesto mejor.

—Iniciaría como practicante, con la posibilidad de escalar de puesto de acuerdo a su desempeño en el departamento —le explicó, sabiendo que no rechazaría una oportunidad como esa.

—Muchísimas gracias, señor Lombardi. No sabe lo que esto significa para mí —expresó Valentina con lágrimas de alegría acumulada en sus ojos. Aquella era la mejor noticia que había recibido en su vida y una oportunidad que no iba a desperdiciar.

—Lo imagino —comentó con un asentimiento—. Puede presentarse en la empresa con el jefe de recursos humanos para firmar el nuevo contrato en una semana pata que así  pueda gozar del beneficio de licencia de maternidad remunerada. Tendrá doce semanas antes de que deba comenzar a trabajar. Y si necesita que alguien cuide a James, contamos con guardería en la empresa.

Bruno había pensado en todo, no quería dejar ningún cabo suelto, era lo mínimo que podía hacer después del error que se había cometido con Valentina.

—En ese caso, solo tomaré seis semanas de licencia, quiero comenzar lo más pronto posible, si está de acuerdo. —mencionó entusiasmada, le hacía mucha ilusión trabajar en el departamento de diseño de Textiles Lombardi, era un sueño hecho realidad.

—Si es lo que quiere…

—Sí, es lo que quiero —afirmó sin poder ocultar su alegría.

Bruno pensaba que lo mejor era esperar a que el bebé estuviera más grande, pero no era una decisión que le correspondiera tomar. Ya se había involucrado más de lo debido y no era algo que hubiera hecho antes. Evitaba mezclar su vida personal con la profesional y con Valentina y su bebé había cruzado esa línea. Debía dar un paso atrás, comenzando en ese momento. Se despidió de Valentina y se marchó, era lo mejor.

Una semana después, Valentina se presentó en las oficinas de Textiles Lombardi como  Bruno le había dicho.

Lorenzo, el jefe de recursos humanos, tenía preparado el contrato de Valentina desde hacía varios días tal y como su jefe le había ordenado. Era la primera vez que el señor Lombardi se involucraba en la contracción de una persona y Lorenzo sentía curiosidad sobre porqué lo estaba haciendo con ella.

En cuanto Valentina entró a la oficina de Lorenzo, notó que era  una mujer joven y muy hermosa, no parecía que acabara de tener un bebé. Le pidió que tomara asiento y pasó los siguientes cinco minutos explicándole los detalles de su contrato. Le ofrecían un buen sueldo más lo que podía ganar si trabajaba horas extras, seguro médico para ella y su hijo y licencia de maternidad remunerada.

Valentina firmó el contrato y se dirigió al departamento de administración, donde tenían un cheque para ella por la cantidad del salario de un mes.

Cinco semanas más tarde, Valentina estaba lista para iniciar como aprendiz de diseño en Textiles Lombardi, se había comprando varios conjuntos y zapatos acordes a su nuevo puesto. Se había levantado muy temprano para alistarse y preparar a James. Dejarlo en la guardería sería lo más difícil que tendría que hacer, pero al menos estaría cerca y podía verlo durante la hora de la comida. Su abuela le había dicho que ella podía cuidar al  bebé, y aunque gozaba de buena salud, Valentina no estaría tranquila si se lo dejaba. La mejor opción era la guardería.

Ya lista, se despidió de su abuela y salió de la casa con James, un auto la esperaba afuera, no podía irse en autobús con él. Pronto, llegó al edificio y sintió su corazón palpitar rápido, estaba tan emocionada como nerviosa.

Lo primero que hizo cuando llegó fue llevar a James a la guardería ubicada en la planta baja. A Valentina le rompió el corazón dejarlo, porque era muy pequeño y era la primera vez que se separaría de él desde que nació, pero una de las cuidadoras le aseguró que todas estaban calificadas para atenderlo y que no debía preocuparse por nada.

—Mamá volverá por ti más tarde, mi amor —le dijo con los ojos acuosos y le dio varios besos antes de entregárselo a su cuidadora—. Traje suficiente leche para todo el día, solo deben mantenerla refrigerada y entibiarla antes de dársela. Llámenme si me necesita, vendré enseguida.

—Sí, vaya tranquila que yo me encargaré de atender a su principito.

Valentina sonrió mirando a su bebé y se marchó luego de darle otro beso.

Secándose las lagrimas que no pudo contener, presionó el botón del ascensor y esperó solo unos minutos antes de que las puertas se abrieran y se encontrara frente a frente con Bruno Lombardi.

La reacción instantánea de Valentina fue sonreír, se sentía muy agradecida con él por la oportunidad que le había dado, pero Bruno ni se inmutó cuando la vio, como si quien tuviera delante fuera una completa extraña. Quizás se debió a que habían dos personas más en la cabina.

—Buenos días —pronunció Valentina entrando al ascensor.

—Buenos días —respondió Bruno con gesto serio. Él había decidido tratarla como a cualquier otro empleado de la empresa, y seguía firme en su decisión, aunque había estado deseando volver a verla desde que se despidió de ella aquella mañana en el hospital. Bruno se sentía extrañamente conectado a Valentina, pero no era algo que quería admitir, no estaba listo para afrontarlo.

En el tercer piso, se bajaron los dos hombres que viajaban con Valentina y Bruno y quedaron solo ellos en la cabina.

—¿Cómo ha estado James? —preguntó Bruno rompiendo el silencio, no pudo contenerse de hablarle, fue algo más fuerte que él.

—Muy bien, lo acabo de dejar en la guardería. Si lo viera, ha crecido mucho —le contó emocionada, era una mamá enamorada.

—Sí, crecen muy rápido —comentó pensando en su hija.

Valentina sabía que tenía una hija y también que su esposa había muerto estando embarazada, se enteró cuando lo investigaba en internet. Entonces todo cobró sentido, él la había ayudado por lo que le pasó a su esposa.

—De nuevo le agradezco que me haya dado esta oportunidad —enunció Valentina mirándolo, lucía más apuesto de lo que recordaba, se había cortado el cabello y afeitado la barba, aparentando menos edad de la que tenía.

—Lo mejor es que no lo mencione de nuevo, ni conmigo ni con nadie. Si alguien le pregunta, dirá que se había postulado hace meses y que la llamaron cuando hubo una vacante disponible —señaló con gesto inexpresivo.

—Como usted diga, señor —pronunció Valentina sintiéndose diminuta. Él la había tratado distinto antes, ¿por qué cambió de actitud con ella?

Las puertas se abrieron en el piso siete y Valentina se bajó sin decir nada, si era así como su jefe quería las cosas, así serían.

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