Luego de hablar con Esteban, salgo de la oficina y me adentro en la cocina. Federica me mira y sonríe, acercándose a mí.—Chicos, escuchen algo —llama la atención de todos—. Nuestro pichón aquí presente dejará el nido hoy. Es el último día de trabajo de Sebastián Díaz en Dulce tentación, porque ahora tienen enfrente al nuevo socio y director de Fraga Restaurant.Elena y Lucrecia se miran entre ellas, boquiabiertas y luego empiezan a aplaudir, haciendo que el resto las acompañe. Yo me sonrojo, sonriendo con vergüenza y niego con la cabeza.—Sebas, ¡felicidades! Nos harás falta, pero sabemos cuánto deseabas esto —me dice Elena, enroscando sus brazos en mi cintura y pegando su cabeza de mi pecho—. Te deseamos lo mejor, te quiero mucho.—Gracias, Elenita. Sin embargo, no se crean que se van a librar de mí, tanto tú, como Fede y Lucrecia tienen las puertas abiertas al negocio. Si algún día deciden que este nido les quedó pequeño, las veo por allá —le digo, colocando mi brazo sobre los homb
FEDEUn par de meses después…Gaby ya se encuentra en Londres y debo admitir que una gran parte de mí la extraña. Montse y Cris también se fueron del país y se encuentran en Grecia. No voy a negar que siento cierta envidia hacia ellas, al ver sus fotos en redes sociales y al hablar sobre sus experiencias.Sin embargo, sé que ellas eventualmente volverán y mi rompecabezas volverá a estar completo.Una especie de bocina me devuelve a la realidad y la reja frente a mí es abierta por un policía. He decidido darle una visita a mi suegro y la he pospuesto muchas veces, pero Sebastián ya me contó sobre lo que hablaron antes de que le dieran las acciones de Fraga II y simplemente no puedo quedarme de brazos cruzados.Es mi novio de quien hablamos.Me indican dónde se encuentra el señor Díaz padre y me acerco, sentándome frente a él. Se endereza en su lugar, un tanto sorprendido por verme. Yo lo observo con ojos entrecerrados, pues luce tan distinto: delgado, pálido, desaliñado.Todo lo contra
Mauricio y Gabriela se van a casar. Mi prima me ha pedido que, junto con Montse, me encargue de organizarle una boda sencilla pues ya las maestrías terminaron y Gaby se vendrá pronto.Montse ya está aquí, junto con Cris. Mauricio se fue a Londres con Gaby mientras terminaba la pasantía, así que también regresa hoy a México.No he querido hablar mucho con ella, pues las veces que lo he hecho ha intentado hacerme ver que Sebastián sí me ama y que no debería dejar que lo que pasó en el principio nos separe.Muchos me tildarán de exagerada, porque eso pasó hace mucho, pero… ¿es que acaso no logran ver que eso estuvo mal? incluso él todavía lo ve como algo sin importancia, excusándose en que eso fue hace mucho tiempo y que en ese entonces era un idiota.Pues lo sigue siendo, coño. Y sí, también lo sigo amando.Ha ido a la pastelería a hablar conmigo, pero le he negado el acceso al área de cocina. Elena y Lucrecia han hablado con él, pero no logran convencerme de que lo escuche.No puedo es
Luego de la boda…SEBASTodos empiezan a marcharse, contentos por la unión que se ha formalizado hoy. Mi hermano y Gabriela se ven tan felices y eso me pone muy contento a mí.Sin embargo, Fede aún sigue reacia a hablar conmigo. Busqué las mil y un formas de comunicarme con ella, pero siempre terminaba cerrándome las puertas.Ni siquiera he podido dormir en nuestra casa, no sin ella.No pude evitar sonreír cuando el ramo cayó en sus manos, pero ella con vergüenza lo volvió a lanzar y esta vez lo atajó Maite, la novia de Aarón. Aunque eso no quiere decir que ella se salvará de alguna propuesta de matrimonio en un futuro cercano.Porque no voy a renunciar a ella.Está por irse con sus padres, pero me acerco y tomo su mano. Ella me mira y yo espero a que mis suegros sigan su camino para hablar.—Ya no puedo más, Federica —le digo y ella respira hondo, pero no me suelta—. Necesito hablar contigo.—Está bien —accede y yo reprimo una sonrisa.Me pone feliz que, al menos, quiera que hablemos
