Zarya.
Intento mantenerme serena mientras me toman del brazo para ponerme en pie casi por la fuerza. —Cuidado, imbécil. Es una chica no emplees más fuerza de la autorizada. ¡George, controla a ese idiota! —el agarre en mi mano se suaviza cuando con voz autoritaria lo reprende una chica que ya me cayó bien solo por mantener en regla a su compañero, porque la jefa se ve claramente que no es. Miro al que ella mencionó y evito torcer los ojos al ver al tipo con traje militar oscuro. Me hacen caminar saliendo de la sala bajando al primer piso donde algunos tipos de seguridad están en un mismo lugar separados de los meseros, las chicas de compañía y los que pudieron atrapar. Con una mirada les indico que se deben abstener de hablar. —¡Jefe! — otro de los sujetos llama a un hombre que habla a gritos con no sé quién por teléfono. Claramente se ve que lo es, por el porte, los músculos aunque esté cubierto casi en su totalidad. La máscara que le esconde el rostro me impide saber si lo conozco o no. Se acerca a nosotros y podría asegurar que está rabioso por su manera de caminar y mover las manos. Miro de nuevo a mis espaldas y doy claramente con la información que tengo. —Ella parece ser algún cliente o de los que manejan el lugar —dice la chica con cabello rojo. Sin imaginarlo me dio una salida porque mi coartada sería ser una chica de compañía si no me creían lo primero. Levanto la cara porque con la altura del sujeto que fácilmente me saca tres cabeza, me siento muy pequeña. Se quita la máscara dejando ver su mandíbula definida, labios delgados pero de un color que hace pasar saliva cuando siento que la boca se me llena de ésta. Se quita los lentes y esos ojos negros me sumen en la más asombrosa oscuridad que me ha seducido. No sé cómo describir el mar de sensaciones que me hunden en un remolino justo ahora. Sus ojos atraviesan hasta mi ser y se clavan en mí como si hubiera escuchado mis pensamientos. Eso es imposible, ¿no? Sí, lo era. No lo había visto de cerca pero... Me sigue observando y al final tengo que apartar la mirada. De ninguna manera puedo competir con el nivel de intensidad que se carga, o con lo que demonios sea eso que llega hasta mí desde donde él se planta. Siento de inmediato la necesidad de huir, como si tuviera un fuego que arrasará con mi alma y de verdad no entiendo como puede causar eso. Nunca he sentido necesidad de correr, pero su mirada me hace saber que debo hacerlo. —¿Cómo es que el líder se escapa y ustedes me traen a alguien tan insignificante como ella? —su tono despectivo de voz me molesta de sobremanera quitándole puntos... o sumándole. En realidad ya no sé qué carajos estoy sintiendo. —No ¿Qué le pasa? Insignificante su vida, imbécil— respondo con el mismo nivel de altanería que él empleó. —Señorita... El tipo levanta la mano para que guarde silencio y el soldado que iba a hablar obedece. ¿Así que le gusta mantener el control? Me gusta eso. Me repara de arriba abajo con una mirada que me eriza la piel, pero simuló toser para evitar hacer el ridículo. Viéndome como una tonta para luego hacer lo mismo con él, formando una guerra en el que el negro choca con el azul que a este le saca más el genio y a mí me divierte porque resiste y devuelve la misma intensidad. —Si no quiere cargos, retractese y pida una disculpa - dice con voz suave pero autoritaria y hasta temeraria. __ Si no tiene cargos en mi contra, me voy —como él lo dejó ver, no tiene porqué mantenerme aquí sino tiene con qué justificarlo. Me abro paso entre los dos tipos que se hacen a un lado cuando paso en medio. —Yo no he dicho que se puede ir —la voz ronca y de mal genio detiene mis pasos. —Regrese a su