«Romina»
Un silencio sepulcral le siguió a aquel único nombre que abandonó los labios de Henry Cameron, mientras la mujer delante de él parecía una estatua de mármol.
Mina sintió que la tierra se abría bajo sus pies, cuando sus miradas se encontraron, ella supo que no había marcha atrás, aun así…
—Lo siento, señor, debe estar confundiéndome con alguien más —se obligó a decir, tenía la boca seca y un nudo en la garganta que le impedía respirar con normalidad. Ella jamás se imaginó que estaría frente a frente con su pasado.
Henry la miró, él sabía lo que estaba viendo, incluso el tono de su voz era igual al de Romina y el color de sus ojos… Aquella mirada que lo había perseguido durante los últimos ocho años de su vida.
—No, no estoy confundido, ni confundiéndote con otra persona —aseguró, empujando la silla y poniéndose de pie con decisión.
Mina se tensó como la cuerda de un violín al ver a Henry de pie, era tan alto y su porte juvenil había desaparecido. Ocho años le habían hecho bien, más que bien; Henry era más alto, más varonil, más apuesto y…
Mina negó con un movimiento de cabeza.
—Señor Cameron, creo que en efecto debe haber una confusión, ella es Mina Stewart —intervino Adam.
La atención de Henry se posó sobre el hombre de traje hecho a medida y mirada seria.
—Necesito un momento para hablar con ella, ¿podría? —preguntó Henry, volviendo la mirada a Mina, clavando sus ojos en los ojos de la mujer.
Mina sintió que el alma se le escapaba del cuerpo y, por un breve momento, todo lo que deseó hacer, fue huir de allí y olvidarse de sus sueños, empezar de nuevo como lo hizo antes. Entonces, recordó que no era la misma mujer del pasado y que su compromiso no estaba más que con sus hijos y con ella misma. Había luchado con uñas y dientes para salir adelante y abrirse paso en el mundo de la farándula.
—Todo lo que tenemos que hablar, señor, será con mi representante y abogado presente. Usted y yo no nos conocemos, no tenemos nada personal de qué hablar —dijo Mina. Trató de que su voz sonara segura y fuerte.
Henry apretó los puños y estuvo a punto de perder los estribos, pero si Romina quería jugar a no saber quién era él, iba a enterarse. Ellos tenían mucho, mucho de qué hablar y no iba a dejarla escapar.
—Permítame ofrecerle una disculpa, señorita Mina —dijo, serenándose y volviendo a la silla de detrás del escritorio.
Mina tragó el nudo formado en su garganta y se sentó cuando Henry se lo indicó, el joven magnate observó detalladamente el rostro de la mujer, mientras pensaba que las coincidencias no podían existir, no con tal perfección. Henry deslizó la mirada del rostro de Mina y buscó ver su muñeca, pero estaba cubierta por la manga de la blusa que llevaba, así que, se obligó a negociar los acuerdos del contrato, los cuales incluían su traslado a Los Ángeles antes del fin de mes. Las estipulaciones de sueldo y exclusividad fueron lo último que trataron y con lo que Adam estuvo de acuerdo.
Entre tanto, Mina trató de no mirar a Henry, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto de cerca, que habían conversado, más bien, habían hecho más que conversar. Ella movió la cabeza y apartó los recuerdos de su cabeza, no quería pensar en el pasado y en lo que había ocurrido entre ellos.
—Entonces, eso es todo —dijo Adam, entregándole el contrato a Mina, ella no miró a Henry, haló la hoja y tomó la pluma con la que el magnate había estado jugando antes de su llegada.
Henry no perdió detalle, su mirada se fijó en la muñeca de Romina, la tela retrocedió un poco cuando ella se estiró para firmar, el tatuaje quedó a la vista. Un brazalete de varias vueltas con finas cadenas hechas por perlas y finos rubís, era un tatuaje finamente detallado, de color amatista que le daba un aspecto muy realista.
