Capitulo 4

Alana contempló el vestido que su hermana buscó para ella, trató de sonreír, pero le resultaba imposible. Este día sería especial e importante, Jasiek pediría su mano. Divagaba en su mente buscando las palabras correctas para explicarle que viviría con su mejor amigo y ahora enemigo, solos bajo el mismo techo, delante de los ojos de él y de su padre. Sería un insulto, una deshonra; son muy apegados a sus costumbres.

Melissa dejó el último accesorio encima de su cama. Fantaseaba con ser la mejor diseñadora de modas y aunque tratara de ocultar su buen gusto la delataba. Se sentó a su lado y colocó su mano encima de la suya, en señal de apoyo.

—No debes preocuparte. Quien ama de verdad lucha, y si Jasiek te ama realmente, entenderá y luchará, porque nuestro padre no se lo puso fácil.

—Me ama, lo sé, pero esto sobrepasa todas sus costumbres. Por Dios, Melissa, viviré con Izan, solo nosotros dos, ¿entiendes eso?

Melissa rio y cubrió sus labios, sus mejillas se tornaron rojas y se levantó para subirse a saltar sobre la cama.

—¡Bájate y compórtate como una señorita!

—¡Oh, por favor! Deja lo estirada, siempre lo hacíamos, ¿recuerdas?

Extendió su mano hacia ella y Alana dudó unos segundos, pero terminaron saltando juntas. Sus personalidades, sus apariencias eran muy diferentes, pero se querían. Aunque por años pelearon por el amor y la atención del hombre que ella llama padre y, hoy, causaba su tristeza.

— ¿Te das cuenta de que esto parece una historia romántica, como esos libros tontos que lees?

«Te puedo asegurar que no es como uno de ellos. El protagonista no es un cabezota troglodita, arrogante, gruñón y… un sexy dios griego, lleno de tinta, con voz potente y lo tiene todo, hasta es un bendito CEO» grita mentalmente. Bueno, parece que sí. 

— Izan lo tiene todo, y ante Jasiek tiene ventaja — añade muy segura, el grito de nuestra madre nos hace bajar de la cama con prisa. 

En eso entra Matías y mira el vestido que está sobre mi cama.

— ¿Ventaja? Aquí no hay ninguna competencia ni mucho menos algún sentimiento, solo cumplo esa absurda cláusula — gritó entre sus manos y negó de la frustración Alana —, no sé en qué pensaba.

— Como tú digas, hermanita. Supongo que no eres mayor de edad y te importan demasiado nuestros padres, que debes hacer lo que dicen cuando te escapas por ese balcón cada vez que se te antoja — dice con ironía —, aceptalo que mueres por estar con él a solas. 

Alana abrió sus labios y miró a sus hermanos que chocan su puño con complicidad. Una unión que Alana envidió siempre. Ella tenía esa unión, la tenía, con Izan...

— Izan, es tu amigo de infancia y eso el idiota de Jasiek, jamás podrá borrarlo — añade Matías. 

— Como diría mi tía Sam, primero fue sábado que domingo — termina su hermana.

Alana agarra su almohada para tirársela y salen corriendo entre risas de la habitación.

«Jasiek ha estado en cada momento importante en mi vida, ellos no tienen razón» pensó y se miró en el gran espejo que adornaba su pared. Subió las mangas de su vestido y cerró sus ojos con fuerza, sus manos pasearon lentamente por sus antebrazos tocando la piel áspera y abrió sus ojos llenos de lágrimas.

— Me dejaste sola cuando más te necesite. Solo será un año, nada cambiará, me casaré y tendré mi libertad. Jasiek lo tiene todo; atento, amable, es un hombre bueno, es… — susurra y mira su armario abierto con sus otros vestidos que extraña usar —. Es muy conservador y, eso, es bueno…, supongo.

Su padre toca.

— Adelante — la ve con amor y pena en sus ojos, que están rojos por vaciar sus lágrimas hace poco en compañía de su esposa.

—¿Estás molesta, cielo? 

