Narrador Omnisciente
En un mundo donde el peligro y la lealtad se entrelazan como hilos de acero, el comandante del comando Alfa desciende en un helicóptero con la autoridad de un dios vengador. Su presencia es una sentencia para aquellos que se atrevan a cruzar su camino. Temen y admiran al mismo nivel al hombre por el cual fueron citados en esa pista. La central está en caos, los pasillos llenos de oficiales que tiemblan ante su llegada. Algunos lo admiran en silencio, mientras que otros lo temen como al mismísimo diablo. Nadie se atreve a hablar, a preguntar cuándo llegará, porque el simple rumor de su nombre hace vibrar sus piernas. Las aspas del helicóptero zumban en el aire, y todos se posicionan como piezas de ajedrez en un tablero mortal. El prisionero de la última misión se escapa, y los oficiales corren tras él. Pero la misión es atraparlo vivo, y el fugitivo salta por una rejilla, deslizándose hacia la parte trasera del edificio. La alarma suena, y los oficiales dudan: ¿atender al helicóptero que aterriza o al criminal que se escabulle? El fugitivo escala un muro, cortándose con las cuchillas, pero sigue corriendo entre las avionetas. La puerta del helicóptero se abre, y todos contienen la respiración. El comandante baja, seguido de la mujer pelirroja, con el tercero y cuarto del equipo. Pero el comandante no se detiene en los saludos. Sus ojos se clavan en el fugitivo, que se arrastra entre las aeronaves sin que nadie lo note. El comandante regaña a todos, furioso por su descuido. Arrastra al fugitivo por el asfalto, dejando una línea de sangre tras ellos. El oficial al que se le escapó recibe un puñetazo en la nariz, y el comandante sigue su camino hacia la oficina. —Bola de incompetentes. —manifiesta. Tiene un objetivo y solo lo están retrasando con sus fallas. Las miradas se posan en él, mezcla de atracción y miedo. Es una leyenda entre las leyendas, un hombre que ha dejado su huella en cada rincón del ejército. Abre la puerta de su oficina, ignorando las canastas de bienvenida. No tiene tiempo para las formalidades. Su objetivo es claro: sacar a los criminales de la guarida, sin importar si conoce sus nombres o no. Es el comandante del comando Alfa, y su condena es la lealtad a su deber. Comandante Bennett Evans, un nombre que resuena en los pasillos de la central como un eco de temor y respeto. A sus 26 años, ha dejado su huella en la historia, desmantelando clanes, aprisionando a sus integrantes y reduciendo sus guaridas a cenizas. Nadie olvida su rostro, ni el rastro de destrucción que deja a su paso. Teclea su clave, accediendo a los archivos, vídeos y fotografías recopiladas por los infiltrados. Los desaparecidos, aquellos que se atrevieron a espiar al nuevo korol de la mafia rusa. Sus métodos han evolucionado: más sanguinarios, más complejos. Mejores. El tipo que atrapó es uno de los capturados y ya sabe cómo lo hará hablar en cuanto averigüe en donde lo tienen. El comandante apaga el computador y se dirige a la sala. Generales, tenientes, oficiales y capitanes se ponen en pie al verlo llegar. Su presencia es una sentencia, un recordatorio de que están en el mismo juego que los criminales. El coronel Thompson le saluda, y el comandante exige información. El cambio de mando es real, pero el nuevo korol es un enigma. Los infiltrados han desaparecido, el rastreo fue desactivado y toda información eliminada. Solo queda una foto: un abdomen femenino con una serpiente tatuada o cicatrizada. Nadie conoce a alguien así. —¿Es todo? —juzga con enojo ante todo el material que tiene para trabajar. —Nuestros esfuerzos han dado… —Han servido para un carajo por lo que se puede ver—establece mirando la fotografía de nuevo—Pero haré mi trabajo, ya que ustedes no saben hacer el suyo. Los presentes lo miran enojados, pero nadie se atreve a contradecirlo. El comandante Evans mantiene la compostura, pero su determinación es una condena para aquellos que se cruzan en su camino. Cinco meses, y aún no tienen nada. Él no quiere lástima, quiere resultados. No son diferentes de los criminales; solo una placa los separa. La estupidez de buenos contra malos no les sirve. Él continuará con su equipo, sin temor a admitir lo que son. Sus técnicas surten efecto y con el informante en el suelo, ya tiene una dirección. —Kelly. —llama por el intercomunicador a la pelirroja. —Consigue una orden para entrar a un club. —señala mirando el lugar en el que varios de los que desaparecieron, tuvieron una visita alguna vez. El uniforme lo espera y con la máscara oscura se mueve hacia la salida yendo al sitio en el que espera dar con algo que lo ayude a terminar con la identidad oculta del nuevo líder de la mafia rusa. El estallido manda a todos al suelo, mientras por el sitio la estampida de militares se despliegan, causando un sinnúmero de gritos de quienes obliga a salir, ya que no le sirven. Pero nada los detiene porque al reducir a todos los que pudo al fin se mueve en búsqueda de lo que necesita. Un informante. Pero todos los que le llevan son descartados de inmediato por él. —¿Tiene a alguien en mente?