En este momento, me encuentro con Antonio. Él ha sido mi mejor amigo desde que tenía cinco años; crecimos juntos en la isla. Siempre ha estado enamorado de mí e incluso me siguió a la ciudad. Sin embargo, yo siempre le dejé claro que solo somos amigos. Se enfadó mucho cuando comencé a salir con Rodrigo, pero con el tiempo lo aceptó. Antonio fue el primero en darse cuenta de que algo andaba mal cuando terminé mi relación con Rodrigo y comencé una con Ricardo. Se ha infiltrado en la mansión como chofer para cuidarme y reportarle a mi mamá que estoy bien. También me ayuda a saber de ella, ya que nadie en la mansión sabe que estoy en contacto con mi madre. Mi abuelo la considera una ladrona y una secuestradora. Tuve que rogarle a mi abuelo para que no la denunciara. Con la ayuda de Antonio, tengo información de ella y ella de mí. Esto ha sido fácil porque nadie sabe que Antonio y yo somos mejores amigos. El único que llegó a conocerlo fue Rodrigo, pero como él no vive en la mansión,
Rodrigo Montalban. Ya no soy el mismo de antes. No controlo el deseo que siempre me ha provocado, y ella no merece que sea considerado. Se ha convertido en un objeto que utilizo cuando se me da la gana. Es la única forma que encuentro para olvidarla. Con otras mujeres ha funcionado: luego de llevarlas a la cama, me aburren. Elizabeth no es diferente, ni especial como yo lo creía; ella es exactamente igual a todas: una interesada y una mentirosa. Estoy seguro de que pronto me aburriré de su cuerpo. Lo que tenemos es solo físico. No hay espacio para el amor porque maté todo el amor que alguna vez sentí por ella, o más bien, se transformó en odio, un intenso odio que no me deja vivir. Ella también mató los buenos sentimientos que tenía. Nunca había odiado a nadie en mi vida, pero ella despertó esos sentimientos en mí y me convirtió en un hombre completamente diferente al que solía ser. Ahora entiendo por qué Ricardo era tan cerrado y oscuro con las mujeres. Él solo las utilizaba, y
— ¿Qué te hizo? ¿Te lastimó? —me pregunta Antonio. — No, este fin de semana sin falta nos vamos.— Respondí con simpleza. — Ya está todo listo —él acaricia mi mejilla—. Pronto se acabará esta pesadilla. Los días transcurrieron rápidamente y hoy es el día en el que huiré. No puedo creer que en unas horas estaré lejos de todo, principalmente lejos de mi abuelo; eso es lo único que me duele. Me gustaría despedirme de Rodrigo. Me niego a creer que él solo jugó conmigo, aunque todo apunta a que sí. Ricardo es muy capaz de intrigar contra él, y yo no caeré en su juego perverso. No dejaré que me lastime más de lo que ya lo ha hecho. No pude evitar pensar en ello durante la semana. Estamos durmiendo en el mismo cuarto y no solo eso, también estamos conviviendo como marido y mujer, pero pronto acabará. Salí de mis pensamientos en cuanto él comenzó a bostezar, luego estiró sus brazos. Es el mismo ritual que hace Rodrigo al despertar; definitivamente son familia. Tienen varios háb
Rodrigo Montalbán:Estuve reflexionando sobre lo que me dijo Elizabeth con respecto a nuestra discusión en la luna de miel, o más bien su discusión con mi hermano.Debo encontrar la forma de obtener información sin que sospechen que no soy el mismo.Salí de mis pensamientos en cuanto una de las empleadas entró a mi oficina. Es increíble el terror en su mirada; todos los empleados me observan con temor, como si fuera una especie de asesino o algo parecido.Sé muy bien que mi hermano era estricto con los empleados, pero no creí que tanto.— No quiero interrumpirlo, señor. Sé que está ocupado. — Dice la empleada al entrar.— Si soy amable, sospecharían — dije con calma —. Solo habla así, me quitas menos tiempo.— Disculpe, quería decirle que tendré que renunciar porque estoy embarazada, pero yo conseguiré un reemplazo rápido.— Pronuncia con la voz temblorosa sin mirarme a los ojos.— Felicidades, pero no tienes por qué renunciar. Puedes trabajar por un tiempo; incluso hay una guardería a
