La insistencia de Santiago.

A primera hora, Luciana despertó y se dio cuenta de que Christopher le había llevado el desayuno preparado, además de una pastilla.

—Buenos días, nena hermosa. Cociné para ti —dijo él, con una sonrisa.

—Amor, ¿preparaste un latte en medio del campo? —respondió ella, sorprendida.

—Es increíble lo que hace un hombre bien atendido —bromeó él.

—Tonto… —dijo ella, dándole un suave golpe en el hombro.

Chris no dejaba de mirarla, admirando cómo lucía vestida solo con su camisa, mientras él solo llevaba unos boxers.

Ella prosiguió a desayunar su plato favorito, y después tomó la pastilla. Luego, se sentó en las piernas de Chris y, entre risas, le dio de comer en la boca.

—Ya viene el avioncito, *iceberg* —bromeó Luciana, mientras le daba otra cucharada.

—No me llames así —respondió él, frunciendo el ceño.

—Lo siento... ¿Cómo te llamo entonces? ¿Licenciado Montalban? —dijo ella, divertida.

Él le lanzó una mirada seria, pero no pudo evitar sonreír.

—Me recuerdas a cuando e
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