Bennett. —Se me antoja comer unas papas fritas. —habla mirando el celular. —Bañadas en mayonesa y una barra de chocolate. La veo hurgar en su gabardina. —Juraría que traía aquí... estoy segura que sí puse unos, Bennett. —se desespera mirando al perro que está echado en la parte trasera. —Bennett, yo los dejé aquí.—¿Y yo que tengo que ver en eso? —sigo conduciendo. —Bennett, tus hijos y yo queremos comer... Cerbero también quiere. —dramatiza con más fervor. Es una mimada irreverente que no me deja de decir cuánto desea comer chucherías como esas durante varios minutos. —Zarya, contrólate que nos vamos a accidentar. —se cruza de brazos mirando por la ventana indicando que no me hablará. Puta mierd@, y lo peor es que me gusta más que sea tan obstinada. El perro comienza a pasarle la nariz por la mejilla y está lo abraza más. —Es un incomprensible, bebé. —le dice ella haciendo que la mire de soslayo. —Pero ¿qué esperabas de un amargado como él? No nos merece. La ignoro hasta qu
Bennett Con el cuerpo adolorido, las heridas sangrando y los puños ardiendo debido a la reciente misión, me arranco los auriculares para no perder tiempo. La herida de mi costado duele con cada movimiento que hago y los pies los tengo cansados, sin embargo; nada me va a detener, no lo hizo cuando el aviso llegó y no lo hará ahora.Ni toda la sangre que tengo encima puede quitarme el afán que tengo de llegar. Taddeo aterriza en la azotea de la casa, pese al mal estado del tiempo que complicó mi transporte desde Italia hasta aquí, pero el aviso que me lanzó el dichoso programa me tiene con el corazón disparado. Bajo los escalones de cuatro en cuatro con Aarón y Taddeo atrás de mí, con el mismo aspecto. Agotados y con señales de casi morir, nada alejado de la realidad. No me importa nada más, ni siquiera saber quién me quiere muerto. Solo quiero llegar. Escucho un grito y mi cuerpo reacciona a la carga de adrenalina que me avasalla el tórax al saber de quién se trata. —Señor Evans, d
ZaryaMeses después...Mi cuerpo sufre la más exquisita ola de placer que se extiende por mis extremidades, no puedo controlar mis jadeos ni las manos que se pasean por los pectorales del comandante. El aire frío de la mañana me vuelve más susceptible a las caricias calientes y la boca tibia del hombre a quien monto. Mi espalda se arquea, mientras mi cabello le baña la piernas y sus labios merodean mis pezones erectos, en lo que cabalgo la verg@ que me abre por completo. Mis piernas tiemblan, mis jadeos no los puedo calmar y sinceramente no quiero callar el placer que el maldit0 del comandante me está dando. Reclama mi boca con ímpetu, dando esas estocadas feroces que me ponen a vibrar. Me enamoré del infeliz más perverso del mundo, de ese hombre que besa como un demonio y tiene fuego en la mirada, ese que es un pecado que exista siquiera, pero disfruto el infierno que creamos juntos. —¡M@ldición, Zarya! —sisea con lentitud en lo que me muerde los pezones con rudeza, sin soltarme
Zarya Le coloco la camisa a la copia de Bennett, quien es más silencio que calma, lo que no deben confundir porque siendo una miniatura ya tiene los mismo gestos de su padre. La fotocopiadora Mikhailov me dicen. Hago lo mismo con los otros dos escuchando las anécdotas de Leska, en lo que me hago cargo de mis pequeñas marcas. —Tú haz lo que tanto te gusta, Leska. Que si decides ser monja también te vamos apoyar. —le recuerdo. —Mi papá sería el más gustoso de que sea monja. —se ríe. —Pero seré teibolera, ese es mi sueño. —¿Que serás qué cosa? —volteo para ver a mi padre parado en el marco de la puerta con los ojos clavados en su hija menor. —Una teibolera. Ya estoy ensayando y tengo tres propuestas en las que la paga es muy buena. —contesta ella hundiendo los hombros. —Haré crecer mi patrimonio con esa profesión que debo decir deja mucho sabiendo aprovechar. —Haberlo dicho antes, así cancelo todas los pagos que se harían a tu universidad. —se molesta Dante con cara se
