Cisne Negro
Cisne Negro
Por: CR Vergara
Sinopsis/Capitulo 1

Tras haber renunciado a su primer amor de infancia, por un trágico accidente que lo dejó atado a una silla de ruedas, Izan se volvió un hombre frío y calculador. El más temido de toda Europa, ganándose el cruel apodo de CISNE NEGRO, un apodo que evoca su ferocidad.

Construyó un imperio automotriz con una nueva marca a temprana edad. Su vida da un giro inesperado cuando resurge una cláusula oculta en el testamento de su padre cuando decide tomar el control de sus empresas en vida, desencadenando una serie de eventos que cambiarán su destino.

El tío de Izan, empeñado en proteger a su hija, busca la ayuda con su mejor amigo y padre del magnate para impedir que su pequeña se case, su mejor amigo revela la cláusula. Sin embargo, el plan se complica, no contaba que la dejara a merced de su sobrino, que, para tener la herencia y control de las empresas, la cláusula impuesta dicta; que ambos deben convivir un año antes de que cualquiera pueda casarse y así heredar el control de las empresas.

Cláusula que pondrá el mundo de Izan de cabeza: Regresar con aquella chica que, según él, lo dejó con el corazón destrozado.

El regreso de Izan a la vida de Alana desentierra viejas llamas y secretos ocultos. A pesar de su reputación temible, Alana acepta el desafío, ansiosa por liberarse de las ataduras familiares. El problema es que Izan ha ocultado un secreto, un pequeño secreto que pondrá en juego la cláusula y sus destinos, un secreto que pondrá a prueba el incipiente amor que surge entre ellos a medida que se ven obligados a convivir.

Los recuerdos de su amor perdido resurgen con una fuerza inminente, se enfrentarán a altos y bajos emocionales, encrucijadas, pruebas inesperadas y peligrosas, desafiando a los protagonistas a tomar difíciles decisiones y a luchar por el amor que siempre estuvo destinado a perdurar.

¿Podrá Izan despojarse de su coraza y demostrar que ha cambiado? ¿Alana hallará la fuerza para perdonar la traición del pasado? El amor entre ellos será sometido a una prueba de fuego cuando el secreto de Izan finalmente vea la luz.

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Ni en mil años, Sergio, el padre de Alana, habría imaginado encontrarse en esta situación. Sentado en medio de la desesperación junto a su esposa, sostiene su mano mientras mese de sus cabellos con su otra mano. Alma, no tiene palabras para tranquilizarlo, observa sus canas que adornan su cabello y sus ojos, se llenan de lágrimas.

 

«No es justo lo que estás haciendo pasar a tu padre, hija» piensa, buscando el consuelo en la mirada grisácea de su compañero de vida.

 

Con una sonrisa cargada de melancolía, Sergio coloca un mechón de cabello detrás de la oreja de Alma, un

gesto de amor que trae consigo el peso de la preocupación.

 

—Lo resolveré, buscaré ayuda. Necesitamos ayuda con nuestra niña.

 

—Cariño, es una mujer —corrige Alma, y Sergio niega con la cabeza.

 

—No, Alma, es una niña, una jovencita que aún no entiende la vida —se lamenta, levantándose de su asiento con pesar—, apenas tiene veinte años.

 

El sonido del coche estacionándose rompe el silencio de la noche. Alma se pone de pie, aferrándose al brazo de su esposo. No es miedo lo que siente, sino una profunda preocupación por lo que está por venir. Es tarde, demasiado tarde, y la incertidumbre consume sus corazones.

 

Sergio escucha murmullos y risas provenientes de la escalera, pero al alzar la vista, sus otros hijos desaparecen como sombras. Solamente logra ver el cabello castaño de su hija menor.

 

«Aún me queda otra batalla por librar», pensó Sergio.

 

—Ve con los niños— le ordena a su esposa y ella niega.

 

—No, es mi hija también —Alma se acerca a la puerta y se encuentra con una escena muy íntima, con su novio que saquea su boca. 

 

—Mi padre estará muy molesto, mejor vete— susurra Alana mientras apoya su rostro en su pecho, sintiendo su corazón desbocado. 

 

—No es algo nuevo de mi suegrito—ríe y la abraza con firmeza—, mi dulce Amira, te doy mi palabra. No te arrepentirás, solo vivo por ti. Te amo…

 

Alana, cierra sus ojos con fuerza. Desea responderle lo mismo, pero solo logra que fluya de sus labios.

 

—Confió en ti y sé que solo seré yo…

 

Dentro de casa, Sergio le pide a Alma que se aparte y abre la puerta, revelando a Jasiek posando sus manos en el cuerpo de su hija. Ella lleva un vestido de flores, empapada por la lluvia, con su figura delineada por el agua que se adhiere a su piel.

 

—¡Alana Marie! —exclama Sergio al llegar a su lado, quitándose el abrigo para cubrirla y apartarla del hombre que amenaza con arrebatarle a su pequeña.

 

—Papi, déjame explicarte —súplica Alana, mientras Alma la sostiene de sus abrazos, implorándole que guarde silencio.

