Elizabeth Me despertaron unos besos en el cuello, cálidos y persistentes, que poco a poco se movieron hacia mis labios. Aún medio dormida, los seguí sin pensar. —Chiquita, debería estar muy enfadado, pero prefiero que me des lo que me debes —dijo Ricardo con su voz ronca, sus palabras vibrando en mi piel. —¿Y qué te debo? —pregunté, tratando de enfocarme, pero su cercanía hacía difícil pensar con claridad. —Dos días de sexo, preciosa —respondió con una sonrisa que no presagiaba nada bueno. —Es verdad lo que te dije anoche —intenté recordarle, aunque mi voz sonaba menos segura de lo que quería. —Los problemas entre nosotros se arreglan en la cama. No le diré nada a mi madre —declaró, su tono autoritario dejando claro que no aceptaría un no por respuesta. —Debo ir por mis cosas —dije, intentando cambiar de tema y alejarme de su insistencia. —Debemos, no me arriesgaré a que mi palomita vuele —replicó, sin dejarme opción. —Ya no huiré, no tiene caso. Por cierto, ¿cómo
—Estás muy raro, ¿te sientes bien? Estás demasiado amable —le dije a Ricardo.Él ríe. —¿Sabes lo que es fingir, Ellie? Además, si te tengo contenta, me dejarás hacértelo toda la noche.—Ya eres tú, el maldito ninfómano.— Rodeé los ojos —Esa palabra no existe para referirse a los hombres.— Explica.—Perdón, no sabía que te habías tragado la RAE.— Me burle.—Me sorprende que conozcas esa palabra.—Ser mesera no me hace ignorante.— Le aclaré.—Vamos, se hace tarde.Me deslicé en un vestido blanco que fluía alrededor de mis piernas, adornado con delicadas flores bordadas. Dejé mi cabello largo y suelto, cascadas de ondas que caían libremente por mi espalda.Él había optado por un enfoque más informal pero elegante: una camisa blanca que contrastaba con su piel bronceada y unos jeans ajustados de color negro que resaltaban su complexión atlética. Me percataba de que las mujeres jamás dejaban de verlo y él disfrutaba de la atención.—¿Siempre tienes que mostrar tanto? —preguntó, mirándome
Elizabeth —Yo no quería —dice Paco, temblando. —¡Tú eres un imbécil! —le grito, llena de rabia y desesperación. Comencé a gritar con todas mis fuerzas en busca de ayuda. Ricardo simplemente cayó al suelo y no deja de sangrar. Nunca me he sentido tan preocupada en mi vida. —Ellie, amor —pronuncia él, su voz débil y entrecortada. Me acerqué a él, rompí un pedazo de mi vestido para envolver su herida, que es en su hombro. —Tranquilo, estarás bien, mírame, amor —no pude evitar llorar mientras trataba de detener el sangrado. —Ellie —él no deja de repetir mi nombre, sus ojos fijos en los míos. En pocos minutos llegaron mi madre y mi madrina junto con Javier. Seguramente mi madre estaba en el restaurante y no la vi, y ahora la acompañan a casa debido a que vivimos cerca. —¿Ellie, qué pasó? —me pregunta mamá, con los ojos llenos de preocupación. —Fue Paco, ayúdenme, se me muere —no logro dejar de sollozar, siento un gran dolor en el corazón. Su madre comienza a llorar, y
Rodrigo Montalban. El cinismo de Elizabeth es demasiado. Se atrevió a buscarme y casi me encuentra. Lo bueno es que la suerte está de mi lado, al parecer. En la isla me debilité; más bien, ella me debilita. Pero eso no volverá a ocurrir. Debo centrarme en mi venganza. Ella me debilita. Sus besos y su cuerpo... por eso decidí que no me volveré a acostar con ella. Ya la tuve varias veces como mujer. Debería haber sido suficiente para quitarme el antojo. Si quiero concentrarme en olvidarla, debo verla solo como lo que es: la persona que me destruyó y a la cual debo destruir. Esta es la primera noche que estuve con Flavia. A pesar de que es una excelente amante y tiene un cuerpo hermoso, no siento absolutamente nada. Supongo que debo acostumbrarme a ella. Es ella o la loca de mi ex, y no quiero caer en su juego. Flavia no me pide nada; es solo una relación física. Una relación física, lo que intenté con Ellie, pero fracasé terriblemente. En cambio, con su prima, lo lograré f
