Elizabeth Romano — ¡Al fin vuelves! —exclama mi abuelo con una sonrisa débil.—Hola abuelo. ¿Cómo te has sentido? —pregunto, aunque solo vine porque mi tía me llamó para decirme que se ha sentido mal por su enfermedad del corazón.—Bien. ¿Has visto a Ricardo? No lo vemos hace días —su voz se tiñe de preocupación.—Estaba conmigo. Abue, ¿has sabido algo de Rodrigo? —intento cambiar el tema.—Solo sé que sigue en New York. ¿Lo conoces? —su tono cambia, pero no puedo responder porque Ricardo se acerca a nosotros.—¿Ya le diste la noticia? —me pregunta directamente, interrumpiendo la conversación.—¿Cuál? —pregunta mi abuelo, desconcertado.—Que tendremos un bebé —Ricardo responde por mí, su rostro iluminado por una sonrisa.—Felicidades, Elizabeth —mi abuelo me abraza con fuerza—. Me haces muy feliz, amor.—Gracias, abue. Me voy —respondo, sintiendo la presión aumentar.—¿No regresarás a casa? Estás embarazada y deben arreglar sus problemas —dice mi abuelo con firmeza.—El bebé no tien
Rodrigo Montalban Llegué furioso a la mansión Romano. No podía creer que mi madre hubiese sido capaz de denunciar a Elizabeth cuando ya le había aclarado que ella no era culpable.—¿Por qué denunciaste a Elizabeth? —le reclamé, sintiendo la rabia arder en mis venas.—Lo tenía que haber hecho hace mucho, esa mujer mató a mi hijo —contestó mi madre con una frialdad que me heló el alma.—¿Cómo? —preguntó Don Osvaldo, llegando con Rosalba y Eva, quienes nos miraban con rostros preocupados.—¿Rodrigo está muerto? —preguntó Eva entre lágrimas, su voz temblando de incredulidad.—Yo soy Rodrigo —la abracé, intentando consolarla mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas—. Ricardo murió hace meses.Todos me miraban como si estuviera loco. Era evidente que no podían procesar la información.—La maldita de Elizabeth lo mató en la luna de miel —afirmó Lucrecia, su voz llena de veneno.—Elizabeth no lo mató —aclaré con firmeza, sintiendo la necesidad de protegerla incluso en su ausencia.—
Elizabeth Romano. Han sido los peores días de mi vida. Rechacé todas las visitas y ni siquiera quiero ver a mi abogado. No confío en nadie más que en Raúl, aunque él me odia tanto que ni siquiera quiere decirme cómo va mi caso. Mi abuelo está furioso y atado de manos. Ya todos saben que Ricardo está muerto y Lucrecia organizó una misa en su honor. Incluso salió en los medios la noticia. Lo que más me enoja es que lo presentan como una víctima. Finalmente, Rodrigo logró que aceptara verlo. —Mi amor, te juro que te sacaré de acá —intenta tomar mi mano, pero el guardia no le permite acercarse. —No hay nada que puedas hacer, nunca saldré de acá —le respondo, sintiendo una profunda desesperanza. —Claro que sí, Ellie —insiste, con la voz quebrada. —No entiendo nada, ¿tú quién eres? —le pregunto, confusa. —Soy yo, Rodrigo, el amor de tu vida —responde, desesperado por hacerme recordar. —No tiene sentido — Expresó confusa. —Días después de la luna de miel, mi madre me llamó diciendo
Rodrigo Montalban.El peso de la culpa y la decisión que había tomado se reflejaba en cada arruga de mi rostro mientras me enfrentaba al detective. Su confusión era palpable, y no podía culparlo; mi confesión era tan inesperada como dolorosa. —¿Que ha dicho? —me preguntó el detective, claramente desconcertado. —Lo que escuchó, yo maté a mi hermano —respondí, con una frialdad que no sentía. —Usted estaba en la ciudad —formuló confuso, intentando encontrar un fallo en mi confesión. —Viaje ilegalmente al hotel para cometer el asesinato. Ricardo y mi madre, con engaños, me quitaron a Elizabeth. No podía permitir que él la tocara, por eso lo maté y luego usurpé su identidad para quedarme con ella —expliqué, manteniendo la mirada fija en sus ojos. Era una historia creíble. Sabía perfectamente cómo murió Ricardo gracias a los resultados de la autopsia y lo que me contó Ellie. No fue difícil inventar una historia creíble. Los celos pueden llevar a uno a cometer atrocidades. Ellos no dud
