Una familia rota

Chris llegó a casa aún con el ceño fruncido, sin haber procesado del todo lo sucedido con Luciana. Al entrar, encontró a sus padres en la sala. Su madre, Elizabeth, notó enseguida su expresión y se acercó preocupada.

—Mi amor, ¿estás bien? —preguntó, mirando su mano con atención—. ¿Qué te pasó?

Chris retiró su mano de manera brusca, sin querer mostrar vulnerabilidad.

—No es nada, mamá.

Antes de que pudiera seguir, su padre, Rodrigo, intervino con una sonrisa que no fue correspondida.

—Christhopher, anoche te fuiste antes de que pudiera darte tu regalo —dijo, mientras le extendía unas llaves—. Tu nuevo carro está en el jardín.

Chris miró las llaves sin entusiasmo, y su tono se volvió cortante.

—No debiste darme nada —respondió—. Cuando me darán mi parte de la naviera.

Elizabeth, notando su falta de gratitud, intentó suavizar la situación.

—Chris, agradece a tu padre —dijo, un tanto molesta.

—Gracias, Rodrigo —contestó él de mala gana, sin molestarse en disimular su
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