Los días pasaron como un tren a máxima velocidad. Ethan, por fin, había cobrado la tan anhelada herencia, lo que le había convertido en uno de los hombres más ricos del país y del mundo. En ese momento, se preparaban para ir a Washington D. C., donde se ocuparía del emporio empresarial Walton. Ethan decidió dejarle el mismo nombre que su dueño inicial. Ahora, se encontraba en su avión privado con su madre, Lisa, Elvira, Isabela y su tío, el alocado Mateo, que hablaba más que una radio encendida y tenía muy perturbados a todos durante el viaje.—¿Sabías que el primer avión que voló fue un fracaso total? —dijo Mateo, riendo mientras movía las manos como si estuviera imitando un avión descontrolado.—Sí, tío, y tú seguro que eras el piloto —respondió Ethan con ironía, tratando de calmar la atmósfera tensa.Isabella, visiblemente pálida, se levantó de su asiento y corrió hacia el baño. El embarazo comenzaba a pasarle factura.—¡Isabella! —gritó Elvira, preocupada. — ¿Estás bien?—Solo un
Tras su emotivo discurso, los presentes se conmovieron y, de repente, Ethan les inspiró confianza a todos. Era un ser digno de admirar, ya que, a pesar de sus limitaciones, veía la vida con entusiasmo y determinación. Al terminar, todos se levantaron y lo aplaudieron, demostrando con ese gesto que estaban muy contentos de trabajar junto a él. Era un claro mensaje de apoyo y unidad, y todos se comprometieron a trabajar más duro que nunca para sacar a la empresa adelante, reafirmando su confianza en el nuevo liderazgo de Ethan y su visión de futuro.Al salir de la reunión, Isabella se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Ethan, quien sintió un ligero hormigueo que lo desarmó por completo. Con el paso de los días y la convivencia, Ethan no podía evitar que su corazón comenzara a sentir cosas por Isabella, emociones que no podía ignorar. Sin embargo, se esforzaba por mantener la fachada de una amistad cordial, recordando que su matrimonio era solo un contrato y que su relación era, en
Isabella y Ethan llegaron a la clínica para que un obstetra revisara cómo iba su embarazo. Mientras esperaban, Isabella jugaba con Ethan y, riéndose, le dijo:—¡Mira mi pancita! Parece la de una mujer de tres meses, ¿no crees?Ethan, con una sonrisa traviesa, respondió:—¡Claro! Y apuesto a que nuestro bebé ya está pidiendo comida a gritos. ¡Seguro que es un glotón! Si sigue así, voy a tener que esconder la nevera para que no se la acabe toda antes de nacer.Ambos se rieron mientras disfrutaban del momento y de la alegría que traería su futuro hijo.Rápidamente, la enfermera llegó y los condujo a la consulta del doctor, quien, para sorpresa de Isabella y Ethan, era el mismo que había realizado la inseminación artificial. Al entrar, el doctor no pudo evitar sonreír al ver a Ethan en la silla de ruedas.—¡Vaya, señor Thomas! Nunca pensé que vería a un futuro papá tan cómodo en una silla ¿Cómo te estás preparando para el gran día en que nazca su hijo o hija? —bromeó el doctor, con una ch
Al caer la noche, las voces en la cabeza de Isabella comenzaban a recobrar vida y le recordaban que había llegado muy lejos al quedarse embarazada de forma artificial. Ahora llevaba tres embriones gestados en su interior. Se encontraba en el dormitorio con su madre, compartiendo sus miedos e inseguridades.—Mamá, no amo a Ethan y jamás lo haré, eso creo —le confesó, con la voz temblorosa. —Lo quiero como a un hermano, pero no puedo imaginarme teniendo una relación íntima con alguien en silla de ruedas. Eso me resulta impensable.Su madre, Elvira, la miró con una mezcla de preocupación y pragmatismo.—Isabella, debes entender que esto es por el bien de nuestra familia. Ethan tiene millones y esa herencia podría cambiar nuestras vidas. No puedes dejar que tus sentimientos se interpongan en algo así.Isabella suspiró, sintiéndose atrapada. —Pero, mamá, ¿qué hay de mis sentimientos? Aún soy virgen, y esto complica todo. No quiero que mi vida se base en un matrimonio falso y en un contrato
