Al día siguiente, Ethan decidió ir a la fundación para dar sus charlas motivacionales. Los jóvenes lo esperaban con alegría, ansiosos por escuchar sus palabras inspiradoras. Después de un rato, al terminar su discurso, hizo contacto visual con Isabella y ambos se miraron con cariño, compartiendo un momento que parecía suspendido en el tiempo.
Una vez que despidió a los jóvenes, Isabella se acercó a Ethan con una sonrisa, pero él notó de inmediato que había algo diferente en ella.
—Hola, Isa —dijo Ethan, con una voz suave. — ¿Cómo estás?
Isabella bajó la mirada, sintiendo una presión en el abdomen.
—Hola, Ethan. Estoy... No tan bien, la verdad. Acabo de romper con mi novio.
Ethan sintió un ligero destello de esperanza en su corazón al escucharla.
—Lo siento mucho, Isa. Debe ser difícil para ti. Si necesitas hablar, estoy aquí para escucharte.
Isabella levantó la vista, sorprendida por su amabilidad.
—Gracias, Ethan. A veces solo necesito tiempo para asimilarlo todo.
—Entiendo. Pero recuerda que no estás sola. Siempre puedes contar conmigo —dijo Ethan, sonriendo con ternura.
En ese momento, Isabella sintió que, a pesar de su tristeza, había algo especial en la conexión que compartían y una pequeña chispa de esperanza comenzó a encenderse en su corazón.
Isabella, con una sonrisa traviesa, decidió aprovechar la oportunidad para cambiar de tema y le preguntó a Ethan:
—Oye, Ethan, ¿es cierto lo que dicen por ahí en el pueblo sobre que heredaste la fortuna del dueño de la fábrica?
Ethan se sorprendió y levantó las cejas.
—¿En serio? ¡Los chismes vuelan! Pueblo chico, infierno grande, como dicen. Sí, es cierto.
Isabella lo miró con curiosidad.
—¿Y qué hay de esa fortuna? ¿Es tan grande como dicen?
Ethan soltó una ligera carcajada.
—La verdad es que necesito casarme para cobrar el 50 % de la herencia. Así que, si conoces a alguien que quiera casarse conmigo, ¡estoy abierto a ofertas!
Isabella se rió disfrutando de su humor.
—¿Y qué pasa si no logras casarte? ¿Adiós herencia? —preguntó Isabella, curiosa.
Ethan hizo una mueca exagerada, como si estuviera pensando en lo peor, dijo:
—Exacto. Tendré que poner un anuncio en el periódico: «Se busca esposa, preferiblemente con buen corazón y sentido del humor. No se aceptan excusas por la discapacidad del novio».
Isabella se rió a carcajadas.
—¡Ese sería un gran anuncio! Pero, en serio, Ethan, estoy segura de que encontrarás a alguien que vea más allá de eso.
—Gracias, Isa. Pero, si no lo logro, siempre puedo abrir una fábrica de chismes. ¡Eso seguro en este pueblo me haría rico!
Ambos se rieron juntos, disfrutando de la ligereza del momento, mientras la conexión entre ellos se hacía más fuerte.
De pronto, Ethan, con una chispa de locura en los ojos, decidió aprovechar el momento.
—Oye, Isa —dijo Ethan con una sonrisa traviesa. —¿Qué te parecería si, en lugar de buscar a alguien más, te conviertes en mi esposa?
Isabella se quedó boquiabierta y sus ojos se abrieron de sopetón.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? ¡Eso es una locura!
Ethan se encogió de hombros, tratando de mantener la seriedad.
—No, en serio. Piensa en ello. Tú y yo casados. Así podría cobrar la herencia y, además, tendríamos una buena razón para pasar más tiempo juntos.
Isabella comenzó a reírse, aunque en su mirada había un destello de curiosidad.
—¿Y qué pasaría si no me gustas como esposo? ¿Tendría que quedarme atrapada en un matrimonio con un chico que no sabe cocinar?