 

—¿Papi? ¡Ahora, sí soy tu papi! ¡Entra, Alana! Son casi las dos de la madrugada, por favor, piensa en tu madre. Está sufriendo.

 

Alma parpadea, consciente que la mayor angustia viene de parte de él, ha tomado demasiada valeriana y café. Ella confía en su hija, aunque Jasiek no sea la mejor opción.

 

«Siempre es lo mismo. Quiero ser libre, quiero amar, vivir todos los tonos del amor, solo quiero ser, yo…» piensa, Alana y sus ojos llenos de lágrimas.

 

—Señor Gerber, déjeme explicarle —Jasiek habla con una mirada desafiante, sus ojos grises centelleando en la oscuridad de la noche.

 

Es un hombre mayor para Alana, manipulador y una obsesión insana por ella desde que eran niños, ha tejido una tela de araña lentamente por años envolviendo a Alana como un títere, la desea con locura, aunque sus juramentos hacia ella sean en vano, cuando se trata de amor.

 

—Aléjate de mi hija, no te lo diré más. No son horas de traer a una joven a casa, menos en este estado.

 

—Padre, fui yo quien quiso meterse en el estanque. Era... hermoso —Alana sonríe, aferrándose a la mano de Jasiek, siente como su corazón late, un debate de sentimientos dentro de ella estalla, los años de convivir a su lado han colocado un gran peso—. Soy mayor de edad, padre. Estoy bien. ¿No lo ves? — grita y se zafa del agarre de su madre para colocarse al lado de Jasiek entrelazando sus manos.

Alma niega con los ojos llenos de lágrimas, temiendo lo que está por venir. Le ruega con la mirada que se detenga.

 

—Eres una jovencita que aún necesita guía. Vives bajo nuestro techo y debes respetar nuestras reglas. ¡Eres nuestra hija, Alana, y nos debes obediencia, así que entra a la casa! —declaró Sergio con firmeza, marcando el número de la policía en su celular.

 

—Buenas noches, ¿en qué podemos ayudarlo? —pregunta la operadora al otro lado de la línea.

El corazón de Alana se detiene al escuchar las palabras de su padre. No puede creer lo que está sucediendo.

 

—Señor Gerber, será mejor que cuelgue. No es necesario crear un escándalo. Vendré con mi familia —interviene Jasiek, con una sonrisa torcida en los labios. Su padre lo convencerá, él desea que sea parte de nuestra familia desde hace años.

 

Sergio queda perplejo, sin comprender lo que está sucediendo. Mira a su hija, que muerde sus labios con temor en sus ojos.

 

Siente cómo su mundo se desmorona al escucharla decir:

 

—Me caso con Jasiek… —muestra un anillo de oro pulido, que adorna su dedo medio—. Nos acabamos de comprometer, y nadie me detendrá. Solo mi madre tiene derecho a objetar, es mi madre...

 

Una lágrima solitaria recorre la mejilla de Sergio mientras agarra a su hija del brazo y la aleja con fuerza de Jasiek.

 

—¡Vete y olvídate de este compromiso! — agarra la mano de su hija y quita el anillo, para lanzarlo al suelo, y luego, sin poder reconocerse, golpea el pecho de Jasiek con fuerza—. ¡Antes, prefiero morir que verte con este hombre! — le gruñe a su hija, tratando de controlar el llanto de su alma.

 

Alana, busca la mirada de Jasiek y este le indica que camine con su padre. La rabia que se acumula dentro de él, controlando la necesidad de darle dos tiros en el pecho.

 

Al entrar con su hija en casa, Alana se suelta de las manos de su padre y gritó entre lágrimas:

 

—¡No tienes derecho, no eres mi padre! — le grita y cubre sus labios al escuchar lo que ha dicho.

 Alma se acerca con prisa y sin poder evitarlo, su mano viaja a su mejilla volteando el rostro de Alana. No pude creer lo que le ha dicho, y menos que destruya al hombre que la ha amado como su hija y criado con todo su amor. Alana se queda en silencio y coloca su mano en su mejilla que quema, su llanto se vuelve más fuerte, su madre nunca la había golpeado.

 

Da unos pasos atrás, negando para girarse y salir corriendo a su habitación, sonando la puerta al cerrarla.

Sergio envuelve en sus brazos a Alma que se quiebra y desea salir corriendo detrás de su pequeña.

 

—No, quería, yo, no…— solloza—, mi pequeña…

 

—Tranquila, cariño— deja un beso en su coronilla, mientras su cuerpo vibra por su llanto—. Esa boda no sucederá, es un mal hombre y Alana no logra ver más allá de su nariz respingada que tiene, pero nosotros sí.

 

Se abrazan con fuerza, uniendo sus corazones heridos, compartiendo su angustia y su deseo de proteger a su hija. Juntos, enfrentan una larga noche de preocupación y lágrimas, mientras buscan una solución para evitar que la boda se lleve a cabo.

 

Esa madrugada Sergio no pegó un ojo, y menos al oír a su pequeña sollozar toda la noche, no salió bien el sol cuando subía a un avión privado en busca de la solución…

 

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