Habían pasado varias semanas desde que la calma había vuelto a sus vidas. En ese tiempo, Christhopher y Luciana habían recibido el mayor regalo: sus dos pequeños hijos, dos varones que llenaban su hogar de felicidad. Ambos bebés tenían el cabello oscuro como el de sus padres, y sus ojos eran una mezcla peculiar entre azul y verde, un tono tan raro como hermoso. En este momento, la familia estaba reunida en una gran sala, con una atmósfera cálida y animada. Luciana sostenía a uno de los bebés, mientras Christhopher tenía al otro en brazos. Los padres primerizos no podían dejar de sonreír mientras los pequeños dormían plácidamente. —Son idénticos —comentó Mariana, acercándose para mirar de cerca a sus sobrinos—. Aunque creo que este será más travieso —dijo señalando al bebé que Chris cargaba, quien había fruncido ligeramente el ceño mientras dormía. —Por supuesto que no —respondió Chris, riendo suavemente—. Mis hijos serán perfectos en todo sentido, como su madre. Luciana lo miró co
Último capítuloEl sol bañaba con su luz dorada el amplio jardín donde se celebraba la boda. Los arreglos florales llenaban el aire con una mezcla de aromas dulces, mientras los invitados ocupaban sus lugares. Todos estaban ahí, familiares y amigos, listos para ser testigos de un día lleno de amor, risas y esperanza. Después de todo lo vivido, este era el final feliz que todos merecían.Christopher y Santiago, de pie en el altar junto a sus novias, compartían miradas cómplices. Gala, con un vestido que resaltaba su belleza audaz, le lanzaba miradas pícaras a Santiago, mientras Luciana, serena y radiante, sostenía la mano de Christopher con una dulzura que parecía infinita.El oficiante pidió silencio, y Christopher tomó la mano de Luciana. Su voz tembló al principio, pero pronto se llenó de fuerza.—Luciana, toda mi vida fui de bronce, frío, cerrado, impenetrable… hasta que llegaste tú. Tú me diste la luz que ni siquiera sabía que buscaba. Tal vez siempre te amé, pero no lo entendí ha
Mientras camino al altar del brazo de mi abuelo, siento que mi corazón se destroza con cada paso que doy. Las flores blancas y la música suave no logran aliviar el nudo en mi garganta. Mi vestido, que debería hacerme sentir como una princesa, se siente como una cárcel de seda. Hoy es el peor día de mi vida. Casarse con un hombre que no amas debe ser horrible, pero mi situación es aún peor: me estoy casando con un hombre que desprecio, el hermano del amor de mi vida, quien me está obligando a ser su esposa. Mis amigos y familiares sonríen y susurran emocionados. Ellos piensan que me caso por amor, que este es el día que siempre soñé. No se imaginan que estoy siendo obligada, que cada paso que doy es una lucha contra el impulso de salir corriendo. Cuando finalmente llego al altar, lo veo a él, a Ricardo Montalbán . Con su cabello oscuro y esos ojos azules profundos, la misma mirada que siempre me ha intimidado. Ricardo y Rodrigo son gemelos idénticos, pero mientras Rodrigo tiene un
La fiesta es un verdadero infierno para mí. Sonrío mecánicamente mientras las felicitaciones me llueven de todas partes. Me duele la cara de tanto fingir. Bailo con Ricardo, acepto sus besos y caricias, y todo el tiempo siento que estoy interpretando un papel en una obra macabra. Él me presume frente a todos, irradiando felicidad, pero no por amor, sino por lo que represento: dinero y poder. Haberle ganado a su hermano es su mayor triunfo. Hace solo unos meses, yo era una mujer feliz. Estaba lejos de ser la heredera millonaria que soy hoy. Jamás tuve nada en la vida más que a mi madre y mis sueños de convertirme en una famosa bailarina. Crecí en una pequeña isla, siendo hija de una madre soltera y teniendo que aprender a ganarme cada peso. Cuando cumplí dieciocho años, mi mamá lo vendió absolutamente todo para que pudiéramos mudarnos a la ciudad. Había ganado una beca en una academia de baile prestigiosa y, con trabajo y sacrificio, ambas pagábamos la otra mitad. Sin embargo,
