Todos empiezan a marcharse. Observo a mi hermano discutir con Charlotte y a Gabriela mirarlos con una sonrisa triunfante en el rostro. No quiero armar teorías en mi cabeza por lo que sucederá esta noche con respecto a ellos, así que busco a mi novia con la mirada, pero ella misma se acerca a su prima para despedirse.Montse y Cris se encaminan en mi dirección y yo miro a mi hermana con ojos entrecerrados, pero ella no dice nada.—Nos vamos, hermanito. ¿Nos vemos en el depa? —pregunta como quien no quiere la cosa.—No, iré a la suite. No te preocupes —respondo, sonriendo.—Algún día tendré mi propia habitación en el hotel, ya lo verán —se queja, rodando los ojos. Su expresión irritada se borra cuando mira a Cristián, quien se ríe un poco de ella—. Bueno, vámonos. Nos vemos mañana, hermanito.Ella se acerca para darme un beso en la mejilla y tomo su mano para que no se aleje.—Usa condón, Montserrat —murmuro en su oído y ella se aleja, roja hasta las orejas y un tanto sofocada—. Feliz n
NARRA FEDEMe duelen los huesos y, en definitiva, mi entrepierna. Sin embargo, es una sensación que me hace sonreír porque sé a qué se debe: a los tremendos polvazos que tuve con mi novio.Aún no puedo creer que esto esté pasando entre Sebas y yo. Cuando lo vi la primera vez, admito que babeé mentalmente por lo guapo que era y cuando abrió su bocota solo para amenazarme fue… excitante.Sin embargo, me había hecho la idea de que nada iba a surgir entre nosotros y entonces él empezó con sus bromitas, que más allá de irritarme, me divertían. Nos hicimos cercanos en un fingido cliché de enemigos a amantes y ahora… Ahora estamos juntos.Me estiro en la cama y me enderezo cuando la siento vacía. Busco con la mirada a Sebastián, fijándome que en la mesa frente al sofá, donde tuvimos sexo ayer, hay una bandeja con comida. Luego escucho el agua de la ducha correr.No necesito despojarme de nada, así que camino de puntas hasta el baño y me encuentro con la gloriosa vista del cuerpecito de mi ni
NARRA SEBASCuando llego a la pastelería, Federica ni siquiera ha llegado. Es por esto que Elena, Lucrecia y yo estamos esperando fuera, ya que ella es la encargada de abrir.Al llegar, luce algo cansada y bosteza mientras se encarga de la apertura. Yo la ayudo, sin decir nada hasta que entramos.—Oh, hola, amorcito ¿cómo estás? —imito, de una forma muy patética, su voz y luego hablo con mi tono común—. Bien, boss. ¿Y tú?—Primero: yo no hablo así y segundo: lo siento. Es que no he dormido nada —habla y bosteza de nuevo—. Y es culpa de tu hermano.— ¿De Mauricio? —pregunto, frunciendo el ceño.—Sí —responde, cruzándose de brazos—. Gabriela ayer llegó a la casa con su ex novio, quien está de vacaciones en México y lo besó porque creo que sabía que Mauricio los estaba viendo. Cuando ambos se fueron, se lanzó a llorar y no paró como hasta las tres de la madrugada.—Espera, espera. No entiendo nada —le digo, sintiendo que la información se tergiversa en mi cabeza de mil formas.Ella suspi
―Hora de irnos, ¿te llevo a casa? ―pregunto, enrollando mis brazos en su cintura, apoyando el mentón sobre el hombro de mi novia.—Voy a ir al café donde trabaja Gaby primero. ¿Nos vemos en tu depa más tarde? —pregunta, jugando con el cuello de mi franela.No puedo negar el ligero estremecimiento que me recorre el cuero ante sus palabras y mi compa se alza en respuesta, cosa que la hace reír. Yo trago saliva con dificultad ante todas las imágenes que pasan por mi cabeza.― ¿Para qué quieres ir, mi caramelo? ―Me hago el tonto, alzando una ceja.―Pues, señor Díaz, para que me haga el amor sobre lo primero que encontremos en el camino ―habla con una voz sensual que me prende más, acariciando mi labio inferior con su índice.Oh, estás en serios problemas, Federica.—¿No quieres que te lleve al café? —pregunto.—Tranquilo, pasa por mí si te tranquiliza —responde, robándome un pico de labios.—Hecho.Nos despedimos con otro beso, un poco más intenso, y me trepo en el auto para que Pascual m
