Luciana salió temprano de la empresa, sintiendo el cansancio acumulado de la jornada. Después de enviarle un mensaje rápido a su padre, se dirigió al estacionamiento. Cuando llegó, se encontró con Peter, quien estaba de pie junto a su coche, con una expresión de disculpa. —Lu, qué pena, pero... ¿podrías llevarme nuevamente a mi casa? —preguntó Peter, su tono inseguro. Luciana vaciló, sintiendo una incomodidad creciente. No quería quedar mal con Peter, pero también sabía que aceptar su petición no sería una buena idea. —Peter, lo siento, pero yo no... —comenzó a responder, intentando encontrar una excusa educada. Antes de que pudiera terminar, sintió una mano firme rodear su cintura. Christhopher apareció detrás de ella, envolviéndola con su presencia dominante. Luciana se tensó de inmediato, sabiendo lo que venía. —Esta noche, Luciana se va a casa conmigo —anunció Chris, su voz profunda y autoritaria—, pero claro que podríamos llevarte. Peter pareció vacilar, claramente in
Luciana estaba muy nerviosa la última semana; había sido difícil ocultar su relación con Christhopher. Santiago no había dejado de buscarla y enviarle obsequios al trabajo, pero Chris solía lanzar los paquetes a la basura antes de que llegaran a ella. Finalmente, llegó el día del cumpleaños de los gemelos, que cumplían veinticinco años. Según lo estipulado por su abuelo, hoy recibirían la herencia de los Romano y heredarían la naviera. Chris se había preparado durante los últimos dos años para asumir el cargo de CEO tras terminar su carrera, mientras que Santiago nunca mostró interés en la herencia. Luciana llegó a la mansión con sus padres, luciendo un vestido rojo muy sexy que su madre había escogido para ella. Su cabello ondulado estaba suelto, y su maquillaje resaltaba su piel pálida y sus ojos verde esmeralda. En la fiesta estaban presentes varios amigos de Rodrigo, asociados de negocios, además de Perla y Lorenzo, amigos de Santiago, y Alessio, el único amigo de Chris, así
Santiago era cada vez más insistente con Luciana, y a medida que ella intentaba distanciarse, él la seguía sin cesar. Cansada, decidió apartarse y beber un jugo en lugar de seguir el juego. Sin embargo, Santiago no se detuvo y la agarró por detrás, pero Luciana lo empujó con firmeza.—San, Perla quiere bailar contigo. Mira cómo nos está observando —le dijo, intentando poner fin a la situación.Santiago, sin hacer caso, acarició el cabello de Luciana, un gesto que solo aumentó su incomodidad. Luciana observó a Christhopher desde lejos, que estaba apretando una copa con tanta fuerza que casi la rompía. La tensión en su rostro era palpable.—Chris, ¿estás bien? —preguntó Luciana, acercándose rápidamente a él.—Sí, suéltame —respondió Christhopher, claramente irritado.—Hermano, ¿estás bien? —intervino Santiago, acercándose a Christhopher.—Estoy bien. Sigan con la fiesta, yo me largo —dijo Christhopher, su voz llena de enojo.—Es nuestro cumpleaños y todavía falta el regalo de papá —repl
Santiago estaba furioso. La huida de Luciana la noche anterior había desatado una tormenta de ira en él. La fiesta, que había comenzado como una celebración, se había convertido en un caos emocional. La ausencia de Luciana y su decisión de irse sin previo aviso lo habían dejado con un enojo abrumador. Su rabia se intensificó con cada trago de alcohol que consumió esa noche. Santiago bebió en exceso, buscando ahogar su frustración y desdén en el licor. Mientras el alcohol nublaba su mente, se encontró en los brazos de Perla. Decidió ir al departamento de su hermano para verificar qué había sucedido la noche anterior, preocupado por la desaparición de Chris y las razones detrás de su enojo. Al llegar al departamento de Chris, usó sus propias llaves para entrar. La visión que encontró en la sala lo dejó paralizado. Ropa y un vestido rojo estaban esparcidos por el suelo, una escena que no auguraba nada bueno. Subió las escaleras con una mezcla de miedo y enojo. Cuando abrió la p
