El fin del sufrimiento

Elizabeth

Durante la cena no quedé satisfecha, así que comí helado de postre, pero sigo teniendo hambre. No es la primera noche que me ocurre ni que voy a la cocina en busca de comida a la madrugada.

Anoche comí pastel, pero hoy solo hay fruta o, más bien, una fruta: naranja.

Preparé una bandeja con varias naranjas y una banana que encontré. También agarré un cuchillo grande, el único limpio, y subí a mi habitación.

Cuando entré al cuarto, encendí las luces y dejé la bandeja en mi mesita. Noté que Ricardo saltó del susto al verme.

—Espera, Ellie, podemos hablar —me pide aterrorizado, como si yo fuera una especie de asesina al verme con el cuchillo en mano.

—¿De qué estás hablando? —pregunté confusa.

—Me vas a matar —dijo, aún asustado.

No pude evitar reír. —Es para la naranja, torpe. Si te quisiera matar, ya lo habría hecho. ¿Quieres? —le ofrecí una rebanada.

Él niega con la cabeza. —Otra vez comiendo, Ellie. A este paso engordarás, solo comes y duermes como un oso.

Reí fuerte. —Habl
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