Romina empujó ligeramente el papel sobre la mesa, jaló su mano y estiró la manga de su blusa sobre su muñeca, una acción que no pasó desapercibida para Henry, pero ante la que decidió no mostrar reacción alguna.
—Eso es todo, señores —dijo con voz profesional.
Adam le tendió la mano para despedirse y esperó a que Romina hiciera lo mismo. Ella pareció vacilar, sin embargo, estaba obligada a despedirse de manera formal, así que, estiró su mano y él no dudó en tomarla.
El corazón de Mina se sacudió ante el apretón de la mano de Henry sobre la suya, ella tragó en seco y dio muestras de sus dotes actorales.
—Ha sido un placer, señor Cameron, estaremos en contacto, le notificaré el día que esté llegando a Los Ángeles —dijo, su tono fue serio y profesional.
Henry asintió.
—Encantado de conocerla, señorita Stewart —susurró Henry.
Adam puso nuevamente su mano en la cintura de Mina y esa acción le pareció inapropiada a Henry, pues la relación entre ellos era profesional y esas actitudes traspasaban los límites.
Mina y Adam abandonaron la pequeña oficina improvisada en el hotel, mientras Henry observaba su partida, el corazón le latía como si fuera una locomotora. Él sabía que no se estaba equivocando, la pregunta era una, ¿por qué ella fingía no conocerlo? ¿Por qué se había hecho pasar por muerta por tantos años? Y la pregunta más importante de todas, ¿qué había sucedido con el hijo que ella esperaba?
El cuerpo de Henry se tensó de inmediato, si Romina estaba viva, existía la posibilidad de que él o ella también lo estuviera… ¡Tenía que averiguarlo!
Entre tanto, Mina subió al auto, tenía el corazón acelerado por el encuentro inesperado con Henry Cameron, realmente nunca imaginó que sería él quien acudiera a Nueva York, menos cuando había visto a Alexander en la gala; él no la había reconocido, así que, creyó que no corría ningún peligro. ¡Se había equivocado!
—¿Por qué el señor Cameron te habrá confundido con otra mujer? —preguntó Adam, mientras encendía el auto.
—No lo sé —mintió Mina.
—¿De verdad no lo sabes? —le cuestionó el abogado, regalándole una mirada seria.
—Vamos, tengo que pasar por los niños al colegio —respondió, evadiendo la pregunta de Adam.
El hombre asintió y salió del estacionamiento del hotel; sin embargo, tenía la sensación de que entre Mina y Henry Cameron había sucedido algo, no sabía qué, pero su instinto no le fallaba.
Mina guardó silencio durante el camino a la guardería, trató de cambiar la expresión de su rostro para que sus hijos no la viesen ni afligida ni temerosa.
—Llegamos —anunció Adam, Mina salió de sus cavilaciones y asintió.
Mina bajó del auto y dibujó una sonrisa en sus labios en el momento que Bastian y Holly corrían para abrazarla.
—¡Mami! —gritaron los pequeños, Mina se agachó en cuclillas para recibirlos en sus brazos.
—¿Cómo se portaron hoy mis pequeños? —preguntó ella, mientras recibía muchos besos por parte de los mellizos.
—¡Muy bien! —exclamó Holly, colgándose de su cuello.
—No mientas —la regañó Bastian.
Mina suspiró.
—¿Qué es lo que has hecho esta vez, pequeña? —preguntó Mina.
—No hice nada, solo me defendí —aseguró Holly, mirando a su hermano con advertencia.
—¿Qué fue lo que pasó? —cuestionó Mina, liberándose de los brazos de su hija y mirándola fijamente.
Holly suspiró.
—No hice nada malo, mami, solo me defendí. Un niño quiso besarme la mejilla y… —ella hizo una pausa.
—Y le pegó en sus partes nobles —terminó Bastian.
Mina abrió los ojos al escuchar a su hijo.
—¿Y tú que hiciste por tu hermana?
Bastian negó.
—No estaba cerca, lo supe cuando el niño se ha quejado con la maestra —dijo en tono avergonzado.
