Romina abrió los ojos, mientras leía el resultado de sus análisis. Lo que debió ser solo un chequeo rutinario y requisito de su nuevo empleo, terminó en una noticia inesperada.
¡Estaba embarazada!
El calor abandonó el cuerpo de la joven, una sensación de ahogamiento se apoderó de ella, hasta casi asfixiarla. Sus manos temblaban como si fueran hojas mecidas por el viento. Sus rodillas cedieron bajo su peso y tuvo que sentarse en el sillón más cercano.
Una de sus manos fue directamente hacía su vientre.
—Embarazada —susurró.
Romina estaba en shock, pues el padre de su hijo no era otro más, que Henry, el menor de la dinastía Cameron, el hombre con quién había pasado una noche de pasión sin compromiso.
¿Cómo se supone que iba a darle una noticia como esa? Su relación nunca había sido la mejor, de hecho, luego de su noche juntos, las cosas solo empeoraron al grado, que terminaron por ignorarse cada vez que se encontraron en la universidad. Las vacaciones le venían bien para olvidarse de lo que sucedió entre ellos; sin embargo, eso ya no sería posible.
¡Estaba embarazada!
Un hijo no era cualquier cosa, era una responsabilidad muy grande. La vida entera iba a cambiarle con la llegada de un bebé.
Le aterraba la reacción que su padre tendría al saberlo. Tom Mayer no era un hombre fácil de tratar. Lo más probable era que le exigiera conocer el nombre del responsable y con seguridad, la obligaría a casarse.
—Tengo que pensar —susurró, buscando con la mirada su móvil. Apenas lo encontró, se lanzó sobre él, como si fuera un salvavidas, lo cogió y marcó el número de su mejor y única amiga.
Romina esperó por un par de segundos que se le antojaron eternos antes de escuchar la voz de su amiga.
—¡Eloísa! —gritó.
—¿Romina?
—Necesito verte, Isa, por favor —pidió con desesperación.
—¿Dónde estás?
—En casa, ven por favor, es urgente —susurró.
—Estoy cerca de tu piso, voy para allá.
Romina cortó la llamada, esperó y esperó. Había visto su reloj más veces en cinco minutos, que en toda la semana y cuando el timbre de la puerta sonó, ella corrió para abrir.
—¡Isa! —gritó halándola del brazo y arrastrándola al interior.
—¿Qué te pasa? —preguntó la joven al ver el rostro pálido de su amiga.
—Ven, siéntate —pidió.
Eloísa obedeció, tenía el ceño fruncido ante el comportamiento de Romina, pero decidió esperar a que ella le explicara su comportamiento.
—¿Qué pasa? —preguntó, luego de varios minutos de silencio.
Romina caminó hasta la mesa donde dejó los resultados de los análisis.
—¿Recuerdas el trabajo del que te platiqué? —preguntó al no saber cómo decirle a su amiga lo que ocurría.
—Sí, ¿te lo dieron? —preguntó ella aun sin entender.
Ella negó.
—No me he presentado, será mañana al mediodía —susurró—, sin embargo, no es eso de lo que quiero hablarte —añadió en tono mucho más bajo.
Eloísa esperó.
—Léelo —le pidió.
—Estás loca, Romina —expresó la chica.
No era la primera vez que Romina la hacía correr, esperaba que esta vez no fuera una más de sus bromas. La quería como amiga, pero en ocasiones estaba tentada a matarla por su comportamiento tan despreocupado.
Todo pensamiento desapareció de la cabeza de Eloísa al leer la hoja que Romina le tendió.
—¿Estás…? —ella no fue capaz de terminar la pregunta.
—Sí.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Eloísa, mirándola fijamente.
—No lo sé, no sé qué haré, Isa.
—Deberías empezar por decirle al padre del bebé. No lo hiciste sola —le recomendó.
Romina negó.
—¿Por qué no? —preguntó.
—No creo que él esté muy interesado en saberlo —susurró.
—¿Es casado?
—¡No!
—Entonces, ¿qué te impide que se lo digas? Romina, un hijo no se hace solo. Tanto él como tú tienen las mismas responsabilidades. Deberías buscarlo y decirle que esperas un hijo suyo —le recomendó Eloísa, más bien casi se lo exigió.
Sin embargo, Romina no sabía cómo decirle a su amiga que el padre de su hijo y ella no tenían una buena relación, más bien, no tenían ninguna relación.
—Piénsalo, Mina —dijo. Hacía tiempo que Eloísa no la llamaba de esa manera, desde que cumplieron quince.
Romina pasó los siguientes días reflexionando si debía o no buscar a Henry, hasta que, ese sábado por la noche se decidió. Eloísa tenía razón y, aunque no esperaba convertirse en la esposa de Henry, porque su vida se convertiría en un infierno, por lo menos, cumpliría con contarle la verdad. Ya él podía decidir ser o no ser parte de la vida de su hijo.