Hoy cumplo seis meses de embarazo, pero parezco de diez. Al principio, me preocupé cuando comencé a engordar más de lo debido. Me tranquilicé hace un mes cuando me anunciaron que no espero un bebé, sino dos. Comencé a llorar y reír al mismo tiempo cuando me enteré. Mi abuelo está feliz y yo preocupada por lo mucho que me dolerá. Además, una cosa es criar a un bebé yo sola, pero con dos, ¿cómo haré? Todas las noches pienso en eso. ¿Qué tal si lo hago mal y me terminan odiando? Lo que más me preocupa es qué les diré cuando crezcan y me pregunten por su padre. "Corazón, mamá estaba casada con tu tío y lo engañó con papá". Suena horrible. De hecho, todos creen que soy una infiel o una asesina, algunos hasta las dos. No me importa lo que piense la gente de mí, solo me preocupa lo que piensen los gemelos cuando crezcan. Salí de mis pensamientos en cuanto llegué a la mansión Corona. Todos los días visito a mi abuelo; él no se ha sentido bien. Me pidió varias veces que me mude aquí, pero
Han sido los peores meses de mi vida. Siempre creí que sabía defenderme, pero las peleas en la secundaria con mis compañeros no se comparan a estar en prisión.He tenido que pelear a golpes por comida, cama y para que no toquen mis cosas, más que nada para hacerme respetar. Más que los golpes o la soledad, lo que me duele es tener lejos a mi mujer y a mi hijo.Todavía recuerdo cuando golpeé a un tipo que me robó la fotografía de Elizabeth; ese día terminé en la celda de castigo.Sé que debo comportarme bien, pero me es imposible, sobre todo porque no estoy solo. No sé si es mala suerte o destino, pero uno de mis compañeros es Aldo. El tipo que acosaba a Ellie en el trabajo y al cual le rompí la cara cuando intentó lastimarla. Evidentemente, él no se olvidó que yo lo encarcelé y me ha hecho la vida imposible desde que ingresé a prisión, sumado a que muchos monos lo siguen por el dinero que tiene, no ha sido fácil.Lo bueno es que yo también tengo protección. Uno de mis compañeros, apod
Elizabeth Romano.Estos meses han sido más complicados de lo usual, el embarazo sumado a la enfermedad de mi abuelo.Él me pidió que me encargara de la empresa porque no puede hacerse cargo como quisiera, Ricardo está muerto y Ro en prisión, por lo tanto, soy la única Romano que queda.Aunque también está Flavia, pero mi abuelo insistió y no pude negarle nada.Raúl me ha enseñado poco a poco, agradezco toda la paciencia que me ha tenido. En verdad, es muy buen profe.La matemática nunca fue uno de mis fuertes, pero he aprendido mucho y él es muy persistente, cada vez que digo que no, él me recuerda que no todos nacimos sabiendo. Hasta ahora nunca se ha rendido conmigo.Me estoy preocupando porque cada vez falta menos para la fecha en la cual deben nacer los niños. Tengo todo listo, pero no estoy preparada emocionalmente, ni siquiera defino el nombre del segundo gemelo.— Ya no puedes ni bailar, ¿eh, Elizabeth? —se burló Raúl por décima vez de mi estómago. En este tiempo he descubierto
Rodrigo Montalban Me sorprendí cuando me pidieron que fuera a la dirección. No creía tener problemas porque últimamente me había comportado bien.Tengo deseos de asesinar a alguien luego de saber que me condenaron injustamente. Quise morir cuando escuché la sentencia de diez años, pero no he formado ninguna pelea.Diez años, sin mi Elizabeth y sin mis hijos. Antes de ese castigo, prefiero la muerte, pero soy consciente de que si muero iré al infierno debido a que fui una basura y nunca más veré a mi ángel.No importa lo que tenga que sufrir, debo aguantar por ellos. Algún día saldré y veré esos ojos hermosos color cielo, tocaré esa piel de porcelana y volveré a probar esos labios que son mi adicción.La esperanza de volver a verla es lo único que me queda.Cuando entré a la dirección, la directora me informó que tenía una llamada.Nunca me habían llamado en la dirección. Estaba desconcertado y aterrado; solo esperaba que Ellie y mi madre estuvieran bien.—Ro —pronunció Camilo, mi me