Christopher la había llevado a un rincón apartado del restaurante, donde la luz tenue y la tranquilidad del lugar contrastaban con la tensión que se acumulaba entre ellos. Luciana lo seguía con el corazón acelerado, consciente de que enfrentarse a él en este momento sería complicado. Aún así, sabía que debía hacerlo. —Por favor, no golpees a Andrés ni te enfrentes con mi papá —le pidió, su voz ligeramente temblorosa. Christopher la miró con frialdad, pero detrás de sus ojos había una tormenta. Se cruzó de brazos y la observó fijamente antes de hablar. —No lo haré... si vienes conmigo a nuestro departamento —respondió, su tono suave pero cargado de intención. Luciana frunció el ceño, sintiendo que su paciencia se agotaba. —Chris, no me acostaré contigo esta noche. Lo nuestro se acabó. Christopher la miró, su mandíbula apretándose al escuchar esas palabras. Dio un paso hacia ella, recortando la distancia entre ambos. Sus ojos brillaban con furia, pero también con algo más os
Luciana se despertó temprano y comenzó a preparar el desayuno. Solo llevaba puesta una camisa de Chris, que le quedaba grande y le daba un aire de ternura. Mientras ella se movía por la cocina, Chris la abrazaba por la cintura y la llenaba de besos en el cuello. —Mi amor, estoy preparando el desayuno —le dijo ella entre risas. —Yo estoy saboreando mi desayuno —respondió Chris, su voz cargada de satisfacción mientras continuaba con sus caricias. Luciana no podía contener la risa ante la forma en que él la mimaba. A pesar de sus gestos juguetones, ella se sentía cómoda y feliz. —Mi amor, esta noche hablaré con mis papás —Anuncio Luciana, su tono más serio. —Yo iré contigo —respondió Chris. —Pero Chris, no eres el favorito de mi papá —le advirtió ella. —Pues tendrá que acostumbrarse al futuro padre de sus nietos —dijo él, con un toque de arrogancia en la voz. —Está bien, organizaré la cena. Debo ir a la academia y tú a la empresa —dijo Luciana, volviendo a la tarea de pre
Christhopher estaba en una oficina moderna, con vistas panorámicas del puerto, donde su hermano Santiago y su padre Rodrigo esperaban a que el notario completara la firma de los documentos para formalizar la adquisición de la naviera. La emoción y la tensión eran palpables. Él, vestido con un traje elegante, miraba los papeles con atención. Santiago, igualmente bien vestido, estaba sentado frente a él, con una expresión seria. Rodrigo, el padre de ambos, estaba al lado del notario, revisando el contrato una última vez. El notario, un hombre de mediana edad con gafas y una actitud profesional, revisó el contrato antes de hablar. —Bien, señores, todo parece estar en orden. Solo falta la firma de todos para que el acuerdo sea oficial. Christhopher tomó el bolígrafo con firmeza y firmó el primer documento, seguido por Santiago. El notario, aún en la sala, asintió con seriedad al escuchar la discusión entre los hermanos y Rodrigo. —Muy bien, muchachos, ya todo es suyo, su abue
Gala mantenía una expresión seria mientras Matt la tenía entre sus brazos. Él no se cansaba de hacerle el amor; la adoraba y la amaba con todo su corazón. No dejaba de acariciar su cabello ondulado, una caricia que, en lugar de ofrecer consuelo, recordaba a Gala los años de sufrimiento que había soportado. —Mi amor, estás deliciosa como todas las noches —le susurró Matt al oído, su tono cargado de admiración—. Hoy bailaste mejor que nunca. Gala se tensó al escuchar sus palabras, sintiendo una mezcla de desprecio y tristeza. Sin embargo, optó por no responder, atrapada en una red de emociones conflictivas. —Matt, por favor —dijo Gala con un susurro lleno de desesperación—, habla con Raúl. Ya he pagado la traición de mis padres. Ya lo he pagado. Matt la miró con una intensidad en los ojos que revelaba sus propios deseos y ambiciones. —Ya no eres una esclava, ahora eres mi mujer, Gala —dijo con firmeza—. Cuando le demos un heredero a mi padre, él se dará cuenta de que soy mucho
