Christopher estaba tranquilamente en su oficina, charlando con su amigo Alessio sobre los próximos movimientos de la empresa, cuando se dio cuenta de que su hermano gemelo, Santiago, acababa de llegar.—Buenos días, hermanito. Hoy sí llegué temprano —saludó Santiago con una sonrisa casual, dejándose caer en el sillón frente a él.Christopher lo miró con seriedad, sin compartir la ligereza de su tono.—Las cosas cambiarán, Santiago. Debemos ser más responsables —respondió Christopher con firmeza, su mirada fija en los papeles sobre su escritorio.—Por supuesto... —respondió Santiago, con un toque de ironía en su voz, mientras se inclinaba hacia atrás en su asiento. —Sabes, ya no te culpo... los labios de Luciana son adictivos.Christopher levantó la mirada de inmediato, su rostro endureciéndose.—¿Qué mierda dices? —espetó, su voz cargada de tensión y sorpresa.Santiago sonrió, claramente disfrutando del impacto que causaba en su hermano.—¿No lo sabes? Ayer besé a tu novia. Ella me co
Luciana había invitado a Elizabeth y a Mariana a cenar en su departamento. Ella considero que le haría bien a Chris convivir con ellas. Sin embargo él estaba muy serio. —Es un gusto que estés aquí, mamá —dijo Chris, sirviendo el vino mientras miraba a Elizabeth. —Gracias, hijo. Me alegra verlos a los dos tan bien —respondió Elizabeth, sonriendo a Chris y a Luciana. Mariana, sentada junto a su madre, se inclinó hacia adelante para tomar un trozo de pan, pero no dejaba de observar a su hermano. Chris, por otro lado, permanecía serio, perdido en sus pensamientos, apenas participando en la conversación. —Chris, ¿te pasa algo? —preguntó Mariana, notando su distanciamiento. —No, solo estoy un poco cansado —respondió Chris, sin mucha convicción. Luciana lo miró de reojo, claramente preocupada por su actitud. Sabía que algo lo tenía inquieto, pero no quería presionarlo en ese momento. —Si necesitas hablar de algo, estamos aquí —añadió Elizabeth, mirándolo con comprensión. Elizabeth son
Ha transcurrido más de un año desde que los gemelos heredaron la empresa familiar. Christopher, con la ayuda de su amigo Alessio, se había encargado del manejo, mientras que Santiago se centraba en las finanzas, el área en la que sobresalía. Juntos, estaban forjando su propio camino, siguiendo el legado de Rodrigo y Ricardo Montalbán. Christopher y Luciana continuaban viviendo juntos. Ella, cada día más reconocida en su carrera como bailarina de ballet, seguía en contacto con sus padres, quienes, a pesar de no estar de acuerdo con sus decisiones de mudarse y vivir sola con Chris, la apoyaban incondicionalmente. En ese momento, estaban cenando en un restaurante exclusivo, el ambiente iluminado con luces tenues que creaban una atmósfera mágica. Luciana estaba emocionada, ya que celebraban su primer aniversario juntos. —Iceberg, está hermoso el lugar... —le dijo, sonriendo con felicidad mientras miraba a su alrededor, disfrutando de la velada. Christopher, por su parte, se notaba ner
Christhopher se había reunido a cenar con Raúl en un restaurante discreto y alejado de la ciudad, un lugar donde podían hablar sin interrupciones. Estaba lleno de entusiasmo por su próxima boda con Luciana y deseaba compartir su felicidad con Raúl, a quien consideraba más que un simple mentor, lo veía como su verdadero padre. —Papá, me encantaría presentártela. La amarás —dijo Christhopher con una sonrisa radiante. La emoción en su voz era evidente. Raúl asintió lentamente, su rostro calmado. —Por supuesto, hijo —respondió con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos. Aunque exteriormente mostraba apoyo, Raúl no estaba de acuerdo con la decisión de su hijo. Sabía perfectamente quién era Luciana Curiel, la hija de Camilo, el mejor amigo de Rodrigo. Esto le preocupaba profundamente, porque Luciana, con sus lazos familiares, podría influenciar a Christhopher en contra de Rodrigo, su verdadero padre. Y si eso sucedía, el control que Raúl había ejercido sobre Christhopher a lo la