lugar. Giro en mi eje caminando hacia él de nuevo, con elegancia, como si fuera un evento de gala y estuviera frente a cámaras, como si no fuera el enemigo que se debe eliminar. —¿Algún cargo que se me impute? Lo desafío con la mirada que lanzo y él devuelve. —Trabajar en un lugar como este, puede tener información que nos sirva. Insulto a la autoridad y... —No se equivoque. —sonrío soportando la ganas de romperle la cara que fácilmente podría hacerlo. —Vine a divertirme con algunas amigas que claramente usted ahuyentó con su circo. Cosa que no veo el caso de haber hecho, fin. No me deja de ver y me termino cansando. —Ultimadamente no es ningún delito estar en un sitio que está destinado para ello, ¿lo ve? —increpo. —Me topé con algunas de las chicas que trabajan conmigo en la agencia, que no venían conmigo y me puse a charlar tranquila, hasta que usted llegó disparando a todo mundo sin un motivo aparente ¿me equivoco?—puedo ver la rabia en sus ojos, pero no me intimida —No tienen a nadie detenido lo que indica que son demasiado estúpidos o les vieron la cara de tontos para atraerlos a un lugar como este. Ladeo una sonrisa, su respiración se hace intensa, tanto que choca contra mi rostro por la cercanía en que estamos. Quema y me gusta saber que está ardiendo en rabia. —Insolente. —espeta el tipo. Mi rostro ha de denotar la burla que dejo ver y eso lo enoja más. Y yo, lo disfruto. —Mi comandante, no se encontró a nadie. El sonido del helicóptero de hace un rato, no es más que una atracción en la azotea, no hay señales de nada. El soldado que llegó se va rápido al notar el humor de su jefe. Sabia decisión. Está por estallar en ríos de lava y yo en una carcajada que me termino guardando para mí. —Ve como si es estupido... mi comandante. —le dedico un guiño, mirando de nuevo ese color curioso que carga en los ojos, arde en furia y a mí me gusta ver que en parte es porque no me dejé amedrentar por un cargo como el suyo. Puede ser el mismo presidente de la nación y no está sobre el cargo que yo poseo. —Para que aprenda que a mí no se me habla con esa confianza pendej@. Arrestenla. —espeta en mi espalda. La orden del maldit0 hace frenar mis pasos cuando pienso que escuché mal, pero no es así cuando me encuentro con su mirada, ejecutándome en su cabeza de imbécil seguramente. —Que la procesen por desacato a la autoridad, como también podría estar involucrada en actividades criminales o tener información relevante para la investigación. —la sonrisa que me dedica se la devuelvo—¿Tiene algo que decir en su defensa? —Sí, es usted un imbécil, mi comandante. —pongo las manos al frente con serenidad, a lo que este se nota que no era lo que esperaba. —Suelo hablar mucho. Fastidio el doble y les digo lo que pienso a los soberbios tipos como usted. Pero estaremos muy cerca para que lo averigüe por sí mismo. Sus ojos se encienden más. Odia hasta el aire que lo toca por lo que puedo ver. —Sáquenla de aquí. —ordena y hundo los hombros, dándole poca importancia. —Gente desquiciada ya tengo suficiente a mi alrededor como para echarme otra encima. —No se incluyó usted mismo. –su vista se ensombrece cuando los fija en mí y solo sonrío dejando que largue al mismo infierno si le da la gana. Salgo con una sonrisa en el rostro porque a pesar de quedarme sin defensas pude salir ilesa de las manos del ejército del comandante soberbio.Bennett.