NARRA SEBASTIÁNElena se ha sentido mucho mejor y Juárez, mi abogado, le está brindando mucho apoyo. Al parecer, me estaba perdiendo el chispazo que ha surgido entre ellos. Sin embargo, ella no quiere apresurarse por todo lo que le ha pasado y el letrado no parece tener problema en esperarla.Por otro lado, está Federica. Me muerdo el labio para no sonreír al recordarla y niego con la cabeza, mirando en dirección al televisor aunque no le estoy prestando atención.—Tú estás muy raro —habla Montse, haciendo que me exalte un poco—. Hasta olvidaste que estoy aquí, ¿qué te sucede? Sonríes de la nada, te quedas embobado pensando en qué sé yo. ¿Me lo cuentas?—Federica y yo estamos saliendo —confieso porque no tengo que ocultar lo que siento por ella—. Desde hace unos días.Montse se cubre la boca, riendo. Se levanta para abrazarme y me llena la mejilla de besos, parece muy contenta y eso me hace reír.— ¡No lo puedo creer! Te pusiste los pantalones, Sebastián Alejandro. ¡Al fin! Admitiste
Me hace sonreír que, al despertar, me encuentro con el rostro somnoliento de Federica sobre mi pecho. Acaricio sus cabellos y ella se remueve, abrazando mi cintura con un poco más de fuerza mientras ronronea, pero no abre sus ojos.Después de toda la acción de anoche, ya que no solo tuvimos sexo una sola vez, entiendo que esté cansada. Con mucho cuidado me deshago del abrazo y dejo mi almohada para que me suplante antes de salir de la habitación.Me encuentro con Montse viendo la televisión y me sonríe con burla, a lo que yo ruedo los ojos y me adentro en la cocina para hacer el desayuno.—Toda la noche lamenté una cosa, hermanito —habla, recargando su brazo del respaldar del sofá y mirándome con una sonrisa fingida—: que mi cuarto esté junto al tuyo. Las paredes son finas, ¿eh?Estoy por replicar algo como que se meta en sus asuntos cuando noto a Fede cubrirse el rostro, vistiendo mi franela blanca y unos calzoncillos míos. Montse mira en mi dirección y se ríe ante las mejillas rojas
La defensa del ex novio de Elena me parece innecesaria. Aún no entiendo cómo es posible que exista algún abogado que quiera ayudarle a reducir su pena o, en el peor de los casos, a dejarle en libertad.Sé que es por derecho, pero considero que una persona que le ha hecho tanto daño a alguien no debería tenerlos. Maldita sea la norma del inocente hasta que se demuestre lo contrario, no puedo evitar pensar.—El demandando ha confesado haber maltratado a Elena —me recuerda Mauricio al oído.— ¿Y qué con eso? —murmuro, mirándole de reojo.—No buscan dejarle libre, buscan rebajarle la sentencia —explica y yo aprieto mis puños, molesto por ello.— ¿Sabes cuánto tiempo pueden darle para que se pudra en la cárcel? —inquiero.—De treinta a setenta años, dependiendo de la gravedad del asunto. Si Elena hubiese estado a punto de morir, sin duda le darían más de setenta, creo que podemos esperar a que le den unos 40 o 60 años de cárcel —responde—. Y si le rebajan por confesar, creo que quedamos en
Llegamos al restaurante y le tiendo la mano a Federica para ayudarle a salir de la limosina. Noto que Aarón hace lo mismo con Gabriela y eso me sorprende.¿Mauricio sabe de esto? Porque si no, creo que va a matarlo.Nos adentramos al lugar, maravillado con lo que veo. No puedo evitar sonreír y mis ojos se llenan de lágrimas por el orgullo, aunque trato de disimularlo. Federica lo nota y se abraza a mi cuerpo, sonriéndome.Tiene similitudes al anterior restaurante, como la madera y el azul decorando el lugar, así como las luces colgantes y las áreas al aire libre. Hay una pared roja con un altar con la virgen María y hay un poco de movimiento entre los meseros y personas de protocolo.Me tenso de inmediato cuando veo a mi padre, quien habla con la junta directiva del restaurante de forma muy animada. Sus ojos se posan en mí y luego en Federica, notándose ciertamente sorprendido.Ruedo los ojos, sin poder creerme aún su actitud y guío a Federica en dirección opuesta a él. Sin embargo, n
