Eres mía

Cuando me cansé de bailar y la mayoría de los invitados se retiró, subí a mi habitación para descansar. Al entrar, me percaté de que no estaba sola. Ricardo estaba en el cuarto, y en su rostro veía la ira que sentía por mí. Más que miedo, este hombre me daba risa.

—¿Qué ocurre? ¿No te dejé en ridículo o sí, amorcito? —no pude evitar reír.

—Sí, lo hiciste —respondió él con voz tensa.

—Raúl estaba fascinado conmigo. No le parecí una ignorante ni a ninguno de tus socios —reí burlona, encendiendo aún más su ira.

—Raúl solo quiere acostarse contigo, como todos —dijo mientras se acercaba a mí lentamente. No retrocedí porque no le tenía miedo.

—No está mal la equidad. Si tú tienes una amante, yo también tengo derechos —le repliqué con desafío.

—¡Ni lo sueñes! Tú eres solo mía —gritó, dejando claro su posesión.

—Yo no soy de nadie. Si te doy tanta vergüenza, dame mi libertad. Se acabó —le exigí, harta de sus manipulaciones.

—¡Nunca lo haré! —me hizo saber con firmeza.

—Me ha
Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP