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Capítulo 6. La envidia te hace más pequeño.

Al llegar a casa, Ethan encontró a Isabella mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Accionó el mando de su silla con un suave movimiento y se dirigió hacia ella. Cuando sus miradas se cruzaron, Isabella le ofreció una suave sonrisa que Ethan recibió con serenidad.

—Isa —comenzó Ethan, con la voz cargada de emociones. —Hoy, en la fábrica, Jonás… fue horrible. Me humilló delante de todos. Pero lo que más me dolió fue cómo trató a los trabajadores mayores. Son personas que aún necesitan ese trabajo y él se aprovecha de ellos solo porque son mano de obra barata.

Isa frunció el ceño, su expresión cambiando a una de preocupación.

—Eso es inaceptable, Ethan. Nadie debería ser tratado así, especialmente aquellos que han dedicado su vida al trabajo. ¿Qué piensas hacer al respecto?

Ethan suspiró, sintiendo la frustración burbujear dentro de él.

—No estoy seguro. Quiero hacer algo, pero no sé si tengo poder para cambiarlo. Siento que estoy atrapado en un sistema que no respeta a las personas.

—Quizás deberías hablar con alguien más sobre esto, alguien que pueda ayudarte a hacer un cambio —sugirió Isa, con su voz llena de apoyo. —No estás solo en esto. Juntos podemos encontrar una manera de enfrentarnos a Jonás y defender a esos trabajadores.

Ethan asintió, sintiendo que su determinación empezaba a crecer en su interior.

—Tienes razón. No puedo quedarme de brazos cruzados. Gracias por estar aquí, Isa. Tu apoyo significa todo para mí.

Isabella, al ver a Ethan tan abatido, lo miró con determinación.

—Ethan, si tenemos ese hijo, podríamos ayudar a las personas mayores en la fábrica. Así, Jonás no los humillaría ni los explotaría. Las cosas tienen que cambiar; esa fábrica es la única que alimenta al pueblo.

Ethan arqueó una ceja e intentó aliviar el ambiente.

—¿Cómo vamos a tener un hijo si somos solo amigos? Para eso necesitamos un poco de... —dijo Ethan sonriendo de manera juguetona.

Isabella soltó una risa, aunque su mirada seguía seria.

—Bueno, tal vez deberíamos considerar todas las opciones, ¿no crees?

Ethan se rió, sintiendo que la tensión empezaba a desvanecerse.

—¿Considerar todas las opciones? ¿Te refieres a hacer un plan para salvar a los trabajadores y, de paso, formar una familia?

Isabella asintió, su expresión ahora más ligera.

—Exactamente. Pero primero debemos asegurarnos de que esos trabajadores tengan un ambiente seguro y digno. No podemos permitir que Jonás siga abusando de su poder.

—Es cierto —dijo Ethan, cuyo tono se volvió más serio. —Pero, ¿cómo podemos hacer que eso suceda? No tengo ni idea de por dónde empezar.

Isabella, con una chispa de determinación en los ojos, se volvió hacia Ethan.

—Escucha, si me realizo una inseminación, podría salir embarazada. No renuncies a la herencia, no te des por vencido. Nuestro matrimonio, aunque sea falso y por contrato, puede ser la solución a los problemas de muchos. Podemos mantener esta fachada hasta el final y cumplir con las especificaciones del difunto Walton.

Ethan frunció el ceño, sintiéndose abrumado.

—Agradezco tu apoyo, Isa, pero no puedo sacrificarte así. Tener un hijo es algo serio y mi invalidez me hace sentir inseguro. No quiero que te sientas atrapada en esto.

Isabella tomó su mano y habló suavemente, pero con firmeza:

—Ethan, no estoy atrapada. Estoy aquí porque creo en nosotros. Juntos, podemos afrontar cualquier desafío. Este matrimonio puede suponer una oportunidad para cambiar vidas, incluso las nuestras. No dejes que tus miedos te detengan.

Ethan miró a Isabella, percibiendo cómo su confianza iba calando en él.

—Tienes razón. Tal vez podamos convertir esto en algo positivo, a pesar de las mentiras.

—Somos dos, Ethan, tal vez podamos encontrar la fuerza para enfrentar esta situación que te aturde.

Ethan, con una sonrisa juguetona, miró a Isabella y dijo:

—Bueno, si llegas a salir embarazada, ¡prepárate para una panza enorme! Tendrás que llevarme a todas partes para que la gente vea lo orgulloso que estoy de ti.

Isabella se rió, pero luego, con un tono más serio, respondió:

—Si tanto te incomoda que sea yo la que lleve al bebé, siempre puedo buscar una madre sustituta. No hay problema.

Ethan la miró con cariño y su expresión se suavizó.

—No quiero que llegues a tanto solo por ayudarme, Isa. Además, si decidimos tener un hijo, quiero que seas tú quien esté embarazada de verdad, siendo mi esposa. Eso es lo que realmente importa.

Isabella abrió los ojos como platos, sorprendida por la seriedad de su respuesta.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirándose con extrañeza. La situación que habían comenzado a planear se había vuelto más compleja de lo que esperaban. Ethan rompió el silencio rascándose la nuca.

