Isabella y Ethan llegaron a la clínica para que un obstetra revisara cómo iba su embarazo. Mientras esperaban, Isabella jugaba con Ethan y, riéndose, le dijo:—¡Mira mi pancita! Parece la de una mujer de tres meses, ¿no crees?Ethan, con una sonrisa traviesa, respondió:—¡Claro! Y apuesto a que nuestro bebé ya está pidiendo comida a gritos. ¡Seguro que es un glotón! Si sigue así, voy a tener que esconder la nevera para que no se la acabe toda antes de nacer.Ambos se rieron mientras disfrutaban del momento y de la alegría que traería su futuro hijo.Rápidamente, la enfermera llegó y los condujo a la consulta del doctor, quien, para sorpresa de Isabella y Ethan, era el mismo que había realizado la inseminación artificial. Al entrar, el doctor no pudo evitar sonreír al ver a Ethan en la silla de ruedas.—¡Vaya, señor Thomas! Nunca pensé que vería a un futuro papá tan cómodo en una silla ¿Cómo te estás preparando para el gran día en que nazca su hijo o hija? —bromeó el doctor, con una ch
Al caer la noche, las voces en la cabeza de Isabella comenzaban a recobrar vida y le recordaban que había llegado muy lejos al quedarse embarazada de forma artificial. Ahora llevaba tres embriones gestados en su interior. Se encontraba en el dormitorio con su madre, compartiendo sus miedos e inseguridades.—Mamá, no amo a Ethan y jamás lo haré, eso creo —le confesó, con la voz temblorosa. —Lo quiero como a un hermano, pero no puedo imaginarme teniendo una relación íntima con alguien en silla de ruedas. Eso me resulta impensable.Su madre, Elvira, la miró con una mezcla de preocupación y pragmatismo.—Isabella, debes entender que esto es por el bien de nuestra familia. Ethan tiene millones y esa herencia podría cambiar nuestras vidas. No puedes dejar que tus sentimientos se interpongan en algo así.Isabella suspiró, sintiéndose atrapada. —Pero, mamá, ¿qué hay de mis sentimientos? Aún soy virgen, y esto complica todo. No quiero que mi vida se base en un matrimonio falso y en un contrato
En el bar, la atmósfera estaba cargada de risas y música, pero Ethan se sentía atrapado en su propio mundo de desconsuelo. Ya había bebido más de la cuenta y, con lágrimas en los ojos, se desahogó con Chris.—No puedo más, amigo —sollozó. —Isabella no me quiere. Mis piernas inmóviles son una carga para ella. Nunca podrá amarme de verdad.Chris, sintiendo una profunda pena por su amigo, lo miró con empatía.—Ethan, por favor, cálmate. No todo está perdido. Con el tiempo, tal vez se enamore de ti. Además, ¡van a tener trillizos! Inseminados o no, esos son tus hijos. Eso es algo increíble.Ethan se secó las lágrimas con la mano temblorosa y, a pesar de su tristeza, esbozó una pequeña sonrisa.—¿Trillizos? ¿Te lo imaginas? ¡La he embarazado de tres! Y ni siquiera me he acostado con ella.Chris soltó una risa nerviosa para aligerar el ambiente.—Sí, y si no te quiere por tus piernas, ¡quizás le gusten tus habilidades de reproducción! Eres un verdadero campeón en eso, amigo.Ambos rieron, a
Chris, al notar la incomodidad que se había apoderado de la oficina, decidió dejar a la pareja a solas. Se despidió rápidamente y salió de la oficina, cerrando la puerta tras de sí. Isabella, sintiendo que la tensión era insoportable, se volvió hacia Ethan con furia contenida.—¿Por qué tienes una nueva secretaria, Ethan? ¡Habíamos acordado que yo sería tu secretaria y trabajaríamos juntos! —exclamó, con la voz temblándole de indignación.Ethan, intentando mantener la calma, respondió:—Eso era antes de que supiéramos que estás embarazada de trillizos, Isabella. Las cosas han cambiado.Isabella lo miró con rabia, como si pudiera matarlo con la mirada.—¿Y eso justifica que traigas a una chica como Anabelle? ¡Es una provocación! ¿Acaso no te importa cómo me siento?—Tranquila, por favor —dijo Ethan, tratando de calmarla. —Es mejor así. Si quieres trabajar, puedes acompañarme a los eventos. No tienes que estar aquí todo el tiempo.Isabella se cruzó de brazos, expresando cada vez más su
