Días después...
Llega de visita Chris Davis, el abogado, algo nervioso y visiblemente preocupado. De inmediato, saluda a Ethan:
—¡Ethan! Es un placer volver a verte. La mansión está impresionante, como siempre.
—Gracias, Chris. Siempre es un gusto tenerte aquí. Isa está arriba terminando algunos detalles para nuestra reunión. ¿Te gustaría algo de beber mientras esperas?
—Un vaso de agua estaría perfecto, gracias. (Mira a su alrededor) La decoración de la casa ha cambiado un poco desde la última vez que estuve aquí. Me gusta mucho el nuevo estilo.
—Sí, decidimos darle un toque más moderno. Isa tiene un gran ojo para el diseño. Estoy seguro de que te encantará también lo que ha hecho en el jardín.
Ethan y Chris entran en el ascensor. El ambiente es tranquilo, pero Chris parece pensativo. Al ver la expresión de Chris, Ethan le pregunta rápidamente:
—Oye, parece que tienes algo en mente. ¿Todo bien?
—Sí, solo un par de cosas que me preocupan. Pero lo hablaré en la reunión.
—Entiendo. Espero que no sea nada grave.
—No te preocupes, Ethan. Solo necesito que estén preparados para lo que se avecina.
—De acuerdo, confío en ti. Hablemos de ello cuando estemos todos juntos.
Al entrar en el despacho, Chris se sienta en su silla, mira a Isabella y a Ethan con seriedad y comienza a hablar rápidamente.
—Bien, gracias por su paciencia. Vamos al grano. La razón por la que estamos aquí hoy es para discutir lo que sigue de la herencia del difunto Walton. Tras revisar los documentos y la última voluntad, hay un aspecto crucial que debemos abordar.
Hace una pausa de repente, observando sus reacciones. Y continúa hablando:
—Según su testamento, para que puedan acceder a la herencia en su totalidad, hay una última condición: deben tener un hijo juntos. Es una cláusula que puede parecer inusual, pero era la última voluntad de Walton. Quería asegurarse de que su legado continuara de alguna manera, y esta fue su decisión. Por tanto, deben tener un hijo.
Chris observa las caras de asombro de Isabella y Ethan, y nota la tensión en el aire. Y les dijo:
—Entiendo que esto puede resultar impactante. No es algo que uno espera escuchar en una reunión sobre herencia. Sin embargo, es importante que consideren esta opción. La herencia es considerable y cumplir esa condición es la única manera de acceder a ella en su totalidad.
Ethan se pasó la mano por el cabello, y su frustración era palpable en el aire.
—¡Esto ya es demasiado, Chris! —exclamó, con la voz temblorosa de incredulidad. — ¡Nos casamos solo por contrato! No somos una pareja real. ¿Cómo se supone que vamos a tener un hijo en estas condiciones? Esto es un juego cruel, y no estoy dispuesto a seguirlo.
Isabella, aún en estado de shock, lo miró con los ojos abiertos de par en par.
—Ethan… —balbuceó Isabella, atragantándose con sus palabras.
Ethan se pasó la mano por el cabello nuevamente, intentando encontrar un poco de ligereza en medio de la tormenta de emociones.
—Mira, Isabella —comenzó con una sonrisa irónica. —El señor Walton es muy caprichoso. ¿Ahora resulta que también quiere que tengamos un hijo para que yo pueda heredar? ¡Eso me parece muy extraño! ¿Qué sigue? ¿Un perro? ¿Un encuentro con ovnis? ¿O tal vez un reality show sobre nuestra vida matrimonial?
Isabella no pudo evitar soltar una risa nerviosa ante su humor.
—No sé, Ethan, pero suena como una locura.
—Y, hablando de locuras, ¿qué pasa contigo, Chris? ¿Por qué no me leíste el testamento completo desde el principio? Primero que me case, ahora que tenga un hijo... ¿Qué será lo próximo? ¿Un viaje a la Luna? ¡Esto se está volviendo un verdadero circo!