— No, claro que no padre. Todo está perfecto, hoy viene mi novio y le diré que sí nos casaremos, pero debo vivir un año con mi ex amigo — dice con molestia, su padre baja la mirada un momento, pidiendo calma. 

—¿Crees que ese hombre es un santo? No lo es, hija —le dijo y agarró sus manos para dejarle dos besos en sus nudillos—, mi princesa, mírate, eres una joya. Alana, vales lo que pesas en oro y diamantes, no te merece.

—Si lo es, Dios. ¿¡Por qué me hacen sufrir, padre!? ¡Estoy cansada, no soy una niña! ¡Mírame, soy una mujer! ¡Ya no soy una princesa que llora por todo, ya no soy la niña infantil que pedía tu atención! ¡Esto nunca te lo perdonaré! Ahora, vete, por favor, que debo arreglarme.

Sergio no encuentra palabras para responder y sonríe con tristeza y mira por última vez la habitación de su pequeña. 

Alana, sentada junto a sus padres, espera impaciente a Jasiek y su familia. Su madre cruza miradas con su padre y este sonríe victorioso. Sus hermanos están sentados en otro sofá. Varios coches estacionan, sus luces entran por las persianas, Alana se pone de pie rápidamente. 

— ¡No, por favor!— grita y corre hacia la ventana. 

«Jasiek vive al lado, solo debían cruzar el patio trasero» piensa.

Sus dedos temblorosos deslizan las cortinas de seda y sus miradas se conectan por completo, Izan venía en compañía de sus padres.

—Alana… — su madre trata de calmarla —, somos familia, y ellos lo son. 

— Esto se pondrá de locos, mis amores — musita Matías y su padre lo acribilla con la mirada. Este se ríe y se pone de pie —, esta visita si la quiero recibir. Así qué permiso, hermanita. 

La empuja con su hombro y al abrirse paso, un torrente de energía se desata. Maia comienza a darle besos a todos, y se saludan con cariño; hacía meses que no se veían. El último en entrar es Izan, y un silencio rotundo se forma en la sala. Su rostro no muestra ninguna expresión, como si estuviera envuelto en un manto de misterio.

Alana es la primera en romper el silencio. Se acerca a Izan con paso decidido, con la determinación de enfrentar lo que sea que esté pasando por su mente. Quedando justo frente a él, siente que sus piernas flaquean con el aura que emana y la intensidad de su verdosa mirada. «Es tan sexy», baja su rostro para decirle algo solo para él, su loción la envuelve por completo y lo mismo sucede con él, cuando su dulce loción lo golpea con fuerza y sus mechones rubios acarician su rostro. 

— Vete, dile al matón que tienes afuera, que te empuje la sillita, no eres…

— Izan, cariño, eres todo un hombre. Mira ese cabello, me traes tantos recuerdos—  Su madre no la deja terminar, Izan no puede evitar sonreír para la mujer que fue su madre en pocas palabras el tiempo que su madre no estuvo a su lado. 

Sin poder evitarlo, sus ojos se clavan en Alana y detalla su vestido, color crema lleno de flores.

 «Se sigue viendo hermosa con vestidos, aunque tiene tela de más» 

Los niños piden permiso para irse a charlar en la habitación y solo quedan los adultos. Alana chilla al costado de su madre, aferrándose a su brazo, e Izan trata de no reír al verla haciendo berrinches. Parece que su presencia le ha molestado mucho, su tío cruza miradas con él.

— Me parece un poco desagradable que el prometido llegue tarde — murmura Izan y  Alana deja de hacer berrinches y aprieta sus puños. 

Solo imagina lo que será un año a su lado y se arrepiente de haber firmado.

— Por mí que no llegue, es una lástima que viva justo al lado — se queja su padre y Alana los mira a los dos.

— Podrías callarte, Izan. Más desagradable es tu presencia aquí. No tienes nada que hacer aquí — mira a sus tíos —, ustedes sí, tíos — sonríe para ellos.