Ethan hizo una mueca graciosa, como si estuviera herido.
—¡Hey! Puedo aprender a cocinar. Solo necesito un buen libro de recetas y un poco de práctica. Además, siempre podríamos pedir comida a domicilio.
Isabella no pudo contener la risa.
—Eso suena tentador, pero no sé si eso es suficiente para convencerme de ser tu esposa.
Ethan se acercó un poco más, con una mirada juguetona.
—¿Y si te prometo que siempre habrá risas y chistes malos en nuestra casa? ¿Y que nunca te faltará compañía para ver películas?
Isabella se quedó pensativa, disfrutando de la idea.
—Hum, eso suena un poco mejor. Pero, ¿qué dirían los demás en el pueblo? ¡Seríamos la comidilla!
Ethan se encogió de hombros de nuevo.
—¡Perfecto! Siempre he querido ser famoso. ¿Quién necesita la herencia cuando puedes ser el centro de atención?
Ambos estallaron en carcajadas, y, aunque era una idea descabellada, su conexión se sentía más fuerte que nunca.
Ethan miró a Isabella con sinceridad, intentando transmitirle su deseo de que considerara su propuesta.
—Isabella, sé que esto puede parecer apresurado, pero realmente creo que podríamos hacerlo. Sería por poco tiempo, mientras cobro la herencia. Piensa en las personas a las que podríamos ayudar con todo ese dinero —dijo con voz suave.
Isabella suspiró, sintiéndose atrapada entre sus emociones.
—Ethan, apenas ayer terminé con mi novio. No sé si estoy lista para dar un paso tan grande. Suena... extraño —respondió, dudando de la seriedad de su propuesta.
—Entiendo, pero se trata solo de la herencia. Quiero que sepas que me importas de verdad como amiga. Solo te pido que lo pienses —insistió Ethan, buscando en sus ojos una chispa de esperanza.
—Está bien, lo consideraré, pero necesito tiempo para procesarlo. No quiero apresurarme y cometer un error —concedió Isabella, sintiendo que, aunque la idea era arriesgada, había algo en Ethan que la intrigaba.
Ante la extraña propuesta de matrimonio de Ethan, Isabella y él estallaron en carcajadas, disfrutando del buen sentido del humor que él siempre mostraba, incluso burlándose de su propia discapacidad. En un momento, sus miradas se encontraron y la suave brisa del jardín los envolvió, mientras la hermosa luz del atardecer parecía estar a favor de esa insólita unión. Ethan, con dulzura, no podía apartar la vista de Isabella, sintiendo una conexión que iba más allá de la amistad. Sin embargo, a pesar de su simpatía y su capacidad para hacer reír a los demás, Ethan cargaba con inseguridades profundas debidas a su condición. La risa compartida en ese instante mágico ocultaba un trasfondo de vulnerabilidad, el deseo de ser visto y amado por quien realmente era, más allá de sus limitaciones físicas. La atmósfera estaba impregnada de una complicidad que prometía algo más, un atisbo de lo que podría ser un futuro juntos, lleno de risas y desafíos, pero también de un amor que podría florecer en medio de la adversidad.
Una semana después, Isabella aceptó la propuesta de casarse con Ethan, a pesar de sus dudas iniciales. Aunque entre ellos no había nada romántico, compartían una bonita amistad que, con el carisma y el buen humor de Ethan, logró convencer a la hermosa joven de convertirse en su esposa. El matrimonio se formalizará mediante un contrato para que Ethan pueda cobrar la herencia que le dejó el magnate Dominique Walton. La ceremonia se celebrará en la más estricta clandestinidad, con solo algunos familiares y amigos cercanos presentes, para evitar que se arme un escándalo en el pueblo. El enlace fue discreto y práctico, sin brillo ni ruido, marcado por la decisión de ambos de no armar escándalo.El juez Copper, con una mirada seria pero amable, se dirigió a los novios en la elegante, pero austera sala de la mansión.—Isabella Thompson, Ethan Thomas, están aquí para formalizar su unión. Antes de proceder, debo hacerles algunas preguntas de rigor.Isabella, nerviosa, apretó la mano de Ethan.