—Tal vez deberíamos hacer una lista de lo que nos falta por cumplir en este contrato —dijo Isabella, y Ethan asintió, aún con una sonrisa.
—Sí, y asegurarnos de que no haya sorpresas. Porque si me dicen que tengo que adoptar un gato, me voy, porque soy alérgico.
Chris asintió con una expresión entre divertida y resignada.
—Chicos, chicos, no se pongan así —dijo mientras se persignaba con un gesto exagerado. —No puedo pecar ante Dios por no cumplir la última voluntad del señor Walton. ¡Él era un hombre de palabra y yo soy solo su humilde abogado! ¿Qué se supone que haga? ¿Ignorar su deseo de que tengan un hijo? Eso sería como decirle a un niño que no puede comer tarta en su cumpleaños.
Ethan se pasó la mano por la frente, claramente abrumado.
—Chris, no puedo más con esto. ¡Esto se está volviendo inadmisible!
Isabella, tratando de mantener la calma, añadió:
—¿Y si, en vez de eso, cobramos la herencia y nos olvidamos de todo este circo?
Chris se rió, pero su expresión se tornó seria y dijo:
—Bueno, eso es más fácil de decir que de hacer. Pero no se trata de lo que quieren, sino de cumplir el contrato. Recuerden que están bajo acuerdo. Si rompen las reglas, no puedo empezar a gestionar los papeles.
—Diablos, lo mejor sería cobrar la herencia y dejar que el señor Walton descanse en paz. No quiero que me convierta en un personaje de una novela de enredos —dijo Ethan lleno de frustración.
Enseguida, Ethan e Isabella se miraron y, con una risa compartida, se levantaron para salir de la reunión y despedir a Chris, sin haber podido dejar atrás el legado del señor Walton y sus peculiares deseos.
Minutos después…
Isabella y Ethan se quedaron en el despacho, sumidos en un silencio tenso. Finalmente, Ethan rompió el silencio con una expresión de derrota en su rostro.
—Todo está perdido, Isabella. Nuestro matrimonio era una farsa, y ninguno de los dos tendrá ese hijo.
Isabella asintió con la mirada llena de tristeza.
—Lo sé, Ethan. Nunca contemplamos tener un hijo en nuestra relación falsa. Sería mejor que preparáramos los papeles del divorcio y que cada uno siguiera con su vida.
—Sí, es lo mejor. Me gustaba mi vida anterior como obrero. Nunca imaginé ser rico y, ahora que lo soy, no sé qué hacer con esta herencia.
Isabella le dio una palmadita en el brazo para consolarlo.
—Todo saldrá bien, Ethan. Volveremos a nuestras vidas normales y olvidaremos este incidente.
—Gracias, Isabella. Sé que hemos estado en esta farsa juntos, pero aprecio tu amistad —dijo Ethan tristemente.
—Lo mismo digo, Ethan. Ahora, vamos a empezar a preparar los papeles y a poner fin a esta locura.
Juntos, Ethan y Isabella se pusieron a trabajar en la documentación necesaria para poner fin a su matrimonio de conveniencia y a reclamar la herencia del señor Walton, listos para empezar una nueva vida, lejos de las complicaciones y los enredos que les había dejado el misterioso hombre millonario. ¿Será el fin del matrimonio y no cobrarán la herencia?
