Capítulo 1. La herencia.

Tiempo después...

En ese momento, Ethan se reúne con su abogado, Chris Davis, para formalizar la posesión de su herencia. Al principio, Ethan dudaba en aceptar la fortuna que le había dejado Dominique Walton, pues se sentía abrumado por la responsabilidad que conllevaba. Sin embargo, Chris, quien no solo se había convertido en su abogado, sino también en su mejor amigo, lo animó a aceptar la herencia. Le explicó que había mantenido una conversación profunda y sincera con Dominique antes de su fallecimiento, en la que le expresó su deseo de que Ethan heredara su fortuna. Dominique estaba convencido de que Ethan podría darle un uso más noble y generoso a su legado que su sobrino Jonás, un hombre ambicioso y prepotente que despreciaba a todos, especialmente a los empleados de la fábrica Walton. Con estas palabras de aliento y la confianza que Chris depositaba en él, Ethan comenzó a ver la herencia no solo como una carga, sino como una oportunidad para hacer el bien y marcar la diferencia en su entorno.

En la mansión Walton, que ahora se convertiría en la mansión Thomas, Chris y Ethan subieron al piso de arriba en un elegante ascensor que reflejaba la grandeza de la propiedad. Al entrar en el despacho, Chris se volvió hacia Ethan con una expresión seria.

—Ethan, hay algo importante que necesitamos discutir —dijo Chris, tomando aire antes de continuar. —Para poder cobrar el resto de la herencia, hay un requisito: debes casarte.

Ethan se quedó paralizado por un momento, con los ojos abiertos de sorpresa y luego nublados de preocupación.

—¿Casarme? —preguntó Ethan, con la voz temblorosa. — ¿Dónde se supone que voy a encontrar a una esposa que quiera casarse conmigo, siendo un hombre con discapacidad?

Chris sintió una punzada de pena por su amigo. Se acercó a Ethan y le puso una mano en el hombro.

—Ethan, no te subestimes. Hay personas que valoran más la personalidad que la apariencia física o la situación. Lo que realmente importa es tu corazón, tu carácter y la vida que puedes ofrecer.

Ethan bajó la mirada, sintiéndose abatido.

—Pero, Chris, ¿quién querría estar conmigo? No tengo nada más que ofrecer.

Chris lo miró con firmeza.

—Tienes mucho que ofrecer, Ethan. Eres una persona generosa, amable y con un gran potencial para hacer el bien. No te dejes llevar por tus inseguridades. La persona adecuada verá en ti lo que realmente eres.

Ethan suspiró, reconfortado por las palabras de su amigo, pero aún dudando.

—No sé, Chris. Esto parece una tarea imposible.

—No lo es —respondió Chris con una sonrisa alentadora. —Empezarás a ver las posibilidades si te abres a ellas. Y recuerda, estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.

Ethan asintió lentamente, sintiendo una chispa de esperanza en medio de su incertidumbre. Chris miró a Ethan con seriedad, sabiendo que el tiempo era limitado.

—Ethan, realmente tienes que pensar en esto. La herencia está valorada en miles de millones de dólares y es una oportunidad que no puedes dejar pasar. Necesitas encontrar a esa esposa.

Ethan se cruzó de brazos y su expresión reflejaba pesimismo.

—Chris, ¿de verdad crees que eso es tan fácil? No puedo simplemente salir y encontrar a alguien que quiera casarse conmigo por dinero. Además, yo no pedí ser rico.

Chris frunció el ceño e intentó hacerle ver la importancia de la situación.

—Lo sé, pero esto no se trata solo de dinero. Se trata de lo que puedes hacer con esa riqueza. Puedes marcar la diferencia en la vida de muchas personas.

Ethan suspiró, sintiéndose abrumado.

—Quizá, pero el destino me ha llevado por este camino sin razón alguna. Tal vez debería conformarme con lo que tengo y no complicar más las cosas.

Chris se acercó un poco más, mirándolo a los ojos.

—No te conformes, Ethan. La vida te ha dado una oportunidad única. No la dejes pasar solo porque te sientes inseguro. La persona adecuada podría estar esperándote, y tú podrías hacer mucho bien con esa herencia.

Ethan se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Chris, pero aún sintiéndose atrapado entre su realidad y sus miedos.

—No sé, Chris. A veces siento que el destino tiene otros planes para mí y no estoy seguro de que sean tan grandiosos.

Chris sonrió con confianza.