—pregunta uno de los oficiales y él no contesta, teniendo como opción "hablar" de nuevo con el informante, quien no sólo va a recibir sus gritos despotricando en su contra, pero su idea desaparece al ver que uno de sus hombres trae a una mujer del brazo. La electricidad recorre su cuerpo. Aunque eso no tiene sentido. Pero es lo que siente, comenzando a creer en lo paranormal, sin embargo no se detiene en su intento de acercarse, hasta tenerla frente a frente. “El azul será la condena que te hará doblegar.” Una vez alguien le dijo eso y si ese color era el peligro para él, debía mantener su distancia con la mujer que lo veía con curiosidad también. Reflejaba dulzura, pero era justo el problema. Siempre desconfiaba de aquellas que mostraban eso. Pues no había forma en la que hubiese un azul más intenso en una mirada, ni inocencia más grande que la de esa mujer. La inocencia en su vida había resultado más peligrosa que cualquier otra cualidad.Zarya. Intento mantenerme serena mientras me toman del brazo para ponerme en pie casi por la fuerza. —Cuidado, imbécil. Es una chica no emplees más fuerza de la autorizada. ¡George, controla a ese idiota! —el agarre en mi mano se suaviza cuando con voz autoritaria lo reprende una chica que ya me cayó bien solo por mantener en regla a su compañero, porque la jefa se ve claramente que no es. Miro al que ella mencionó y evito torcer los ojos al ver al tipo con traje militar oscuro. Me hacen caminar saliendo de la sala bajando al primer piso donde algunos tipos de seguridad están en un mismo lugar separados de los meseros, las chicas de compañía y los que pudieron atrapar. Con una mirada les indico que se deben abstener de hablar. —¡Jefe! — otro de los sujetos llama a un hombre que habla a gritos con no sé quién por teléfono. Claramente se ve que lo es, por el porte, los músculos aunque esté cubierto casi en su totalidad. La máscara que le esconde el rostro me impide saber s
Bennett.“Mis manos aprietan sus caderas ensartando a la mujer con mi p0lla que palpita dentro suyo, el éxtasis recorre cada músculo y ella comienza a balancearse dificultando mi respiración con la intensidad que su interior me provee. Me aprieta y mi miembro quiere explotar pero la dejo inmóvil. Nunca había sentido el placer que estoy sintiendo y no quiero parar. Su abdomen tiene gotas de sudor y comienzo a recorrer los ojos por su piel marfileña hasta que en su costado veo esa marca en forma de serpiente, en lugar de quitarla por ser la posible asesina de un agente infiltrado, más me aferro a sus caderas, sus manos me acarician los pectorales sosteniéndose de ahí para brincar descontrolada sobre mí. Abrazo su cintura con una mano y la risa que baila en sus labios me pone más. Es jodidamente delicioso sentir como sus paredes me quieren ahogar la p0lla pero resisto. No la voy a dejar ir tan fácil. —Mierd@— siseo inhalando aire para llenar mis pulmones. Hebras de su cabello caen cu
Narrador Omnisciente. En el departamento está el comandante con problemas. El ministro se enteró que pensaba asistir al evento y aunque le prohibió ir, él tiene una corazonada que debe estar en el lugar por lo que se da un baño llamando a Kelly para que se prepare de todos modos. —¿Estás loco? —se ríe la pelirroja que está sentada frente al televisor con un tazón repleto de palomitas y una soda que pensaba degustar, pero el que su jefe la llame le echa a perder los planes . —Solo prepárate , iremos solo los dos. Nadie me puede prohibir que vaya a un lugar a apostar mi dinero. —Te juro que te odio , Evans —Kelly se levanta de mala gana acatando la orden ya que le deja claro que no es un favor lo que hará. —Igual tienes que venir. Así que, date prisa. Refunfuñando se mete a la ducha a empezar a prepararse. Bennett continúa en lo que estaba. No va usar corbata porque no le gusta. Opta por ir completamente de negro, le gusta el estilo. Por su parte, Zarya ya está con