Días después...Llega de visita Chris Davis, el abogado, algo nervioso y visiblemente preocupado. De inmediato, saluda a Ethan:—¡Ethan! Es un placer volver a verte. La mansión está impresionante, como siempre.—Gracias, Chris. Siempre es un gusto tenerte aquí. Isa está arriba terminando algunos detalles para nuestra reunión. ¿Te gustaría algo de beber mientras esperas?—Un vaso de agua estaría perfecto, gracias. (Mira a su alrededor) La decoración de la casa ha cambiado un poco desde la última vez que estuve aquí. Me gusta mucho el nuevo estilo.—Sí, decidimos darle un toque más moderno. Isa tiene un gran ojo para el diseño. Estoy seguro de que te encantará también lo que ha hecho en el jardín.Ethan y Chris entran en el ascensor. El ambiente es tranquilo, pero Chris parece pensativo. Al ver la expresión de Chris, Ethan le pregunta rápidamente:—Oye, parece que tienes algo en mente. ¿Todo bien?—Sí, solo un par de cosas que me preocupan. Pero lo hablaré en la reunión.—Entiendo. Espe
Al día siguiente...Ethan, con el corazón latiendo con fuerza, sintió cómo la indignación se apoderaba de él al escuchar las palabras despectivas de Jonás. Desde su silla de ruedas, observó cómo los empleados, visiblemente intimidados, bajaban la mirada ante las humillaciones del hombre que se creía superior. No podía permitir que esa situación continuara.Con voz firme, aunque temblorosa, Ethan se dirigió a Jonás:—¡Basta, Jonás! No tienes derecho a tratar a nadie de esa manera. Tu actitud es repugnante y no refleja el verdadero espíritu de esta empresa. No importa lo que pienses sobre mí, yo soy el que tiene la visión para llevar esto hacia adelante, no tú.Jonás se giró, sorprendido por la interrupción, y soltó una risa burlona.—¿Y qué vas a hacer, Ethan? ¿Amenazarme desde tu silla de ruedas? No eres más que un inválido que no puede ni defenderse. La fortuna de mi tío no te da poder aquí.Peter, preocupado, se acercó a Ethan y le susurró:—Tranquilo, no vale la pena. No dejes que
Al llegar a casa, Ethan encontró a Isabella mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Accionó el mando de su silla con un suave movimiento y se dirigió hacia ella. Cuando sus miradas se cruzaron, Isabella le ofreció una suave sonrisa que Ethan recibió con serenidad.—Isa —comenzó Ethan, con la voz cargada de emociones. —Hoy, en la fábrica, Jonás… fue horrible. Me humilló delante de todos. Pero lo que más me dolió fue cómo trató a los trabajadores mayores. Son personas que aún necesitan ese trabajo y él se aprovecha de ellos solo porque son mano de obra barata.Isa frunció el ceño, su expresión cambiando a una de preocupación.—Eso es inaceptable, Ethan. Nadie debería ser tratado así, especialmente aquellos que han dedicado su vida al trabajo. ¿Qué piensas hacer al respecto?Ethan suspiró, sintiendo la frustración burbujear dentro de él.—No estoy seguro. Quiero hacer algo, pero no sé si tengo poder para cambiarlo. Siento que estoy atrapado en un sistema que no respeta a las
Días después, en medio de la confusión de tantos acontecimientos, Ethan e Isabella se sentaron en el sofá, dejando que la luz del atardecer se filtrase a través de las cortinas. Con determinación y valentía, decidieron que no podían dejar el legado de Walton en manos de Jonás. Habían reflexionado sobre su futuro y, tras consultar con la almohada, tomaron una decisión audaz: Isabella sería la madre subrogada.—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Isa? —preguntó Ethan, preocupado. —Es un gran paso, y debemos estar preparados para lo que venga.Isabella lo miró a los ojos con firmeza. —Sí, Ethan. He hecho las pruebas y estoy lista. Quiero que tengamos un hijo y esto es lo que debemos hacer para asegurarnos de que el legado de Walton no se pierda. Además, es nuestro secreto, solo entre nosotros por ahora.Ethan asintió, con una mezcla de emoción y nerviosismo.—Entonces, hagámoslo. Estoy contigo en esto, siempre. No importa lo que pase, seremos padres y lucharemos por nuestro futuro.