“Mis manos aprietan sus caderas ensartando a la mujer con mi p0lla que palpita dentro suyo, el éxtasis recorre cada músculo y ella comienza a balancearse dificultando mi respiración con la intensidad que su interior me provee. Me aprieta y mi miembro quiere explotar pero la dejo inmóvil. Nunca había sentido el placer que estoy sintiendo y no quiero parar. Su abdomen tiene gotas de sudor y comienzo a recorrer los ojos por su piel marfileña hasta que en su costado veo esa marca en forma de serpiente, en lugar de quitarla por ser la posible asesina de un agente infiltrado, más me aferro a sus caderas, sus manos me acarician los pectorales sosteniéndose de ahí para brincar descontrolada sobre mí. Abrazo su cintura con una mano y la risa que baila en sus labios me pone más. Es jodidamente delicioso sentir como sus paredes me quieren ahogar la p0lla pero resisto. No la voy a dejar ir tan fácil. —Mierd@— siseo inhalando aire para llenar mis pulmones. Hebras de su cabello caen cu
Narrador Omnisciente. En el departamento está el comandante con problemas. El ministro se enteró que pensaba asistir al evento y aunque le prohibió ir, él tiene una corazonada que debe estar en el lugar por lo que se da un baño llamando a Kelly para que se prepare de todos modos. —¿Estás loco? —se ríe la pelirroja que está sentada frente al televisor con un tazón repleto de palomitas y una soda que pensaba degustar, pero el que su jefe la llame le echa a perder los planes . —Solo prepárate , iremos solo los dos. Nadie me puede prohibir que vaya a un lugar a apostar mi dinero. —Te juro que te odio , Evans —Kelly se levanta de mala gana acatando la orden ya que le deja claro que no es un favor lo que hará. —Igual tienes que venir. Así que, date prisa. Refunfuñando se mete a la ducha a empezar a prepararse. Bennett continúa en lo que estaba. No va usar corbata porque no le gusta. Opta por ir completamente de negro, le gusta el estilo. Por su parte, Zarya ya está con
Narrador Omnisciente.Zarya se levanta dejando anonadado al tipo por el que vino, ganó cada racha que jugó y su mirada la recorre al ver el monumento que lo deja escéptico. Es una mujer única, hermosa, buena para el juego y tan sensual que pone a todos a alucinar con tenerla. La sigue cuando nota a dónde se dirige, haciendo justo lo que Zarya quiere; yendo al lugar donde antes esperaba a que llegara, ahora segura de que sí está ahí. Al topo le espera la mejor de sus alianzas o la muerte. Aunque con el comandante ahí, deberá ser cuidadosa. Se para frente a la misma ventana de cristal, esperando a que abra la puerta. Cuando lo hace la chica que les sirve un trago se va, dándole privacidad. —¿Te conozco? —El leve coqueteo no pasa desapercibido para Zarya, pero ninguno le interesa. Nadie tiene lo que ella busca o casi nadie. Menos El topo. __ Deja las tonterías para el resto de mujeres y dime si aceptas la unión que se te propuso hace días. —bebe de su copa con la delicadeza que
Narrador Omnisciente. .—¿Qué tiene que ver una marca tonta a que nos puedan matar? —le cuestiona Zarya cerrando los dedos en el anillo de la hoja filosa que carga consigo. —No evadas. Contesta. —el pensamiento tiene falencias, pero no puede descartar nada cuando sabe lo sigiloso que puede ser el engaño. Lo ha visto tantas veces que una vez más no es de sorprender. Aunque…—¿Discutimos eso, mi comandante? —la rusa alza la mirada, sus pestañas se mueven como un hechizo creado para destruir mentalidades fuertes y para el comandante no es la excepción. —Deja de hacer eso. —presiona su cuello. —¿Hacer qué cosa? —se ríe sin dejar de verlo. —Lo único que quiero es que me deje respirar porque me está ahogando. Su pecho se mueve con tanta fuerza que el aroma que desprende su piel lo hace apretar la mandíbula. ¿Qué demonios tiene esa mujer para hacerlo trastabillar? —Puedo dispararle en la cabeza. —le avisa Damien a su hermana con el ojo puesto en el hombre que sostiene a su hermana.