Mina negó.
—Hablaremos en casa de esto —dijo.
—Creo que deberías hablar con la maestra, Mina —le recomendó Adam, quien se había bajado del auto para saludar a los chicos.
—No tiene caso que lo hagas, mamá, es nuestro último día acá, pero te aseguro, que a ese niño no le quedarán ganas de querer besar a nadie en lo que le reste de niñez —aseguró Holly.
Mina miró a Adam.
—Deja que lo haga yo —se ofreció y sin decir nada más, caminó por los pasillos de la instalación.
—Vamos al auto —dijo Mina, llevando a los pequeños de la mano.
—¿Estás molesta? —preguntó Holly acomodándose en el asiento trasero—. No deberías estarlo, mami, solo me defendí —agregó antes de que Mina dijera algo.
Mina suspiró, Holly era… su versión en miniatura.
—No estoy molesta, cariño —admitió, después de todo ese niño fue quién se había extralimitado con su hija.
Posiblemente, para algunos la reacción de su hija estaba mal vista, pero si alguien invade tu espacio personal, sea niño o adulto, tienes que estar alerta. El mundo ya estaba demasiado torcido, como para mantener a los niños ajenos al peligro que se vivía. Quizá era muy radical, pero era preferible prevenir, que lamentar.
Los pensamientos de Mina fueron interrumpidos por el regreso de Adam, el hombre subió al auto y les sonrió.
—¿Nos vamos?
—Sí, ¡queremos helados! —gritaron los mellizos.
Adam les complació y llevó a la heladería sin preguntarle a Mina, cosa que, sí molestó a la mujer, pero que se abstuvo de discutirlo frente a sus hijos, ya lo haría al volver a casa; sin embargo, Adam sabía que había cometido un error y antes de que Mina pudiera pedirle hablar, él se despidió, alegando que tenía cosas pendientes por hacer.
Mina respiró profundo, su conversación tendría que esperar, por lo menos, un par de horas, Adam y Alec vivían en el mismo edificio que ella y solían reunirse para cenar todas las noches, eran amigos, casi hermanos.
—Lleven sus mochilas a su habitación, se dan un baño y luego los llamaré para la cena. ¡Sin pelearse! —les advirtió.
Holly miró a Bastian y le sonrió.
—¡Quién llega de último es un perdedor! —gritó, emprendiendo la carrera a la habitación.
Mina sonrió y negó, con sus hijos no tenía tiempo para aburrirse, eran una caja de sorpresas y también su mayor fuente de felicidad.
La sonrisa de Mina se borró al recordar a Henry, ella se obligó a olvidarse de él, hasta donde sabía, Henry era el CEO de la compañía de telecomunicaciones, su presencia en Nueva York no significaba que estaría en contacto con él cuando volviera a Los Ángeles y, mientras ella negara rotundamente ser Romina, no había excusas para hablar.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el timbre sonó, frunció el ceño y miró la hora en el reloj, no podía ser Alec, él volvía sobre las ocho y Adam, bueno, él no tenía horario para volver. Así que, sin más se dirigió a la puerta y la abrió de par en par, lo que Mina no esperaba era encontrarse con el rostro perfecto de Henry Cameron delante de ella.