Con más decisión de la que sentía, buscó el número de Lucas Hamilton, el primo de Henry y con el único que se llevaba medianamente bien.
—¿Romina?
La voz de Lucas sonó sorprendida como era de esperarse, ella nunca le había llamado por teléfono, pero al llamarla por su nombre, supuso que también había guardado su número.
—Hola, Lucas —saludó, con los nervios instalados en la boca de su estómago—. Quería pedirte un favor, ¿podrás? —preguntó dudosa.
—Eso depende de lo que quieras, no puedo empeñar mi palabra a ciegas, es como vender mi alma al diablo.
Romina ahogó el gemido de frustración que amenazó con salir de su garganta, no estaba para bromas.
—Verás, necesito localizar a Henry, es realmente importante —dijo con rapidez, antes de arrepentirse.
—¿Henry? ¿Henry, mi primo?
—Ese mismo —confirmó Romina con urgencia.
Un silencio sepulcral se hizo al otro lado de la línea y Romina creyó que Lucas le había cortado la llamada.
—Lucas, ¿estás allí? —preguntó.
—Sí.
—¿Podrías darme su número telefónico? —cuestionó de nuevo, esperanzada.
—Eh…, no lo sé, Romina. Ustedes dos no se llevan bien y…
—Es realmente importante, Lucas. Te aseguro que no te molestaría si no lo fuese —insistió.
Lucas pareció dudar, pero al final respondió.
—Te enviaré su número, pero no le digas que te lo he dado. No quiero tener problemas con él por tu culpa.
—Te prometo que no se lo diré—dijo.
Un nuevo silencio se hizo por parte de Lucas.
—Te enviaré su número por mensaje.
—Gracias, Lucas. Te debo una —susurró antes de cortarse la llamada.
Solo segundos después su móvil sonó anunciado un nuevo mensaje, ella dudó otro segundo y lo abrió. El número de Henry estaba escrito allí.
Romina cogió su bolso y las llaves de su auto, su intención era salir antes de arrepentirse, pero justo, cuando estaba en la puerta, se detuvo.
No podía aparecerse frente a Henry así, sin más. Ni siquiera sabía dónde buscarlo. Aclarando un poco sus pensamientos, caminó de regreso a la sala, cogió su celular y, con manos temblorosas, marcó el número de Henry.
El móvil sonó un par de veces antes de ser atendido.
—Henry Cameron.
Romina tragó el nudo que se había formado en su garganta.
—Aló.
La voz de Henry la trajo a la realidad.
—Soy yo, Henry. Romina —dijo.
Un silencio sepulcral le siguió a aquellas palabras, Romina esperó y esperó, mientras sentía que iba a desmayarse en cualquier momento.
—Romina.
—Sí.
—¿Puedo ayudarte en algo?
Romina no esperaba esa pregunta, pero la aprovechó.
—Necesito verte, Henry. Hay algo importante que necesito decirte y no puedo hacerlo por teléfono. ¿Crees que podamos reunirnos?
—¿Cuándo?
—Hoy —Romina miró su reloj—, en una hora en el Restaurante Craft.
—Estaré allí, si me retraso espérame. Estoy en el set de grabaciones.
—Gracias.
La llamada se cortó de nuevo y Romina salió disparada al cuarto de baño. Se dio una rápida ducha y vistió con prisa, tenía poco tiempo para llegar. Con los nervios a flor de piel, tomó su bolso y sus llaves para salir al encuentro de Henry, se aseguró de llevar la prueba médica en su bolso y se dirigió a la puerta; sin embargo, Romina no esperaba encontrarse con su padre, había pasado varias semanas sin saber de él, desde que la dejó a cargo de Isaac Harper.
—Papá —dijo, palideciendo.
—Tenemos que irnos —dijo sin más.
—¿Qué? —Romina dio un paso atrás.
—La misión tuvo un error, Romina, mi cabeza tiene precio—dijo, tomándola de la mano.
—¡Espera, papá! ¡No puedo irme! —gritó, pensando en su cita con Henry.
—Lo siento, cariño, pero no puedo irme sin ti —dijo, casi arrastrándola para sacarla de departamento.
—¡No, papá! ¡Tengo que ver a Henry! —gritó, pero Tom no la soltó, la metió al ascensor y la llevó directamente al parqueadero, donde su camioneta aguardaba por ellos y con prontitud dejaron la seguridad del edificio.
Entre tanto, Henry se dio prisa para llegar al restaurante, miró la hora en su reloj, estaba llegando con diez minutos de retraso, por lo que, esperaba que Romina le diera tiempo de llegar. Le intrigaba su llamada, sobre todo, porque desde la única noche que pasaron juntos, no habían vuelto a hablarse.