Damien —¿Qué carajos fue eso, Zarya? —veo todo el desorden en el mueble al solo entrar a su habitación.—El topo...—Sabes que no me refiero a eso—, digo recostando mi espalda en el mueble. Tengo la corbata floja y la camisa desaliñada. Desde que llegamos, ella subió a su dormitorio y yo estacioné el auto, esperando casi cuatro horas en las que la escuché moviendo todo en lugar de dormir. Preferí darle su espacio antes de hacer la pregunta que tuve todo el camino de regreso, e iba a esperar, pero al verla tan ofuscada sé que algo la atormenta. En verdad necesito paciencia para interrogar a mi hermana por cada cosa que pasó en ese casino. Se suponía que estábamos para concretar una unión de ser posible. No me molesta en lo absoluto que lo haya matado. Nunca me cayó bien. Lo que me causa intriga es que le diera una ruta de salida a alguien que está buscando información nuestra. Estando en un sitio repleto de criminales y políticos era fácil que alguien lo liquidara de una buena vez
Damien. —Cómo varios de mis colegas, fui invitado y acepté, pero jamás creí que iba a presenciar algo así. —se endereza el ministro Jones con la respuesta que culmina. —Eso me impulsó aún más para tomar cartas en el asunto. La entrevista continúa y yo me canso de escuchar. El ministro pretende esconder sus relaciones con algunos de los que estaban en el casino, pero no entiende que no se puede ocultar algo a menos que se elimine a quien tiene hasta la última parte del rompecabezas. Cada pieza puede llevar a todos a darse cuenta de las cosas. —No sé que se ve más patético. —escucho a Zarya. —Si el viejo ese diciendo que nos va apresar o que haya acabado la entrevista porque dieron datos que lo comprometen. —apaga el televisor y se sienta frente a mi escritorio. —Es su forma de ganar popularidad. —digo siguiendo en lo que estaba antes de que llegara. —Y su comando Alfa es lo que usará como campaña para decir que lucha contra “el mal”. Debiste dejarme matarlo. —Bueno, yo me voy a
Bennett Lanzo la carpeta con fuerza. Me hartan estas cosas. —Esta investigación está bajo mi mando. —establezco frente a la máxima autoridad. — Nadie debería tener acceso a la información sin que se hable conmigo primero, pero parece que se pasan mi autoridad por el culo. El ministro se remueve y el general Rinna se levanta molesto. —¡La información es del gabinete, comandante! ¡Y ni usted ni nadie tiene autorización para mantener información escondida! —Cuando haga mi trabajo, hable. Mientras tanto, siéntese. —se enoja más pero no me interesa en lo absoluto. —Usted y usted. —señalo al sargento Maddox y al teniente Ávila. —Salgan, que esto es información clasificada. Me miran, luego al ministro quien solo observa todo en silencio. —¡Dije que salgan! —me exaspera su lentitud y falta de entendimiento. Se levantan y espero que cierren la puerta para poder continuar. —No está autorizado para mandar sobre nuestras tropas, comandante. — me dice el general Rinna. —El que estén en
Bennett. .Duermo unas horas siendo ya de madrugada para activarme de nuevo en la mañana haciendo flexiones y lagartijas en el suelo. Levanto las pesas y golpeo el saco de arena durante 30 minutos. Tengo rabia retenida, y la imagen de cierta impertinente la empeora. Aumento el peso y sigo levantandolas hasta que siento la necesidad de hidratarme. Adam aparece por la un lado y bufo, recupero el aliento y me limpio la cara con la camisa que tengo puesta Las cadetes que pasan a un lado se me quedan viendo y me interesa poco, porque inocentes son las que menos me gustan. Cuando van lo suficientemente lejos se giran sonrojadas. Justo por eso prefiero a quienes no se intimidan con nada, y que sean experimentadas mucho mejor. —Yo era así de musculoso, pero me corté el pelo y ya no pude seguir haciendo ejercicio. —argumenta Adam. —Ajá. —digo tomando más agua. —Vas a dejar sin novia a todos en la central si sigues haciendo ejercicio aquí afuera. —Yo no las mando a ver. Si les van a ser