La canción “Turning page” me indica que mi futura esposa está caminando hacia mí, por lo que me doy la vuelta y sonrío al verla con su vestido de novia. Este es blanco, con capas de tul lila con brillantes y no lleva velo pero sí una tiara que la hace lucir como lo que es: mi princesa.Además, el vestido deja apreciar su vientre abultado y el escote realza sus pechos, que están más grandes por el estado en el que se encuentra.Una vez la tengo frente a mí, su padre me la entrega y me recuerda que tiene un cuchillo de carnicería en su casa, haciéndonos reír.La boda inicia y yo sostengo la mano de mi futura esposa durante toda la ceremonia. No puedo evitar soltar algunas lágrimas ante sus votos matrimoniales y ella las limpia, haciéndome reír.Y para mí, escuchar el “ahora puede besar a la novia” se siente como el momento más feliz de mi vida. ¿Lo mejor de todo? es que sé que puedo ser aún más feliz, cuando nazca mi Mateo.Atraigo a Fede a mí, besándola para sellar nuestro matrimonio y
Observo los rostros de mi familia, apretando los puños bajo la mesa. Familia, qué chiste. ¿Cómo tu propia sangre puede disfrutar de causarte dolor? Como mi padre, que sonríe en victoria al ver mi gesto fruncido por la rabia.No, no es rabia. Es dolor, decepción. Observo a mi hermano mayor, Mauricio, quien aprieta los labios y me mira con pesar como si no acabase de quebrantar un sueño que creamos juntos.Una ilusión que él plantó en mí.“Cuando papá me ceda el puesto, no volverá a joderte” prometió.—Son unos hijos de puta —mascullo y mi hermana menor, Montserrat, cierra los ojos. De nuevo, mis ojos van a Mauricio—. Gracias por el increíble regalo de graduación que me estás dando, hermano.La ironía en mi voz le hace respirar hondo. No tengo por qué quedarme en la mesa, así que me levanto para encerrarme en mi habitación.—Sebas —advierte Mauricio, pero yo le miro con el profundo odio que siento hacia él en estos momentos.—No quiero oír tus pendejadas, señor Díaz. Pueden hacer los qu
Primer día de trabajo y ya sé que no podré soportarlo, mucho menos teniendo una jefa como la tal Federica.Y Mauricio, ese pendejo me va a escuchar.Me adentro en el departamento y la puerta se cierra de golpe, causando un estruendo que alerta a mi hermana. Me encamino a la cocina y me sirvo un vaso de agua porque siento que la sangre me derrite el cuerpo de la rabia que siento.—Sebas, ¿qué te sucede? —pregunta Montserrat y yo la esquivo, pero ella se vuelve a poner en mi camino.—Montserrat —advierto—. No estoy para mamadas.—Me vas a decir qué carajos te sucede —ordena.—A ti no te queda andar dando órdenes —la molesto, rodando los ojos.—No seas imbécil, por favor. Soy una Díaz, dar órdenes está en mi sangre —dice, golpeando levemente mi pecho antes de darme la espalda y sentarse en el sofá a seguir limándose las uñas—. Habla.—¡Que tengo una jefa de mierda! —exploto, dejando el vaso sobre la barra de la cocina—. Y que Mauricio es un mentiroso, pero ya me va a escuchar.—Necesito
Los días transcurren con normalidad. Federica siempre está a la espera de que mi comportamiento empeore y me presiona para que explote, cosa que admito he estado a punto de hacer un par de veces. Sin embargo, no le he dado el privilegio, por el contrario, ella termina maldiciendo y enfureciéndose sola cada vez que le respondo con algo que la hace molestar.—Buenos días, gentecita linda —saluda con una sonrisa en el rostro que se desvanece al verme—. Y hola para ti, Sebastián.—Buenos días, chef —saludo con una sonrisa, rodando los ojos.—Oh, ¿qué es eso que veo? Una sonrisa, señor Díaz. No es tan cara de culo como pensaba —ironiza, riéndose—. —En fin, tenemos trabajo que hacer. Nos han pedido mesa de postres y pastel para un cumpleaños —añade, dirigiéndose a su casillero para sacar el uniforme.Se adentra en el baño para cambiarse la ropa por el uniforme, cosa que agradezco porque la filipina le cubre un poco el trasero. Sí, bueno, tengo que admitir que con el pasar de los días me ha