En el bar, la atmósfera estaba cargada de risas y música, pero Ethan se sentía atrapado en su propio mundo de desconsuelo. Ya había bebido más de la cuenta y, con lágrimas en los ojos, se desahogó con Chris.—No puedo más, amigo —sollozó. —Isabella no me quiere. Mis piernas inmóviles son una carga para ella. Nunca podrá amarme de verdad.Chris, sintiendo una profunda pena por su amigo, lo miró con empatía.—Ethan, por favor, cálmate. No todo está perdido. Con el tiempo, tal vez se enamore de ti. Además, ¡van a tener trillizos! Inseminados o no, esos son tus hijos. Eso es algo increíble.Ethan se secó las lágrimas con la mano temblorosa y, a pesar de su tristeza, esbozó una pequeña sonrisa.—¿Trillizos? ¿Te lo imaginas? ¡La he embarazado de tres! Y ni siquiera me he acostado con ella.Chris soltó una risa nerviosa para aligerar el ambiente.—Sí, y si no te quiere por tus piernas, ¡quizás le gusten tus habilidades de reproducción! Eres un verdadero campeón en eso, amigo.Ambos rieron, a
Chris, al notar la incomodidad que se había apoderado de la oficina, decidió dejar a la pareja a solas. Se despidió rápidamente y salió de la oficina, cerrando la puerta tras de sí. Isabella, sintiendo que la tensión era insoportable, se volvió hacia Ethan con furia contenida.—¿Por qué tienes una nueva secretaria, Ethan? ¡Habíamos acordado que yo sería tu secretaria y trabajaríamos juntos! —exclamó, con la voz temblándole de indignación.Ethan, intentando mantener la calma, respondió:—Eso era antes de que supiéramos que estás embarazada de trillizos, Isabella. Las cosas han cambiado.Isabella lo miró con rabia, como si pudiera matarlo con la mirada.—¿Y eso justifica que traigas a una chica como Anabelle? ¡Es una provocación! ¿Acaso no te importa cómo me siento?—Tranquila, por favor —dijo Ethan, tratando de calmarla. —Es mejor así. Si quieres trabajar, puedes acompañarme a los eventos. No tienes que estar aquí todo el tiempo.Isabella se cruzó de brazos, expresando cada vez más su
Ethan llegó a la mansión con el corazón pesado, sabiendo que el ambiente se había vuelto tenso desde que Isabella había descubierto su embarazo. Al entrar, la encontró en el salón, pálida y demacrada, con una expresión que reflejaba su malestar. Se acercó a ella con empatía, intentando suavizar la situación.—Isabella, ¿cómo te sientes? —preguntó Ethan con su voz llena de preocupación.Ella lo miró de reojo, con una chispa de desconfianza en sus ojos. La imagen de Anabelle, la guapa secretaria, cruzó su mente y no pudo evitar pensar lo peor.—No lo sé, Ethan. No estoy segura de poder confiar en ti —respondió Isabella con un tono cargado de inseguridad.Ethan sintió un nudo en el estómago, comprendiendo que su estado no solo se debía a su embarazo, sino también a las rivalidades que a menudo existían entre mujeres. Sin embargo, decidió mostrarle la seguridad que necesitaba.—Isa, quiero que sepas que estoy aquí para ti. Eres la madre de nuestros hijos, nuestros hermosos trillizos. Este
Ethan se aleja del aparcamiento, con la sonrisa de Anabelle aún en su mente. Ella saca el teléfono y marca un número. Al otro lado, una voz familiar responde:—¿Anabelle? ¿Qué tal? —pregunta el desconocido, con un tono curioso.—¡Hola! No me habías dicho muchas cosas, querido —dice Anabelle, sonriendo mientras recuerda la mirada pícara de Ethan. —El nuevo propietario de Empresas Walton es... Bueno, digamos que tiene algunas limitaciones.—¿De verdad eso te importa? —responde el desconocido, intrigado. —Tú eres una mujer todoterreno, hermosa.—Oh, para nada en particular —Anabelle se ríe, disfrutando del juego. — Solo que, con mi jefe, al parecer debo desarrollar habilidades especiales para adaptarme a su entorno. Y créeme, eso incluye... posiciones muy interesantes.—¿Posiciones? —el tono del desconocido se vuelve más juguetón. —¿Te refieres a lo que creo que te refieres?—Exactamente —Anabelle se recuesta contra su coche y mira hacia el lugar donde Ethan se había ido. —Ese chico tien