Luciana se sentía radiante mientras se acomodaba en la elegante mesa de la mansión Montalbán. La decoración era impecable, con luces tenues y flores frescas que aportaban un aire acogedor al ambiente. Estaba rodeada de su familia, los papás de Chris, Rodrigo y Elizabeth, así como sus hermanos Santiago y Mariana, y también estaban Camilo y Ximena, los padres de Luciana. Todo era perfecto, y la calidez de la familia la envolvía.Mientras disfrutaban de la deliciosa cena, Luciana mantenía en secreto el anillo de compromiso que Chris le había dado, esperando el momento adecuado para compartir la noticia. Llevaba un bello vestido azul que acentuaba su figura y su cabello lacio caía suelto sobre sus hombros. Se sentía hermosa y emocionada, deseando que Chris estuviera presente para darles la noticia.—Luciana, te ves espectacular —comentó Mariana, sonriendo con complicidad.—Gracias, Mariana —respondió Luciana, sintiéndose un poco más segura—. Quiero que sea un día especial.—¿Dónde está el
Luciana entró al departamento con pasos rápidos, mientras Chris la seguía, notando su creciente molestia. Él se detuvo, confuso por su actitud, y trató de entender qué estaba ocurriendo.—¿Qué pasa, nena? —preguntó, buscando sus ojos.—No es nada, Chris —respondió ella, cruzando los brazos.—Vamos, Luciana, dime. ¿Qué te molesta?Luciana soltó un suspiro de frustración y finalmente lo enfrentó.—Pues pensé que esta noche le pedirías mi mano a mis papás —dijo con la voz cargada de decepción.Chris se quedó en silencio un momento, sorprendido por la intensidad de su enfado. Finalmente, suspiró, acercándose a ella.—Eso era lo planeado, cariño, pero con lo de Gala… se me pasó por completo. No me digas que estás enojada por eso.Luciana lo miró, sintiendo cómo las emociones la superaban.—¿Desde cuándo sabes que ella está viva, Chris?Él frunció el ceño, entendiendo que su pregunta iba más allá de los celos. Sabía que Luciana no solo estaba molesta por el retraso en los planes de la boda;
Gala se encontraba en la mansión de los Montalbán, sintiéndose un poco fuera de lugar a pesar de que Elizabeth le había ofrecido refugio mientras intentaba localizar a su único familiar con vida, un tío que había estado perdido durante años. Estaba recostada en la cama, rodeada de paredes de un tono cálido y decoradas con elegantes cuadros. Sin embargo, su mente estaba lejos de la belleza del entorno. Los nervios le oprimían el pecho. Raúl tenía a Montserrat en sus manos, y si no hacía lo que él decía, la vida de ella estaba en peligro. El sudor perlaba su frente mientras pensaba en lo que tenía que hacer: acabar con la relación entre Chris y Luciana. Tenía que asegurarse de que él se casara con ella, y rápido. Durante la cena, había notado las miradas desconfiadas de Mariana, la menor de los Montalbán. Aquel intercambio le había puesto en alerta. Santiago y ella eran los únicos que no habían caído en su juego, y no podía permitir que nadie dañara sus planes. De repente, se sacu
Luciana se levantó temprano, el sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana, tiñendo la cocina con suaves tonos dorados. Se dirigió al comedor, donde su madre, Ximena, ya estaba preparando el desayuno. Era su día especial para compartir, y a Luciana siempre le alegraba pasar tiempo a solas con ella. —Cariño, te noté estresada —dijo Ximena, sirviendo un poco de café en su taza—. ¿Qué te ocurre? Luciana se encogió de hombros, intentando restarle importancia a sus pensamientos. —No es nada, mamá —respondió, pero su voz sonaba más apagada de lo habitual. —Lu, soy tu madre. Es por la beca que te ofrecieron. ¿Le has dicho a Chris? —preguntó Ximena, con una mezcla de preocupación y curiosidad en sus ojos. Luciana negó con la cabeza, sintiendo que su corazón se hundía un poco más. —No la aceptaré, mamá. Yo tengo todo lo que quiero aquí, no quiero viajar a París. Ximena frunció el ceño, sorprendida. —Pero es tu sueño, Lu. Siempre has soñado con estudiar en el extranjero, con