DamienLa plenitud que siento de estar frente a ella es asombrosa, una brisa golpea mi rostro con una imagen fascinante que me obliga a no desear dejar de verla. Es hermosa. Con sus ojos azules y sonrisa calienta mi corazón al grado de creer estar frente a una chimenea en una noche helada, pero entiendo perfectamente que no se trata de eso sino de la personita frente a mí. El olor a bebé que tiene me gusta sentirlo cuando toca con su mano pequeña mi mejilla, soltando esas risas divertidas que me hacen seguirla. Tiene rasgos de su madre muy marcados, sumados a los de mi padre que no pierde oportunidad para recalcar lo preciosa que se ve. Dante puede ser todos los calificativos que usan para describirlo, pero con los nietos pierde la postura.Como dice él, son la forma de la vida para decirle que su sangre no es de las débiles. Se siente orgulloso por ello. Dejo que Tamara se mueva sobre sus rodillas, alcanzando el moño rosa que vuelve a lanzar, entretenida con lo mismo de nuevo. Par
Bennett En mi niñez siempre me vi solo, las salas eran grandes, pero no había más que un sirviente dispuesto a lamer mis pies si se lo pedía. Nadie más. Al morir mi madre, Joseph se hundió en su despacho ignorándome por días en los que solo coincidíamos por mera casualidad. Las pocas veces que nos encontramos se le iba la lengua de más hasta quedar dormido, mientras regresaba a mi dormitorio a lo mismo, soledad.Con su muerte me dejó peor. Ni siquiera tenía a un fantasma cerca. Mis tres marcas son un gran incentivo de no ser así con ellos. Por más que quiera dejar de verlos no puedo, son tan magistrales que le genera un cierto peso a mis hombros cada vez que estoy frente a ellos. Sumado a eso vienen consigo la familia extensa que tienen, no dejan de estar pendientes de ellos por cualquier cosa. Lo que me indica que no estarán solos si les llego a faltar, esa es una de las razones por las que tolero a todos. No está en mis planes pero todo puede pasar. Sobre todo con las nuevas am
Bennett. —Soy más de invertir en bienes raíces que en las compañías en picada. —comento. —Se corre riesgo de invertir en algo que inevitablemente se vaya al piso y las pérdidas no se puedan recuperar. —En cuestiones de compañías es más habitual invertir en las que tuvieron éxito en un intervalo de un año, se pueden recuperar. —me dice Damien. —Buen ojo. —Tú siempre apuestas por negocios muy riesgosos. —le dice Zarya. —No sé cómo encuentras tantos desesperados en busca de inversores. —Se hallan más en clubes. —escucho al escorpión. —Son los que más apuestan, piden alcohol del barato y se ven con aspecto de no dormir durante días. —O su mal actuar, endeudándose con dinero que saben no podrán recuperar. —añado. Ni siquiera sé cómo demonios la conversación sigue en la que se incluyen otros, perdiendo totalmente la noción del tiempo en el que las preguntas sobre unos cuantos empresarios surgen. A algunos los conozco y doy mi opinión sobre lo que podría servir, mientras el escor
Narrador Omnisciente En un mundo donde el peligro y la lealtad se entrelazan como hilos de acero, el comandante del comando Alfa desciende en un helicóptero con la autoridad de un dios vengador. Su presencia es una sentencia para aquellos que se atrevan a cruzar su camino. Temen y admiran al mismo nivel al hombre por el cual fueron citados en esa pista. La central está en caos, los pasillos llenos de oficiales que tiemblan ante su llegada. Algunos lo admiran en silencio, mientras que otros lo temen como al mismísimo diablo. Nadie se atreve a hablar, a preguntar cuándo llegará, porque el simple rumor de su nombre hace vibrar sus piernas. Las aspas del helicóptero zumban en el aire, y todos se posicionan como piezas de ajedrez en un tablero mortal. El prisionero de la última misión se escapa, y los oficiales corren tras él. Pero la misión es atraparlo vivo, y el fugitivo salta por una rejilla, deslizándose hacia la parte trasera del edificio. La alarma suena, y los oficiales d