—Parece que estamos en un terreno más complicado de lo que pensábamos. Pero, ¿quién diría que un matrimonio de conveniencia podría llevarnos a estas conversaciones sobre bebés y vientres?

Isabella sonrió, a pesar de la confusión, al sentir que, a pesar de todo, había algo especial en la conexión que estaban formando.

—Supongo que la vida tiene una forma curiosa de sorprendernos. Pero, sea lo que sea, estoy aquí contigo, incluso si eso significa llevar una panza enorme.

Ethan se rió, sintiendo que, a pesar de los desafíos, estaban construyendo algo significativo juntos.

—Entonces, ¿estás lista para esta aventura, Isa? Porque parece que apenas estamos comenzando.

*****

Horas más tarde…

Mientras caminaban por las calles del pueblo disfrutando del aire fresco, los habitantes del pueblo les miraban con curiosidad. Sin embargo, la atmósfera cambió abruptamente cuando Isabella hizo contacto visual con Jonás, su exnovio. Un escalofrío le recorrió la espalda al recordar todo lo que había pasado entre ellos, especialmente al enterarse de que él era el responsable de los problemas en la fábrica. Ethan, ajeno a la historia completa, no sabía que Isabella había sido novia de ese cretino antes de aceptar ser su esposa por contrato, no tenía ni idea de que ese hombre era el envidioso y egoísta de Jonás.

—¡Mira quiénes están aquí! La pareja perfecta —gritó Jonás, acercándose con una sonrisa burlona. — ¿Qué tal, Ethan? ¿Sigues necesitando ayuda para caminar? Y tú, Isabella, ¿te sientes orgullosa de estar con alguien que no puede valerse por sí mismo?

Isabella sintió que la rabia le subía por el cuerpo, pero antes de que pudiera responder, Jonás continuó con su ataque.

—No sé qué te pasó, Isa. Te has rebajado a estar con este… inválido. ¿No te das cuenta de lo que has perdido?

Ethan, apretando los puños, intentó mantener la calma, pero la humillación era demasiado grande. Justo en ese momento, Peter, el mejor amigo de Ethan, apareció en escena. Al ver la situación, su rostro se tornó serio.

—¡Eh! ¿Qué te crees, Jonás? No tienes derecho a hablarle así.

Sin previo aviso, Peter se lanzó hacia Jonás y lo golpeó con fuerza en la mandíbula. La multitud se quedó en silencio, sorprendida por la repentina violencia. Jonás, aturdido, se levantó y, con una mirada llena de furia, se volvió hacia Peter.

—¡Estás despedido! No quiero volver a verte en la fábrica.

—¿Despedido? ¿Por defender a un amigo? —Peter replicó, sin retroceder. —Lo que tú haces es humillar a la gente. No eres más que un cobarde.

Isabella miró a Ethan, sintiendo una mezcla de preocupación y gratitud. Aunque la situación se había complicado, sabía que estaban juntos en todo momento. Ethan, con una mirada decidida, tomó la mano de Isabella y le susurró:

—No dejes que te afecte, Isa. Jonás es solo un cobarde.

El ambiente estaba lleno de rabia y frustración mientras la multitud observaba la confrontación. Jonás, aún furioso, se sacudió la sorpresa y se acercó a Peter, dispuesto a continuar la pelea.

—¿Crees que puedes defender a estos perdedores? ¡Eres un tonto! No sabes en qué te estás metiendo —le gritó mientras su mirada destilaba desprecio.

Peter, sin inmutarse, se mantuvo firme. —No se trata de ser un perdedor, Jonás. Se trata de ser un hombre. Y tú, claramente, no lo eres. Solo te dedicas a humillar a los demás para sentirte mejor contigo mismo — respondió, su voz resonando con determinación.

Isabella, sintiendo la adrenalina correr por sus venas, se interpuso entre ellos.

—¡Basta, Jonás! No tienes derecho a hablarle así a Ethan ni a nadie. Tu envidia no te hace más fuerte, solo más pequeño —dijo con una firmeza que sorprendió incluso a Ethan.

Ethan, sintiendo el apoyo de Isabella y de Peter, se sintió más fuerte.

—No necesito tu aprobación, Jonás. Estoy aquí porque quiero estar con Isabella, y eso es lo único que importa —afirmó, y su voz resonó con una confianza renovada.

La multitud comenzó a murmurar, algunos aplaudiendo la valentía de Peter y la determinación de Isabella. Jonás, viendo que su ataque no estaba teniendo el efecto que esperaba, dio un paso atrás y su expresión de arrogancia comenzó a desvanecerse.

—Esto no ha terminado —dijo antes de dar la vuelta y marcharse, dejando atrás un ambiente cargado de tensión.

Peter se volvió hacia Ethan y Isabella con el rostro aún serio, pero con una chispa de orgullo.

—¿Estás bien, amigo? —preguntó, mirando a Ethan con preocupación.

Ethan asintió, con una mezcla de gratitud y alivio.

—Gracias, Peter. No sé qué habría hecho sin ti —le respondió con la voz llena de emoción.

Isabella sonrió, sintiendo que la situación había fortalecido su vínculo.

—Lo que hiciste fue increíble, Peter. Gracias por defendernos —dijo, con una mirada llena de aprecio.

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