Christhopher se encontraba en su oficina, con la puerta entreabierta, mientras la luz del sol se filtraba a través de la ventana. Gala, con un vestido corto que acentuaba sus curvas, se había acomodado en el sofá frente a él. La atmósfera era tensa pero cargada de nostalgia. —Muchas gracias por ayudarme, Chris... —dijo Gala, tomando su mano con suavidad, sus ojos celestes brillando con sinceridad—. Sé que han pasado años, pero yo siempre te he recordado con tanto cariño. —Y yo a ti... —respondió él, sintiendo un nudo en la garganta. Era difícil creer que tenía a Gala frente a él después de tanto tiempo, y un sentimiento de culpa lo invadía al recordar todo lo que ella había tenido que soportar de niña. Chris no podía evitar recordar las noches que pasó llorando por ella, cuestionándose cómo había sido capaz de dejarla ir. —¿Cómo te has sentido en la casa de mis papás? —preguntó, tratando de desviar sus pensamientos oscuros. —Pues... Elizabeth y Rodrigo son tan amables. —Gala
Luciana se despertó temprano, una sensación de determinación la llevó a dirigirse a la mansión de los Montalbán. Sabía que necesitaba hablar con Gala, y su corazón latía con una mezcla de ansiedad y esperanza. Cuando llegó, la encontró en la sala, sentada en el sofá, y no pudo evitar sonreír al verla. Gala la saludó con un abrazo cálido, envolviéndola en un remanso de cariño.—No hemos tenido tiempo de hablar, Lu... —dijo Gala, separándose un poco para mirar a Luciana a los ojos—. Ya me ha dicho Chris que se casarán... pero sé que aún es secreto.Luciana sintió un nudo en el estómago. La mención del compromiso de Chris la hizo recordar sus propias inseguridades. Con un susurro, respondió:—Gala, ¿no estás enojada conmigo?Gala sacudió la cabeza rápidamente, su expresión llena de comprensión.—Claro que no... —respondió con una sonrisa reconfortante—. Lo mío con Chris fue un amor de niños, Luciana. A esa edad, yo quería ser la reina de la luna. ¿Lo recuerdas?Luciana asintió, una risa
Luciana pasó toda la mañana disfrutando del tiempo con Elizabeth y Gala, sintiéndose cada vez más emocionada por los preparativos de su boda. Al mediodía, decidió dirigirse a la oficina de Christopher. Ya tenía en mente el restaurante perfecto, pero necesitaba que él le confirmara la fecha para hacer la reserva. Al llegar a la oficina, se dio cuenta de que Christopher no estaba en su escritorio. Una ligera preocupación se apoderó de ella, así que decidió ir al despacho de Alessio, su mano derecha. Sin embargo, al abrir la puerta, lo que vio la dejó atónita. Allí estaba Alessio, en pleno beso con una mujer, y no era cualquiera: era Mariana, su cuñada. La escena la tomó por sorpresa y su corazón se detuvo por un momento. Mariana y Alessio, tan absortos en su momento que ni siquiera se dieron cuenta de su entrada. Luciana sintió una mezcla de confusión y traición. —¿Qué…? —musitó Luciana, cerrando la puerta detrás de ella con un suave clic, intentando procesar la imagen que tenía f
Christhopher había notado muy extraña a Luciana en los últimos dos días. Sentía que algo le estaba escondiendo. En ese momento, él se encontraba con Alessio, su mano derecha, charlando sobre los traslados de su mercancía, pero lo notó extraño.—¿Qué te pasa, Alessio? —preguntó Chris, frunciendo el ceño.—No es nada. —Alessio intentó restarle importancia, pero la tensión en su voz era evidente.—Te he notado raro y tienes chupones en el cuello... —bromeó Chris, riéndose. —No me digas que tienes una amante.—No, claro que no. —respondió Alessio, evitando la mirada de Chris.Chris observó a su amigo con más atención. La risa se le fue desvaneciendo y el ambiente se volvió más serio. Había algo que Alessio no estaba diciendo, y eso lo inquietaba.—Vamos, no me engañes. Sabes que puedes hablarme de cualquier cosa. —insistió Chris, sintiendo que la situación requería más seriedad.Alessio respiró hondo, claramente abrumado por la presión.—No es nada Christhopher.Después de charlar con Chr