Ethan se aleja del aparcamiento, con la sonrisa de Anabelle aún en su mente. Ella saca el teléfono y marca un número. Al otro lado, una voz familiar responde:—¿Anabelle? ¿Qué tal? —pregunta el desconocido, con un tono curioso.—¡Hola! No me habías dicho muchas cosas, querido —dice Anabelle, sonriendo mientras recuerda la mirada pícara de Ethan. —El nuevo propietario de Empresas Walton es... Bueno, digamos que tiene algunas limitaciones.—¿De verdad eso te importa? —responde el desconocido, intrigado. —Tú eres una mujer todoterreno, hermosa.—Oh, para nada en particular —Anabelle se ríe, disfrutando del juego. — Solo que, con mi jefe, al parecer debo desarrollar habilidades especiales para adaptarme a su entorno. Y créeme, eso incluye... posiciones muy interesantes.—¿Posiciones? —el tono del desconocido se vuelve más juguetón. —¿Te refieres a lo que creo que te refieres?—Exactamente —Anabelle se recuesta contra su coche y mira hacia el lugar donde Ethan se había ido. —Ese chico tien
La gala estaba en pleno apogeo y el resplandor de las luces reflejaba la elegancia de los asistentes. Ethan e Isabella entraron juntos, y el murmullo de admiración que siguió a su llegada no pasó desapercibido. Ella, con su vestido estampado que realzaba su figura, irradiaba una belleza que dejaba sin aliento. Ethan, con su traje de gala, se sentía más que nunca un hombre afortunado. Su silla de ruedas no era un obstáculo, sino un símbolo de su audacia.—Mira a nuestro alrededor —dijo Isabella, sonriendo mientras se ajustaba el cabello. —Nunca pensé que estaríamos aquí, en medio de todo este brillo.—Es increíble, ¿verdad? —respondió Ethan, con su voz llena de emoción. —Pero lo que realmente importa es que estamos juntos. Este lugar no significa nada sin ti a mi lado.Isabella lo miró a los ojos y, en ese instante, el bullicio del evento se desvaneció. Era como si solo existieran ellos dos, rodeados de un aura de complicidad que había crecido desde aquella noche en la terraza.—Ethan,
En las elegantes oficinas de Empresas Walton, Ethan iba con firmeza, con la mano entrelazada con la de Isabella, que lucía radiante a pesar de su embarazo. La conexión entre ellos era única, un amor que florecía en cada mirada y sonrisa compartida. Sin embargo, el ambiente cambió cuando Isabella cruzó su mirada con Anabelle, que se encontraba al otro lado de la sala. La tensión se hizo evidente; la mirada desafiante de Isabella se clavó en Anabelle como dardos, desafiando su presencia.Anabelle, sintiendo el peso de esa mirada, se enderezó en su silla, tratando de mantener la compostura.«Parece que la competencia se ha vuelto más intensa de lo que pensaba», murmuró para sí misma, mientras su mente maquinaba un plan para recuperar el control de la situación.—¿Te sientes bien, Anabelle? —preguntó una colega al notar su inquietud.—Oh, estoy perfecta —respondió Anabelle con una sonrisa sardónica. — Solo me sorprende ver cómo algunos se aferran a sus sueños, incluso cuando son tan inalc
Ethan entró en la mansión con Isabella, cuyo corazón latía con fuerza. Al cruzar el umbral, sus ojos se encontraron con una figura familiar, pero distante: un hombre que había sido solo un recuerdo borroso en su mente. Era su padre. La sorpresa lo paralizó por un instante y su madre, Lisa, lo miró con confusión.—¿Quién es ese señor? —preguntó con voz temblorosa, entre la incredulidad y el temor.—Es tu padre, hijo —respondió Lisa.Sin pensarlo, Ethan corrió hacia su padre, dejando atrás cualquier rencor que había acumulado a lo largo de los años. Se lanzó a sus brazos, sintiendo que la vida le sonreía de nuevo. El hombre, James, se quedó atónito, pero pronto se unió al abrazo, con los ojos brillantes por lágrimas de emoción.—No puedo creer que estés aquí, papá —susurró Ethan, con la voz entrecortada por la emoción.Lisa, sin embargo, lo observaba desde la distancia, llena de desconfianza. Se acercó a Isabella, con el ceño fruncido.—No puedo evitarlo, Isabella. Estoy convencida de q
