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Capítulo 2. Extraña propuesta de matrimonio.

Al día siguiente, Ethan decidió ir a la fundación para dar sus charlas motivacionales. Los jóvenes lo esperaban con alegría, ansiosos por escuchar sus palabras inspiradoras. Después de un rato, al terminar su discurso, hizo contacto visual con Isabella y ambos se miraron con cariño, compartiendo un momento que parecía suspendido en el tiempo.

Una vez que despidió a los jóvenes, Isabella se acercó a Ethan con una sonrisa, pero él notó de inmediato que había algo diferente en ella.

—Hola, Isa —dijo Ethan, con una voz suave. — ¿Cómo estás?

Isabella bajó la mirada, sintiendo una presión en el abdomen.

—Hola, Ethan. Estoy... No tan bien, la verdad. Acabo de romper con mi novio.

Ethan sintió un ligero destello de esperanza en su corazón al escucharla.

—Lo siento mucho, Isa. Debe ser difícil para ti. Si necesitas hablar, estoy aquí para escucharte.

Isabella levantó la vista, sorprendida por su amabilidad.

—Gracias, Ethan. A veces solo necesito tiempo para asimilarlo todo.

—Entiendo. Pero recuerda que no estás sola. Siempre puedes contar conmigo —dijo Ethan, sonriendo con ternura.

En ese momento, Isabella sintió que, a pesar de su tristeza, había algo especial en la conexión que compartían y una pequeña chispa de esperanza comenzó a encenderse en su corazón.

Isabella, con una sonrisa traviesa, decidió aprovechar la oportunidad para cambiar de tema y le preguntó a Ethan:

—Oye, Ethan, ¿es cierto lo que dicen por ahí en el pueblo sobre que heredaste la fortuna del dueño de la fábrica?

Ethan se sorprendió y levantó las cejas.

—¿En serio? ¡Los chismes vuelan! Pueblo chico, infierno grande, como dicen. Sí, es cierto.

Isabella lo miró con curiosidad.

—¿Y qué hay de esa fortuna? ¿Es tan grande como dicen?

Ethan soltó una ligera carcajada.

—La verdad es que necesito casarme para cobrar el 50 % de la herencia. Así que, si conoces a alguien que quiera casarse conmigo, ¡estoy abierto a ofertas!

Isabella se rió disfrutando de su humor.

—¿Y qué pasa si no logras casarte? ¿Adiós herencia? —preguntó Isabella, curiosa.

Ethan hizo una mueca exagerada, como si estuviera pensando en lo peor, dijo:

—Exacto. Tendré que poner un anuncio en el periódico: «Se busca esposa, preferiblemente con buen corazón y sentido del humor. No se aceptan excusas por la discapacidad del novio».

Isabella se rió a carcajadas.

—¡Ese sería un gran anuncio! Pero, en serio, Ethan, estoy segura de que encontrarás a alguien que vea más allá de eso.

—Gracias, Isa. Pero, si no lo logro, siempre puedo abrir una fábrica de chismes. ¡Eso seguro en este pueblo me haría rico!

Ambos se rieron juntos, disfrutando de la ligereza del momento, mientras la conexión entre ellos se hacía más fuerte.

De pronto, Ethan, con una chispa de locura en los ojos, decidió aprovechar el momento.

—Oye, Isa —dijo Ethan con una sonrisa traviesa. —¿Qué te parecería si, en lugar de buscar a alguien más, te conviertes en mi esposa?

Isabella se quedó boquiabierta y sus ojos se abrieron de sopetón.

—¿Qué? ¿Estás bromeando? ¡Eso es una locura!

Ethan se encogió de hombros, tratando de mantener la seriedad.

—No, en serio. Piensa en ello. Tú y yo casados. Así podría cobrar la herencia y, además, tendríamos una buena razón para pasar más tiempo juntos.

Isabella comenzó a reírse, aunque en su mirada había un destello de curiosidad.

—¿Y qué pasaría si no me gustas como esposo? ¿Tendría que quedarme atrapada en un matrimonio con un chico que no sabe cocinar?

Ethan hizo una mueca graciosa, como si estuviera herido.

—¡Hey! Puedo aprender a cocinar. Solo necesito un buen libro de recetas y un poco de práctica. Además, siempre podríamos pedir comida a domicilio.

Isabella no pudo contener la risa.

—Eso suena tentador, pero no sé si eso es suficiente para convencerme de ser tu esposa.

Ethan se acercó un poco más, con una mirada juguetona.

—¿Y si te prometo que siempre habrá risas y chistes malos en nuestra casa? ¿Y que nunca te faltará compañía para ver películas?

Isabella se quedó pensativa, disfrutando de la idea.

—Hum, eso suena un poco mejor. Pero, ¿qué dirían los demás en el pueblo? ¡Seríamos la comidilla!

Ethan se encogió de hombros de nuevo.

—¡Perfecto! Siempre he querido ser famoso. ¿Quién necesita la herencia cuando puedes ser el centro de atención?

Ambos estallaron en carcajadas, y, aunque era una idea descabellada, su conexión se sentía más fuerte que nunca.

Ethan miró a Isabella con sinceridad, intentando transmitirle su deseo de que considerara su propuesta.

—Isabella, sé que esto puede parecer apresurado, pero realmente creo que podríamos hacerlo. Sería por poco tiempo, mientras cobro la herencia. Piensa en las personas a las que podríamos ayudar con todo ese dinero —dijo con voz suave.

Isabella suspiró, sintiéndose atrapada entre sus emociones.

—Ethan, apenas ayer terminé con mi novio. No sé si estoy lista para dar un paso tan grande. Suena... extraño —respondió, dudando de la seriedad de su propuesta.

—Entiendo, pero se trata solo de la herencia. Quiero que sepas que me importas de verdad como amiga. Solo te pido que lo pienses —insistió Ethan, buscando en sus ojos una chispa de esperanza.

—Está bien, lo consideraré, pero necesito tiempo para procesarlo. No quiero apresurarme y cometer un error —concedió Isabella, sintiendo que, aunque la idea era arriesgada, había algo en Ethan que la intrigaba.

Ante la extraña propuesta de matrimonio de Ethan, Isabella y él estallaron en carcajadas, disfrutando del buen sentido del humor que él siempre mostraba, incluso burlándose de su propia discapacidad. En un momento, sus miradas se encontraron y la suave brisa del jardín los envolvió, mientras la hermosa luz del atardecer parecía estar a favor de esa insólita unión. Ethan, con dulzura, no podía apartar la vista de Isabella, sintiendo una conexión que iba más allá de la amistad. Sin embargo, a pesar de su simpatía y su capacidad para hacer reír a los demás, Ethan cargaba con inseguridades profundas debidas a su condición. La risa compartida en ese instante mágico ocultaba un trasfondo de vulnerabilidad, el deseo de ser visto y amado por quien realmente era, más allá de sus limitaciones físicas. La atmósfera estaba impregnada de una complicidad que prometía algo más, un atisbo de lo que podría ser un futuro juntos, lleno de risas y desafíos, pero también de un amor que podría florecer en medio de la adversidad.

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