Me adentro en la oficina de mi hermano y me siento frente a él. Está hablando por teléfono y me hace una seña para que espere, luego corta.—Necesito tu ayuda —hablo. Él alza las cejas, seguro sorprendido ante mis palabras—. Bueno, no soy yo quien la necesita exactamente. El punto es que necesito al abogado de la familia.—Sebas, ¿pasó algo? —inquiere, enderezándose en su puesto. Me mira con preocupación y yo niego con la cabeza—. ¿Por qué necesitas a Juárez?—Tengo una amiga que lo necesita, ella es de la pastelería. Queremos llevar a juicio su caso, para que así atestigüe —le comento.— ¿Cuál es su situación? —inquiere, recargándose de nuevo del espaldar.—Violencia doméstica —respondo y él suspira, acariciando su sien.—Hablaré con Juárez y me encargaré de todo —afirma, mirándome—. ¿Se encuentra bien?—Si bien es estar con un ojo morado e hinchado al punto de que no puede abrirlo y un embarazo causa de una violación… —respondo, bajando la mirada.—Joder, Sebas. ¿Tú estás bien? —pre
Han sido unos días de mierda. Federica pasa de mí y solo me trata cuando es estrictamente necesario, todos lo notan en la pastelería. Por otro lado, Mauricio está mucho peor que yo en cuanto a actitud. Algo lo tiene cabreado o frustrado, pero no sé qué es exactamente.Aunque creo que su problemilla tiene nombre y apellido.—A ver, carnal. ¿Yo qué iba a saber que te gustaba tu jefa? —pregunta Daniel, trayéndome de vuelta a tierra.—No me gusta —respondo, mirándolo.—Entonces ¿por qué te molestó que quisiera salir con ella? —pregunta y yo ruedo los ojos.—Porque el postre no se comparte, cabrón —mascullo, desviando la mirada—. Estamos… estábamos cogiendo.— ¿Y qué tal? —pregunta, sonriendo de lado y trata de hacerme cosquillas.—Pues es increíble, no lo voy a negar. Nuestros cuerpos se entienden a la perfección. Es la forma de alzar la banderita blanca entre nosotros, de resto nos repelemos.—Suena a que te endulzó demasiado, compadre —se burla, palmeando mi hombro—. Mira, tu jefa es mu
En un abrir y cerrar de ojos, la semana ya está acabando. Federica y yo nos llevamos bien de nuevo, solo que… es un trato distinto. Me habla con un buen tono, me sonríe si digo algo gracioso, pero no está allí la tensión de antes.Está presente, pero la siento distante y eso me tiene cabreado.El día termina y me encamino a mi casillero para cambiarme. Federica se coloca a mi lado y me mira, regalándome una sonrisa tan pequeña como fugaz y yo suspiro. Revisa su celular y frunce el ceño antes de volverlo a guardar.—Eh, ¿Sebas? —pregunta y yo le observo. Ella mira a su alrededor y se acerca un poco más—. ¿Crees que puedas darme el aventón a mi casa hoy? Gabriela me pidió que no la fuera a buscar hoy.—Sabes que no tengo ningún problema —le digo, sonriendo y ella afirma, desviando la mirada.—Gracias —responde.Todos empiezan a irse de a poco hasta dejarnos solos. Federica está terminando de arreglar unas cosas y se pone de puntas para tratar de alcanzar el último eslabón del estante do
NARRA FEDEEstos días han sido terribles para mí. ¡Maldita sea! ¿Por qué dejé que siquiera me besara? Ahora menos puedo sacarme a Sebastián de la cabeza, ni del cuerpo… ni del corazón.No sé en qué estaba pensando cuando me adentré en este estúpido juego, si sabía que tenía que alejarme o terminaría con el corazón hecho trizas. ¿A quién engaño? Claro que sé en qué pensaba, en que tal vez no sería tan malo como pensaba, en darle una oportunidad y que, tal vez, con el tiempo sentiría lo mismo que yo.Gabriela sale del baño con cara de pocos amigos y se recuesta en la cama, suspirando. Lleva días con un humor de perros, no sé muy bien por qué. A veces la miro y siento que, así como yo le estoy ocultando cosas, ella me las está escondiendo a mí también y no me gusta. Somos uña y mugre, detesto el abismo que ha surgido entre nosotras y estoy segura de que tiene, al menos, el mismo apellido: Díaz.¿Qué pudo haberle hecho Mauricio para que ella no pudiera ni verlo? Porque sí, tiene una perso
