Christhopher estaba en una oficina moderna, con vistas panorámicas del puerto, donde su hermano Santiago y su padre Rodrigo esperaban a que el notario completara la firma de los documentos para formalizar la adquisición de la naviera. La emoción y la tensión eran palpables. Él, vestido con un traje elegante, miraba los papeles con atención. Santiago, igualmente bien vestido, estaba sentado frente a él, con una expresión seria. Rodrigo, el padre de ambos, estaba al lado del notario, revisando el contrato una última vez. El notario, un hombre de mediana edad con gafas y una actitud profesional, revisó el contrato antes de hablar. —Bien, señores, todo parece estar en orden. Solo falta la firma de todos para que el acuerdo sea oficial. Christhopher tomó el bolígrafo con firmeza y firmó el primer documento, seguido por Santiago. El notario, aún en la sala, asintió con seriedad al escuchar la discusión entre los hermanos y Rodrigo. —Muy bien, muchachos, ya todo es suyo, su abue
Gala mantenía una expresión seria mientras Matt la tenía entre sus brazos. Él no se cansaba de hacerle el amor; la adoraba y la amaba con todo su corazón. No dejaba de acariciar su cabello ondulado, una caricia que, en lugar de ofrecer consuelo, recordaba a Gala los años de sufrimiento que había soportado. —Mi amor, estás deliciosa como todas las noches —le susurró Matt al oído, su tono cargado de admiración—. Hoy bailaste mejor que nunca. Gala se tensó al escuchar sus palabras, sintiendo una mezcla de desprecio y tristeza. Sin embargo, optó por no responder, atrapada en una red de emociones conflictivas. —Matt, por favor —dijo Gala con un susurro lleno de desesperación—, habla con Raúl. Ya he pagado la traición de mis padres. Ya lo he pagado. Matt la miró con una intensidad en los ojos que revelaba sus propios deseos y ambiciones. —Ya no eres una esclava, ahora eres mi mujer, Gala —dijo con firmeza—. Cuando le demos un heredero a mi padre, él se dará cuenta de que soy mucho
Luciana estaba tranquilamente sentada en la cafetería con sus amigas, charlando animadamente mientras bebía un café. El sol se filtraba suavemente a través de las ventanas, llenando el lugar de una calidez acogedora. Alondra fue la primera en romper el silencio con una risa divertida. —Aún no puedo creer que seas la novia de Christopher Montalbán, cuando has hablado mal de él toda la vida —dijo Alondra, entre risas. Luciana levantó una ceja y esbozó una sonrisa juguetona. —Jamás hablé mal de él —replicó, tomando un sorbo de su café—. Solo dije que es un iceberg... pero ahora es mi iceberg. Alondra rió más fuerte, mientras Yesenia se cruzaba de brazos y la miraba con una expresión fingidamente ofendida. —Pues yo aún no te he perdonado —se quejó Yesenia, sacudiendo la cabeza dramáticamente. —Por Dios, Yesenia, él ni siquiera sabe que existes —bromeó Alondra, rodando los ojos—. Debemos estar felices por Lu, ¡se ve radiante! Yesenia la miró de reojo y luego soltó una risit
Luciana estaba completamente desnuda entre los brazos de Chris. Él había llegado visiblemente estresado; en lugar de palabras, sus acciones hablaron por él. Le dio un beso profundo, y luego se entregaron al acto de hacer el amor, como una manera de encontrar consuelo y cercanía. Luciana conocía bien a Chris y sabía que algo muy malo le había sucedido.—¿Qué ocurre, mi iceberg? ¿Qué te pasa? —preguntó Luciana con preocupación, mientras se acurrucaba más cerca de él.—No es nada —respondió Chris, aunque su voz cargaba un tono de preocupación evidente.—Vamos, amor, es por la empresa, ¿verdad? ¿Hay algún problema ahora que Santi y tú se harán responsables? Amor, sé que no te agrada mi padrino, pero él es honesto —dijo Luciana, tratando de aliviar su tensión.—Siempre defendiendo a Rodrigo, Luciana. Sé que es el mejor amigo de tu padre —replicó Chris, con un dejo de frustración en su voz.—No es solo por eso. Rodrigo te ama más que a su vida. Él es un buen padre —respondió Luciana, tratan
