Anabelle estaba sentada en su escritorio, absorta en sus pensamientos. Ethan se hallaba en su oficina. La imagen de su sonrisa y la forma en que sus ojos brillaban la hacían sentir un cosquilleo en la piel, un deseo que la envolvía como una nube cálida. Justo cuando estaba a punto de dejarse llevar por esos pensamientos, la puerta se abrió de golpe y entró Isabella, la esposa de Ethan. Su mirada era intensa, casi como si pudiera leer los secretos que Anabelle guardaba en su mente.—¿En qué piensas, Anabelle? —preguntó Isabella, su tono cargado de una mezcla de curiosidad y desconfianza.Anabelle, con una sonrisa que ocultaba más de lo que revelaba, arqueó una ceja y respondió con un aire de despreocupación:—¡Ethan está dentro!Isabella se acercó un paso, su voz baja y llena de malicia:—Muy bien, voy a entrar a ver a mi marido. Ah, y no nos gustan las interrupciones —apuntó Isabella con tono desdeñoso.Anabelle sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero mantuvo la compostura.—Oh
Los días y los meses pasaron volando, y ahora Isabella estaba lista para dar a luz a los trillizos. En la sala de partos, el doctor de siempre la asistía con una calma profesional, mientras Ethan, desde su silla de ruedas, se movía de un lado a otro con el control remoto en la mano, como si estuviera en una carrera de Fórmula 1.Chris, observando la escena con una sonrisa traviesa, se acercó a Ethan y le dijo:—Oye, amigo, si sigues moviéndote así, creo que vas a hacer un hueco y te vas a hundir en él.Ethan soltó una risa nerviosa, sacudiendo la cabeza. —¡No me asustes! Ya tengo suficiente estrés con los trillizos a punto de llegar. No quiero terminar en un agujero en el suelo.—Vamos, no te preocupes —respondió Chris, guiñándole un ojo. —Si caes, al menos tendrás una buena historia que contarles a los niños cuando crezcan. «Papá casi se convierte en un piloto de sillas de ruedas».Ethan se rió, sintiendo que la tensión se disipaba un poco. —Sí, claro, y ellos me recordarán como el p
Ethan se posó junto a Isabella en la habitación del hospital, donde la suave luz del atardecer se filtraba a través de la ventana. El ambiente aún vibraba con emoción, pero ahora reinaba una calma reconfortante. Miró a su esposa, su rostro iluminado por una mezcla de amor y agotamiento.—No puedo creer que tengamos tres pequeños —dijo Ethan con voz llena de asombro. — ¿Qué te parece si empezamos a pensar en los nombres?Isabella sonrió con sus ojos brillando de ternura.—¡Sí, es hora de darles nombres tan especiales como ellos! —respondió acariciando su vientre aún hinchado. — ¿Qué tal si comenzamos con la niña? —propuso.Ethan se rascó la cabeza, pensativo.—Siempre me ha gustado el nombre «Sofía». Es elegante y significa «sabiduría».Isabella asintió, ampliando su sonrisa.—Me encanta. Y para uno de los niños, ¿qué tal «Tobías»? Es un nombre fuerte y tiene un gran significado.—Perfecto —dijo Ethan, cada vez más emocionado. — ¿Y el otro? ¿Qué te parece «Lucas»? Tiene un sonido bonit
Ethan se sentó en su silla de ruedas y sintió el peso de los días ausentes en cada músculo de su cuerpo. El desorden de la oficina, habitual en su despacho, le dio la bienvenida, pero no pudo evitar sentir que el caos de su hogar lo había seguido hasta allí. Anabelle entró, su presencia iluminando el espacio, y él no pudo evitar sonreír, aunque su rostro reflejaba el agotamiento.—Ethan, ¿cómo has estado? —preguntó Anabelle, con su voz suave y preocupada mientras se acercaba a él.—Ser papá de tres no es tan fácil como lo pintan —respondió Ethan, dejando escapar un suspiro que parecía llevar consigo todo el estrés acumulado.Anabelle, con una chispa de complicidad en sus ojos, se acercó un poco más, y su tono cambió a uno más íntimo.—Déjame ayudarte un poco —dijo, con un movimiento decidido, comenzó a masajearle los hombros con dedos firmes y hábiles, trabajando sobre la tensión que se había acumulado en su espalda.Ethan cerró los ojos, sintiendo cómo el cansancio se desvanecía lent