Ethan llegó a la mansión con el corazón pesado, sabiendo que el ambiente se había vuelto tenso desde que Isabella había descubierto su embarazo. Al entrar, la encontró en el salón, pálida y demacrada, con una expresión que reflejaba su malestar. Se acercó a ella con empatía, intentando suavizar la situación.—Isabella, ¿cómo te sientes? —preguntó Ethan con su voz llena de preocupación.Ella lo miró de reojo, con una chispa de desconfianza en sus ojos. La imagen de Anabelle, la guapa secretaria, cruzó su mente y no pudo evitar pensar lo peor.—No lo sé, Ethan. No estoy segura de poder confiar en ti —respondió Isabella con un tono cargado de inseguridad.Ethan sintió un nudo en el estómago, comprendiendo que su estado no solo se debía a su embarazo, sino también a las rivalidades que a menudo existían entre mujeres. Sin embargo, decidió mostrarle la seguridad que necesitaba.—Isa, quiero que sepas que estoy aquí para ti. Eres la madre de nuestros hijos, nuestros hermosos trillizos. Este
Ethan se aleja del aparcamiento, con la sonrisa de Anabelle aún en su mente. Ella saca el teléfono y marca un número. Al otro lado, una voz familiar responde:—¿Anabelle? ¿Qué tal? —pregunta el desconocido, con un tono curioso.—¡Hola! No me habías dicho muchas cosas, querido —dice Anabelle, sonriendo mientras recuerda la mirada pícara de Ethan. —El nuevo propietario de Empresas Walton es... Bueno, digamos que tiene algunas limitaciones.—¿De verdad eso te importa? —responde el desconocido, intrigado. —Tú eres una mujer todoterreno, hermosa.—Oh, para nada en particular —Anabelle se ríe, disfrutando del juego. — Solo que, con mi jefe, al parecer debo desarrollar habilidades especiales para adaptarme a su entorno. Y créeme, eso incluye... posiciones muy interesantes.—¿Posiciones? —el tono del desconocido se vuelve más juguetón. —¿Te refieres a lo que creo que te refieres?—Exactamente —Anabelle se recuesta contra su coche y mira hacia el lugar donde Ethan se había ido. —Ese chico tien
La gala estaba en pleno apogeo y el resplandor de las luces reflejaba la elegancia de los asistentes. Ethan e Isabella entraron juntos, y el murmullo de admiración que siguió a su llegada no pasó desapercibido. Ella, con su vestido estampado que realzaba su figura, irradiaba una belleza que dejaba sin aliento. Ethan, con su traje de gala, se sentía más que nunca un hombre afortunado. Su silla de ruedas no era un obstáculo, sino un símbolo de su audacia.—Mira a nuestro alrededor —dijo Isabella, sonriendo mientras se ajustaba el cabello. —Nunca pensé que estaríamos aquí, en medio de todo este brillo.—Es increíble, ¿verdad? —respondió Ethan, con su voz llena de emoción. —Pero lo que realmente importa es que estamos juntos. Este lugar no significa nada sin ti a mi lado.Isabella lo miró a los ojos y, en ese instante, el bullicio del evento se desvaneció. Era como si solo existieran ellos dos, rodeados de un aura de complicidad que había crecido desde aquella noche en la terraza.—Ethan,
En las elegantes oficinas de Empresas Walton, Ethan iba con firmeza, con la mano entrelazada con la de Isabella, que lucía radiante a pesar de su embarazo. La conexión entre ellos era única, un amor que florecía en cada mirada y sonrisa compartida. Sin embargo, el ambiente cambió cuando Isabella cruzó su mirada con Anabelle, que se encontraba al otro lado de la sala. La tensión se hizo evidente; la mirada desafiante de Isabella se clavó en Anabelle como dardos, desafiando su presencia.Anabelle, sintiendo el peso de esa mirada, se enderezó en su silla, tratando de mantener la compostura.«Parece que la competencia se ha vuelto más intensa de lo que pensaba», murmuró para sí misma, mientras su mente maquinaba un plan para recuperar el control de la situación.—¿Te sientes bien, Anabelle? —preguntó una colega al notar su inquietud.—Oh, estoy perfecta —respondió Anabelle con una sonrisa sardónica. — Solo me sorprende ver cómo algunos se aferran a sus sueños, incluso cuando son tan inalc