Luciana se despertó sintiendo el brazo de Chris rodeando su cintura, su cuerpo pegado al de él de manera tan natural que parecía que siempre había sido así. Le resultaba increíble cómo en tan solo dos días su mundo había cambiado tanto. Apenas 48 horas atrás, estaba destrozada por Santiago, y ahora estaba entre los brazos de su hermano gemelo. Lo había dejado besarla, tocarla, y para su sorpresa, había disfrutado de cada momento. Al girarse, lo observó dormir con una paz que contrastaba con la intensidad de su carácter despierto. Su piel era suave, su rostro tenía esa expresión angelical que tanto la confundía. Aunque Santiago y Chris eran físicamente idénticos, ella notaba lo diferente que era Chris: más oscuro, más peligroso, pero en ese instante, lucía vulnerable y hermoso. Luciana no pudo evitar llevar una mano a la mejilla de Chris, acariciando suavemente su piel antes de deslizar sus dedos hacia sus labios. Era imposible no sentirse atraída por él, a pesar de lo que su mente
Cuando Luciana terminó de despabilarse, se dirigió al baño para darse una ducha rápida. Secó y cepilló su cabello con esmero, luego se maquilló, buscando un equilibrio entre lo natural y lo sofisticado. De su guardarropa habitual eligió un vestido en tono pastel, que era elegante pero casual, perfecto tanto para la universidad como para la oficina más tarde. Al bajar las escaleras, notó que sus padres ya habían llegado. Ambos la recibieron con un cálido abrazo. —¿Volviste antes? —preguntó Camilo, mirándola con curiosidad. —Sí, es que seré la asistente de Christhopher por esta semana y no quise quedar mal —respondió Luciana, mientras se acomodaba el cabello—. ¿Qué tal el viaje? —Hermoso, mi amor —contestó Ximena con una sonrisa maternal. —Las amo, pero necesito descansar para mi reunión de la tarde —dijo Camilo, con tono cansado mientras se dirigía a su habitación. Ximena se quedó observando a Luciana con detenimiento, como si notara algo distinto en su hija. Sus ojos brillaron c
Christhopher estaba en su oficina, sumido en papeles y llamadas telefónicas, cuando notó la entrada de Luciana. Su presencia era inconfundible, especialmente con la bandeja que llevaba en las manos. Chris observó cómo se acercaba con paso firme, el olor de la comida que había traído impregnando la oficina. —Chris, perdón por tardarme, pero quise comprar tu almuerzo favorito —dijo Luciana con una sonrisa cálida, colocando la bandeja en el escritorio frente a él. Chris la miró de reojo y luego se dirigió a sus documentos, sin inmutarse. Su rostro seguía serio, y su mirada no dejaba de centrarse en el trabajo que tenía por delante. —Déjalo allí. No tengo hambre —respondió de manera cortante, su tono impersonal. Luciana lo observó con una mezcla de confusión y decepción. Se acercó a él, buscando una señal de amabilidad en su expresión. Su sonrisa se desvaneció al notar que él mantenía un aire distante. Cuando se sentó en sus piernas, esperando quizás una reacción más cálida, él la
Luciana se despertó temprano, llena de anticipación por el día que tenía por delante. Al llegar al centro comercial, su madre, Ximena, la recibió con una sonrisa radiante. Ximena había planeado una jornada completa para renovar el guardarropa de Luciana, convencida de que un cambio de imagen la haría sentir más segura y moderna. Ximena guió a Luciana a través de las tiendas, eligiendo con esmero faldas cortas y vestidos escotados que resaltaran la figura de su hija. Luciana, acostumbrada a un estilo más conservador, se sintió un poco incómoda al principio, pero pronto se dio cuenta de que Ximena tenía razón. Los nuevos atuendos acentuaban su belleza natural y le daban un aire fresco y sofisticado. Después de una agotadora sesión de compras, Ximena llevó a Luciana al salón de belleza. Allí, un estilista le ofreció un nuevo corte de cabello, ondulándole las puntas para darle un aspecto más moderno y dinámico. El maquillaje también fue renovado, con tonos que resaltaban sus ojos y ace