ElizabethLos últimos meses han sido un infierno. Ya no tengo a nadie y ya no soy nadie. Definitivamente, me quedé sin amor, amistad y familia.Me han recluido en un infierno; no logro conectar con las personas ni conmigo misma. No sé en qué parte de mi interior quedó la Ellie que solía ser. Nunca me sentí tan muerta en vida y sin ganas ni motivos para seguir.No solo es dolor emocional. No me entra ningún bocado; en verdad, lo intento, pero termino devolviendo el estómago. A pesar de que no tengo a qué levantarme, lo intento, pero el sueño me vence.He pasado días enteros durmiendo. Hoy solo me levanté porque mi abuelo y mi tía han regresado. Después de estos meses de infierno, al fin veo una luz en la oscuridad que es mi vida.He llorado durante casi una hora después de mi discusión con Ricardo. En verdad, no entiendo qué daño le hice yo para que me trate de esta manera.Parece que disfruta lastimándome y restregándome en la cara lo poco que valgo como persona.Lo odio y me odio a m
Rodrigo MontalbanOrganizamos una fiesta de gala para recaudar fondos para una obra de caridad para niños de la calle. En verdad, me encanta la idea, aunque debo negarlo porque mi hermano era el egoísmo en persona.Cuando terminé de vestirme con mi traje negro y mi corbata blanca, bajé al jardín donde se organizará. Comencé a saludar a quienes han llegado.La mayoría son como mi madre, se manejan con la doble moral, fingiendo ser buenas personas y caritativos, prácticamente lavando su conciencia. Son pésimos jefes con sus empleados o se dedican a hablar mal de todo el mundo y creen que por fingir caridad ganaron su lugar en el cielo.No me gusta generalizar; no todos son así. Hay personas que son buenas personas genuinamente y les interesa el bienestar de los niños.Me dediqué a saludar a quienes comenzaron a llegar y a disculparme por mi esposa, diciendo que se siente indispuesta. Les mentí, obviamente.Flavia no puede estar conmigo como pareja. Es la prima de mi mujer y quedaría muy
Cuando me cansé de bailar y la mayoría de los invitados se retiró, subí a mi habitación para descansar. Al entrar, me percaté de que no estaba sola. Ricardo estaba en el cuarto, y en su rostro veía la ira que sentía por mí. Más que miedo, este hombre me daba risa. —¿Qué ocurre? ¿No te dejé en ridículo o sí, amorcito? —no pude evitar reír. —Sí, lo hiciste —respondió él con voz tensa. —Raúl estaba fascinado conmigo. No le parecí una ignorante ni a ninguno de tus socios —reí burlona, encendiendo aún más su ira. —Raúl solo quiere acostarse contigo, como todos —dijo mientras se acercaba a mí lentamente. No retrocedí porque no le tenía miedo. —No está mal la equidad. Si tú tienes una amante, yo también tengo derechos —le repliqué con desafío. —¡Ni lo sueñes! Tú eres solo mía —gritó, dejando claro su posesión. —Yo no soy de nadie. Si te doy tanta vergüenza, dame mi libertad. Se acabó —le exigí, harta de sus manipulaciones. —¡Nunca lo haré! —me hizo saber con firmeza. —Me ha
Elizabeth —Todo salió perfecto anoche —comenta mi abuelo mientras desayunamos.Esta mañana hice un gran esfuerzo para levantarme debido a que me duele cada rincón de mi cuerpecito. Es increíble lo que permito que ese tipo haga con mi cuerpo y lo que más me duele es que él está campante.—¿De qué hablas, papá? Esta niña nos dejó en ridículo —mi suegra me lanza una mirada asesina.—Solo bailé —rodeé los ojos.—¿Sabes bailar el tubo como las zorras? —me pregunta Flavia sisañoza.—Si las zorras bailan el tubo, tú podrías enseñarme a mí.—¡Elizabeth! —me regaña mi tía Caridad.—Es solo un baile, no me hace una cualquiera. Una cualquiera se enredaría con un hombre casado y no tendría dignidad —centré mi mirada en mi prima.—Qué bueno que lo disfrutaste porque no lo volverás a hacer —afirma Ricardo.—Claro que sí, no soy una esclava, Ricardo.—¡No digas tonterías!—No puedo ver a mamá, a mis amigos, ni ir a la academia. Me tienen prácticamente presa, pero se acabó, se supone que soy dueña d