—Buenas noches, Romina…
«Buenas noches, Romina»Mina se tensó de pies a cabeza, su corazón se agitó y latió de manera errática como si fuese a salirse de su pecho, ella dio un ligero vistazo al interior de su casa, rogando al cielo por, que sus hijos no decidiesen aparecer en ese momento.—Señor Cameron —se obligó a saludar, luchando por conseguir una voz serena, pero era tarde, su semblante seguramente la había delatado.—Necesitamos hablar, Romina.Ella negó.—Mi nombre es Mina Stewart, no Romina —refutó.Henry la miró de pies a cabeza y negó.—No vas a escapar de mí, tú y yo tenemos muchas cosas que conversar y te aseguro, que no me iré de aquí sin saber lo que pasó hace ocho años —aseguró.Mina arrugó la frente al escucharlo.—¿Qué fue lo que pasó hace ocho años? —cuestionó con enojo.Henry asintió.—No tengo idea de lo que pasó hace ocho años, señor Cameron, por tal razón, no tengo nada de qué conversar con usted. Así que, por favor, le pido se marche de mi casa o llamaré a la policía y lo acusaré de ac
«Romina está viva, Lucas. Está viva y mis hijos también»Lucas miró a Henry como si este hubiese perdido la cabeza, él estaba convencido de que su primo necesitaba ayuda profesional y de manera urgente. Era la única explicación que tenía para el comportamiento de Henry y sus delirios.—Esto ha superado todo límite, Henry, no puedo permitir que sigas por ese camino. ¡No voy a permitirlo, ¿me escuchas?! —gritó y preguntó al mismo tiempo.Henry apretó los dientes.—No estoy loco, Lucas. Quizá en este momento lo preferiría, pero no lo estoy. Romina y mis hijos viven en esta ciudad —musitó, tomando la copa entre su mano y bebiendo de un solo golpe el contenido.—Eso es imposible, Romina Mayer murió hace ocho años…—Jamás vimos su cuerpo, Lucas —refutó con amargura.—Es que no había nada que ver, esos cuerpos quedaron calcinados y…—No era ella —insistió Henry con vehemencia.Lucas negó.—Llamaré a Nicole y le diré que venga por ti.Henry lo miró con seriedad.—Mina Stewart es Romina Mayer,
«Espero que no llegara a pensar que no vendría» Henry la miró y tragó saliva, era justamente eso lo que estaba pensando, incluso hasta había amenazado con perseguirla si intentaba escapar. —¿Qué pasa, Cameron, lo pensaste? —se burló ella y por un momento los dos viajaron en el tiempo, era así como Romina lo llamaba luego de su relación fallida, ella nunca más le volvió a llamar por su nombre, hasta la noche que pasaron juntos y luego de eso, ni siquiera volvieron a dirigirse la palabra, ni por accidente. —No voy a negar que pensé en la posibilidad de que no asistirías —confesó, haciendo una seña con su mano para que Mina se sentara. —Sinceramente, no estaba obligada a venir, pero acá estoy… Ahora sí, ¿qué es lo que deseas hablar conmigo? —preguntó con seriedad. Henry se movió ligeramente incómodo sobre su silla, la mirada y voz de Romina eran frías, como si lo odiara, ¿no debía ser al revés? Era ella quién lo había citado, fue ella quien no llegó y se hizo pasar por muerta durante
«Mis hijos y yo estaremos en la misma ciudad, pero no a tu alcance» Aquellas palabras hirieron a Henry, pero también le hicieron tener un poco de esperanza, si Romina cumplía su palabra, él tendría la oportunidad de conocer a sus hijos, de ganarse su amor y compartir con ellos. No obstante, Romina tenía razón en algunos puntos en lo que debía reflexionar con mucho cuidado y su relación con Nicole era uno de ellos. No sabía cómo su novia y futura prometida iba a tomarse la noticia, pero debía hacerle de su conocimiento la existencia de sus hijos, ella debía comprender que, en el paquete, ellos venían incluidos. El problema es que, no estaba seguro de la reacción de su prometida, hasta el momento, las cosas entre ellos habían sido buenas. Sus familias estaban de acuerdo, bueno más bien la familia William, pues sus padres no interferían en su vida, respetaban sus decisiones y, aunque la relación de Nicole con sus padres era poca, él había estado seguro de que ella era la mujer de su vi