Semanas después, Isabella se encontraba sentada junto a Ethan en una banqueta, justo enfrente de la clínica de fertilidad donde habían recibido la noticia que tanto anhelaban: el procedimiento había sido un éxito y ella estaba embarazada de apenas unas semanas. La emoción de la noticia era abrumadora, pero también lo era la ansiedad que sentían al pensar en cómo comunicárselo a sus madres. Aunque estaban casados, su relación era un acuerdo contractual, una fachada que complicaba cualquier conversación sobre el embarazo.Isabella miró a Ethan; su rostro reflejaba una mezcla de alegría y preocupación.—¿Cómo se lo vamos a decir a nuestras madres? No sé cómo van a reaccionar al enterarse de que estoy embarazada y menos aún de que fue a través de un procedimiento in vitro.Ethan suspiró, rascándose la cabeza con nerviosismo.—Lo sé, es complicado. Pero no podemos seguir ocultándolo. Ellas merecen saber la verdad, aunque sea difícil de explicar. Tal vez podríamos decirles que hemos decidid
El pueblo estaba en ebullición. La noticia del embarazo de Isabella había corrido como la pólvora y cada rincón estaba lleno de murmullos y especulaciones. Algunos se preguntaban cómo era posible que un joven en silla de ruedas pudiera embarazar a su mujer, mientras otros celebraban la llegada de un nuevo integrante a la comunidad. En medio de todo este revuelo, Isabella se encontraba en la mansión, recibiendo a su mejor amiga, Lucy, quien había llegado con una mezcla de emoción y curiosidad.—¡Isabella! No puedo creer que estés embarazada. ¡Es increíble! —exclamó Lucy, con los ojos brillantes de entusiasmo. — ¿Cómo sucedió? Tienes que contarme todo, cada detalle.Isabella, abrumada por la situación, sonrió nerviosamente.—Bueno, ya sabes cómo son las cosas. A veces la vida te sorprende —respondió, tratando de desviar la conversación.Lucy frunció el ceño, notando la evasión de su amiga.—Vamos, no seas así. Eres mi mejor amiga y quiero saber cómo pasó. ¿Fue un milagro? ¿Algo planeado
Al día siguiente...Justo cuando Ethan e Isabella estaban en la notaría del pueblo organizando los documentos para la sucesión, el ambiente se volvió inflexible en la mansión. De repente, la puerta se abrió y un hombre de mediana edad, con una sonrisa amplia y un aire despreocupado, entró en la sala. Era Mateo, el hermano de Lisa, al que no había visto en años. Su presencia era como un rayo de sol inesperado, pero para Lisa, esa luz venía acompañada de nubes de incertidumbre.—¡Lisa, mira quién ha venido a hacerte una visita! —exclamó Mateo con un tono jovial que contrastaba con la seriedad del momento. —He escuchado que tu hijo se ha hecho millonario. ¿Y qué mejor que disfrutar de esa fortuna en familia? ¡He dejado California y aquí estoy!Lisa lo miró con aprensión, cruzando los brazos.—Mateo, ¿realmente crees que es apropiado aparecer así de la nada? No me dijiste que venías. ¿Y ahora piensas quedarte aquí sin avisar?Mateo soltó una risa contagiosa, como si la preocupación de su