Luciana estaba agotada por su día de trabajo, pero Santiago le había insistido tanto en que se vieran, que finalmente aceptó darle solo una hora para hablar. No quería arruinar una amistad de tantos años, aunque algo en su interior le decía que esa reunión cambiaría las cosas para siempre. Justo cuando estaba a punto de caminar hacia el ascensor, sintió una mano firme que la tomó del brazo. Al girarse, se encontró con Christhopher, y antes de que pudiera decir algo, él la levantó rápidamente, cargándola sobre su hombro sin decir una palabra. —¡Chris, bájame! ¡Bájame!—gritaba ella, luchando por liberarse, mientras los pocos empleados que quedaban en la empresa observaban la escena con sorpresa y curiosidad. Pero él no dijo nada. Con pasos decididos, bajó en el ascensor de los empleados, ignorando los gritos y las patadas que ella le daba en la espalda. Luciana, frustrada y resignada, dejó de luchar cuando se dio cuenta de que era inútil. Desde su posición, alcanzó a ver a Alessio
A primera hora, Luciana despertó y se dio cuenta de que Christopher le había llevado el desayuno preparado, además de una pastilla. —Buenos días, nena hermosa. Cociné para ti —dijo él, con una sonrisa. —Amor, ¿preparaste un latte en medio del campo? —respondió ella, sorprendida. —Es increíble lo que hace un hombre bien atendido —bromeó él. —Tonto… —dijo ella, dándole un suave golpe en el hombro. Chris no dejaba de mirarla, admirando cómo lucía vestida solo con su camisa, mientras él solo llevaba unos boxers. Ella prosiguió a desayunar su plato favorito, y después tomó la pastilla. Luego, se sentó en las piernas de Chris y, entre risas, le dio de comer en la boca. —Ya viene el avioncito, *iceberg* —bromeó Luciana, mientras le daba otra cucharada. —No me llames así —respondió él, frunciendo el ceño. —Lo siento... ¿Cómo te llamo entonces? ¿Licenciado Montalban? —dijo ella, divertida. Él le lanzó una mirada seria, pero no pudo evitar sonreír. —Me recuerdas a cuando e
Christopher estaba cenando tranquilamente con su mamá Elizabeth, su papá Rodrigo y su hermana Mariana. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando llegó Santiago, su hermano, con una expresión de frustración y los ojos enrojecidos. —¿Qué vamos a cenar? —preguntó Santiago, con un tono que no disimulaba su mal humor. —Preparé tu comida favorita —anunció Elizabeth con una sonrisa, tratando de mantener el ambiente alegre. —Y dime, hermano, ¿ya tengo cuñada nueva? —preguntó Mariana, emocionada. —No entiendo nada —expresó Elizabeth, mirando a su hijo Santiago con confusión. —Mamá, Santiago anoche le pidió a Luciana que sean novios —respondió Mariana, mientras Elizabeth intentaba entender la situación. —Todo fracasó. Anoche, Luciana no quiso ni verme. Y yo, cuando fui a hablar con ella, me dijo que tiene novio. Pero no me rendiré nunca —dijo Santiago con determinación, mientras se sentaba a la mesa. —Pues claro que no debes rendirte, hijo. Luciana es una mujer que v
Luciana salió temprano de la empresa, sintiendo el cansancio acumulado de la jornada. Después de enviarle un mensaje rápido a su padre, se dirigió al estacionamiento. Cuando llegó, se encontró con Peter, quien estaba de pie junto a su coche, con una expresión de disculpa. —Lu, qué pena, pero... ¿podrías llevarme nuevamente a mi casa? —preguntó Peter, su tono inseguro. Luciana vaciló, sintiendo una incomodidad creciente. No quería quedar mal con Peter, pero también sabía que aceptar su petición no sería una buena idea. —Peter, lo siento, pero yo no... —comenzó a responder, intentando encontrar una excusa educada. Antes de que pudiera terminar, sintió una mano firme rodear su cintura. Christhopher apareció detrás de ella, envolviéndola con su presencia dominante. Luciana se tensó de inmediato, sabiendo lo que venía. —Esta noche, Luciana se va a casa conmigo —anunció Chris, su voz profunda y autoritaria—, pero claro que podríamos llevarte. Peter pareció vacilar, claramente in
