Herido

—Estás muy raro, ¿te sientes bien? Estás demasiado amable —le dije a Ricardo.

Él ríe. —¿Sabes lo que es fingir, Ellie? Además, si te tengo contenta, me dejarás hacértelo toda la noche.

—Ya eres tú, el maldito ninfómano.— Rodeé los ojos

—Esa palabra no existe para referirse a los hombres.— Explica.

—Perdón, no sabía que te habías tragado la RAE.— Me burle.

—Me sorprende que conozcas esa palabra.

—Ser mesera no me hace ignorante.— Le aclaré.

—Vamos, se hace tarde.

Me deslicé en un vestido blanco que fluía alrededor de mis piernas, adornado con delicadas flores bordadas. Dejé mi cabello largo y suelto, cascadas de ondas que caían libremente por mi espalda.

Él había optado por un enfoque más informal pero elegante: una camisa blanca que contrastaba con su piel bronceada y unos jeans ajustados de color negro que resaltaban su complexión atlética. Me percataba de que las mujeres jamás dejaban de verlo y él disfrutaba de la atención.

—¿Siempre tienes que mostrar tanto? —preguntó, mirándome
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