Han pasado varios días desde aquel almuerzo. Todo parece ir muy bien en la familia porque Montse está muy feliz y Mauricio, pues ni les digo y sé que ambos casos se deben porque están con las personas que quieren. Federica y yo estamos muy bien, la pastelería ha tenido muchos pedidos y eso la ha puesto muy feliz. Nuestros días libres las pasamos juntos, a veces con su familia y a veces con la mía.Llego al departamento, sintiendo que extraño a Federica a pesar de haber estado con ella todo el día, trabajando. Montserrat está viendo la televisión y me dejo caer junto a ella, suspirando.—Uh, ¿qué te tiene así? —pregunta a modo de burla.—La amo —respondo con seriedad, omitiendo su broma y ella me mira, sonriendo—. La amo, Montse. He estado dándole vueltas a todo y quiero un futuro con ella, lo anhelo. Quiero que vivamos juntos y, más adelante, casarnos y tener hijos. ¿Quién lo diría, eh?—Un Díaz más que ha descubierto que tiene corazón —dice ella, recargando su cabeza de mi hombro—. H
Abro la puerta del departamento y lo encuentro hecho trizas: los cojines están en el suelo y hay varios trozos de vidrio por el lugar. Montse está acurrucada en el sofá y veo su cuerpo temblar, cosa que hace que se me caliente la sangre y a la vez suspire.—Mon —murmuro, acariciando su cabeza. Ella levanta su rostro y cierro los ojos al ver su maquillaje corrido—. Lo siento mucho —agrego, limpiando sus lágrimas.—¿A quién quería extorsionar mi papá, Sebas? ¿Por qué quería divulgar ese contenido? ¿A quién estaba acosando? —pregunta.—Quería divulgarlo para obligar a la víctima a acostarse con él —confieso y ella se cubre el rostro con las manos, sollozando—. Estamos mejor sin él, Mon. ¿Lo sabes, no?—Pero no así, Sebas. No así, maldita sea —lloriquea y está por levantarse cuando la tomo de los brazos.—Te vas a cortar —le digo, notando que está descalza. La ayudo a bajarse del sofá, alzándola en brazos y luego dejándola en el suelo donde está libre de vidrios.—¿Qué puedo esperarme del
NARRA FEDEGabriela ha estado un poco ansiosa, ya que el lunes darán los resultados. Sin embargo, Mauricio sabe cómo distraerla y se la llevará todo el fin de semana al rancho.La veo tan feliz y contenta, que me siento dichosa. Aunque el fallecimiento de Margarita fue un fragmento oscuro en su vida, solo es una pequeña parte de su libro y ahora el sol ha vuelto a brillar para ella. Y para mí también.Incluso para los mismos Díaz, ahora que su padre no está para seguirlos lastimando.Escucho el claxon de un auto y salgo disparada a abrir la puerta, pues sé que el bombón que tengo de novio me espera del otro lado. Cuando me encuentro con sus ojos verdes, no puedo evitar sonreír como niña pequeña y él imita mi gesto.—Hola, boss.—Niño bonito —saludo—. ¿Nos vamos?—Sí, amor. Antes de ir a ver apartamentos, me gustaría visitar a Elena. Quiero saber cómo se encuentra.—Justo estaba pensando en ella cuando desperté. Así que me parece muy buena idea —concuerdo y me acerco a tomar mi cartera
NARRA SEBASEl lunes llega y Montse está caminando de aquí para allá, nerviosa a más no poder. Me sorprende no verla recorriendo las paredes y el techo.—Mon, todo va a salir bien —le aseguro, tomándola de los hombros para que se quede quieta—. Si no ganas la pasantía, sabes que estarás en Fraga de todas formas. No te preocupes.—¿Lo crees? Papá está en la cárcel, pero no sé qué piensa Mauricio de mí. Al menos, a nivel profesional —murmura, mirándome apenas.—Montse, eres una de las mejores de tu clase. Está más que claro que nos vas a enorgullecer. No te preocupes —le recuerdo, tomando su rostro entre mis manos—. Ahora, ¿te vas con Pascual?—No, Cristián viene por mí —responde, sonriendo—. Por cierto… ya oficializamos nuestra relación.—¡Carajo! Estoy muy feliz por ti, de verdad. Definitivamente, todo lo que quieres, lo obtienes —le digo y ella se ríe.—Yo no quiero a Cris, lo amo. Toda la espera valió la pena, resulta que al final… tenías razón —responde y yo le guiño un ojo.—Anda,