Al día siguiente...
Ethan, con el corazón latiendo con fuerza, sintió cómo la indignación se apoderaba de él al escuchar las palabras despectivas de Jonás. Desde su silla de ruedas, observó cómo los empleados, visiblemente intimidados, bajaban la mirada ante las humillaciones del hombre que se creía superior. No podía permitir que esa situación continuara.
Con voz firme, aunque temblorosa, Ethan se dirigió a Jonás:
—¡Basta, Jonás! No tienes derecho a tratar a nadie de esa manera. Tu actitud es repugnante y no refleja el verdadero espíritu de esta empresa. No importa lo que pienses sobre mí, yo soy el que tiene la visión para llevar esto hacia adelante, no tú.
Jonás se giró, sorprendido por la interrupción, y soltó una risa burlona.
—¿Y qué vas a hacer, Ethan? ¿Amenazarme desde tu silla de ruedas? No eres más que un inválido que no puede ni defenderse. La fortuna de mi tío no te da poder aquí.
Peter, preocupado, se acercó a Ethan y le susurró:
—Tranquilo, no vale la pena. No dejes que te provoque.
Ethan, sin embargo, no podía quedarse callado.
—No se trata de mi silla, Jonás. Se trata del respeto. Y tú no lo mereces. Si no puedes tratar a tus compañeros con dignidad, entonces no tienes cabida aquí. La verdadera fuerza no se mide por la capacidad física, sino por el carácter.
La tensión en el aire era palpable, y los demás empleados comenzaron a murmurar, inspirados por la valentía de Ethan. Jonás, al ver que su poder se desmoronaba, frunció el ceño, pero Ethan sabía que había dado un paso importante.
Jonás, con una risa despectiva, se acercó a Ethan, cuyos ojos denotaban desprecio.
—Mira quién se atreve a hablar. ¿Acaso crees que tus palabras van a cambiar algo? Eres solo un inválido en una silla de ruedas y nunca serás el jefe que necesita esta empresa.
Ethan, sintiendo cómo la rabia y la determinación se entrelazaban en su pecho, respondió con calma, pero firmeza:
—Tu risa no oculta tu inseguridad, Jonás. La verdadera debilidad es la que muestras al humillar a los demás. No necesito demostrar nada desde aquí. Mis ideas y mi visión son lo que realmente importa, y tú no eres más que un obstáculo en mi camino.
Jonás, furioso, se acercó aún más, intentando intimidarlo.
—¡Obstáculo! ¡Eres un chiste! No tienes poder aquí y nunca lo tendrás. La fortuna de mi tío no te salvará de la realidad.
En ese momento, Chris, el abogado y mano derecha del difunto Walton, irrumpió en la sala de operaciones. Su presencia era imponente y su mirada, decidida.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, dirigiéndose a Jonás con una voz autoritaria. —No toleraré este tipo de comportamiento en la empresa.
—Solo estaba bromeando, Chris. Ethan no sabe cómo comportarse aquí —dijo Jonás, sorprendido, intentando defenderse.
Chris, sin perder tiempo, se volvió hacia Ethan.
—¿Estás bien, Ethan? Vamos a salir de aquí. —Luego, dirigiéndose a Jonás, añadió: —Tu comportamiento es inaceptable. Si no puedes tratar a tus compañeros con respeto, no tienes cabida en esta empresa. Considera esto una advertencia.
Ethan, respaldado por Chris, asintió.
—Gracias, Chris. No puedo permitir que esto continúe. Todos merecen ser tratados con dignidad.
Chris, colocando una mano en el hombro de Ethan, lo guió hacia la salida.
—Vamos a hablar a mi oficina. Aquí no hay espacio para la falta de respeto.
Mientras se alejaban, los murmullos de los empleados comenzaron a crecer, inspirados por la valentía de Ethan y la intervención de Chris. Jonás, por su parte, se quedó en silencio, consciente de que su poder se había desvanecido.
*****
Minutos más tarde, el ambiente en la oficina de Chris era tenso pero tranquilo. Chris se sentó frente a Ethan, serio pero comprensivo.
—Ethan, necesito que pienses muy bien sobre el tema de la herencia. La cláusula que el señor Walton incluyó en el contrato es complicada y, si realmente quieres asegurarte de que Jonás no se salga con la suya, deberías considerar tener ese hijo con Isa.