Anoche llegamos a mi amada Villa del Carmen. Está exactamente como la recordaba: el mar, la isla, el pueblo donde crecí feliz. Es el tipo de lugar que permanece inmutable en el tiempo. Durante los quince años que viví aquí, todo ha permanecido igual; la única diferencia son las personas. Los niños han crecido y algunas han fallecido, mientras se han formado nuevas parejas. La madre de Antonio nos está poniendo al día con los chismes en este momento. Mamá y ella son como el periódico; en un lugar tan pequeño, todos saben de la vida de todos. Por suerte, nunca vendimos nuestra casa, aunque ahora tenemos que limpiarla y ordenarla. Anoche, apenas cambiamos las sábanas porque estábamos agotados. Viajamos unas ocho horas en autobús, además de las horas en lancha.Mamá me preguntó que había pasado con Ricardo y le mentí diciendo que él jamás me tocó. Esta mañana, después de desayunar, nos dedicamos a limpiar la casa: abrir las ventanas para ventilar y otras tareas. Antonio y su famili
Elizabeth: No puedo creer que mi esposo, Ricardo, esté frente a mí. Huí de él y el miserable me ha seguido. —¿Qué haces acá? —le pregunto en cuanto me recupero de mi sorpresa. —No es obvio, mi amor. ¿Me extrañaste, chiquita? —me responde con esa sonrisa arrogante que tanto odio. —Deja tu juego —le digo, tratando de mantener la calma. —No es obvio, Ellie. Vine por lo que es mío —responde, acercándose más. Me tomó por sorpresa cuando unió sus labios a los míos, besándome efusivamente. Subió sus manos a mi cabello sin permitirme apartarme. Como es de costumbre, su beso fue invasivo y adentró su lengua en mi boca. No pude evitar dejarme llevar por la intensidad del beso y corresponderle hasta quedarme sin aire. —¡Suéltala! —escuché el grito de Antonio, quien venía con Paco, Coral y otros amigos, más que nada los maleantes. —Siempre me haces lo mismo, Elizabeth. Me robas a Antonio y a todos los hombres —me reclama Coral, con los ojos llameantes de rabia. Reí fuerte, sin poder cont
Elizabeth Ricardo no deja de quejarse mientras curo sus heridas. Tiene el labio roto y la mejilla hinchada, enrojecida y con una leve inflamación que palpita bajo mis dedos. Cada vez que aplico el algodón empapado en antiséptico, él gruñe, lanzándome miradas de reproche mezcladas con un dolor que apenas puede disimular.—No seas bebé, Ricardo —le digo, tratando de ocultar mi preocupación tras un tono de ligera burla.—¡Duele, Ellie! —protesta, su voz gruesa cargada de impaciencia.No puedo creer que mi esposo se haya golpeado con mi mejor amigo y todo por celos. Los hombres son unos salvajes. Mientras limpio la sangre seca alrededor de su labio, me invade una mezcla de rabia y tristeza. Sus ojos azules oscuros, normalmente fríos y calculadores, ahora brillan con una intensidad diferente, casi infantil.—Esto no debería haber pasado —murmuro, más para mí que para él.Ricardo me observa en silencio por un momento, su expresión suavizándose levemente. —Él empezó, Ellie. Con más cuidado.
Elizabeth Me despertaron unos besos en el cuello, cálidos y persistentes, que poco a poco se movieron hacia mis labios. Aún medio dormida, los seguí sin pensar. —Chiquita, debería estar muy enfadado, pero prefiero que me des lo que me debes —dijo Ricardo con su voz ronca, sus palabras vibrando en mi piel. —¿Y qué te debo? —pregunté, tratando de enfocarme, pero su cercanía hacía difícil pensar con claridad. —Dos días de sexo, preciosa —respondió con una sonrisa que no presagiaba nada bueno. —Es verdad lo que te dije anoche —intenté recordarle, aunque mi voz sonaba menos segura de lo que quería. —Los problemas entre nosotros se arreglan en la cama. No le diré nada a mi madre —declaró, su tono autoritario dejando claro que no aceptaría un no por respuesta. —Debo ir por mis cosas —dije, intentando cambiar de tema y alejarme de su insistencia. —Debemos, no me arriesgaré a que mi palomita vuele —replicó, sin dejarme opción. —Ya no huiré, no tiene caso. Por cierto, ¿cómo