—A veces, el destino se presenta de maneras inesperadas. Solo tienes que estar dispuesto a buscarlo. Recuerda, estoy aquí para ayudarte.

Ethan asintió lentamente, aunque la duda aún nublaba su mente.

*****

Fundación Un Rayo de Esperanza.

Isabella se sentó en una esquina de la sala de descanso de la fundación con la mirada perdida en el suelo. Lucy, su mejor amiga y compañera de trabajo, se acercó con una taza de té humeante.

—Hola, Isa, ¿quieres hablar de lo que pasó? —preguntó Lucy, sentándose a su lado.

Isabella suspiró, limpiándose una lágrima que se le había escapado.

—No sé, Lucy. Me siento tan mal. Todo fue tan repentino... Solo quería que las cosas fueran más lentas, pero él… él se enfadó mucho.

—Es comprensible que te sientas así. No tienes que apresurarte a hacer algo que no estás lista para hacer —respondió Lucy con suavidad. —Tu virginidad es algo valioso y personal. No deberías sentirte presionada.

Isabella asintió, pero la tristeza seguía en su rostro.

—Lo sé, pero me duele que haya decidido dejarme por eso. Pensé que le importaba más que eso.

Lucy tomó la mano de Isabella y se la apretujó con cariño.

—A veces, las personas no entienden que el amor no se trata solo de lo físico. Si él no ve que eres valiosa más allá de eso, entonces no merece tu tiempo ni tu amor.

—Es difícil, Lucy. Me siento tan sola ahora —Isabella miró por la ventana, donde el sol comenzaba a ponerse. —Pensé que él era el adecuado.

—Quizá no era el adecuado, Isa. A veces, las cosas no salen como esperamos, pero eso no significa que no haya alguien mejor esperándote. Alguien que te valore por quien eres, no solo por lo que puede obtener de ti.

Isabella sonrió débilmente, sintiendo un poco de consuelo en las palabras de su amiga.

—Gracias, Lucy. Aprecio que estés aquí para mí. Solo necesito tiempo para sanar.

—Y eso está bien. Tómate todo el tiempo que necesites. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino. Recuerda que siempre hay una esperanza, incluso en los momentos más oscuros.

Isabella miró a Lucy, sintiendo una chispa de gratitud y esperanza en medio de su tristeza.

—Tienes razón. Quizás este sea solo un capítulo difícil, y hay más por venir.

Lucy sonrió con picardía y dijo:

—Sabes, Isa, he notado algo interesante. Ethan ha estado viniendo a la fundación más a menudo últimamente. Creo que está enamorado de ti.

Isabella levantó la vista, sorprendida.

—¿Ethan? No, no puede ser. Solo es un amigo.

—Amiga, he visto cómo te mira cuando hablas. Hay algo en su mirada. Además, siempre busca la excusa perfecta para venir a dar sus charlas —Lucy se inclinó hacia ella con una sonrisa traviesa. —¡Quizá deberías darle una oportunidad!

Isabella se sonrojó, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—No sé, Lucy. No estoy lista para eso ahora.

—Lo sé, pero no está de más tener a alguien que te admire. A veces, el amor llega cuando menos lo esperas. ¡Y Ethan parece ser un buen chico! A pesar de que es discapacitado.

Isabella sonrió levemente, sintiendo un pequeño destello de esperanza.

—Quizás… solo quizás.

En la fundación, Ethan daba charlas inspiradoras a jóvenes con discapacidad, ayudándolos a encontrar la motivación para avanzar en sus vidas. Su carisma y empatía resonaban en cada palabra, y los jóvenes lo escuchaban con atención, sintiéndose comprendidos y apoyados. Por otro lado, Isabella se encargaba de los asuntos administrativos de la fundación, organizando actividades y asegurándose de que todo funcionara sin problemas. A pesar de la discapacidad de Ethan, había una conexión especial entre ellos que iba más allá de lo físico. Isabella admiraba su dedicación y la forma en que iluminaba la sala con su presencia. Cada vez que Ethan daba una charla, ella no podía evitar sentirse atraída por su pasión y su deseo genuino de ayudar a los demás. La química entre ellos era palpable; sus miradas se cruzaban con frecuencia, y en esos breves momentos, el mundo a su alrededor parecía desvanecerse. Aunque Isabella aún lidiaba con sus propias inseguridades y el dolor de su reciente ruptura, no podía ignorar el pequeño destello de esperanza que Ethan traía a su vida.

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