Christopher estaba tranquilamente en su oficina, charlando con su amigo Alessio sobre los próximos movimientos de la empresa, cuando se dio cuenta de que su hermano gemelo, Santiago, acababa de llegar.—Buenos días, hermanito. Hoy sí llegué temprano —saludó Santiago con una sonrisa casual, dejándose caer en el sillón frente a él.Christopher lo miró con seriedad, sin compartir la ligereza de su tono.—Las cosas cambiarán, Santiago. Debemos ser más responsables —respondió Christopher con firmeza, su mirada fija en los papeles sobre su escritorio.—Por supuesto... —respondió Santiago, con un toque de ironía en su voz, mientras se inclinaba hacia atrás en su asiento. —Sabes, ya no te culpo... los labios de Luciana son adictivos.Christopher levantó la mirada de inmediato, su rostro endureciéndose.—¿Qué mierda dices? —espetó, su voz cargada de tensión y sorpresa.Santiago sonrió, claramente disfrutando del impacto que causaba en su hermano.—¿No lo sabes? Ayer besé a tu novia. Ella me co
Luciana había invitado a Elizabeth y a Mariana a cenar en su departamento. Ella considero que le haría bien a Chris convivir con ellas. Sin embargo él estaba muy serio. —Es un gusto que estés aquí, mamá —dijo Chris, sirviendo el vino mientras miraba a Elizabeth. —Gracias, hijo. Me alegra verlos a los dos tan bien —respondió Elizabeth, sonriendo a Chris y a Luciana. Mariana, sentada junto a su madre, se inclinó hacia adelante para tomar un trozo de pan, pero no dejaba de observar a su hermano. Chris, por otro lado, permanecía serio, perdido en sus pensamientos, apenas participando en la conversación. —Chris, ¿te pasa algo? —preguntó Mariana, notando su distanciamiento. —No, solo estoy un poco cansado —respondió Chris, sin mucha convicción. Luciana lo miró de reojo, claramente preocupada por su actitud. Sabía que algo lo tenía inquieto, pero no quería presionarlo en ese momento. —Si necesitas hablar de algo, estamos aquí —añadió Elizabeth, mirándolo con comprensión. Elizabeth son
Ha transcurrido más de un año desde que los gemelos heredaron la empresa familiar. Christopher, con la ayuda de su amigo Alessio, se había encargado del manejo, mientras que Santiago se centraba en las finanzas, el área en la que sobresalía. Juntos, estaban forjando su propio camino, siguiendo el legado de Rodrigo y Ricardo Montalbán. Christopher y Luciana continuaban viviendo juntos. Ella, cada día más reconocida en su carrera como bailarina de ballet, seguía en contacto con sus padres, quienes, a pesar de no estar de acuerdo con sus decisiones de mudarse y vivir sola con Chris, la apoyaban incondicionalmente. En ese momento, estaban cenando en un restaurante exclusivo, el ambiente iluminado con luces tenues que creaban una atmósfera mágica. Luciana estaba emocionada, ya que celebraban su primer aniversario juntos. —Iceberg, está hermoso el lugar... —le dijo, sonriendo con felicidad mientras miraba a su alrededor, disfrutando de la velada. Christopher, por su parte, se notaba ner
Christhopher se había reunido a cenar con Raúl en un restaurante discreto y alejado de la ciudad, un lugar donde podían hablar sin interrupciones. Estaba lleno de entusiasmo por su próxima boda con Luciana y deseaba compartir su felicidad con Raúl, a quien consideraba más que un simple mentor, lo veía como su verdadero padre. —Papá, me encantaría presentártela. La amarás —dijo Christhopher con una sonrisa radiante. La emoción en su voz era evidente. Raúl asintió lentamente, su rostro calmado. —Por supuesto, hijo —respondió con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos. Aunque exteriormente mostraba apoyo, Raúl no estaba de acuerdo con la decisión de su hijo. Sabía perfectamente quién era Luciana Curiel, la hija de Camilo, el mejor amigo de Rodrigo. Esto le preocupaba profundamente, porque Luciana, con sus lazos familiares, podría influenciar a Christhopher en contra de Rodrigo, su verdadero padre. Y si eso sucedía, el control que Raúl había ejercido sobre Christhopher a lo la