Luciana estaba tranquilamente sentada en la cafetería con sus amigas, charlando animadamente mientras bebía un café. El sol se filtraba suavemente a través de las ventanas, llenando el lugar de una calidez acogedora. Alondra fue la primera en romper el silencio con una risa divertida. —Aún no puedo creer que seas la novia de Christopher Montalbán, cuando has hablado mal de él toda la vida —dijo Alondra, entre risas. Luciana levantó una ceja y esbozó una sonrisa juguetona. —Jamás hablé mal de él —replicó, tomando un sorbo de su café—. Solo dije que es un iceberg... pero ahora es mi iceberg. Alondra rió más fuerte, mientras Yesenia se cruzaba de brazos y la miraba con una expresión fingidamente ofendida. —Pues yo aún no te he perdonado —se quejó Yesenia, sacudiendo la cabeza dramáticamente. —Por Dios, Yesenia, él ni siquiera sabe que existes —bromeó Alondra, rodando los ojos—. Debemos estar felices por Lu, ¡se ve radiante! Yesenia la miró de reojo y luego soltó una risit
Luciana estaba completamente desnuda entre los brazos de Chris. Él había llegado visiblemente estresado; en lugar de palabras, sus acciones hablaron por él. Le dio un beso profundo, y luego se entregaron al acto de hacer el amor, como una manera de encontrar consuelo y cercanía. Luciana conocía bien a Chris y sabía que algo muy malo le había sucedido.—¿Qué ocurre, mi iceberg? ¿Qué te pasa? —preguntó Luciana con preocupación, mientras se acurrucaba más cerca de él.—No es nada —respondió Chris, aunque su voz cargaba un tono de preocupación evidente.—Vamos, amor, es por la empresa, ¿verdad? ¿Hay algún problema ahora que Santi y tú se harán responsables? Amor, sé que no te agrada mi padrino, pero él es honesto —dijo Luciana, tratando de aliviar su tensión.—Siempre defendiendo a Rodrigo, Luciana. Sé que es el mejor amigo de tu padre —replicó Chris, con un dejo de frustración en su voz.—No es solo por eso. Rodrigo te ama más que a su vida. Él es un buen padre —respondió Luciana, tratan
Christopher estaba tranquilamente en su oficina, charlando con su amigo Alessio sobre los próximos movimientos de la empresa, cuando se dio cuenta de que su hermano gemelo, Santiago, acababa de llegar.—Buenos días, hermanito. Hoy sí llegué temprano —saludó Santiago con una sonrisa casual, dejándose caer en el sillón frente a él.Christopher lo miró con seriedad, sin compartir la ligereza de su tono.—Las cosas cambiarán, Santiago. Debemos ser más responsables —respondió Christopher con firmeza, su mirada fija en los papeles sobre su escritorio.—Por supuesto... —respondió Santiago, con un toque de ironía en su voz, mientras se inclinaba hacia atrás en su asiento. —Sabes, ya no te culpo... los labios de Luciana son adictivos.Christopher levantó la mirada de inmediato, su rostro endureciéndose.—¿Qué mierda dices? —espetó, su voz cargada de tensión y sorpresa.Santiago sonrió, claramente disfrutando del impacto que causaba en su hermano.—¿No lo sabes? Ayer besé a tu novia. Ella me co
Luciana había invitado a Elizabeth y a Mariana a cenar en su departamento. Ella considero que le haría bien a Chris convivir con ellas. Sin embargo él estaba muy serio. —Es un gusto que estés aquí, mamá —dijo Chris, sirviendo el vino mientras miraba a Elizabeth. —Gracias, hijo. Me alegra verlos a los dos tan bien —respondió Elizabeth, sonriendo a Chris y a Luciana. Mariana, sentada junto a su madre, se inclinó hacia adelante para tomar un trozo de pan, pero no dejaba de observar a su hermano. Chris, por otro lado, permanecía serio, perdido en sus pensamientos, apenas participando en la conversación. —Chris, ¿te pasa algo? —preguntó Mariana, notando su distanciamiento. —No, solo estoy un poco cansado —respondió Chris, sin mucha convicción. Luciana lo miró de reojo, claramente preocupada por su actitud. Sabía que algo lo tenía inquieto, pero no quería presionarlo en ese momento. —Si necesitas hablar de algo, estamos aquí —añadió Elizabeth, mirándolo con comprensión. Elizabeth son