Felipe, cruza miradas con su amor y viajando a ese tira y encoje de su pasado como pareja. 

Izan levanta una de sus cejas pobladas y en eso tocan a la puerta, gira su silla de ruedas y espera que entre el tal Jasiek, entrelaza sus dedos y siente una mano que se posa en su hombro.

— Ve a mi hija, lo es todo para mí, ayúdame a evitar este error, hazle la vida imposible a Jasiek — luego, pasó por su lado fingiendo una sonrisa y recibió al Jeque y sus cuatro esposas. 

El último en entrar es Jasiek, y sus manos se posan con ternura en las mejillas de Alana mientras le deja un beso en la coronilla, su sonrisa ilumina la habitación. Pero esa calidez se convierte en un fuego helado cuando los ojos de Jasiek finalmente caen sobre el rebelde de cabellos largos y manos tatuadas, cuyo rostro se inclina con una mueca desafiante.

«Es mia, asi la odie» 

Alana agarra a Jasiek del brazo y este la mira con determinación esperando una explicación de su parte, sin embargo, es Izan quien interviene, su voz ronca y acento extranjero llena la habitación con una intensidad palpable.

—Llegar tarde a esta reunión es una señal de falta de compromiso y consideración hacia Alana y nuestra familia, lo cual es preocupante y decepcionante.

— Tú… ¿Qué haces aquí? —pregunta Jasiek, con una mezcla de incredulidad y desafío en su voz.

— Soy parte de esta familia, ¿no es así, primita linda? —susurra con un tono cargado de desafío, mientras el Jeque y sus esposas murmuran entre sí. 

— Jasiek, vamos a hablar un momento a otro lugar. — le suplica y este aprieta su mano con fuerza, Alana trata de ocultar sus lágrimas. 

Jasiek, mira a su padre y este asiente, pero justo en ese momento, el ambiente se paraliza cuando suena el tono estridente de una llamada telefónica. Con un gesto arrogante de la mano, Izan exige silencio en la sala, captando la atención de todos con su magnífica autoridad.

Es Pavel desde el otro lado de la línea. La sonrisa perversa que se forma en los labios de Izan es digna de contemplar.

— Gracias, Pavel. Entra y ven a buscar a la princesa, porque princesa sin castillo no es princesa —anuncia con una calma calculada que inquieta a todos en la habitación. Alana mira a su padre, quien también está desconcertado—. Jasiek, tu encantadora prometida, se va a vivir conmigo. Si deseas hablar con ella, ven a Inglaterra. Ella te dará la dirección luego.

— ¡Yo no iré a ningún lado contigo!  ¡Padre, madre ¿Qué es esto?! 

— ¿Vivir juntos?, pero Amira… 

Pavel entra y agarra a alana de la cintura y la sube en su hombro, alana grita, muerta de rabia y vergüenza.

— ¡Bájame! ¡Papi, ayúdame! — súplica con sus ojos llenos de lágrimas —,  ¡esto me lo pagarás, Izan Ribeiro. Lo juro! —sus gritos resonaban mientras salían de la casa—. ¡Mi ropa! ¡Mis cosas!

Todos observan sin hacer nada y Sergio niega y se pone al frente de Izan para evitar que empuje su silla. 

Felipe y Samantha no aguantan la risa. 

— Esos vestidos feos y antiguos se quedan aquí. Tengo cosas mejores para ti —ordena malicioso, mientras Jasiek es detenido por su padre con una mano en su pecho cuando intentó avanzar hacia él.

«Ese es mi hijo, mi campeón» piensa Felipe y mira con amor a su esposa.

— Querías que te echara una mano, ¿verdad? Bueno, es mejor acabar con esto pronto. Sé que sabes que nos íbamos del país. Así que, dame tu consentimiento para cuidar de ella a mi manera. Ese parásito, no se quedará de brazos cruzados. 

Sergio mira a Jasiek y luego a Izan.

— Lo tienes. Cuídala —, dice, apartándose, mientras Pavel regresa en ese momento.

— Parece que me he robado a la novia antes de la boda…

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