Mira con lamento y a la vez felicidad la tumba de su madre, Fiorella sonríe un poco al ver aquella hermosa lapida que hicieron para su mamá, sin embargo nunca supo quién lo había hecho.
Cuando pregunto en la oficina nadie le dio razón alguna, y pensó que tendría que pagar algo, pero resulta que todo estaba cancelado. Frunce el ceño al recordar cuando unos días después de su entierro fue a visitar a su madre encontrándose con la sorpresa de que tenía una lápida muy hermosa y un enorme ramo de rosas rojas.
Era extraño, pero nadie apareció para decir nada el día de su funeral y de la nada alguien hizo algo por su madre. Hasta donde sabia, no supo que su madre tuviera algún amigo. Su padre había fallecido cuando ella era muy pequeña por ende no lo recordaba.
Fiorella suspira al mismo tiempo que una brisa fría golpea su rostro, ajusta un poco la chaqueta que lleva puesta para luego inclinarse para dejar unas flores a su madre.
—Te extraño mucho, mamá…
Desde que murió Laura no se tomaba la molestia de acompañarla al cementerio, siempre iba a visitarla ella sola. Le daba pesar que su hermana mayor se comportara de esa manera, era como si no le importase nada más que ella misma. Fiorella sonríe un poco al mirar el nombre de su madre gravado en aquella lapida.
—Ya debo irme, madre.
Solo estaba de paso, habían pasado 4 meses desde que su madre se marchó y ella no lograba encontrar un trabajo fijo. La mayoría que encontraba solo permanecía unas pocas semanas y con lo que recibía no podía hacer mucho.
Laura era muy dura con ella últimamente, y constantemente la presionaba con que buscara un empleo porque se iba a quedar en la calle. Fiorella baja la mirada y luego se da la vuelta para salir del cementerio.
Su preocupación iba en aumento a medida que los meses corrían, y Laura ya había sido muy clara con ella. Al menos tenía la casa de su madre, pensó con lamento.
Regresó a la ciudad agotada y algo desanimada, la verdad es que solo deseaba estar en casa, pero tenía responsabilidades que cumplir… Fiorella camina por la calle buscando algún empleo, pero en sus pensamientos sabía que eso iba a ser imposible.
Esa mañana no había desayunado absolutamente nada, de unos meses para acá su hermana le dijo que separarían los suministros. Y los de ellas se habían agotado el día anterior, Laura era muy celosa y siempre mantenía todo en orden con respecto a sus cosas.
Si tomaba algo, era posible que se diera cuenta y ella no deseaba más problemas con su hermana. De por sí que el ambiente en casa era muy pesado como para agravarlo con una discusión con Laura.
Fiorella se detiene ante un cafetín muy lujoso viendo como detrás del mostrador habían muchos postes y bocadillos que le hizo rugir su estómago. Cierra los ojos y trata de ignorar los increíbles aromas.
—Necesito irme de aquí —musita bajo.
El frío no era misericordioso con ella, Fiorella intenta avanzar creyendo que quizás lo mejor era volver a casa. Se las arreglaría como pudiera.
[…]
Aurelio toma un sorbo de café completamente absorto en el documento que estaba leyendo, pero de un momento a otro el CEO levanta únicamente la mirada y entre el vapor que expedía de la taza y el cristal de la entrada de la cafetería fue que vio un rostro que le pareció bastante familiar.
Frunce el ceño mientras que baja la taza con café para poder mirar aquella castaña detenidamente, afina los ojos e intenta descifrar sus facciones. Concentrado en ella, repara que la joven estaba mirando algo específicamente.
Él busca con la vista lo que ella veía, pero no ve nada más que el mostrador de la cafetería. Luego busco a alguna persona en especial, pero nadie la estaba mirando. Ella estaba absorta en lo que mirada.
Aurelio volvió a sentir aquella sensación extraña por mirar a un extraño, era la misma impresión que vivió en el cementerio. No podía ser ¡Era esa chica!… sus ojos se abren un poco más puesto que habían transcurrido 4 meses desde la última vez que la vio.