Chris llegó a casa aún con el ceño fruncido, sin haber procesado del todo lo sucedido con Luciana. Al entrar, encontró a sus padres en la sala. Su madre, Elizabeth, notó enseguida su expresión y se acercó preocupada. —Mi amor, ¿estás bien? —preguntó, mirando su mano con atención—. ¿Qué te pasó? Chris retiró su mano de manera brusca, sin querer mostrar vulnerabilidad. —No es nada, mamá. Antes de que pudiera seguir, su padre, Rodrigo, intervino con una sonrisa que no fue correspondida. —Christhopher, anoche te fuiste antes de que pudiera darte tu regalo —dijo, mientras le extendía unas llaves—. Tu nuevo carro está en el jardín. Chris miró las llaves sin entusiasmo, y su tono se volvió cortante. —No debiste darme nada —respondió—. Cuando me darán mi parte de la naviera. Elizabeth, notando su falta de gratitud, intentó suavizar la situación. —Chris, agradece a tu padre —dijo, un tanto molesta. —Gracias, Rodrigo —contestó él de mala gana, sin molestarse en disimular su
Luciana no podía dejar de llorar, aferrada a su madre mientras las lágrimas seguían cayendo. El peso de la culpa la aplastaba, le dolía profundamente haber lastimado a Santiago, pero lo que más le destrozaba el corazón eran las palabras de Christhopher cuando le confesó que no la amaba, que solo había sido deseo. En el fondo, siempre lo había sabido, pero escucharlo de sus labios la había destruido. —Tranquila, mi amor... —Ximena intentaba consolarla, acariciando su cabello con ternura—. Todo pasará. —Mamá... los perdí a los dos —sollozó Luciana, aferrándose más fuerte a su madre—. Santiago no querrá volver a verme y... ni siquiera quiero pensar en Christhopher. Me duele tanto... Sus palabras fueron interrumpidas cuando Camilo se acercó con el ceño fruncido. Ver a su hija en ese estado le llenaba de furia; no entendía qué estaba sucediendo, pero no iba a permitir que alguien le hiciera daño. —¿Qué ocurre, Luciana? —preguntó con firmeza, su tono protector pero cargado de preocu
Luciana llegó a la oficina de Elizabeth con una expresión de determinación, aunque todavía estaba marcada por el dolor. Elizabeth la recibió con un abrazo silencioso, y Luciana, al sentir el consuelo de su madrina, se dejó caer en sus piernas, quebrándose en llanto. —Por favor, perdóname, madrina, te lo suplico —sollozó Luciana. Elizabeth, con los ojos aún hinchados por el llanto, levantó a Luciana suavemente, la abrazó con fuerza, y luego la sentó en una silla frente a ella. —De pie, Luciana —dijo Elizabeth, intentando controlar su propio dolor. —Por favor, perdóname, madrina. Yo quería evitar todo esto, que tus hijos se enfrenten por mi culpa. —Nada de esto es tu culpa —respondió Elizabeth con sinceridad—. Rodrigo y yo no supimos fomentar el amor. Mi Chris está demasiado dañado. —Yo no quiero hablar de él —dijo Luciana, apartando la mirada, aún llena de tristeza. Elizabeth, con un suspiro, miró a Luciana con una mezcla de preocupación y afecto.—Luciana, ¿lo amas de ver
Luciana pasó todo el día recostada en su habitación, envuelta en sus propios pensamientos, hasta que su madre, Ximena, llegó al caer la tarde. —Cariño, levántate —dijo su madre, asomándose por la puerta—. Papá reservó lugares en tu restaurante favorito. —No tengo ganas, mamá —respondió Luciana con voz apagada, sin ni siquiera moverse de la cama. Ximena, sin darse por vencida, entró en la habitación y se sentó a su lado. —Vamos, cariño —le dijo suavemente, acariciándole el brazo—. Ponte guapa y vamos a cenar, un poco de aire te hará bien. Luciana suspiró, pero finalmente aceptó. De mala gana, se levantó y se dirigió al baño. El agua de la ducha la ayudó a despejarse, aunque seguía sintiendo el peso de los últimos días. Cuando salió, eligió un vestido rojo sencillo, pero elegante. Dejó su cabello suelto, ahora lacio de manera natural, ya que las ondas que solía llevar habían desaparecido con el tiempo. —Mira lo hermosa que eres —dijo Ximena mientras la maquillaba con delicad