Narrador Omnisciente.Zarya se levanta dejando anonadado al tipo por el que vino, ganó cada racha que jugó y su mirada la recorre al ver el monumento que lo deja escéptico. Es una mujer única, hermosa, buena para el juego y tan sensual que pone a todos a alucinar con tenerla. La sigue cuando nota a dónde se dirige, haciendo justo lo que Zarya quiere; yendo al lugar donde antes esperaba a que llegara, ahora segura de que sí está ahí. Al topo le espera la mejor de sus alianzas o la muerte. Aunque con el comandante ahí, deberá ser cuidadosa. Se para frente a la misma ventana de cristal, esperando a que abra la puerta. Cuando lo hace la chica que les sirve un trago se va, dándole privacidad. —¿Te conozco? —El leve coqueteo no pasa desapercibido para Zarya, pero ninguno le interesa. Nadie tiene lo que ella busca o casi nadie. Menos El topo. __ Deja las tonterías para el resto de mujeres y dime si aceptas la unión que se te propuso hace días. —bebe de su copa con la delicadeza que
Narrador Omnisciente. .—¿Qué tiene que ver una marca tonta a que nos puedan matar? —le cuestiona Zarya cerrando los dedos en el anillo de la hoja filosa que carga consigo. —No evadas. Contesta. —el pensamiento tiene falencias, pero no puede descartar nada cuando sabe lo sigiloso que puede ser el engaño. Lo ha visto tantas veces que una vez más no es de sorprender. Aunque…—¿Discutimos eso, mi comandante? —la rusa alza la mirada, sus pestañas se mueven como un hechizo creado para destruir mentalidades fuertes y para el comandante no es la excepción. —Deja de hacer eso. —presiona su cuello. —¿Hacer qué cosa? —se ríe sin dejar de verlo. —Lo único que quiero es que me deje respirar porque me está ahogando. Su pecho se mueve con tanta fuerza que el aroma que desprende su piel lo hace apretar la mandíbula. ¿Qué demonios tiene esa mujer para hacerlo trastabillar? —Puedo dispararle en la cabeza. —le avisa Damien a su hermana con el ojo puesto en el hombre que sostiene a su hermana.
Damien —¿Qué carajos fue eso, Zarya? —veo todo el desorden en el mueble al solo entrar a su habitación.—El topo...—Sabes que no me refiero a eso—, digo recostando mi espalda en el mueble. Tengo la corbata floja y la camisa desaliñada. Desde que llegamos, ella subió a su dormitorio y yo estacioné el auto, esperando casi cuatro horas en las que la escuché moviendo todo en lugar de dormir. Preferí darle su espacio antes de hacer la pregunta que tuve todo el camino de regreso, e iba a esperar, pero al verla tan ofuscada sé que algo la atormenta. En verdad necesito paciencia para interrogar a mi hermana por cada cosa que pasó en ese casino. Se suponía que estábamos para concretar una unión de ser posible. No me molesta en lo absoluto que lo haya matado. Nunca me cayó bien. Lo que me causa intriga es que le diera una ruta de salida a alguien que está buscando información nuestra. Estando en un sitio repleto de criminales y políticos era fácil que alguien lo liquidara de una buena vez
Damien. —Cómo varios de mis colegas, fui invitado y acepté, pero jamás creí que iba a presenciar algo así. —se endereza el ministro Jones con la respuesta que culmina. —Eso me impulsó aún más para tomar cartas en el asunto. La entrevista continúa y yo me canso de escuchar. El ministro pretende esconder sus relaciones con algunos de los que estaban en el casino, pero no entiende que no se puede ocultar algo a menos que se elimine a quien tiene hasta la última parte del rompecabezas. Cada pieza puede llevar a todos a darse cuenta de las cosas. —No sé que se ve más patético. —escucho a Zarya. —Si el viejo ese diciendo que nos va apresar o que haya acabado la entrevista porque dieron datos que lo comprometen. —apaga el televisor y se sienta frente a mi escritorio. —Es su forma de ganar popularidad. —digo siguiendo en lo que estaba antes de que llegara. —Y su comando Alfa es lo que usará como campaña para decir que lucha contra “el mal”. Debiste dejarme matarlo. —Bueno, yo me voy a
Bennett Lanzo la carpeta con fuerza. Me hartan estas cosas. —Esta investigación está bajo mi mando. —establezco frente a la máxima autoridad. — Nadie debería tener acceso a la información sin que se hable conmigo primero, pero parece que se pasan mi autoridad por el culo. El ministro se remueve y el general Rinna se levanta molesto. —¡La información es del gabinete, comandante! ¡Y ni usted ni nadie tiene autorización para mantener información escondida! —Cuando haga mi trabajo, hable. Mientras tanto, siéntese. —se enoja más pero no me interesa en lo absoluto. —Usted y usted. —señalo al sargento Maddox y al teniente Ávila. —Salgan, que esto es información clasificada. Me miran, luego al ministro quien solo observa todo en silencio. —¡Dije que salgan! —me exaspera su lentitud y falta de entendimiento. Se levantan y espero que cierren la puerta para poder continuar. —No está autorizado para mandar sobre nuestras tropas, comandante. — me dice el general Rinna. —El que estén en