NARRA SEBASTIÁNElena se ha sentido mucho mejor y Juárez, mi abogado, le está brindando mucho apoyo. Al parecer, me estaba perdiendo el chispazo que ha surgido entre ellos. Sin embargo, ella no quiere apresurarse por todo lo que le ha pasado y el letrado no parece tener problema en esperarla.Por otro lado, está Federica. Me muerdo el labio para no sonreír al recordarla y niego con la cabeza, mirando en dirección al televisor aunque no le estoy prestando atención.—Tú estás muy raro —habla Montse, haciendo que me exalte un poco—. Hasta olvidaste que estoy aquí, ¿qué te sucede? Sonríes de la nada, te quedas embobado pensando en qué sé yo. ¿Me lo cuentas?—Federica y yo estamos saliendo —confieso porque no tengo que ocultar lo que siento por ella—. Desde hace unos días.Montse se cubre la boca, riendo. Se levanta para abrazarme y me llena la mejilla de besos, parece muy contenta y eso me hace reír.— ¡No lo puedo creer! Te pusiste los pantalones, Sebastián Alejandro. ¡Al fin! Admitiste
Me hace sonreír que, al despertar, me encuentro con el rostro somnoliento de Federica sobre mi pecho. Acaricio sus cabellos y ella se remueve, abrazando mi cintura con un poco más de fuerza mientras ronronea, pero no abre sus ojos.Después de toda la acción de anoche, ya que no solo tuvimos sexo una sola vez, entiendo que esté cansada. Con mucho cuidado me deshago del abrazo y dejo mi almohada para que me suplante antes de salir de la habitación.Me encuentro con Montse viendo la televisión y me sonríe con burla, a lo que yo ruedo los ojos y me adentro en la cocina para hacer el desayuno.—Toda la noche lamenté una cosa, hermanito —habla, recargando su brazo del respaldar del sofá y mirándome con una sonrisa fingida—: que mi cuarto esté junto al tuyo. Las paredes son finas, ¿eh?Estoy por replicar algo como que se meta en sus asuntos cuando noto a Fede cubrirse el rostro, vistiendo mi franela blanca y unos calzoncillos míos. Montse mira en mi dirección y se ríe ante las mejillas rojas
La defensa del ex novio de Elena me parece innecesaria. Aún no entiendo cómo es posible que exista algún abogado que quiera ayudarle a reducir su pena o, en el peor de los casos, a dejarle en libertad.Sé que es por derecho, pero considero que una persona que le ha hecho tanto daño a alguien no debería tenerlos. Maldita sea la norma del inocente hasta que se demuestre lo contrario, no puedo evitar pensar.—El demandando ha confesado haber maltratado a Elena —me recuerda Mauricio al oído.— ¿Y qué con eso? —murmuro, mirándole de reojo.—No buscan dejarle libre, buscan rebajarle la sentencia —explica y yo aprieto mis puños, molesto por ello.— ¿Sabes cuánto tiempo pueden darle para que se pudra en la cárcel? —inquiero.—De treinta a setenta años, dependiendo de la gravedad del asunto. Si Elena hubiese estado a punto de morir, sin duda le darían más de setenta, creo que podemos esperar a que le den unos 40 o 60 años de cárcel —responde—. Y si le rebajan por confesar, creo que quedamos en
Llegamos al restaurante y le tiendo la mano a Federica para ayudarle a salir de la limosina. Noto que Aarón hace lo mismo con Gabriela y eso me sorprende.¿Mauricio sabe de esto? Porque si no, creo que va a matarlo.Nos adentramos al lugar, maravillado con lo que veo. No puedo evitar sonreír y mis ojos se llenan de lágrimas por el orgullo, aunque trato de disimularlo. Federica lo nota y se abraza a mi cuerpo, sonriéndome.Tiene similitudes al anterior restaurante, como la madera y el azul decorando el lugar, así como las luces colgantes y las áreas al aire libre. Hay una pared roja con un altar con la virgen María y hay un poco de movimiento entre los meseros y personas de protocolo.Me tenso de inmediato cuando veo a mi padre, quien habla con la junta directiva del restaurante de forma muy animada. Sus ojos se posan en mí y luego en Federica, notándose ciertamente sorprendido.Ruedo los ojos, sin poder creerme aún su actitud y guío a Federica en dirección opuesta a él. Sin embargo, n