Ethan, con la mirada perdida, se pasó una mano por el cabello.
—Chris, no sé si podré. La idea de un bebé me confunde. ¿Por qué el jefe tuvo que poner esa cláusula? ¿Acaso todos los ricos son iguales? Tal vez Dominique Walton fue tan detestable como su sobrino.
Chris suspiró, comprendiendo la frustración de Ethan.
—No, Ethan, no todos son iguales. No lo conociste como yo. Era un hombre honesto, a pesar de su soledad. Hizo lo que hizo para asegurarse de que su legado se mantuviera intacto. La cláusula puede parecer dura, pero era su forma de proteger lo que había construido.
Ethan frunció el ceño, aún dudoso.
—Pero, ¿por qué forzarme a tener un hijo para conseguir lo que me corresponde por herencia? Eso no parece justo.
—Lo sé, y es complicado. Pero a veces, las decisiones que toman las personas ricas son difíciles de entender. Lo importante es que tú tienes el poder de decidir cómo quieres manejar esto. No dejes que Jonás te intimide. Tienes más control del que crees —respondió Chris, con una mirada alentadora.
Ethan asintió lentamente, sintiendo que, a pesar de la confusión, había una chispa de claridad en las palabras de Chris.
—Gracias, Chris. Necesito tiempo para pensar en todo esto.
Chris asintió, reconociendo la necesidad de Ethan de procesar la situación.
—Tómate el tiempo que necesites. No hay prisa, pero recuerda que cada decisión que tomes ahora puede tener un impacto significativo en tu futuro. No dejes que la presión de Jonás te haga actuar precipitadamente.
Ethan se recostó en su silla, sintiendo el peso de las expectativas sobre sus hombros.
—Es solo que… nunca pensé que mi vida se complicaría de esta manera. Todo esto de la herencia y el bebé... es abrumador.
—Lo entiendo —respondió Chris con suavidad. —A menudo, la vida nos presenta desafíos inesperados. Pero también suponen una oportunidad para que tomes el control de tu destino. Piensa en lo que realmente quieres: ¿es tener un hijo con Isa o dejar la fábrica en manos de Jonás? Es solo una respuesta a la presión que sientes.
Ethan se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Chris.
—No estoy seguro. Isa es importante para mí, pero no sé si estoy listo para ser padre. Y la idea de que todo esto esté ligado a una cláusula en un contrato... me parece tan frío.
—Es comprensible —dijo Chris, inclinándose hacia delante. —Lo comprendo, pero recuerda que el amor y la familia van más allá de los contratos. Si decides dar ese paso, asegúrate de que sea por las razones correctas. No dejes que la avaricia o el miedo te guíen.
Ethan asintió, con una mezcla de gratitud y confusión.
—Gracias, Chris. Aprecio tu apoyo. Necesito hablar con Isa y ver cómo se siente al respecto. Tal vez eso me ayude a aclarar mis pensamientos.
—Eso suena como un buen plan —respondió Chris con una sonrisa. —Recuerda, no estás solo en esto. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
Con un renovado sentido de determinación, Ethan se aferró a su silla de ruedas.
—Voy a hablar con ella ahora. Gracias de nuevo, Chris. Realmente significa mucho para mí.
—Buena suerte, Ethan. Confía en ti mismo —dijo Chris.
Mientras Ethan se preparaba para salir, Chris lo miró como si quisiera decirle algo más sobre el enigmático señor Dominique Walton, pero las palabras se le atragantaron en la garganta. La tensión en el aire era evidente y Ethan sintió que había algo más en juego, algo que no se atrevía a mencionar. Sin embargo, la confusión y el agobio por el lío de la herencia lo llevaron a tomar una decisión.
—Necesito hablar con Isa —dijo Ethan con voz susurrante, cargada de incertidumbre. —No puedo seguir así, atrapado entre lo que se espera de mí y lo que realmente quiero.
Chris asintió, comprendiendo la lucha interna de su amigo.
—Hazlo. La comunicación es clave. Pero recuerda, no dejes que el miedo te paralice. Habla desde el corazón.
Ethan respiró hondo, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.
—Tienes razón. Es hora de enfrentar esto de frente, Chris. Necesito recoger mis cosas y aclarar las cosas con ella.