Al día siguiente...Ethan, con el corazón latiendo con fuerza, sintió cómo la indignación se apoderaba de él al escuchar las palabras despectivas de Jonás. Desde su silla de ruedas, observó cómo los empleados, visiblemente intimidados, bajaban la mirada ante las humillaciones del hombre que se creía superior. No podía permitir que esa situación continuara.Con voz firme, aunque temblorosa, Ethan se dirigió a Jonás:—¡Basta, Jonás! No tienes derecho a tratar a nadie de esa manera. Tu actitud es repugnante y no refleja el verdadero espíritu de esta empresa. No importa lo que pienses sobre mí, yo soy el que tiene la visión para llevar esto hacia adelante, no tú.Jonás se giró, sorprendido por la interrupción, y soltó una risa burlona.—¿Y qué vas a hacer, Ethan? ¿Amenazarme desde tu silla de ruedas? No eres más que un inválido que no puede ni defenderse. La fortuna de mi tío no te da poder aquí.Peter, preocupado, se acercó a Ethan y le susurró:—Tranquilo, no vale la pena. No dejes que
Al llegar a casa, Ethan encontró a Isabella mirando por la ventana, perdida en sus pensamientos. Accionó el mando de su silla con un suave movimiento y se dirigió hacia ella. Cuando sus miradas se cruzaron, Isabella le ofreció una suave sonrisa que Ethan recibió con serenidad.—Isa —comenzó Ethan, con la voz cargada de emociones. —Hoy, en la fábrica, Jonás… fue horrible. Me humilló delante de todos. Pero lo que más me dolió fue cómo trató a los trabajadores mayores. Son personas que aún necesitan ese trabajo y él se aprovecha de ellos solo porque son mano de obra barata.Isa frunció el ceño, su expresión cambiando a una de preocupación.—Eso es inaceptable, Ethan. Nadie debería ser tratado así, especialmente aquellos que han dedicado su vida al trabajo. ¿Qué piensas hacer al respecto?Ethan suspiró, sintiendo la frustración burbujear dentro de él.—No estoy seguro. Quiero hacer algo, pero no sé si tengo poder para cambiarlo. Siento que estoy atrapado en un sistema que no respeta a las
Días después, en medio de la confusión de tantos acontecimientos, Ethan e Isabella se sentaron en el sofá, dejando que la luz del atardecer se filtrase a través de las cortinas. Con determinación y valentía, decidieron que no podían dejar el legado de Walton en manos de Jonás. Habían reflexionado sobre su futuro y, tras consultar con la almohada, tomaron una decisión audaz: Isabella sería la madre subrogada.—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Isa? —preguntó Ethan, preocupado. —Es un gran paso, y debemos estar preparados para lo que venga.Isabella lo miró a los ojos con firmeza. —Sí, Ethan. He hecho las pruebas y estoy lista. Quiero que tengamos un hijo y esto es lo que debemos hacer para asegurarnos de que el legado de Walton no se pierda. Además, es nuestro secreto, solo entre nosotros por ahora.Ethan asintió, con una mezcla de emoción y nerviosismo.—Entonces, hagámoslo. Estoy contigo en esto, siempre. No importa lo que pase, seremos padres y lucharemos por nuestro futuro.
Semanas después, Isabella se encontraba sentada junto a Ethan en una banqueta, justo enfrente de la clínica de fertilidad donde habían recibido la noticia que tanto anhelaban: el procedimiento había sido un éxito y ella estaba embarazada de apenas unas semanas. La emoción de la noticia era abrumadora, pero también lo era la ansiedad que sentían al pensar en cómo comunicárselo a sus madres. Aunque estaban casados, su relación era un acuerdo contractual, una fachada que complicaba cualquier conversación sobre el embarazo.Isabella miró a Ethan; su rostro reflejaba una mezcla de alegría y preocupación.—¿Cómo se lo vamos a decir a nuestras madres? No sé cómo van a reaccionar al enterarse de que estoy embarazada y menos aún de que fue a través de un procedimiento in vitro.Ethan suspiró, rascándose la cabeza con nerviosismo.—Lo sé, es complicado. Pero no podemos seguir ocultándolo. Ellas merecen saber la verdad, aunque sea difícil de explicar. Tal vez podríamos decirles que hemos decidid
