Muy temprano en la mañana, James, el padre de Ethan, llegó a la mansión con la misma despreocupación de siempre, como si estuviera en su propia casa. Al cruzar la entrada, sus ojos se encontraron con los de Mateo, quien, aún con el brillo de la noche anterior en su mirada, no pudo evitar sonreír.—¡Vaya, vaya! —dijo James, con una sonrisa sardónica. —Mateo, estás radiante. Eso solo puede significar una cosa: ¡has estado disfrutando de los placeres de la vida!Mateo, con los ojos abiertos como platos, sintió que el rubor le subía por el cuello.—¿Yo? —respondió, intentando mantener la compostura. —No, no, es solo el nuevo gel para el cabello. ¡Es muy efectivo!James soltó una carcajada profunda, disfrutando del momento.—Claro, claro, el gel para el cabello. Eso es lo que todos dicen, creo que tuviste sexo anoche.Mateo, ya sin poder contenerse, murmuró para sí mismo mientras James se alejaba en busca de Ethan:«Se me nota... ¡Rayos!».Y así, mientras resonaba la risa de James en la sa
Ethan e Isabella entraron en la cabaña. El suave murmullo de las olas aún resonaba en sus oídos. La luz del atardecer se colaba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Al dejarse caer en la cama, Ethan sintió una mezcla de emociones que lo abrumaban. A su lado, Isabella sonreía, pero había algo en su mirada que le decía que había más de lo que parecía.—Isabella —comenzó Ethan, cuya voz temblaba ligeramente. —Hay algo que me inquieta. A veces siento que mi invalidez es un obstáculo para nosotros...Isabella lo miró con ternura y en sus ojos se reflejó una comprensión profunda.—Ethan, no eres un obstáculo. Eres el hombre que amo —respondió ella, acercándose un poco más. —Pero hay algo que necesito decirte.El corazón de Ethan se aceleró. La confesión que ella estaba a punto de hacer lo llenaba de incertidumbre.—¿Qué sucede? —preguntó él, murmurando.Isabella tomó aire y, aunque sus manos temblaban ligeramente, habló:—A pesar de estar embarazada, sigo siendo
Chris observó a Ethan y notó la lucha interna que aún llevaba consigo. La inseguridad de su amigo, alimentada por su invalidez, era evidente, y sabía que debía abordar el tema con delicadeza.—Ethan —comenzó Chris, con su voz suave pero firme—, he estado pensando en lo que hablamos. Sé que te sientes incómodo con tu situación, especialmente en lo que respecta a tu intimidad con Isabella. Tal vez deberías considerar ver a un especialista. Alguien que pueda evaluar el estado de tu columna y ofrecerte una solución.Ethan frunció el ceño y desvió la mirada de la ventana, donde el sol comenzaba a ocultarse tras los edificios.—¿Crees que un médico va a arreglar lo que siento? —respondió, su tono estaba cargado de escepticismo. —No hay solución para lo que soy ahora.Chris se acercó y apoyó una mano en el hombro de Ethan.—No se trata solo de lo que eres, sino de lo que puedes llegar a ser. La intimidad no es solo física, sino también emocional. Pero, si hay algo que un médico puede hacer p
Ethan e Isabella habían decidido compartir habitación, ya se habían aceptado como marido y mujer y hasta compartían la misma cama. Ethan y ella estaban acostados y él acariciaba suavemente su pelo.Ethan sabía que podía corresponderla como hombre. No estaba muerto, como suponía. Al igual que Isabella, él tampoco había estado con ninguna mujer, situación que también le preocupaba, ya que no tenía ni la más mínima idea de cómo responder como hombre en la práctica, y más siendo paralítico.En un gesto espontáneo, Ethan se dejó llevar y comenzó a besar a Isabella con pasión. Se acercó con arrojo y sus besos eran demandantes y apasionados, los cuales ella aceptó gustosa. Sin embargo, Ethan, emocionado, bajó hasta sus pechos y empezó a acariciarlos y a rozarlos con las manos y la boca. Isabella lo paró en seco, advirtiéndole de que habían quedado en algo y de que debían esperar a que ella saliera de su embarazo.—Ethan, detente.—Lo siento, querida.Ethan asintió apenado y la abrazó, hundie