Todos empiezan a marcharse. Observo a mi hermano discutir con Charlotte y a Gabriela mirarlos con una sonrisa triunfante en el rostro. No quiero armar teorías en mi cabeza por lo que sucederá esta noche con respecto a ellos, así que busco a mi novia con la mirada, pero ella misma se acerca a su prima para despedirse.Montse y Cris se encaminan en mi dirección y yo miro a mi hermana con ojos entrecerrados, pero ella no dice nada.—Nos vamos, hermanito. ¿Nos vemos en el depa? —pregunta como quien no quiere la cosa.—No, iré a la suite. No te preocupes —respondo, sonriendo.—Algún día tendré mi propia habitación en el hotel, ya lo verán —se queja, rodando los ojos. Su expresión irritada se borra cuando mira a Cristián, quien se ríe un poco de ella—. Bueno, vámonos. Nos vemos mañana, hermanito.Ella se acerca para darme un beso en la mejilla y tomo su mano para que no se aleje.—Usa condón, Montserrat —murmuro en su oído y ella se aleja, roja hasta las orejas y un tanto sofocada—. Feliz n
NARRA FEDEMe duelen los huesos y, en definitiva, mi entrepierna. Sin embargo, es una sensación que me hace sonreír porque sé a qué se debe: a los tremendos polvazos que tuve con mi novio.Aún no puedo creer que esto esté pasando entre Sebas y yo. Cuando lo vi la primera vez, admito que babeé mentalmente por lo guapo que era y cuando abrió su bocota solo para amenazarme fue… excitante.Sin embargo, me había hecho la idea de que nada iba a surgir entre nosotros y entonces él empezó con sus bromitas, que más allá de irritarme, me divertían. Nos hicimos cercanos en un fingido cliché de enemigos a amantes y ahora… Ahora estamos juntos.Me estiro en la cama y me enderezo cuando la siento vacía. Busco con la mirada a Sebastián, fijándome que en la mesa frente al sofá, donde tuvimos sexo ayer, hay una bandeja con comida. Luego escucho el agua de la ducha correr.No necesito despojarme de nada, así que camino de puntas hasta el baño y me encuentro con la gloriosa vista del cuerpecito de mi ni
NARRA SEBASCuando llego a la pastelería, Federica ni siquiera ha llegado. Es por esto que Elena, Lucrecia y yo estamos esperando fuera, ya que ella es la encargada de abrir.Al llegar, luce algo cansada y bosteza mientras se encarga de la apertura. Yo la ayudo, sin decir nada hasta que entramos.—Oh, hola, amorcito ¿cómo estás? —imito, de una forma muy patética, su voz y luego hablo con mi tono común—. Bien, boss. ¿Y tú?—Primero: yo no hablo así y segundo: lo siento. Es que no he dormido nada —habla y bosteza de nuevo—. Y es culpa de tu hermano.— ¿De Mauricio? —pregunto, frunciendo el ceño.—Sí —responde, cruzándose de brazos—. Gabriela ayer llegó a la casa con su ex novio, quien está de vacaciones en México y lo besó porque creo que sabía que Mauricio los estaba viendo. Cuando ambos se fueron, se lanzó a llorar y no paró como hasta las tres de la madrugada.—Espera, espera. No entiendo nada —le digo, sintiendo que la información se tergiversa en mi cabeza de mil formas.Ella suspi
―Hora de irnos, ¿te llevo a casa? ―pregunto, enrollando mis brazos en su cintura, apoyando el mentón sobre el hombro de mi novia.—Voy a ir al café donde trabaja Gaby primero. ¿Nos vemos en tu depa más tarde? —pregunta, jugando con el cuello de mi franela.No puedo negar el ligero estremecimiento que me recorre el cuero ante sus palabras y mi compa se alza en respuesta, cosa que la hace reír. Yo trago saliva con dificultad ante todas las imágenes que pasan por mi cabeza.― ¿Para qué quieres ir, mi caramelo? ―Me hago el tonto, alzando una ceja.―Pues, señor Díaz, para que me haga el amor sobre lo primero que encontremos en el camino ―habla con una voz sensual que me prende más, acariciando mi labio inferior con su índice.Oh, estás en serios problemas, Federica.—¿No quieres que te lleve al café? —pregunto.—Tranquilo, pasa por mí si te tranquiliza —responde, robándome un pico de labios.—Hecho.Nos despedimos con otro beso, un poco más intenso, y me trepo en el auto para que Pascual m