—Buena suerte, Ethan. Estoy aquí si me necesitas —respondió Chris, mientras Ethan se dirigía hacia la salida, sintiendo que, aunque el camino era incierto, dar ese paso era lo que realmente necesitaba.
Al llegar a casa, Ethan encontró a Isabella mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Accionó el mando de su silla con un suave movimiento y se dirigió hacia ella. Cuando sus miradas se cruzaron, Isabella le ofreció una suave sonrisa que Ethan recibió con serenidad.—Isa —comenzó Ethan, con la voz cargada de emociones. —Hoy, en la fábrica, Jonás… fue horrible. Me humilló delante de todos. Pero lo que más me dolió fue cómo trató a los trabajadores mayores. Son personas que aún necesitan ese trabajo y él se aprovecha de ellos solo porque son mano de obra barata.Isa frunció el ceño, su expresión cambiando a una de preocupación.—Eso es inaceptable, Ethan. Nadie debería ser tratado así, especialmente aquellos que han dedicado su vida al trabajo. ¿Qué piensas hacer al respecto?Ethan suspiró, sintiendo la frustración burbujear dentro de él.—No estoy seguro. Quiero hacer algo, pero no sé si tengo poder para cambiarlo. Siento que estoy atrapado en un sistema que no respeta a las
Días después, en medio de la confusión de tantos acontecimientos, Ethan e Isabella se sentaron en el sofá, dejando que la luz del atardecer se filtrase a través de las cortinas. Con determinación y valentía, decidieron que no podían dejar el legado de Walton en manos de Jonás. Habían reflexionado sobre su futuro y, tras consultar con la almohada, tomaron una decisión audaz: Isabella sería la madre subrogada.—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Isa? —preguntó Ethan, preocupado. —Es un gran paso, y debemos estar preparados para lo que venga.Isabella lo miró a los ojos con firmeza. —Sí, Ethan. He hecho las pruebas y estoy lista. Quiero que tengamos un hijo y esto es lo que debemos hacer para asegurarnos de que el legado de Walton no se pierda. Además, es nuestro secreto, solo entre nosotros por ahora.Ethan asintió, con una mezcla de emoción y nerviosismo.—Entonces, hagámoslo. Estoy contigo en esto, siempre. No importa lo que pase, seremos padres y lucharemos por nuestro futuro.
Semanas después, Isabella se encontraba sentada junto a Ethan en una banqueta, justo enfrente de la clínica de fertilidad donde habían recibido la noticia que tanto anhelaban: el procedimiento había sido un éxito y ella estaba embarazada de apenas unas semanas. La emoción de la noticia era abrumadora, pero también lo era la ansiedad que sentían al pensar en cómo comunicárselo a sus madres. Aunque estaban casados, su relación era un acuerdo contractual, una fachada que complicaba cualquier conversación sobre el embarazo.Isabella miró a Ethan; su rostro reflejaba una mezcla de alegría y preocupación.—¿Cómo se lo vamos a decir a nuestras madres? No sé cómo van a reaccionar al enterarse de que estoy embarazada y menos aún de que fue a través de un procedimiento in vitro.Ethan suspiró, rascándose la cabeza con nerviosismo.—Lo sé, es complicado. Pero no podemos seguir ocultándolo. Ellas merecen saber la verdad, aunque sea difícil de explicar. Tal vez podríamos decirles que hemos decidid
El pueblo estaba en ebullición. La noticia del embarazo de Isabella había corrido como la pólvora y cada rincón estaba lleno de murmullos y especulaciones. Algunos se preguntaban cómo era posible que un joven en silla de ruedas pudiera embarazar a su mujer, mientras otros celebraban la llegada de un nuevo integrante a la comunidad. En medio de todo este revuelo, Isabella se encontraba en la mansión, recibiendo a su mejor amiga, Lucy, quien había llegado con una mezcla de emoción y curiosidad.—¡Isabella! No puedo creer que estés embarazada. ¡Es increíble! —exclamó Lucy, con los ojos brillantes de entusiasmo. — ¿Cómo sucedió? Tienes que contarme todo, cada detalle.Isabella, abrumada por la situación, sonrió nerviosamente.—Bueno, ya sabes cómo son las cosas. A veces la vida te sorprende —respondió, tratando de desviar la conversación.Lucy frunció el ceño, notando la evasión de su amiga.—Vamos, no seas así. Eres mi mejor amiga y quiero saber cómo pasó. ¿Fue un milagro? ¿Algo planeado