Anabelle estaba sentada en su escritorio, absorta en sus pensamientos. Ethan se hallaba en su oficina. La imagen de su sonrisa y la forma en que sus ojos brillaban la hacían sentir un cosquilleo en la piel, un deseo que la envolvía como una nube cálida. Justo cuando estaba a punto de dejarse llevar por esos pensamientos, la puerta se abrió de golpe y entró Isabella, la esposa de Ethan. Su mirada era intensa, casi como si pudiera leer los secretos que Anabelle guardaba en su mente.—¿En qué piensas, Anabelle? —preguntó Isabella, su tono cargado de una mezcla de curiosidad y desconfianza.Anabelle, con una sonrisa que ocultaba más de lo que revelaba, arqueó una ceja y respondió con un aire de despreocupación:—¡Ethan está dentro!Isabella se acercó un paso, su voz baja y llena de malicia:—Muy bien, voy a entrar a ver a mi marido. Ah, y no nos gustan las interrupciones —apuntó Isabella con tono desdeñoso.Anabelle sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero mantuvo la compostura.—Oh
Los días y los meses pasaron volando, y ahora Isabella estaba lista para dar a luz a los trillizos. En la sala de partos, el doctor de siempre la asistía con una calma profesional, mientras Ethan, desde su silla de ruedas, se movía de un lado a otro con el control remoto en la mano, como si estuviera en una carrera de Fórmula 1.Chris, observando la escena con una sonrisa traviesa, se acercó a Ethan y le dijo:—Oye, amigo, si sigues moviéndote así, creo que vas a hacer un hueco y te vas a hundir en él.Ethan soltó una risa nerviosa, sacudiendo la cabeza. —¡No me asustes! Ya tengo suficiente estrés con los trillizos a punto de llegar. No quiero terminar en un agujero en el suelo.—Vamos, no te preocupes —respondió Chris, guiñándole un ojo. —Si caes, al menos tendrás una buena historia que contarles a los niños cuando crezcan. «Papá casi se convierte en un piloto de sillas de ruedas».Ethan se rió, sintiendo que la tensión se disipaba un poco. —Sí, claro, y ellos me recordarán como el p
Ethan se posó junto a Isabella en la habitación del hospital, donde la suave luz del atardecer se filtraba a través de la ventana. El ambiente aún vibraba con emoción, pero ahora reinaba una calma reconfortante. Miró a su esposa, su rostro iluminado por una mezcla de amor y agotamiento.—No puedo creer que tengamos tres pequeños —dijo Ethan con voz llena de asombro. — ¿Qué te parece si empezamos a pensar en los nombres?Isabella sonrió con sus ojos brillando de ternura.—¡Sí, es hora de darles nombres tan especiales como ellos! —respondió acariciando su vientre aún hinchado. — ¿Qué tal si comenzamos con la niña? —propuso.Ethan se rascó la cabeza, pensativo.—Siempre me ha gustado el nombre «Sofía». Es elegante y significa «sabiduría».Isabella asintió, ampliando su sonrisa.—Me encanta. Y para uno de los niños, ¿qué tal «Tobías»? Es un nombre fuerte y tiene un gran significado.—Perfecto —dijo Ethan, cada vez más emocionado. — ¿Y el otro? ¿Qué te parece «Lucas»? Tiene un sonido bonit
Ethan se sentó en su silla de ruedas y sintió el peso de los días ausentes en cada músculo de su cuerpo. El desorden de la oficina, habitual en su despacho, le dio la bienvenida, pero no pudo evitar sentir que el caos de su hogar lo había seguido hasta allí. Anabelle entró, su presencia iluminando el espacio, y él no pudo evitar sonreír, aunque su rostro reflejaba el agotamiento.—Ethan, ¿cómo has estado? —preguntó Anabelle, con su voz suave y preocupada mientras se acercaba a él.—Ser papá de tres no es tan fácil como lo pintan —respondió Ethan, dejando escapar un suspiro que parecía llevar consigo todo el estrés acumulado.Anabelle, con una chispa de complicidad en sus ojos, se acercó un poco más, y su tono cambió a uno más íntimo.—Déjame ayudarte un poco —dijo, con un movimiento decidido, comenzó a masajearle los hombros con dedos firmes y hábiles, trabajando sobre la tensión que se había acumulado en su espalda.Ethan cerró los ojos, sintiendo cómo el cansancio se desvanecía lent