Luciana se sentía radiante mientras se acomodaba en la elegante mesa de la mansión Montalbán. La decoración era impecable, con luces tenues y flores frescas que aportaban un aire acogedor al ambiente. Estaba rodeada de su familia, los papás de Chris, Rodrigo y Elizabeth, así como sus hermanos Santiago y Mariana, y también estaban Camilo y Ximena, los padres de Luciana. Todo era perfecto, y la calidez de la familia la envolvía.Mientras disfrutaban de la deliciosa cena, Luciana mantenía en secreto el anillo de compromiso que Chris le había dado, esperando el momento adecuado para compartir la noticia. Llevaba un bello vestido azul que acentuaba su figura y su cabello lacio caía suelto sobre sus hombros. Se sentía hermosa y emocionada, deseando que Chris estuviera presente para darles la noticia.—Luciana, te ves espectacular —comentó Mariana, sonriendo con complicidad.—Gracias, Mariana —respondió Luciana, sintiéndose un poco más segura—. Quiero que sea un día especial.—¿Dónde está el
Luciana entró al departamento con pasos rápidos, mientras Chris la seguía, notando su creciente molestia. Él se detuvo, confuso por su actitud, y trató de entender qué estaba ocurriendo.—¿Qué pasa, nena? —preguntó, buscando sus ojos.—No es nada, Chris —respondió ella, cruzando los brazos.—Vamos, Luciana, dime. ¿Qué te molesta?Luciana soltó un suspiro de frustración y finalmente lo enfrentó.—Pues pensé que esta noche le pedirías mi mano a mis papás —dijo con la voz cargada de decepción.Chris se quedó en silencio un momento, sorprendido por la intensidad de su enfado. Finalmente, suspiró, acercándose a ella.—Eso era lo planeado, cariño, pero con lo de Gala… se me pasó por completo. No me digas que estás enojada por eso.Luciana lo miró, sintiendo cómo las emociones la superaban.—¿Desde cuándo sabes que ella está viva, Chris?Él frunció el ceño, entendiendo que su pregunta iba más allá de los celos. Sabía que Luciana no solo estaba molesta por el retraso en los planes de la boda;
Gala se encontraba en la mansión de los Montalbán, sintiéndose un poco fuera de lugar a pesar de que Elizabeth le había ofrecido refugio mientras intentaba localizar a su único familiar con vida, un tío que había estado perdido durante años. Estaba recostada en la cama, rodeada de paredes de un tono cálido y decoradas con elegantes cuadros. Sin embargo, su mente estaba lejos de la belleza del entorno. Los nervios le oprimían el pecho. Raúl tenía a Montserrat en sus manos, y si no hacía lo que él decía, la vida de ella estaba en peligro. El sudor perlaba su frente mientras pensaba en lo que tenía que hacer: acabar con la relación entre Chris y Luciana. Tenía que asegurarse de que él se casara con ella, y rápido. Durante la cena, había notado las miradas desconfiadas de Mariana, la menor de los Montalbán. Aquel intercambio le había puesto en alerta. Santiago y ella eran los únicos que no habían caído en su juego, y no podía permitir que nadie dañara sus planes. De repente, se sacu
Luciana se levantó temprano, el sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana, tiñendo la cocina con suaves tonos dorados. Se dirigió al comedor, donde su madre, Ximena, ya estaba preparando el desayuno. Era su día especial para compartir, y a Luciana siempre le alegraba pasar tiempo a solas con ella. —Cariño, te noté estresada —dijo Ximena, sirviendo un poco de café en su taza—. ¿Qué te ocurre? Luciana se encogió de hombros, intentando restarle importancia a sus pensamientos. —No es nada, mamá —respondió, pero su voz sonaba más apagada de lo habitual. —Lu, soy tu madre. Es por la beca que te ofrecieron. ¿Le has dicho a Chris? —preguntó Ximena, con una mezcla de preocupación y curiosidad en sus ojos. Luciana negó con la cabeza, sintiendo que su corazón se hundía un poco más. —No la aceptaré, mamá. Yo tengo todo lo que quiero aquí, no quiero viajar a París. Ximena frunció el ceño, sorprendida. —Pero es tu sueño, Lu. Siempre has soñado con estudiar en el extranjero, con