Henry buscó una estación de radio, no quería pensar en esa noche y menos en el motivo por el cual Romina deseaba verlo, aunque en el fondo de su pecho tenía un ligero presentimiento. La voz del locutor interrumpió sus pensamientos.
—El accidente fue fatal, la policía habla de dos fallecidos en el lugar. Estamos a la espera de confirmar la identidad de las víctimas mortales.
Henry arrugó el entrecejo, se dispuso a cambiar de estación, pero su dedo quedó ligeramente sobre el botón sin llegar a presionarlo cuando el locutor volvió a hablar.
—Las identidades de las víctimas han sido confirmadas por la policía. Se trata del agente y jefe de la DEA Tom Mayer y su hija de dieciocho años, Romina Mayer, estudiante de una reconocida universidad de la ciudad…
El corazón de Henry casi se detuvo al escuchar la noticia, ¿Romina estaba muerta?…
Henry bajó con calma y sin prisa los escalones del bar. El lugar iluminado por una tenue luz le hacía un poco difícil encontrar a sus primos, Lucas y Alexander. Buscó con la mirada los cabellos rubios de Lucas, caminó hasta ellos, haló la silla y se sentó.—Lamento la demora —dijo disculpándose.—¿Las sábanas de Nicole no te soltaron a tiempo? —preguntó Alexander, empujando una copa de licor frente a Henry.—No estaba con Nicole —respondió con seriedad.—¿De verdad?—Basta, Alexander —murmuró Lucas, para frenar las preguntas de su primo.—Bueno, ¿qué les pasa a los dos? No sé si son ideas mías o si es que estoy perdiendo la razón, pero llevan ocho años comportándose como idiotas en esta fecha, ¿se puede saber por qué? —preguntó con tono molesto ante la seriedad de sus primos.Henry no respondió, tomó la copa y bebió de un solo trago el contenido. El calor del whisky quemó su garganta, pero no mató el recuerdo de la tragedia que sucedió ocho años atrás…«Las identidades de las víctimas
Henry se mostró intranquilo a partir de ese momento, sus ojos buscaron aquel tatuaje que le hacía pensar en Romina Mayer, sin embargo, no volvió a aparecer. —¿Estás bien? Luces pálido y nervioso —expresó Lucas junto a su oído, simulado mirar la última actuación de la mujer. —No lo sé —dijo—, no sé si estoy bien. Henry se puso de pie cuando las luces se apagaron por completo. Necesitaba un poco de aire fresco, algo que le hiciera alejar aquella imagen de su cabeza; sin embargo, el rostro de Romina parecía tener vida propia en sus recuerdos. Henry tomó una copa de whisky y la bebió, su garganta quemó ante el fuego del licor, pero no llegó a tranquilizarlo, las cosas solamente parecían empeorar para él. —¡Henry! —gritó Lucas, acercándose a él. —Necesito un poco de aire fresco, siento que estoy mareándome —musitó Henry. —Debe ser la borrachera de anoche y si no tienes cuidado, hoy terminarás igual o peor que ayer. Había molestia en la voz de Lucas, después de todo, había sido él qu
El corazón de Henry latió fuerte dentro de su pecho, su garganta se secó de inmediato y por un momento creyó que respirar era imposible. Tan imposible como aceptar que Romina estaba frente a él. —Henry —llamó Lucas al darse cuenta del parecido de la mujer en el escenario y Romina Mayer—. ¡Henry! —exclamó y movió su hombro para llamar su atención. Aquella breve distracción sirvió para sacar al joven CEO de su letargo, Henry se giró para ver a su primo, quería preguntarle si él había visto lo mismo que él miró. —Tienes que subir al escenario —le dijo Lucas. —¿La viste? —preguntó casi ahogándose con sus palabras. —¿A quién? —preguntó Lucas con el ceño fruncido. —Era ella, era Romina —dijo en tono bajo y ahogado. No podía salir de su asombro. Lucas negó, pensando que Henry estaba peor que otros años, decidió sacarlo del salón, le murmuró algo a Alexander y se marchó con Henry. —¡No estoy loco! —gritó Henry en el jardín. —Nadie está diciendo lo contrario —refutó Lucas. Henry se se
«Romina»Un silencio sepulcral le siguió a aquel único nombre que abandonó los labios de Henry Cameron, mientras la mujer delante de él parecía una estatua de mármol.Mina sintió que la tierra se abría bajo sus pies, cuando sus miradas se encontraron, ella supo que no había marcha atrás, aun así…—Lo siento, señor, debe estar confundiéndome con alguien más —se obligó a decir, tenía la boca seca y un nudo en la garganta que le impedía respirar con normalidad. Ella jamás se imaginó que estaría frente a frente con su pasado.Henry la miró, él sabía lo que estaba viendo, incluso el tono de su voz era igual al de Romina y el color de sus ojos… Aquella mirada que lo había perseguido durante los últimos ocho años de su vida.—No, no estoy confundido, ni confundiéndote con otra persona —aseguró, empujando la silla y poniéndose de pie con decisión.Mina se tensó como la cuerda de un violín al ver a Henry de pie, era tan alto y su porte juvenil había desaparecido. Ocho años le habían hecho bien