Pero entonces, algo ocurre que lo hace baja la mirada. Una persona paso muy cerca de él consiguiendo que derramara un poco de café sobre su traje, Aurelio soltó los papeles y dejo la taza en la mesa al mismo tiempo que se pone en pie para evitar que el café lo quemase.
—Dios mio, como lo siento. Siento mucho lo que paso, déjeme ayudarlo —una mujer mayor empieza a limpiar su saco y es cuando se da cuenta que ya estaba hecho un desastre.
—No, no se preocupe —dice, para luego recordar a la castaña. Levanta la vista de inmediato y no la ve detrás del cristal —. Demonios, otra vez no.
Camina apresuradamente hacia la salida para intentar buscarla, razones no las tenía, sin embargo salió detrás de ella.
—Señor Ferretti, ¿A dónde va? —el sujeto que lo acompañaba se pone en pie al verlo salir apresurado del cafetín.
El castaño se asoma en el exterior mirando hacia ambos lado, pero no dio con ella. Vuelve a fruncir el ceño puesto que no entiende cómo es que ella desaparecía tan rápido. Estaba llegando a pensar si ella era producto de su imaginación o algo así.
—Señor Ferretti, el cliente lo está esperando —su mano derecha aparece detrás de él.
—Sí, ya vuelvo.
Mira fijamente la calle viendo a muchos peatones caminar, pero no a ella. Luego baja mirada y niega, e ingresa de nuevo al cafetín para terminar sus negocios.
[…]
Fiorella sube las largas escaleras que la llevan a su casa, la joven se detiene a mitad de camino puesto que ya estaba muy agotada y más el frio que estaba haciendo su respiración se volvía agitada.
En cuanto llego a su piso, camina hasta la puerta e intenta abrirla, pero los seguros estaban puestos. Fiorella frunce la mirada y empieza a tocar la puerta, al cabo de unos segundos su hermana se asoma por la hendidura de la entrada.
—¿Qué demonios haces aquí, Fiorella? —la castaña nota como su hermana la mira con desprecio.
—¿Qué es lo que te pasa? Esta es mi casa, aquí vivo, ¿lo recuerdas?
—Deberías de estar buscando trabajo.
—Laura abre la puerta, ¿Por qué le has puesto seguro?
—Vuelve más tarde.
Y con aquellas palabras cierra la puerta de un portazo dejando a Fiorella en el corredor, la castaña pestañea varias veces percibiendo que algo no estaba bien. Así que vuelve a tocar la puerta con fuerza consiguiendo que su hermana abriera una vez más con los seguros puestos.
—¿Qué es lo que estas intentando hacer? ¿Por qué no me dejas entrar?
—Ve a buscar un trabajo y no vuelvas hasta que no tengas uno.
—Hace mucho frío y estoy muy cansada.
—Ese es tu jodido problema, no el mio. Así que no me vengas a llorar porque tu sola te has metido en ese paquete. Haz algo útil y ve a buscar un trabajo, este mes toca pagar las facturas que mamá nos dejó.
La puerta fue cerrada con violencia consiguiendo que Fiorella derramara lágrimas de dolor, su hermana era muy cruel con ella. Siempre lo fue con ella y con su madre, cada día les hacía ver que no las quería y eso hizo sufrir mucho a su mamá.
—¿Fiorella? —la joven voltea a ver a una anciana muy amable que siempre la saluda, inmediatamente ella limpia sus mejillas y sonríe un poco.
—¿Cómo esta señora Liz?
—¿Te gustaría tomar un poco de chocolate caliente conmigo? Hace mucho frío y creo que necesitas un poco de calor.
Su invitación amusgo el corazón de la castaña, hacia tanto que nadie le ofrecía nada de manera sincera. Las ganas de volver a llorar eran inevitables.
—Vamos, deja de llorar y entra en la casa. Este corredor está congelado.
Fiorella asiente y camina como una niña detrás de una abuela… al ingresar en la residencia de la señora la castaña se da cuenta que la casa que de la señora Liz era muy acogedora y bastante hogareña.
—Siéntate, el chocolate ya esta listo.
—Muchas gracias, no debería de tomar tanta molestia conmigo.