Al día siguiente...Justo cuando Ethan e Isabella estaban en la notaría del pueblo organizando los documentos para la sucesión, el ambiente se volvió inflexible en la mansión. De repente, la puerta se abrió y un hombre de mediana edad, con una sonrisa amplia y un aire despreocupado, entró en la sala. Era Mateo, el hermano de Lisa, al que no había visto en años. Su presencia era como un rayo de sol inesperado, pero para Lisa, esa luz venía acompañada de nubes de incertidumbre.—¡Lisa, mira quién ha venido a hacerte una visita! —exclamó Mateo con un tono jovial que contrastaba con la seriedad del momento. —He escuchado que tu hijo se ha hecho millonario. ¿Y qué mejor que disfrutar de esa fortuna en familia? ¡He dejado California y aquí estoy!Lisa lo miró con aprensión, cruzando los brazos.—Mateo, ¿realmente crees que es apropiado aparecer así de la nada? No me dijiste que venías. ¿Y ahora piensas quedarte aquí sin avisar?Mateo soltó una risa contagiosa, como si la preocupación de su
Los días pasaron como un tren a máxima velocidad. Ethan, por fin, había cobrado la tan anhelada herencia, lo que le había convertido en uno de los hombres más ricos del país y del mundo. En ese momento, se preparaban para ir a Washington D. C., donde se ocuparía del emporio empresarial Walton. Ethan decidió dejarle el mismo nombre que su dueño inicial. Ahora, se encontraba en su avión privado con su madre, Lisa, Elvira, Isabela y su tío, el alocado Mateo, que hablaba más que una radio encendida y tenía muy perturbados a todos durante el viaje.—¿Sabías que el primer avión que voló fue un fracaso total? —dijo Mateo, riendo mientras movía las manos como si estuviera imitando un avión descontrolado.—Sí, tío, y tú seguro que eras el piloto —respondió Ethan con ironía, tratando de calmar la atmósfera tensa.Isabella, visiblemente pálida, se levantó de su asiento y corrió hacia el baño. El embarazo comenzaba a pasarle factura.—¡Isabella! —gritó Elvira, preocupada. — ¿Estás bien?—Solo un
Tras su emotivo discurso, los presentes se conmovieron y, de repente, Ethan les inspiró confianza a todos. Era un ser digno de admirar, ya que, a pesar de sus limitaciones, veía la vida con entusiasmo y determinación. Al terminar, todos se levantaron y lo aplaudieron, demostrando con ese gesto que estaban muy contentos de trabajar junto a él. Era un claro mensaje de apoyo y unidad, y todos se comprometieron a trabajar más duro que nunca para sacar a la empresa adelante, reafirmando su confianza en el nuevo liderazgo de Ethan y su visión de futuro.Al salir de la reunión, Isabella se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Ethan, quien sintió un ligero hormigueo que lo desarmó por completo. Con el paso de los días y la convivencia, Ethan no podía evitar que su corazón comenzara a sentir cosas por Isabella, emociones que no podía ignorar. Sin embargo, se esforzaba por mantener la fachada de una amistad cordial, recordando que su matrimonio era solo un contrato y que su relación era, en
Isabella y Ethan llegaron a la clínica para que un obstetra revisara cómo iba su embarazo. Mientras esperaban, Isabella jugaba con Ethan y, riéndose, le dijo:—¡Mira mi pancita! Parece la de una mujer de tres meses, ¿no crees?Ethan, con una sonrisa traviesa, respondió:—¡Claro! Y apuesto a que nuestro bebé ya está pidiendo comida a gritos. ¡Seguro que es un glotón! Si sigue así, voy a tener que esconder la nevera para que no se la acabe toda antes de nacer.Ambos se rieron mientras disfrutaban del momento y de la alegría que traería su futuro hijo.Rápidamente, la enfermera llegó y los condujo a la consulta del doctor, quien, para sorpresa de Isabella y Ethan, era el mismo que había realizado la inseminación artificial. Al entrar, el doctor no pudo evitar sonreír al ver a Ethan en la silla de ruedas.—¡Vaya, señor Thomas! Nunca pensé que vería a un futuro papá tan cómodo en una silla ¿Cómo te estás preparando para el gran día en que nazca su hijo o hija? —bromeó el doctor, con una ch