Luciana estaba agotada por su día de trabajo, pero Santiago le había insistido tanto en que se vieran, que finalmente aceptó darle solo una hora para hablar. No quería arruinar una amistad de tantos años, aunque algo en su interior le decía que esa reunión cambiaría las cosas para siempre. Justo cuando estaba a punto de caminar hacia el ascensor, sintió una mano firme que la tomó del brazo. Al girarse, se encontró con Christhopher, y antes de que pudiera decir algo, él la levantó rápidamente, cargándola sobre su hombro sin decir una palabra. —¡Chris, bájame! ¡Bájame!—gritaba ella, luchando por liberarse, mientras los pocos empleados que quedaban en la empresa observaban la escena con sorpresa y curiosidad. Pero él no dijo nada. Con pasos decididos, bajó en el ascensor de los empleados, ignorando los gritos y las patadas que ella le daba en la espalda. Luciana, frustrada y resignada, dejó de luchar cuando se dio cuenta de que era inútil. Desde su posición, alcanzó a ver a Alessio
A primera hora, Luciana despertó y se dio cuenta de que Christopher le había llevado el desayuno preparado, además de una pastilla. —Buenos días, nena hermosa. Cociné para ti —dijo él, con una sonrisa. —Amor, ¿preparaste un latte en medio del campo? —respondió ella, sorprendida. —Es increíble lo que hace un hombre bien atendido —bromeó él. —Tonto… —dijo ella, dándole un suave golpe en el hombro. Chris no dejaba de mirarla, admirando cómo lucía vestida solo con su camisa, mientras él solo llevaba unos boxers. Ella prosiguió a desayunar su plato favorito, y después tomó la pastilla. Luego, se sentó en las piernas de Chris y, entre risas, le dio de comer en la boca. —Ya viene el avioncito, *iceberg* —bromeó Luciana, mientras le daba otra cucharada. —No me llames así —respondió él, frunciendo el ceño. —Lo siento... ¿Cómo te llamo entonces? ¿Licenciado Montalban? —dijo ella, divertida. Él le lanzó una mirada seria, pero no pudo evitar sonreír. —Me recuerdas a cuando e
Christopher estaba cenando tranquilamente con su mamá Elizabeth, su papá Rodrigo y su hermana Mariana. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando llegó Santiago, su hermano, con una expresión de frustración y los ojos enrojecidos. —¿Qué vamos a cenar? —preguntó Santiago, con un tono que no disimulaba su mal humor. —Preparé tu comida favorita —anunció Elizabeth con una sonrisa, tratando de mantener el ambiente alegre. —Y dime, hermano, ¿ya tengo cuñada nueva? —preguntó Mariana, emocionada. —No entiendo nada —expresó Elizabeth, mirando a su hijo Santiago con confusión. —Mamá, Santiago anoche le pidió a Luciana que sean novios —respondió Mariana, mientras Elizabeth intentaba entender la situación. —Todo fracasó. Anoche, Luciana no quiso ni verme. Y yo, cuando fui a hablar con ella, me dijo que tiene novio. Pero no me rendiré nunca —dijo Santiago con determinación, mientras se sentaba a la mesa. —Pues claro que no debes rendirte, hijo. Luciana es una mujer que v
Luciana salió temprano de la empresa, sintiendo el cansancio acumulado de la jornada. Después de enviarle un mensaje rápido a su padre, se dirigió al estacionamiento. Cuando llegó, se encontró con Peter, quien estaba de pie junto a su coche, con una expresión de disculpa. —Lu, qué pena, pero... ¿podrías llevarme nuevamente a mi casa? —preguntó Peter, su tono inseguro. Luciana vaciló, sintiendo una incomodidad creciente. No quería quedar mal con Peter, pero también sabía que aceptar su petición no sería una buena idea. —Peter, lo siento, pero yo no... —comenzó a responder, intentando encontrar una excusa educada. Antes de que pudiera terminar, sintió una mano firme rodear su cintura. Christhopher apareció detrás de ella, envolviéndola con su presencia dominante. Luciana se tensó de inmediato, sabiendo lo que venía. —Esta noche, Luciana se va a casa conmigo —anunció Chris, su voz profunda y autoritaria—, pero claro que podríamos llevarte. Peter pareció vacilar, claramente in