—Tu madre fue muy buena conmigo cuando mi esposo murió, me apoyo mucho, ¿Por qué yo no haría lo mismo por una de sus hijas?
La joven muestra una expresión de compasión hacia la señora quien aparentaba ser como una abuela tierna. Fiorella la ve sentarse en un sofá pareciendo bastante cansada.
—Laura no se merece tenerte como hermana. Se está portando muy mal contigo, y pronto recibirá su castigo.
—Ella…—Fiorella mira la taza con chocolate y su estómago cruje de nuevo —. Quizás es su manera de pasar el duelo de mamá.
—Eres muy buena para seguir defendiéndola a pesar de que te ha dejado en la calle.
Ella mantiene la vista en su taza, cuando ve que la señora le acerca un plato con unos panecillos. Fiorella pestañea y levanta la mirada.
—Debes comer niña, lo necesitas —ella traga saliva y le acepta el plato, luego al bajar la vista sus ojos se nublan y siente que estaba llegando al límite —. Con llorar no consigues nada, pero entiendo porque lo haces. Fiorella, debes ser muy fuerte de ahora en adelante.
Solo logra asentir ante sus palabras, ella tenía muy claro que debía serlo con o sin su hermana.
—Ahora come algo, el chocolate no debe tomarte frío —ella levanta la mirada para ver a la señora mirarla con expresión maternal.
[…]
Al abrir los ojos al día siguiente, Fiorella escucha a su hermana merodear en el corredor de la casa. La tarde anterior se quedó muchas horas en la residencia de la señora Liz esperando a que su hermana decidiera abrir la puerta.
Sin embargo le seguía pareciendo absurdo que no la dejase entrar en ese momento. Así que esa mañana pretendía confrontarla. Se pone en pie y sale de su cuarto notando que su hermana iba perfectamente arreglada para ir al trabajo.
—Al fin despiertas, no encontraras empleo si no sales a la calle a buscarlo.
—¿Con quién estabas metida ayer aquí en la casa Laura? —la castaña mayor deja de maquillarse para mirar a su hermana atreves del espejo.
—Eso a ti que te importa…
—No puede ser que hayas metido a alguien en esta casa, te has vuelto loca Laura. Esta es la casa de mamá.
—¡Esta es mi casa!
Su hermana se da la vuelta para enfrentarla mirándola de una manera que no le gustaba.
—Yo he mantenido este apartamento por años, mamá solo traía problemas los cuales yo tuve que solucionar porque tú eras una mocosa que no podía trabajar.
—Esta casa es de ambas.
—Bájate de esa nube niña, no me interesa los problemas que tengas. Ya te dije que te has metido tu sola en ellos. Si no consigues empleo hoy, te vas a tener que ir de aquí. Tuve que mantenerte por años, y a mamá también con esa enfermedad de m****a que me quito muchos años de trabajo. No pretendas que haga lo mismo contigo y con…
Fiorella se tensa ante las palabras de su hermana…
—No me interesa Fiorella, no pienso cargar más lastre —Laura toma sus cosas, mira a su hermana de abajo hacia arriba y luego sale de la casa —. Resuelve tu problema tú sola, Fiorella. Ya eres una mujer.
Ella se queda paralizada y a la vez le dolía tanto lo que su hermana había dicho. Sus ojos no podían reprimir todas las lágrimas que estaba ahogándola. Es que ni paz tenía en su propia casa, bueno, al parecer ahora no era su casa.
Fiorella se daba cuenta de que no tenía absolutamente nada.
[…]
Laura cierra la puerta de la casa quedándose de pie en pleno corredor, suspira y siente tanta ira por dentro. Estaba harta de tener que llevar lastres todo el tiempo, ella solo quería vivir su vida.
—Algún lamentaras haberla tratado de esa manera —la voz de la vecina llamo su atención llevándola a mirarla de soslayo.
—No se meta en lo que no le importa señora.
La joven camina apresuradamente dejando a Liz atrás… entre tanto la mujer niega y mira la puerta de la casa de Fiorella.