Ethan entró en su habitación, sintiendo una mezcla de deseo y ansiedad. Había consultado a un médico sobre sus preocupaciones, pero aún se sentía inseguro. La idea de no poder satisfacer a su mujer y su propia virginidad lo atormentaban. Sin embargo, estaba decidido a superar sus miedos y disfrutar de la intimidad que tanto anhelaba con Isabella.Cuando Isabella entró en la habitación, Ethan la miró con intensidad, tomándola suavemente por el rostro. Ella lo miró con curiosidad, pero también con cierto nerviosismo. Ethan comenzó a besarla suavemente, explorando sus labios con delicadeza. Luego, con movimientos lentos y deliberados, empezó a desnudarla, revelando sus senos perfectos.Ethan no pudo evitar admirar su belleza y, mientras acariciaba suavemente y con sensuales movimientos sus pezones erectos, notó cómo sus manos temblaban ligeramente. Isabella tensó su cuerpo, pero no se resistió. Entonces, Ethan le susurró al oído que se posara encima de él y ella, en un instante, pareció
En la habitación de los niños, la luz tenue iluminaba los rostros de Ethan e Isabella, quienes se sentaban en el borde de la cama, rodeados de juguetes y colores. La frustración era palpable en el aire, como un peso que ambos llevaban en el corazón.—Isabella, siento que no estamos en sintonía —dijo Ethan, con la voz temblorosa. —La maternidad ha cambiado tanto las cosas y yo... yo me siento perdido en medio de todo esto.Isabella lo miró y reflejó en sus ojos la misma tristeza.—Lo sé, Ethan. A veces siento que nuestra vida amorosa se desmorona. La inexperiencia y las responsabilidades nos abruman —respondió, dejando escapar un profundo suspiro. —Quiero que volvamos a ser lo que éramos, pero no sé cómo.Ethan tomó su mano y la consoló.—Quizá no tenemos que buscar el equilibrio perfecto de inmediato. Tal vez lo que necesitamos es ser pacientes el uno con el otro —sugirió con una calidez en su voz. —La intimidad no siempre se mide en momentos perfectos, sino en la conexión que compart
Ethan removía su café con una cuchara, perdido en sus pensamientos. El calor del lugar contrastaba con el frío que sentía en el pecho. Chris, su amigo y confidente, lo observaba con atención, como si pudiera leer cada uno de sus dilemas internos.—No entiendo, Chris —dijo Ethan, dejando caer la cuchara con un golpe sordo. —Mi padre parece vivir en un mundo donde todo es diversión y sexo. No puedo hablar con él de lo que siento porque siempre tiene una respuesta absurda. A veces siento que no me comprende en absoluto.Chris asintió, comprendiendo la frustración de su amigo. Sabía que James, el padre de Ethan, era un hombre de ambiciones vacías, más preocupado por el placer inmediato que por las responsabilidades que conllevaba ser padre. Sin embargo, no quería que Ethan se sumergiera en la amargura.—Mira, Ethan —dijo Chris, en voz suave pero firme—, tu padre puede ser así, pero eso no define quién eres tú. Tienes una familia ahora, con Isabella y los trillizos. Eso es lo que realmente
James entró en la oficina de su hijo con una sonrisa deslumbrante, como si hubiera encontrado la solución a todos sus problemas.—Ethan, hijo, tengo una propuesta de negocio que te va a encantar —dijo, dejando caer una carpeta sobre el escritorio con un golpe que resonó en la oficina.Ethan lo miró con suspicacia, frunciendo el ceño mientras hojeaba los documentos.—¿Y por qué debería confiar en ti, papá? —preguntó Ethan con desconfianza en su voz. —No olvides que ya hemos tenido nuestras diferencias.James, notando la resistencia de su hijo, decidió poner en marcha su actuación.—Oh, Ethan, no me hagas esto. Sabes que he estado luchando por salir adelante —se llevó una mano al pecho, como si el peso de la culpa lo aplastara. —Solo quiero lo mejor para ti. ¿No es eso lo que siempre has querido?Ethan lo observó, sintiendo una mezcla de compasión y desconfianza.—No se trata de lo que quiero, sino de lo que es correcto. ¿Qué hay detrás de esta propuesta? —dijo, manteniendo su mirada fi