Capítulo 30. La tentación.

Ethan se sentó en su silla de ruedas y sintió el peso de los días ausentes en cada músculo de su cuerpo. El desorden de la oficina, habitual en su despacho, le dio la bienvenida, pero no pudo evitar sentir que el caos de su hogar lo había seguido hasta allí. Anabelle entró, su presencia iluminando el espacio, y él no pudo evitar sonreír, aunque su rostro reflejaba el agotamiento.

—Ethan, ¿cómo has estado? —preguntó Anabelle, con su voz suave y preocupada mientras se acercaba a él.

—Ser papá de tres no es tan fácil como lo pintan —respondió Ethan, dejando escapar un suspiro que parecía llevar consigo todo el estrés acumulado.

Anabelle, con una chispa de complicidad en sus ojos, se acercó un poco más, y su tono cambió a uno más íntimo.

—Déjame ayudarte un poco —dijo, con un movimiento decidido, comenzó a masajearle los hombros con dedos firmes y hábiles, trabajando sobre la tensión que se había acumulado en su espalda.

Ethan cerró los ojos, sintiendo cómo el cansancio se desvanecía lent
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