Romina cerró la puerta de su departamento, mientras sentía que su corazón iba a salirse de su pecho, latía tan rápido, que, si no salía, posiblemente terminaría con un ataque cardíaco. ¿Qué es lo que había sucedido? ¿Cómo era posible que su padre nunca le dijera que oficialmente Romina Mayer estaba muerta? Gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas al recordar lo mucho que le costó adaptarse a su nueva vida, con un embarazo que no fue bien visto por su padre al inicio, pero que, al no tener manera de hacer cumplir al padre de los bebés, terminó por aceptarlos, pero ¿a qué precio?Tom no era un hombre malo, era un padre preocupado por la seguridad de su hija y Romina lo comprendía, quizá solo unas semanas antes a ella no le hubiese importado su vida, pero todo cambió desde que supo que estaba embarazada.«—Eres casi una niña, Romina, ¿Qué se supone que debo pensar sobre ese embarazo?—Te dije que no podía irme de la ciudad, papá, pero nunca me escuchas, jamás me prestas atención. ¡Tu
«Mina tiene dos hijos y yo soy el padre de los dos»Alexander abrió y cerró la boca, miró a Lucas esperando que el menor de sus primos se echara a reír y confirmara que todo era una broma, pero la seriedad de Lucas y el rostro desencajado de Henry le indicaban que, no. No era una broma.—No sé qué decirte, Henry —murmuró en tono bajo.—Nada, nada de lo que puedan decirme borrará la verdad, Romina es la madre de mis hijos, ¡tengo dos hijos! —exclamó, elevando ligeramente la voz a causa de la emoción.—Es una locura —vociferó Alexander.El hombre cogió su vaso y bebió de él, de repente la boca se le había secado, no podía imaginar lo que Henry estaba viviendo en ese momento; no debía ser nada fácil descubrir que la persona que creías muerta apareciera delante de ti y con la sorpresa de tener dos hijos. —Es una jodida locura —aceptó Henry, cerró los ojos y echó la cabeza atrás.—¿Qué piensas hacer? —preguntó Alexander cuando ya pudo encontrar su voz.—Hacerme responsable de ellos, soy s
«Romina está viva y es la madre de mis hijos»«Romina está viva»«Es la madre de mis hijos»El silencio se instaló entre ellos de manera instantánea, mientras el rostro de Nicole cambiaba de color y se tornaba pálido como una hoja de papel, sus manos se apretaron sobre el volante hasta que sus nudillos rivalizaron con el color de su cara.—Nicole…—Estás jugándome una broma, ¿verdad? —susurró, interrumpiendo lo que Henry estaba por decir.—No, no es ninguna broma —confirmó Henry—. Estoy siendo honesto contigo.Nicole abrió la puerta del auto con violencia y salió para tomar un poco de aire, pues sentía que sus pulmones quemaban ante la noticia.Henry por su parte, le dio tiempo y espacio, bajó con calma, mientras se arrepentía por la manera tan abrupta con la que le había dado la noticia, ni siquiera la preparó. La culpa lo hirió.—Lo siento, Nicole, no debí decírtelo de esa manera, yo…—No creo que exista una buena manera de decirme una noticia como esta, Henry. El dolor sería el mi
«Bienvenidos a Los Ángeles»El cuerpo de Mina se tensó al ver y escuchar a Henry, ¿por qué tenía que aparecerse de esa manera tan inapropiada delante de ella y de sus hijos? ¿Qué es lo que buscaba al perseguirla de esa manera? Eso que Henry estaba haciendo era acoso. Acoso en toda su expresión.«No eres el motivo de su acoso, ni de su interés, Romina. Henry está acá por los niños, por nada más», le recordó su conciencia.Mina miró con discreción a sus hijos, Bastian estaba serio y quizá cuestionándose las mismas cosas que ella se cuestionaba, mientras Holly miraba a Henry con curiosidad y con una gran sonrisa en los labios.—¿Viniste por nosotros? —preguntó Holly antes de que Romina pudiera decir algo, haciendo que todo en ella se pusiera en alerta.—Sí, me gustaría acompañarlos —dijo. Henry apartó la mirada de Romina y miró a su hija. El magnate moría por abrazarla y decirle que era su padre, pero no podía hacerlo hasta hablar con Romina y llegar a un acuerdo para confesarles la verd