Capítulo 5.

Narrador Omnisciente.

Zarya se levanta dejando anonadado al tipo por el que vino, ganó cada racha que jugó y su mirada la recorre al ver el monumento que lo deja escéptico. Es una mujer única, hermosa, buena para el juego y tan sensual que pone a todos a alucinar con tenerla.

La sigue cuando nota a dónde se dirige, haciendo justo lo que Zarya quiere; yendo al lugar donde antes esperaba a que llegara, ahora segura de que sí está ahí. Al topo le espera la mejor de sus alianzas o la muerte. Aunque con el comandante ahí, deberá ser cuidadosa.

Se para frente a la misma ventana de cristal, esperando a que abra la puerta. Cuando lo hace la chica que les sirve un trago se va, dándole privacidad.

—¿Te conozco? —El leve coqueteo no pasa desapercibido para Zarya, pero ninguno le interesa. Nadie tiene lo que ella busca o casi nadie. Menos El topo.

__ Deja las tonterías para el resto de mujeres y dime si aceptas la unión que se te propuso hace días. —bebe de su copa con la delicadeza que la define y el tipo sonríe sabiendo de qué se trata.

—¿Así que eres parte de ellos? —deduce.

—No soy parte de ellos ... —mueve su cabeza de lado a lado para aclarar. —Ellos están bajo mi mando.

Los ojos del sujeto se abren con sorpresa.

—Así que eres el... ¿O la? —dice con duda.

—¿Tú respuesta? —no se nada con juegos.

—¿Y si digo que no? Que me gusta trabajar solo. Que no necesito protección. —la desafía, creyendo ser más fuerte que ella. Mientras la rusa sólo observa al comandante acercarse a quien no debe en la parte inferior del lugar.

No le importa si se muere, se dice ella misma. Es entrometido. Le haría un favor.

—¿Esa es tu respuesta? —Trata de no ver como otros ya ubicaron al inglés. Definitivamente va a morir ahí, se convence.

—Lo es. —dice El topo. —Ahora sabiendo quien eres, creo que mis posibilidades de vivir incrementan.

Zarya sonríe con soltura. Con un rostro tan angelical que es su mejor máscara.

—Tu error fue deducir algo que no puede salir del círculo en donde me muevo. —de un movimiento rápido saca una de sus dagas que ensarta en el cuello del tipo. No le gusta que contesten con preguntas.

La sangre chorrea por la ropa del topo, el cuál intenta hacer presión y contraatacar, pero ella se aleja, logrando que el golpe con cuchillas solo rompa su vestido en el abdomen. Con un golpe que Zarya le propina a la cabeza, con la mano abierta, usando también su tacón en la pierna, cae al suelo terminando de desangrarse.

—Todo mundo necesita protección si están en mi presencia, idiota. —dice en un tono más bajo. Limpiando la sangre de sus manos saca la daga, para meterla en la funda que carga en su pierna.

Sale con calma, tratando de cubrir la parte rota del vestido, pues su marca queda a la vista y odia que no haya usado algo para cubrirla al salir de su casa. Visualiza a Damien, a la vez nota a los guardianes del sujeto que suben. Le indica que saldrá y esta entiende, dispuesta a hacer lo mismo. Ninguna cámara de seguridad sirve, así que por eso no se deben preocupar, lo dispusieron de esa manera para proteger la identidad de varios políticos.

—¡El topo está muerto! —avisan alertando a todos, empezando a disparar al mismo tiempo que todos se ponen en alerta, pues se culpan unos a otros.

El comandante se pone alerta en la sala contigua sacando su arma por si acaso. A la vez no entiende su necesidad de saber sobre la mujer con la que entró, ya que siente que es su responsabilidad en parte que esté en ese sitio.

Trata de ubicarla, pero en el juego cruzado no puede hacerlo libremente.

Damien se pasa llevando a dos tipos que intentan disparar antes que lo hagan. Golpea con una botella y luego suelta las balas que los dejan en un charco de sangre. Le lanzan un golpe y es su hermana quien le corta la yugular al tipo.

—¡Vete! —le ordena y este asiente yendo por lados diferentes. No los pueden atrapar juntos.

Mientras Damien corre a la salida, Zarya se va por la puerta de atrás pero la suerte no está de su lado al parecer, porque se topa de frente con el comandante, quién la descubre agitada y el primer pensamiento que salió lastimada viene a su cabeza.

—¿Estás bien? —pregunta mientras se esconde, no se va a meter en un tiroteo con tantos jefes de clanes ahí. Además no podría justificar su presencia ante el concejo.

—Esta gente está loca. —dice Zarya. —Conozco una salida, si quieres seguir la pelea anda, sino sígueme.

—¿Qué es eso? —cuestiona el comandante al notar la rotura de su vestido.

—Estamos a punto de morir ¿y a usted le interesa un accidente de mi vestido, comandante? —consulta ella sin alterarse.

Bennett titubea pero sabe que no le conviene que lo vean ahí o identificarse como comandante, no es buena idea estando sólo con un arma, por lo que elige correr atrás de Zarya dejando el intercambio de balas que se desata.

—¿Zarya que haces? —cuestiona Damien por el auricular, pero ella lo ignora. Ni ella lo sabe.

—Ha sido una excelente velada, mi comandante. —se despide ella al ver la salida del callejón.

—Diría lo mismo, pero estaría mintiendo. —declara Bennett guardando el arma.

—Eso me dolió. —finge estar ofendida, deteniéndose para ver la calle, dejando que pase el grupo de policías antes de salir. Mientras Bennett no puede dejar de ver la marca que asoma en su piel.

Su pesadilla erótica cobra vida. Repite la escena en su cabeza. La voz vuelve con esa frase. La marca que tiene líneas similares le detiene el pulso, pues también es la marca de la asesina que busca y si es ella...

—¿Cómo te hiciste eso? —pregunta frenando el impulso de Zarya por continuar.

La rusa es devuelta a la pared por su mano, aprisionando su cuerpo con una fuerza que resiste y no la intimida.

—¿Cómo te hiciste esa marca? —vuelve a preguntar tan cerca de su boca, que el deseo de caer en el embrujo está a nada de dominarlo.

Zarya desliza la mano por su pierna. Bennett no deja de mirar ese azul tan intenso y sin esperarlo, ya no es una lucha por descubrir el origen de nada, si no por detener el impulso de besarla que rasca como una fiera la coraza llamada voluntad, la cual está a nada de volverse polvo.

Mientras en la mente de la rusa sólo se repiten dos preguntas, ¿También debe matarlo a él? ¿Por qué duda de hacerlo si tiene la oportunidad de hacerlo?

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