Viajamos varias horas hasta llegar al hotel. Ricardo tiene negocios que atender aquí en Houston, y nos vamos a hospedar en un lujoso hotel. Al llegar a la recepción, Ricardo se adelanta para registrarnos. La recepcionista le sonríe amablemente mientras él le entrega nuestros documentos. —Necesitamos dos habitaciones—digo, aprovechando un momento de silencio, aunque mi voz suena insegura. Ricardo se vuelve hacia mí con una mirada afilada. —Ni lo sueñes, Elizabeth. Eres mi mujer—responde con una sonrisa fría—. No me digas que mi hermano no te entrenó bien. Siento un nudo en la garganta, pero no quiero mostrarle mi miedo. Yo deseaba entregarle mi virginidad a Rodrigo, pero él siempre me respeto. Era todo un príncipe. Ricardo se vuelve hacia la recepcionista. —Una habitación—dice con firmeza, y la mujer asiente, procesando la solicitud rápidamente. Subimos al ascensor en silencio. Ricardo se apoya contra la pared, observándome con una expresión que mezcla arrogancia y
Rodrigo Montalban Hace dos días me dolía hasta el alma después de la paliza que me di con ese tipo del cual ni siquiera sé el nombre. Lo vi en el bar y lo provoqué para pelear. Después me enfrenté a dos de sus amigos. Necesitaba golpear a alguien, a cualquiera. No podía soportar la idea de Ellie, mi Bell, en los brazos de mi hermano.Desde que me dejó, me siento destrozado. Nunca conocí el amor hasta que la conocí a ella, y me traicionó. Me dejó y al día siguiente anunciaba su boda con mi hermano. Jamás me dio una explicación.Me marché de casa, necesitaba estar solo. Odio que las personas vean así, destrozado y lamentable. Frente a los demás finjo que Elizabeth no significó nada, y no les cuesta creerlo porque siempre he sido un mujeriego que nunca se toma nada en serio. Nadie imagina cuánto me ha destrozado Elizabeth.A nadie le importo, excepto mi abuelo. Mi madre siempre prefirió el dinero y a Ricardo. Mientras su hijo favorito esté bien, ella estará bien. Desde que revelé a la f
Elizabeth Este último mes ha sido notablemente tranquilo para mí. Al regresar sola de Houston, mi abuelo reaccionó con intensidad, expresando preocupación por mi seguridad y advirtiéndome sobre los riesgos involucrados. Mi tía mostró una reacción aún más vehemente. Desde entonces, no he recibido noticias de mi esposo, salvo un mensaje matutino al partir, lleno de amenazas. Afortunadamente, mi suegra también se marchó hace algún tiempo. ¿Por qué no me fui? La razón principal es mi abuelo. No puedo soportar la idea de causarle más dolor al desaparecer de nuevo. Revelarle la verdad no es una opción; sería devastador para él descubrir que Lucrecia y Ricardo, a quienes considera familia, están manipulándome de esta manera. Personalmente, creo que Ricardo ha superado su enojo inicial. Él mismo admitió que solo quería lastimar a Rodrigo y que mi dinero ya cumplió ese propósito. Ahora debe estar contento con su amante, estoy segura que está con ella. Me doy cuenta de mi ingenuidad pasada
Rodrigo Montalban. Fue un mes complicado. Logré cerrar el negocio pendiente de Ricardo, usurpando no solo su identidad con Ellie sino también su papel en la empresa. La ejecución de mi hermano aún me atormenta, y estoy seguro de que el asesino está cerca. Mi madre cree que nuestros planes coinciden: hacer que Ellie confiese y encarcelarla. Sin embargo, mis intenciones son distintas. Planeo hacerla sufrir hasta que desee la muerte, pero también buscaré al verdadero asesino. Para eso, necesito ser Ricardo. Cuando él descubra que su trabajo no está completo, atacará de nuevo, y ahí lo atraparé. Mi plan es claro: yo soy Ricardo y Rodrigo está en Nueva York. Camilo me apoya plenamente, y no pienso dejarlo solo. A partir de hoy, debo dividir mi tiempo entre nuestra empresa y los negocios de los Romano. Por suerte, conozco bien el manejo de la empresa, ya que trabajé allí durante algún tiempo. No creo que me resulte difícil asumir la identidad de mi hermano. Conozco cada detalle de