Aurelio mira fijamente por el gran ventanal de su oficina viendo como la gente transita por la calle, esa tarde llovía un poco y las gotas de agua humedecían el cristal. El CEO suspira puesto que esa mañana se sentía un poco extraño. No dejaba de pensar en esa chica del cementerio y eso no era común en él. Frota el puente de su nariz con un poco de impaciencia, luego vuelve la vista al cristal y desde lo alto logra ver a una persona que llama su atención. El castaño se pone en pie rápidamente para mirar atreves del cristal, ese abrigo morado le parecía bastante familiar. —No puede ser, debe ser una coincidencia. Muchas pueden usar un abrigo de ese modelo. Fija sus ojos bien en esa persona, aquella joven había entrado en la cafetería que quedaba frente a su edificio. Y se estaba demorando mucho en salir, eso lo hizo fruncir la mirada y pensar unos segundos. Decidió no pensar más y salir de su oficina a toda prisa, se encontraba en un cuarto piso, la vista no podía estar fallándole.
—No te preocupes. —¿Seguro que no tendrás problemas con nadie por estar aquí en mi oficina? —Fiorella termina el chocolate, levanta la mirada para ver aquel castaño. —Muchas gracias por el chocolate. El corazón de Aurelio dio un vuelco al verla así toda vulnerable y tan necesitada, que los fuertes latidos de su órgano más importante retumbaba su pecho. —¿Cuántos meses tienes? —Fiorella acaricia su vientre con amor y eso lo nota Aurelio. —Cuatro meses. El CEO mira su vientre con cariño, era muy hermoso verla a ella acariciar su barriga sabiendo que llevaba dentro a un pedacito de persona que crecía poco a poco. La verdad es que se sentía muy conmovido por Fiorella. —Debes de estar muy ansiosa por su llegada. —Lo estoy… —pero también muy asustada pensó, no sabía cómo le iba a hacer para mantener a ese bebé. —¿Y su padre? ¿Está feliz? Fiorella entre cierra un poco los ojos al escuchar aquella pregunta, no deseaba recordar al padre de su bebé, era en lo que menos deseaba pensar.
Laura mira el vientre de su hermana y siente mucho odio en su interior, con todas las necesidades que tenían y Fiorella había decidido tener a ese mocoso para agraviar más su situación. —No te basta con todas las deudas que nuestra madre nos dejó, para que vengas a ponerte a tener un bebé que evidentemente no puedes mantener. —Laura, estas siendo muy cruel conmigo. ¿Porque eres así? ¿Qué te he hecho? —le dice entre lágrimas. —Darme problemas, siempre me has estado dando problemas y ya no pretendo continuar resolviéndolos. Ya estas grande, así que o regalas a ese niño al nacer o te largas de aquí Fiorella. —También es mi casa, Laura—añade limpiando sus mejillas —. No puedes echarme de esta manera y menos esperando un bebé. La castaña mayor se le queda mirando a su hermana fijamente, no estaba dispuesta a seguir soportando a Fiorella con su estúpido embarazo. Y menos pretendía ayudarla cuando ese mocoso llegara al mundo. —No me interesa que seas dueña, yo no pretendo ayudarte con e
El CEO mira fijamente a Fiorella, ella ni siquiera lo miraba. —Fiorella, yo no te estoy ayudando por lo que estás pensando —ella frunce un poco el ceño —. No estoy aquí porque quiera hacerme con tu bebé, la verdad es que no entiendo porque dices una cosa tan descabellada como esa; y otra cosa, ¿de dónde sacas que tengo esposa? —Fiorella ensancha la mirada y decide mirarlo al fin. Ella percibe que Aurelio había ingresado por completo en la habitación y no dejaba de mirarla. —Pero… —Yo no estoy casado. —Escucha—el CEO levanta ambas manos en gesto de paz —. Esta tarde necesitas descansar y estar tranquila por el bien de tu bebé, por esa razón no hay problema con que te quedes en esta clínica y seas atendida adecuadamente. Solo quiero que sepas que no estoy aquí con malas intenciones. —No entiendo porque está haciendo esto, es que ni siquiera me conoce como para prestar este tipo de ayuda a una desconocida embarazada. Siempre hay algo que l
