14.

Un balde de agua fría me hubiese tomado menos desprevenido. El corazón se me encoge y duele por la rabia que crece en mi pecho. Mi hermana busca mi mano para sostenerla y miro a Federica, quien luce un poco perturbada.

― ¿Qué? ―mascullo, mirando a mi hermano. Me levanto de la mesa, furioso y temblando de rabia―. Si dijiste que los pasteleros estaban completos, Mauricio ―le recuerdo.

Él no dice nada, nadie lo hace. Yo niego con la cabeza y golpeo la mesa con mi puño antes de salir de allí.

Las lágrimas pican mis ojos y mis manos tiemblan, queriendo partirle la cara al imbécil de mi hermano una y otra y otra vez. Todo lo veo rojo y lanzo al suelo un jarrón, haciéndolo trizas antes de entrar a mi cuarto y cerrar de un portazo.

Soy un jodido iluso. Casi quiero reírme de mí mismo por creer que con Fraga expandiéndose, yo tendría oportunidad de entrar. ¡Por supuesto que no! ¿Por qué pensé eso? Si mi propio padre y mi hermano mayor, quien era mi maldito amigo, me quieren fuera de todo lo que
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