Al caer la noche, la atmósfera en la mesa era tensa, pero Ethan, con una chispa de emoción en los ojos, decidió compartir su historia. Se aclaró la garganta y, con voz firme, comenzó a relatar:—No fue casualidad que heredara esta fortuna —dijo, mirando a todos en la mesa. —Mi abuelo, Dominique Walton, antes de morir, me dejó un legado que va más allá de lo material. En su lecho de muerte, le confesó a Chris que había descubierto demasiado tarde el lazo que nos unía. Murió con tristeza y amor, lamentando no haber podido disfrutar de mi compañía en vida.Las palabras de Ethan resonaron en la mesa, llenando el aire de una mezcla de asombro y admiración.—Él quería que yo supiera que, a pesar de las circunstancias, siempre fui parte de su familia. Su deseo era que esta herencia no solo representara riqueza, sino también un símbolo de amor y unión. —Ethan sonrió, sintiendo cómo la calidez de su historia envolvía a su familia. —Quiero honrar su memoria y demostrar que su legado vivirá a tr
Muy temprano en la mañana, James, el padre de Ethan, llegó a la mansión con la misma despreocupación de siempre, como si estuviera en su propia casa. Al cruzar la entrada, sus ojos se encontraron con los de Mateo, quien, aún con el brillo de la noche anterior en su mirada, no pudo evitar sonreír.—¡Vaya, vaya! —dijo James, con una sonrisa sardónica. —Mateo, estás radiante. Eso solo puede significar una cosa: ¡has estado disfrutando de los placeres de la vida!Mateo, con los ojos abiertos como platos, sintió que el rubor le subía por el cuello.—¿Yo? —respondió, intentando mantener la compostura. —No, no, es solo el nuevo gel para el cabello. ¡Es muy efectivo!James soltó una carcajada profunda, disfrutando del momento.—Claro, claro, el gel para el cabello. Eso es lo que todos dicen, creo que tuviste sexo anoche.Mateo, ya sin poder contenerse, murmuró para sí mismo mientras James se alejaba en busca de Ethan:«Se me nota... ¡Rayos!».Y así, mientras resonaba la risa de James en la sa
Ethan e Isabella entraron en la cabaña. El suave murmullo de las olas aún resonaba en sus oídos. La luz del atardecer se colaba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Al dejarse caer en la cama, Ethan sintió una mezcla de emociones que lo abrumaban. A su lado, Isabella sonreía, pero había algo en su mirada que le decía que había más de lo que parecía.—Isabella —comenzó Ethan, cuya voz temblaba ligeramente. —Hay algo que me inquieta. A veces siento que mi invalidez es un obstáculo para nosotros...Isabella lo miró con ternura y en sus ojos se reflejó una comprensión profunda.—Ethan, no eres un obstáculo. Eres el hombre que amo —respondió ella, acercándose un poco más. —Pero hay algo que necesito decirte.El corazón de Ethan se aceleró. La confesión que ella estaba a punto de hacer lo llenaba de incertidumbre.—¿Qué sucede? —preguntó él, murmurando.Isabella tomó aire y, aunque sus manos temblaban ligeramente, habló:—A pesar de estar embarazada, sigo siendo
Chris observó a Ethan y notó la lucha interna que aún llevaba consigo. La inseguridad de su amigo, alimentada por su invalidez, era evidente, y sabía que debía abordar el tema con delicadeza.—Ethan —comenzó Chris, con su voz suave pero firme—, he estado pensando en lo que hablamos. Sé que te sientes incómodo con tu situación, especialmente en lo que respecta a tu intimidad con Isabella. Tal vez deberías considerar ver a un especialista. Alguien que pueda evaluar el estado de tu columna y ofrecerte una solución.Ethan frunció el ceño y desvió la mirada de la ventana, donde el sol comenzaba a ocultarse tras los edificios.—¿Crees que un médico va a arreglar lo que siento? —respondió, su tono estaba cargado de escepticismo. —No hay solución para lo que soy ahora.Chris se acercó y apoyó una mano en el hombro de Ethan.—No se trata solo de lo que eres, sino de lo que puedes llegar a ser. La intimidad no es solo física, sino también emocional. Pero, si hay algo que un médico puede hacer p