Mattias le sonríe a la secretaria de Aurelio justo cuando se detiene ante ella para que anunciará su llegada, Aurelio lo había mandado a llamar y él ya se imagina las razones. —Señor Ferretti, el señor Mattias ha llegado —la secretaria lo anuncia. —Hazlo pasar. En cuestión de nada Mattias ya estaba en su oficina mostrando una sonrisa impertinente. —¿A que debo tu llamada? —He oído que quieres comprar la parte de mi otro socio. —Estas muy bien informado. —Es mi compañía, lo sé todo Mattias. —Digamos que si estoy interesado en comprar, la verdad es que no me interesa vender mi parte así como mi padre lo llego a pensar en algún momento. Aurelio se cruza de brazos ante su respuesta. —¿Cuánto quieres por ceder tu porcentaje? ¡Lo pagaré! —Mattias sonríe al mismo tiempo que niega. —No venderé, Aurelio —ambos se miran fijamente. —Te daré un tiempo para pensarlo, cuando lo hayas pensado bien búscame. La arrogancia y confianza de Aurelio cabreaba a Mattias. Él sabía que ese sujeto t
Fiorella camina hasta la sala observando que Aurelio no estaba por ningún lado, echa un vistazo en la cocina y es cuando repara en una bolsa marrón y al lado de esta yacía una nota. Ella se acerca al mesón para tomar la nota, era de Aurelio.“Lamento haberte dejado sola en casa, pero de verdad tuve que ir a la oficina. No te preocupes, regresare cuanto antes. Descansa y come un poco”—Pero que pasa con este hombre, ¿tiene por costumbre dejar sola a las personas extrañas?Frunce el ceño al mirar la bolsa, la curiosidad la lleva a abrirla y fue entonces que el aroma de la misma revuelve su estómago que la empuja a correr de vuelta al baño.[…]Firma con un poco de prisa los documentos que su secretaria dejo sobre su escritorio para poder regresar a casa, aunque sospechaba que Fiorella no se iría, pero con ella nunca se sabía. Aurelio no quería arriesgare a que se le perdiera una vez más esa mujer.Culmina por firmar los papeles, deja todo en orden para ponerse en pie, pero justo en ese
El resplandor del sol se filtra por la ventana y aquellos reflejos fulminaron el rostro de Fiorella logrando que girara su cuerpo hacia el otro lado. Sin embargo la castaña ya se encontraba despierta desde hace mucho tiempo.No dejaba de pensar en lo que debía hacer para sobrevivir con su bebé. Ahora no contaba con un techo donde refugiarse, y aunque buscase de nuevo a su hermana estaba segura de que Laura la volvería a rechazarAbraza la almohada como intentando aferrarse a ella, se sentía muy preocupada por la situación en la que estaba pasando. Sin hogar, sin trabajo, sin dinero y con un bebé en camino no la tenía nada fácil.Mira la salida de la habitación con estremecimiento en su interior, sabía que luego que saliera de esa recámara ya no habría vuelta atrás. Cierra los ojos y respira profundamente hasta que consigue ánimos para levantarse de la cama.Antes de encaminarse al cuarto del baño, Fiorella escucha que Aurelio toca la puerta lo que la lleva a sobresaltarse. Pone una ma
En cuanto acostó a Fiorella en la cama noto su extrema palidez, toca su frente sintiendo que estaba a temperatura normal, pero justo en ese momento la joven castaña comienza a despertar percibiendo que él la estaba tocando.Inmediatamente aleja la mano de su frente para quedársele mirando.—¿Te sientes mal? ¿Quieres que te traiga un poco de agua?—Sí creo que me siento bien —dice sentándose en la cama, Aurelio hace lo propio y ambos se quedan en silencio.—Me has asustado —decide decir algo, pero sin mirarla.—No puedo ser tu esposa, Aurelio—en ese instante él voltea para verla —. No me puedo casar con alguien que no conozco y tú tampoco puedes someterte a esto.Aurelio resopla, escarba en su cerebro buscando una manera de convencerla de que lo mejor para su bebé y para ella era que lo hicieran. A menos que…—Hagamos algo, sé que no tienes a donde ir y tampoco tienes como defenderte, tu estado de embarazo va corriendo y pronto no podrás encontrar un empleo en el que puedas estar de ma