El pueblo estaba en ebullición. La noticia del embarazo de Isabella había corrido como la pólvora y cada rincón estaba lleno de murmullos y especulaciones. Algunos se preguntaban cómo era posible que un joven en silla de ruedas pudiera embarazar a su mujer, mientras otros celebraban la llegada de un nuevo integrante a la comunidad. En medio de todo este revuelo, Isabella se encontraba en la mansión, recibiendo a su mejor amiga, Lucy, quien había llegado con una mezcla de emoción y curiosidad.—¡Isabella! No puedo creer que estés embarazada. ¡Es increíble! —exclamó Lucy, con los ojos brillantes de entusiasmo. — ¿Cómo sucedió? Tienes que contarme todo, cada detalle.Isabella, abrumada por la situación, sonrió nerviosamente.—Bueno, ya sabes cómo son las cosas. A veces la vida te sorprende —respondió, tratando de desviar la conversación.Lucy frunció el ceño, notando la evasión de su amiga.—Vamos, no seas así. Eres mi mejor amiga y quiero saber cómo pasó. ¿Fue un milagro? ¿Algo planeado
Al día siguiente...Justo cuando Ethan e Isabella estaban en la notaría del pueblo organizando los documentos para la sucesión, el ambiente se volvió inflexible en la mansión. De repente, la puerta se abrió y un hombre de mediana edad, con una sonrisa amplia y un aire despreocupado, entró en la sala. Era Mateo, el hermano de Lisa, al que no había visto en años. Su presencia era como un rayo de sol inesperado, pero para Lisa, esa luz venía acompañada de nubes de incertidumbre.—¡Lisa, mira quién ha venido a hacerte una visita! —exclamó Mateo con un tono jovial que contrastaba con la seriedad del momento. —He escuchado que tu hijo se ha hecho millonario. ¿Y qué mejor que disfrutar de esa fortuna en familia? ¡He dejado California y aquí estoy!Lisa lo miró con aprensión, cruzando los brazos.—Mateo, ¿realmente crees que es apropiado aparecer así de la nada? No me dijiste que venías. ¿Y ahora piensas quedarte aquí sin avisar?Mateo soltó una risa contagiosa, como si la preocupación de su
Los días pasaron como un tren a máxima velocidad. Ethan, por fin, había cobrado la tan anhelada herencia, lo que le había convertido en uno de los hombres más ricos del país y del mundo. En ese momento, se preparaban para ir a Washington D. C., donde se ocuparía del emporio empresarial Walton. Ethan decidió dejarle el mismo nombre que su dueño inicial. Ahora, se encontraba en su avión privado con su madre, Lisa, Elvira, Isabela y su tío, el alocado Mateo, que hablaba más que una radio encendida y tenía muy perturbados a todos durante el viaje.—¿Sabías que el primer avión que voló fue un fracaso total? —dijo Mateo, riendo mientras movía las manos como si estuviera imitando un avión descontrolado.—Sí, tío, y tú seguro que eras el piloto —respondió Ethan con ironía, tratando de calmar la atmósfera tensa.Isabella, visiblemente pálida, se levantó de su asiento y corrió hacia el baño. El embarazo comenzaba a pasarle factura.—¡Isabella! —gritó Elvira, preocupada. — ¿Estás bien?—Solo un
Tras su emotivo discurso, los presentes se conmovieron y, de repente, Ethan les inspiró confianza a todos. Era un ser digno de admirar, ya que, a pesar de sus limitaciones, veía la vida con entusiasmo y determinación. Al terminar, todos se levantaron y lo aplaudieron, demostrando con ese gesto que estaban muy contentos de trabajar junto a él. Era un claro mensaje de apoyo y unidad, y todos se comprometieron a trabajar más duro que nunca para sacar a la empresa adelante, reafirmando su confianza en el nuevo liderazgo de Ethan y su visión de futuro.Al salir de la reunión, Isabella se inclinó y le dio un beso en la mejilla a Ethan, quien sintió un ligero hormigueo que lo desarmó por completo. Con el paso de los días y la convivencia, Ethan no podía evitar que su corazón comenzara a sentir cosas por Isabella, emociones que no podía ignorar. Sin embargo, se esforzaba por mantener la fachada de una amistad cordial, recordando que su matrimonio era solo un contrato y que su relación era, en