20.

Luego de convencerla de que, al menos, comiera conmigo y bebiera una copa de champán, salimos de la habitación para acompañarla hasta su casa. Nos sentamos juntos el uno al lado del otro y busco su mano para entrelazarla con la mía, capturando así su atención.

Ella me sonríe un poco y, con su mano libre, acaricia mi mejilla antes de darme un beso allí. El carro se detiene al rato y yo suspiro, sin querer que se vaya.

Ella abre la puerta y salimos del carro, ya que quiero acompañarla hasta la entrada de su casa. Nos miramos por unos segundos sin saber qué decir y llevo mi mano a su cuello para quitar el cabello de su hombro. Noto que traga saliva con dificultad cuando me acerco y rozo nuestras narices, sin dejar de mirarle antes de juntar nuestros labios en un beso lento, suave y… diferente.

Puedo escucharla suspirar en medio del ósculo y cuando nos separamos, ella abre los ojos parpadeando con lentitud.

—Nos vemos mañana, caramelo de jengibre —le digo y rueda los ojos, riéndose—. Que
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