«Buenas noches, Romina»Mina se tensó de pies a cabeza, su corazón se agitó y latió de manera errática como si fuese a salirse de su pecho, ella dio un ligero vistazo al interior de su casa, rogando al cielo por, que sus hijos no decidiesen aparecer en ese momento.—Señor Cameron —se obligó a saludar, luchando por conseguir una voz serena, pero era tarde, su semblante seguramente la había delatado.—Necesitamos hablar, Romina.Ella negó.—Mi nombre es Mina Stewart, no Romina —refutó.Henry la miró de pies a cabeza y negó.—No vas a escapar de mí, tú y yo tenemos muchas cosas que conversar y te aseguro, que no me iré de aquí sin saber lo que pasó hace ocho años —aseguró.Mina arrugó la frente al escucharlo.—¿Qué fue lo que pasó hace ocho años? —cuestionó con enojo.Henry asintió.—No tengo idea de lo que pasó hace ocho años, señor Cameron, por tal razón, no tengo nada de qué conversar con usted. Así que, por favor, le pido se marche de mi casa o llamaré a la policía y lo acusaré de ac
«Romina está viva, Lucas. Está viva y mis hijos también»Lucas miró a Henry como si este hubiese perdido la cabeza, él estaba convencido de que su primo necesitaba ayuda profesional y de manera urgente. Era la única explicación que tenía para el comportamiento de Henry y sus delirios.—Esto ha superado todo límite, Henry, no puedo permitir que sigas por ese camino. ¡No voy a permitirlo, ¿me escuchas?! —gritó y preguntó al mismo tiempo.Henry apretó los dientes.—No estoy loco, Lucas. Quizá en este momento lo preferiría, pero no lo estoy. Romina y mis hijos viven en esta ciudad —musitó, tomando la copa entre su mano y bebiendo de un solo golpe el contenido.—Eso es imposible, Romina Mayer murió hace ocho años…—Jamás vimos su cuerpo, Lucas —refutó con amargura.—Es que no había nada que ver, esos cuerpos quedaron calcinados y…—No era ella —insistió Henry con vehemencia.Lucas negó.—Llamaré a Nicole y le diré que venga por ti.Henry lo miró con seriedad.—Mina Stewart es Romina Mayer,
«Espero que no llegara a pensar que no vendría» Henry la miró y tragó saliva, era justamente eso lo que estaba pensando, incluso hasta había amenazado con perseguirla si intentaba escapar. —¿Qué pasa, Cameron, lo pensaste? —se burló ella y por un momento los dos viajaron en el tiempo, era así como Romina lo llamaba luego de su relación fallida, ella nunca más le volvió a llamar por su nombre, hasta la noche que pasaron juntos y luego de eso, ni siquiera volvieron a dirigirse la palabra, ni por accidente. —No voy a negar que pensé en la posibilidad de que no asistirías —confesó, haciendo una seña con su mano para que Mina se sentara. —Sinceramente, no estaba obligada a venir, pero acá estoy… Ahora sí, ¿qué es lo que deseas hablar conmigo? —preguntó con seriedad. Henry se movió ligeramente incómodo sobre su silla, la mirada y voz de Romina eran frías, como si lo odiara, ¿no debía ser al revés? Era ella quién lo había citado, fue ella quien no llegó y se hizo pasar por muerta durante
«Mis hijos y yo estaremos en la misma ciudad, pero no a tu alcance» Aquellas palabras hirieron a Henry, pero también le hicieron tener un poco de esperanza, si Romina cumplía su palabra, él tendría la oportunidad de conocer a sus hijos, de ganarse su amor y compartir con ellos. No obstante, Romina tenía razón en algunos puntos en lo que debía reflexionar con mucho cuidado y su relación con Nicole era uno de ellos. No sabía cómo su novia y futura prometida iba a tomarse la noticia, pero debía hacerle de su conocimiento la existencia de sus hijos, ella debía comprender que, en el paquete, ellos venían incluidos. El problema es que, no estaba seguro de la reacción de su prometida, hasta el momento, las cosas entre ellos habían sido buenas. Sus familias estaban de acuerdo, bueno más bien la familia William, pues sus padres no interferían en su vida, respetaban sus decisiones y, aunque la relación de Nicole con sus padres era poca, él había estado seguro de que ella era la mujer de su vi