Luciana estaba muy nerviosa la última semana; había sido difícil ocultar su relación con Christhopher. Santiago no había dejado de buscarla y enviarle obsequios al trabajo, pero Chris solía lanzar los paquetes a la basura antes de que llegaran a ella. Finalmente, llegó el día del cumpleaños de los gemelos, que cumplían veinticinco años. Según lo estipulado por su abuelo, hoy recibirían la herencia de los Romano y heredarían la naviera. Chris se había preparado durante los últimos dos años para asumir el cargo de CEO tras terminar su carrera, mientras que Santiago nunca mostró interés en la herencia. Luciana llegó a la mansión con sus padres, luciendo un vestido rojo muy sexy que su madre había escogido para ella. Su cabello ondulado estaba suelto, y su maquillaje resaltaba su piel pálida y sus ojos verde esmeralda. En la fiesta estaban presentes varios amigos de Rodrigo, asociados de negocios, además de Perla y Lorenzo, amigos de Santiago, y Alessio, el único amigo de Chris, así
Santiago era cada vez más insistente con Luciana, y a medida que ella intentaba distanciarse, él la seguía sin cesar. Cansada, decidió apartarse y beber un jugo en lugar de seguir el juego. Sin embargo, Santiago no se detuvo y la agarró por detrás, pero Luciana lo empujó con firmeza.—San, Perla quiere bailar contigo. Mira cómo nos está observando —le dijo, intentando poner fin a la situación.Santiago, sin hacer caso, acarició el cabello de Luciana, un gesto que solo aumentó su incomodidad. Luciana observó a Christhopher desde lejos, que estaba apretando una copa con tanta fuerza que casi la rompía. La tensión en su rostro era palpable.—Chris, ¿estás bien? —preguntó Luciana, acercándose rápidamente a él.—Sí, suéltame —respondió Christhopher, claramente irritado.—Hermano, ¿estás bien? —intervino Santiago, acercándose a Christhopher.—Estoy bien. Sigan con la fiesta, yo me largo —dijo Christhopher, su voz llena de enojo.—Es nuestro cumpleaños y todavía falta el regalo de papá —repl
Santiago estaba furioso. La huida de Luciana la noche anterior había desatado una tormenta de ira en él. La fiesta, que había comenzado como una celebración, se había convertido en un caos emocional. La ausencia de Luciana y su decisión de irse sin previo aviso lo habían dejado con un enojo abrumador. Su rabia se intensificó con cada trago de alcohol que consumió esa noche. Santiago bebió en exceso, buscando ahogar su frustración y desdén en el licor. Mientras el alcohol nublaba su mente, se encontró en los brazos de Perla. Decidió ir al departamento de su hermano para verificar qué había sucedido la noche anterior, preocupado por la desaparición de Chris y las razones detrás de su enojo. Al llegar al departamento de Chris, usó sus propias llaves para entrar. La visión que encontró en la sala lo dejó paralizado. Ropa y un vestido rojo estaban esparcidos por el suelo, una escena que no auguraba nada bueno. Subió las escaleras con una mezcla de miedo y enojo. Cuando abrió la p
Chris llegó a casa aún con el ceño fruncido, sin haber procesado del todo lo sucedido con Luciana. Al entrar, encontró a sus padres en la sala. Su madre, Elizabeth, notó enseguida su expresión y se acercó preocupada. —Mi amor, ¿estás bien? —preguntó, mirando su mano con atención—. ¿Qué te pasó? Chris retiró su mano de manera brusca, sin querer mostrar vulnerabilidad. —No es nada, mamá. Antes de que pudiera seguir, su padre, Rodrigo, intervino con una sonrisa que no fue correspondida. —Christhopher, anoche te fuiste antes de que pudiera darte tu regalo —dijo, mientras le extendía unas llaves—. Tu nuevo carro está en el jardín. Chris miró las llaves sin entusiasmo, y su tono se volvió cortante. —No debiste darme nada —respondió—. Cuando me darán mi parte de la naviera. Elizabeth, notando su falta de gratitud, intentó suavizar la situación. —Chris, agradece a tu padre —dijo, un tanto molesta. —Gracias, Rodrigo —contestó él de mala gana, sin molestarse en disimular su