¿No saludas a tu marido, cariño?

Elizabeth

Este último mes ha sido notablemente tranquilo para mí. Al regresar sola de Houston, mi abuelo reaccionó con intensidad, expresando preocupación por mi seguridad y advirtiéndome sobre los riesgos involucrados. Mi tía mostró una reacción aún más vehemente.

Desde entonces, no he recibido noticias de mi esposo, salvo un mensaje matutino al partir, lleno de amenazas. Afortunadamente, mi suegra también se marchó hace algún tiempo.

¿Por qué no me fui? La razón principal es mi abuelo. No puedo soportar la idea de causarle más dolor al desaparecer de nuevo. Revelarle la verdad no es una opción; sería devastador para él descubrir que Lucrecia y Ricardo, a quienes considera familia, están manipulándome de esta manera.

Personalmente, creo que Ricardo ha superado su enojo inicial. Él mismo admitió que solo quería lastimar a Rodrigo y que mi dinero ya cumplió ese propósito. Ahora debe estar contento con su amante, estoy segura que está con ella.

Me doy cuenta de mi ingenuidad pasada. Parece evidente que ellos dos tienen una relación.Revisé discretamente la habitación de mi esposo y encontré un sostén debajo de su cama.

Él me engaña con mi prima Flavia. En más de una ocasión los he visto uno saliendo de la habitación del otro. Sin embargo, no me importa.

Me acerqué a mi abuelo y le di un abrazo sincero, disfrutando juntos la calma de nuestro jardín.

—Hablaré con Ricardo, Cuida muy bien de los negocios, pero no puede descuidarte así— comenta mi abuelo.

Rodé los ojos. —Yo sé cuidarme sola. Quiero despedirme y volver a mi casa.

—¡De ninguna manera, Elizabeth! Tú te quedas aquí con tu familia a esperar a tu esposo —replicó mi abuelo con firmeza.

—Abuelo, esto fue un error. Nunca debí casarme con él. En cuanto llegué, me divorcié y listo.

Él me fulminó con la mirada. —No lo repitas, Elizabeth. En esta familia no hay divorcios. —Acarició mi cabello—. ¿Qué ocurrió? Te veía muy enamorada de Ricardo. Eres muy joven, pero debes entender que los problemas se resuelven hablando.

"Estoy enamorada de Rodrigo, no del idiota de Ricardo"

Fuimos interrumpidos cuando llegó la señora Rosalba acompañada de mi odiada suegra. Cuando estaba tranquila, aparece esta señora a arruinarme el día.

Rosalba es la hermana del fallecido padre de Rodrigo y Ricardo. Es su tía y ha ayudado a Lucrecia con la crianza de los gemelos. Rodrigo me confesó que ella se ha comportado como su madre.

—¿Dónde estabas? —le preguntó Rosalba a Lucrecia.

—Yo no doy explicaciones. ¿Cómo estás, Elizabeth?— Pregunta fingiendo una sonrisa.

—Bien, señora.— Asentí con la cabeza.

—Preparen la recámara de Ricardo, en unos días vuelve. Ya terminó lo que tenía que hacer en Houston.— Ordena.

—Debes mudarte al cuarto matrimonial —me dijo la señora Rosalba.

Reí fuerte. —Yo estoy perfecta en mi cuarto.

Subí rápidamente a mi habitación y comencé a preparar mis maletas. Mientras más rápido huya, será mejor. Mi vida se convertirá en un completo infierno si tengo que convivir con ese tipo. Lo bueno es que la casa está llena de gente y no podrá herirme. La última vez nos lastimamos físicamente y no quiero que vuelva a ocurrir. Esta vez podría no tener tanta suerte.

Oculté mi ropa debajo del acolchado cuando noté que la puerta se abrió rápidamente y entró doña Lucrecia.

—¿Por qué estás tan nerviosa, muerta de hambre? ¿Esperabas que mi hijo no regresara? — me espetó Doña Lucrecia.

—Sinceramente, esperaba no volver a verlo. Hay tantos accidentes, es una pena que él no haya sufrido uno. — respondí con cautela.

Ella intentó darme una cachetada, pero fui más veloz y detuve el golpe.

—Nunca más me golpeará. Ya sé por qué hicieron todo esto, ustedes dos, tú y Ricardo. Te tengo una oferta: la herencia a cambio de mi libertad. — propuse con determinación.

—No. Ni siquiera lo dudes. — contestó firme Doña Lucrecia.

—¿Pero por qué? — insistí.

—Solo vine a decirte que me pagarás todo lo que has hecho. Me das asco. — con desprecio en sus palabras, se marchó.

Me acerqué a mi abuelo, le di un beso y un abrazo nuevamente.

—¿En qué piensas? Te ves preocupado. — le pregunté, notando su semblante serio.

—Alguien debe encargarse de las empresas mientras Ricardo está de viaje y Raúl en el extranjero. Si al menos tuviera a Rodrigo... — reflexionó mi abuelo en voz alta.

—¿Cómo está él? — indagué, interesada en la respuesta.

—Muy bien. Ayer hablamos por teléfono. Se quedará en Nueva York un tiempo por negocios. Estoy tan orgulloso de él. — respondió mi abuelo con evidente admiración.

—¿Y yo? — pregunté con un tono más serio, buscando su atención.

—¿Qué? — mi abuelo pareció sorprendido por mi pregunta.

—Buenos días. — interrumpió Ricardo con su típico tono sarcástico y presuntuoso, interrumpiendo nuestra conversación.

Siento que la rabia me invade en cuanto escucho esa m*****a voz.

Me giré y comprobé que es él, está vestido con su usual traje oscuro y corbata blanca, el cabello mojado y peinado impecable como siempre. En él no ha transcurrido el tiempo, aunque a decir verdad no pasó más de un mes.

Su aroma me invade; el aroma de Rodrigo es más suave, en cambio, el de Ricardo es más fuerte.

Solo maldije por dentro mientras él se acercaba.

—¿No saludas a tu marido, cariño?

Notas de la Autora

Buenos días, no olviden seguirme y si desean conocer más de mi trabajo subo contenido a F******k. Me encontrarán como Alev Book.

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